domingo, 26 de abril de 2015

El nuevo libre comercio

Faljoritmo

Jorge Faljo

El 18 de abril fue el día de acción global contra la “Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión” que es el nombre de un nuevo tratado de libre comercio que está siendo negociado entre Europa y los Estados Unidos. Se le conoce como TTIP por sus siglas en inglés.

De acuerdo a sus organizadores ese día ocurrió la mayor protesta de la historia contra un tratado de libre comercio. Fue en realidad un conjunto de más de seiscientas protestas dispersas por toda Europa. Hubo cadenas humanas, concentraciones, marchas, recolección de firmas, actos simbólicos y más. Ninguna concentración fue realmente “monstruo”; al parecer la mayor fue la de Barcelona con 50 mil participantes.

Pero 600 protestas en cerca de 500 ciudades no fueron poca cosa. La mayoría convocó a grupos de pocos miles, pero hubo por lo menos una docena con entre 15 y 25 mil personas. Se recolectaron 1.7 millones de firmas, de las cuales un millón fue en Alemania. Llamó la atención la capacidad de todo tipo de organizaciones sociales y políticas para ponerse de acuerdo y llevar estos cientos de protestas de manera simultánea.

Hubo marchas en Viena, Londres, Berlín, Frankfurt, Stuttgart, Múnich, Bruselas, Madrid, Barcelona, Sevilla y la mayor parte de las grandes y medianas ciudades de toda Europa. Destacó Alemania con cerca de 200 eventos. El 43 por ciento de la población alemana se opone al tratado y el 26 por ciento lo apoya.

El TTIP es un buen ejemplo de una nueva generación de tratados de libre comercio que exceden en mucho lo que antes se entendía por un tratado de este tipo. Sus opositores lo denuncian como un atentado a la democracia y una manera de echar abajo las leyes que protegen a los consumidores, al medio ambiente y al derecho a la salud de los europeos.

Entre Europa y los Estados Unidos ya funciona un comercio intenso y con aranceles que promedian apenas un 3 por ciento. Desde esta perspectiva no tendría sentido un tratado para reducir aún más las barreras comerciales.

Pero no es esto lo que haría el nuevo tratado. Su intención es la homogeneización normativa y la eliminación de las barreras no comerciales.

Las grandes empresas transnacionales dicen que les resulta muy costoso atender a distintos requerimientos para, por ejemplo, medir la seguridad y la calidad de todo tipo de productos. Por ejemplo de medicinas, alimentos, cosméticos, automóviles, electrodomésticos y más.

Pero lo que las empresas y el tratado llama “armonización regulatoria” apunta a reducir los estándares regulatorios al más bajo nivel posible.

Ejemplos. Europa no acepta los alimentos genéticamente modificados, ni el uso de algunos pesticidas y hormonas de crecimiento en la producción agrícola y pecuaria. Estados Unidos si, y sus grandes empresas alegan que estas normas son barreras por medio de las cuales Europa limita la libertad de comercio.

Es prácticamente imposible, no creo exagerar, que los Estados Unidos dejen de producir y consumir los granos genéticamente modificados que los europeos consideran una contaminación. Tampoco están dispuestos a dejar de usar los agroquímicos y las hormonas de crecimiento que no aceptan del otro lado del Atlántico. La gran pregunta es si, en aras de la libertad de comercio, Europa debe cambiar sus normas y aceptar la producción norteamericana.

Esta diferencia regulatoria se asocia a una diferencia filosófica. Para los norteamericanos todo producto es inocuo, hasta que no se demuestre lo contrario. Para Europa todo producto debe probar que no es dañino antes de ser aceptado. Por eso es que, por ejemplo, mientras Europa prohíbe cerca de 12 mil substancias para su uso en cosméticos, los Estados Unidos prohíben solamente 12.

Si aceptan la entrada de importaciones que hoy en día no cumplen los estándares europeos resultarían más competitivas que la producción local. Lo que obligaría a los productores del viejo continente a adoptar las mismas prácticas. A esto es que se oponen los que protestan contra el TTIP.

Es un tratado que se está negociando de manera semi secreta precisamente para no levantar ámpula antes de tiempo. No se prevé que en ningún momento vaya a ser sometido al referéndum de la población.

De acuerdo a los borradores parciales que se han filtrado, hará prácticamente imposible establecer en adelante reglas de seguridad, calidad, protección a los consumidores o al medio ambiente. Las empresas verían esas nuevas restricciones como un atentado a su libertad de comercio y a sus ganancias y tendrían el derecho de demandar al gobierno que las establezca. Ya hay antecedentes de ese tipo; Alemania suspendió las centrales nucleares en su territorio y su gobierno es ahora demandado por una gran empresa no por las pérdidas reales en que incurrió, sino por las ganancias que esperaba obtener.

De acuerdo al tratado se crearía un “organismo de cooperación regulatoria” internacional que revisaría toda nueva propuesta de ley o todo tipo de norma que pudiera incidir en el comercio internacional. No sería un cuerpo electo por los ciudadanos, sino integrado por tecnócratas internacionales. Hay todo un diseño normativo en el tratado para dificultar o impedir que el congreso de un gobierno o de un país pudiera introducir nuevas leyes y normas que afectaran la armonía regulatoria y los intereses transnacionales.

Con este tratado las presiones transnacionales a favor del libre comercio dan un salto cualitativo muy preocupante para invadir lo que hasta ahora eran espacios reservados a los procedimientos democráticos. Los europeos se movilizan para defender el derecho a contar con reglas nacionales diferenciadas de acuerdo a sus propias prioridades. Pero la prioridad transnacional es contar con mercados idénticos, gobiernos dóciles y consumidores poco exigentes.

lunes, 20 de abril de 2015

El gigante se queda solo

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace unos días se llevó a cabo la VII Cumbre de las Américas en Panamá donde se encontraron altos representantes, en su mayoría jefes de gobierno de los 35 países del continente.

La primera cumbre de presidentes de países americanos se remonta a 1826 y fue también en Panamá, convocada por Simón Bolívar, el libertador de Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela. Aquella duró tres semanas; la más reciente, limitada por el ajetreo moderno se limitó a solo dos días. De cualquier modo siguen siendo una oportunidad para que los gobernantes se conozcan y discutan asuntos de interés común.

Esta VII Cumbre fue histórica por la presencia, por primera vez en casi sesenta años de Cuba en una reunión de este tipo. Desde la pasada Cumbre los gobiernos asistentes pidieron, con excepción de los Estados Unidos y Canadá, que en el siguiente encuentro participara el gobierno isleño. Once países amenazaron boicotear con su ausencia esta Cumbre si faltaba Cuba, lo que en la práctica la hubiera impedido.

Pero lo histórico no se limita a la presencia de Cuba sino a la nueva actitud y al lenguaje fuerte que expresan los latinoamericanos frente a los norteamericanos. Me refiero en particular a los discursos de los presidentes de Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela, que sin abandonar el tono diplomático, fueron decididamente críticos de las posiciones norteamericanas.

El gobierno norteamericano se ha manifestado sorprendido por la falta de apoyo a sus posiciones actuales y en particular al rechazo prácticamente unánime (con la excepción de México) al memorándum ejecutivo con el que el Obama calificó a Venezuela como amenaza para su país.

Maduro, presidente de Venezuela recordó que una declaración similar abrió el paso a la invasión de 1989 a Panamá con un resultado de miles de civiles muertos. Para recalcarlo visitó la ciudad más afectada y se convirtió en portador de una demanda de los familiares de civiles muertos en la que estos exigen una disculpa e indemnización de los Estados Unidos.

Cristina Fernández, presidente de Argentina, con gran agudeza ridiculizó la idea de que Venezuela o cualquier otro país latinoamericano pudiera ser una amenaza para los Estados Unidos. Comparó el enorme gasto militar norteamericano con los pequeños presupuestos de nuestros países. Alabó la apertura de Obama hacia Cuba pero recalcó que la presencia de ese país en la Cumbre reflejaba el triunfo de la revolución cubana y era el resultado de la entereza heroica de su pueblo y de la firmeza para no errar el rumbo de sus dirigentes.

También criticó, Cristina, el bajo nivel de atención que la gran potencia da a la investigación y seguimiento de los flujos financieros del narcotráfico. Señaló que los dineros del narco no son vigilados de la manera en que lo son las cuentas de los grupos terroristas e indicó que mientras América Latina pone los muertos los Estados Unidos pone los consumidores, las armas para el crimen y se queda con la mayor parte de las ganancias del tráfico.

Otra divergencia se dio cuando la Sra. Presidente habló de las ONG’s como organizaciones que con frecuencia sirven de punta de lanza para atacar a los gobiernos más progresistas y cuyas fuentes de financiamiento son sospechosas. Prácticamente las señaló como nuevos agentes del gobierno norteamericano marcando así su distancia con el entusiasmo con que Obama celebró el encuentro paralelo de ONG’s en el marco de la Cumbre.

Rafael Correa, presidente de Ecuador celebró la presencia de Cuba como un triunfo de la dignidad, la soberanía y la solidaridad de los pueblos de Latinoamérica y recordó que se encuentra pendiente la devolución del territorio ocupado de Guantánamo. También se solidarizó con Argentina en su lucha contra el reducto colonial de las islas Malvinas. Dijo que la orden ejecutiva de Obama calificando de amenaza a Venezuela viola el derecho internacional y dijo que la posición de toda la región es contundente pidiendo su retiro.

Propuso tratar en serio el tema de los derechos humanos indicando que en Ecuador no hay tortura y que su país ha suscrito todos los tratados interamericanos de derechos humanos mientras que algunos países ni siquiera han ratificado lo básico. Para ser coherentes dijo, en el sistema interamericano de derechos humanos deben participar solo los países que han suscrito la Convención de San José sobre derechos humanos y Estados Unidos no lo ha hecho.

Raúl Castro, presidente de Cuba, reclamó su derecho a mucho más tiempo que los demás debido a que su país fue excluido tantas otras veces. Le fue concedido y conforme a la tradición cubana hizo un discurso extenso en el que repasó la historia de la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica. Desde la expansión territorial hasta el rio Bravo hasta un recuento de los atentados terroristas patrocinados por los Estados Unidos que mataron y dejaron lisiados a miles de cubanos. No obstante, se disculpó con Obama porque de todo ello el actual presidente norteamericano no tenía la culpa en lo personal. Obama lo escuchó mientras mascaba chicle.

A Obama le deben haber calado las andanadas que recibió en Panamá. Así parece indicarlo cuando dijo con ironía que disfrutaba las lecciones de historia que recibía y que admite que la aplicación práctica de los derechos humanos por parte de los Estados Unidos no ha sido siempre consistente. Indicó que en algunos momentos oscuros de la historia su país no cumplió con sus propios principios e ideales.

El hecho es que la VII Cumbre de las Américas se distinguió por un dialogo de nuevo tipo, de inusitada franqueza, entre los Estados Unidos y Latinoamérica. Lo cual fue posibilitado por la visión independiente y la solidaridad entre presidentes de América del Sur. Fue de hecho un dialogo entre el sur y el norte.

Habrá que esperar para saber si esto se traduce en acciones tangibles norteamericanas como, por ejemplo, eliminar la orden ejecutiva que declara a Venezuela como amenaza, acabar con el bloqueo a Cuba o suscribir la convención interamericana de derechos humanos.

Peña Nieto se limitó a menos de seis minutos para tratar de quedar bien con tirios y troyanos. Aunque muy alejado de las posiciones latinoamericanas recordó a Simón Bolívar, y presumió las reformas estructurales como mecanismos para reducir la desigualdad e impulsar el desarrollo. Veremos dijo el ciego.

Es lamentable que EPN no les haya recordado a todos que México fue el único país de América Latina que nunca rompió relaciones con Cuba. Había material para poner muy en alto la posición de México dentro del dialogo que se desarrollaba en su presencia. Solo que para eso se necesita saber historia.

domingo, 12 de abril de 2015

El discurso de Lagarde

Faljoritmo

Jorge Faljo

Christine Lagarde, la directora del Fondo Monetario Internacional advirtió, en un reciente discurso, sobre la posibilidad de que el crecimiento mediocre de la economía mundial se convierta en una “nueva realidad” permanente. No es tanto que el crecimiento sea bajo, sobre todo porque existen diferencias entre regiones y países. El asunto es que la Gran Recesión (2007 – 2011) produjo un alto nivel de desempleo y reducción de los niveles de vida que no se consigue solucionar. Hay países en los que el desempleo juvenil es del orden del 50 por ciento.

Señaló que la recuperación económica global continua, pero es moderada y desigual. En muchos lugares del mundo no es suficiente y la población no la siente. Además, los riesgos financieros y geopolíticos se han elevado.

Lagarde ubicó la mención de los riesgos financieros y geopolíticos en el mismo párrafo y a renglón seguido el hecho de que la población no siente los beneficios de la insuficiente recuperación. Lo cual es interpretado como un señalamiento de que el deterioro del bienestar es la causa del incremento de los conflictos sociales en buena parte del planeta. Y por conflictos sociales habría que considerar, pienso, a las nuevas guerras ideológicas, religiosas y étnicas que devastan países enteros del medio oriente y África, y que asoman la cabeza en Europa.

Sin duda alguna lo más atinado del discurso de la señora directora del FMI es que el eje de la solución del bajo crecimiento económico es el fortalecimiento de la demanda. Efectivamente, la economía mundial enfrenta un problema creciente de sobreproducción, es decir de mercancías invendibles, como petróleo, acero, alimentos, textiles y ropa, manufacturas; es decir prácticamente todo. Por otra parte la población reduce sus niveles de vida porque sencillamente no tiene dinero en los bolsillos para comprar parte de lo que los productores no pueden vender. Ambos lados se encuentran en problemas.

En nuestras economías el mecanismo que se supone conecta de manera eficiente a productores y compradores, es decir oferta y demanda, es el mercado. Pero el hecho es que esa tal eficiencia se deteriora y las empresas productoras cierran por que no venden mientras que la insuficiencia del empleo y los salarios hacen que la población no pueda consumir.

Así que el diagnóstico de Lagarde es correcto; pero sus propuestas de solución son de lo más convencionales y no van a fondo. Básicamente señala la conveniencia de seguir imprimiendo dinero y de incrementar el gasto de los gobiernos en infraestructura tipo comunicaciones físicas (caminos, puentes) y digitales (internet), servicios públicos (educación, salud, electricidad).

Sin embargo el discurso de la señora lleva implícito el fracaso de estos mecanismos. Imprimir dinero ha beneficiado con abundante liquidez al sector financiero y ha elevado los precios de las acciones en las bolsas de valores; también beneficia con menores tasas de interés a los que tienen acceso al crédito. Beneficia a pocos y no da ingresos a la mayoría.

El gasto en infraestructura para alcanzar una magnitud que realmente beneficie a la población requeriría, primero, que se incrementarán los impuestos a las ganancias financieras, grandes empresas y al uno por ciento más rico; todo lo cual es tabú en el neoliberalismo; segundo, mucho mayor endeudamiento de los gobiernos, pero esa alternativa ya se ha aprovechado al límite y ahora hay que desendeudarse (recordemos a Grecia); y por último, la tercera opción, usar la impresión de dinero para financiar al gobierno, otro tabú neoliberal.

Lagarde no propone mecanismos que eleven directamente los ingresos de la población como sería, digamos, establecer un ingreso mínimo ciudadano o reducir impuestos a los trabajadores y al consumo mayoritario.

El riesgo de que, en sus palabras, el crecimiento mediocre se convierta en la nueva realidad permanente tendría como consecuencia que cientos de millones se queden estancados en el desempleo en todo el planeta y no exista espacio para que se integren al trabajo las nuevas generaciones. Tal amenaza debiera llevar a las instituciones financieras internacionales a repensar sus conceptos básicos.

Lo que conocemos y todavía celebramos como competitividad es precisamente la habilidad de las empresas para crear menos empleos, pagar bajos salarios y reducir el precio de sus materias primas y pagar menos (o no pagar) impuestos. Lo peor es que su competitividad y baja producción de demanda lo que hace es destruir a sus competidores y a largo plazo a ellos mismos.

Aplaudimos una competitividad que ahora se empieza a ver como un comportamiento que afecta a la sociedad porque genera sobreproducción y un estancamiento de la economía que amenaza ser permanente. Lo que a su vez se asocia a conflictos cada vez peores que van del descontento, la emigración desesperada, la criminalidad o incluso guerras.

Tenemos que abandonar la idea de que la productividad y la competitividad son buenas a rajatabla. Para que la productividad sea realmente positiva tiene que generar beneficios sociales y asociarse al pago de buenos salarios y de impuestos que permitan a los gobiernos hacer fuertes inversiones en infraestructura productiva, de salud y educación sin endeudarse. También que el gobierno pueda actuar como agente de una efectiva redistribución de ingresos que fortalezca la demanda. Eso es lo que pondría en marcha a la economía con bienestar, sin encausarnos al abismo.

domingo, 5 de abril de 2015

Oleadas de sobreproducción

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hasta hace poco el sector siderúrgico de México tenía previsiones bastante optimistas y anunciaba inversiones de varios miles de millones de dólares. La buena perspectiva se debía a que la recuperación norteamericana fortalecería las exportaciones de automóviles, la reforma energética significaba fuertes inversiones en infraestructura petrolera y grandes obras como el tren bala y el nuevo aeropuerto requeriría mucho acero.

Luego, uno tras otro, han llegado los baldazos de agua helada que todos conocemos. Recientemente el presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero, Alonso Ancira, declaró que el sector dejó de invertir 5 mil millones de dólares debido por una parte al cambio de expectativas y por otro lado a las importaciones desleales del metal.

El asunto se volvió álgido cuando la semana pasada la empresa Arcelor Mittal anunció un paro técnico en su planta siderúrgica de Lázaro Cárdenas. De inmediato el gobernador de Michoacán, Salvador Jara, fue a platicar con los directivos de la planta, y luego con los secretarios de Gobernación y de Economía, en busca de soluciones a lo que puede ser una crisis regional y un problema nacional. Se trata de una empresa que tiene 8,500 empleados directos en el país y unos 25 mil indirectos. La mayor parte de ellos en la costa de ese estado.

Un paro técnico de mayor o menor duración significa una importante baja de ingresos al puerto de Lázaro Cárdenas y para el gobierno del estado. Perder, en el peor de los casos, esos empleos sería un trastorno para una región ya acosada por la pobreza, la violencia y la ingobernabilidad.
Por eso la senadora panista, hermana de aquel y aspirante a la gubernatura del estado, Luisa María Calderón Hinojosa, exhortó a los gobiernos estatal y federal a construir las condiciones para que la siderúrgica siga trabajando. Bien dicho, aunque hubiera sido mejor dar propuestas concretas. Aunque sea solo para saber qué tan neoliberal o pragmática es la señora.

Una de las causas del problema es que hace un año China exportaba un millón de toneladas de acero en bruto al mes y ahora exporta diez veces más. Esto se explica porque su menor crecimiento en las manufacturas (debido al menor crecimiento mundial) hace que le sobre acero. Tiene un programa intensivo de reciclamiento de metales y ahora sus siderúrgicas añaden una pequeñísima cantidad de otro elemento al acero; de ese modo se reclasifica como “aleación” y evita algunos impuestos. Por angas o mangas el país oriental se ha lanzado a la exportación de grandes cantidades del metal.

Las exportaciones chinas de acero en bruto (de bajo valor agregado) están alterando el mercado mundial y preocupan a sus vecinos asiáticos (Corea, India, Japón, Malasia) y a los Estados Unidos, donde los representantes de la industria siderúrgica dicen que están en riesgo medio millón de empleos.
Para el presidente ejecutivo de la siderúrgica Ternium, Máximo Vedoya, “ellos (los chinos) no son más competitivos que nosotros (la producción mexicana), no tienen mejor mano de obra, no tienen mejor logística, no tienen mejor competitividad en energía pero sí tienen enormes subsidios y eso es competencia desleal.”

De hecho el gran factor de la competitividad china es su estrategia de exportación de capitales. Sus ganancias en dólares las revierte como préstamos al exterior; lo cual abarata su moneda y le crea clientela externa. Configuró así una espiral virtuosa en que el crecimiento de las exportaciones alimenta su capacidad para exportar capitales y viceversa. Es, por ejemplo, el principal prestamista de los Estados Unidos.

El otro lado de la moneda son los países que, como México, atraen dólares y son básicamente importadores de manufacturas y, ahora, del acero oriental. México subió sus importaciones de acero laminado chino de 49 mil toneladas en enero del 2014 a 209 mil toneladas en enero de este año. También nos está llegando más acero de Rusia y Ucrania, dos países que han devaluado fuertemente sus monedas y se reorientan a la exportación.

Una visión amplia nos revela que el planeta existe un potencial de sobreproducción de acero de más de 600 millones de toneladas. Eso es lo que se puede producir por arriba de la demanda existente.
Lo que está en juego a nivel mundial es la definición de cuáles y en qué países están las plantas siderúrgicas que serán eliminadas. De resignarse a las reglas del libre comercio se cerraran plantas y empleos en Estados Unidos, India, Japón, otros países y, no podíamos faltar, México.

Se trata de una oleada de destrucción que no debió tomarnos por sorpresa. Ya hace más de un año se veía llegar una marejada de excedentes de acero y caída de precios mundiales. Tal y como ocurrió con los precios del petróleo.

Cierto que empezamos a experimentar con medidas de control de importaciones subvaluadas en el caso de textiles, ropa y calzado. En muchos casos los precios son ridículamente bajos y serian incomprensibles si no entendemos que de ese modo China protege a su sector social y su empleo. En vez de regalar dinero para que compren importaciones prefiere comprarles su producción no competitiva y exportarla. De ese modo combate su desempleo y podríamos decir que lo exporta; lo que tiene una racionalidad social, aunque no económica.

Hay que entender que la sobreproducción y baja de precios internacionales del petróleo y el acero; así como la existencia de grandes volúmenes de mercancías subvaluadas en el mercado mundial no es sino la cresta de una gran ola que buscará colocar los excesos de producción en los países con mayor apertura al mercado internacional.

Nuestra situación es particularmente delicada; vivimos ya una importante baja en la entrada de dólares. Lo que hace absurdo incrementar en este momento las importaciones de lo que podemos producir nosotros mismos.

Habrá que tomar alguna opción radical. Por un lado pregonar la libre competencia que permite el deterioro de la producción con el consiguiente desempleo y descontento social. Del lado contrario instrumentar medidas de gobierno para priorizar importaciones, hacer un uso eficiente de capacidades instaladas y, a cambio de crear condiciones de rentabilidad a las empresas, establecer acuerdos tripartitas para la generación de empleos dignos, recuperar la capacidad de compra de los salarios y fortalecer el mercado interno.