sábado, 30 de abril de 2016

La riqueza enterrada

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace unos cincuenta años mi abuela vivía en una vieja casona que tendría, muy probablemente, otro siglo más. Esa mansión de campo pre-porfiriana se encontraba ya en un barrio plenamente urbanizado de la ciudad de México y había sido dividida en cinco departamentos; tres en la construcción antigua y dos más en lo que había sido el patio o jardín.

Un día cualquiera una pareja de vecinos, que ocupaban lo que había sido la sección principal de la casa, anunció que se habían comprado un departamento y que se mudaban. Por lo que se sabía esa pareja no tenía los ingresos suficientes para ahorrar y menos para ese tipo de compra. Además, era absurdo que abandonaran el buen espacio que tenían a cambio de una renta muy baja.

La única explicación posible, decían los vecinos, era que se habían encontrado un tesoro; seguramente una bolsa de monedas de oro enterrada por uno de los antiguos dueños. Lo cual concordaba con los ruidos que durante semanas se habían escuchado y las reparaciones misteriosas que hacían en su parte de la casona.

En todo caso esto era creíble hace medio siglo. Las historias de tesoros escondidos en viejas haciendas eran de dominio público y mucho más frecuentes que hoy en día. Lo cierto es que muchos ricachones del siglo XIX y principios del XX enterraron su fortuna excedente, sobre todo en las épocas de asonadas o bandidaje que en buena medida fueron precursoras de la revolución. Aquí cabría preguntarse si enterraron sus tesoros debido al bandidaje o, al revés, la revolución prendió porque los ricachones escondieron sus fortunas.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta la revolución (1850 – 1911) la máxima señal de riqueza era la posesión de grandes extensiones de tierra, vulgo haciendas. En ese periodo los ricos expandieron sus propiedades despojando a pueblos, comunidades y pequeños propietarios. Sin embargo, de manera por demás paradójica, esto se tradujo en decrementos de la producción. De 1870 a 1900 la producción de maíz se redujo en un treinta por ciento, debido a que a los hacendados no les interesaba producir para el pobrerío sin poder adquisitivo.

A diferencia de los Estados Unidos, en plena expansión industrial, en México lo que se buscaba era sobre todo la conexión a la economía norteamericana mediante vías férreas, signo de modernidad y manera de exportar minerales y granos. Sin una política industrializadora propia la población expulsada del campo no encontraba medios de subsistencia.

Lo que planteo, de manera muy esquemática, es que enterrar las riquezas en lugar de emplearlas para invertir en producción y empleo fue uno de los factores que destruyó un orden absurdo e injusto. Una política industrial, generadora de empleo y asociada a la creación de un mercado interno de consumidores habría cambiado la historia de México.

Esta reflexión viene a cuento por las noticias recientes, por lo menos tres muy destacadas, en las que se revela que políticos de nivel medio, un diputado, un candidato a gobernador y un empresario amigo del presidente, hicieron recientemente inversiones de que van de la docena a cerca del centenar de millones de dólares en la compra de inmuebles en los Estados Unidos, o en inversiones financieras en paraísos fiscales. No me interesan los casos específicos, en los que no se ha encontrado, que yo sepa, ilegalidad alguna. Pero eso es lo de menos. Tampoco estaba prohibido que los ricachones porfiristas enterraran sus riquezas. Y sin embargo era absurdo y, vista como clase social en su conjunto, suicida.

Lo verdaderamente grave son las muchas señales que indican que miles de ricos mexicanos, desde los de medio pelo, hasta los de gran calado, encuentran que la mejor manera de proteger su riqueza es colocarla en paraísos fiscales (Panamá y muchos otros), comprar inmuebles en el exterior, o encerrarla en miles de cajas blindadas personales en los bancos, o en sus casas.

Hoy como en el porfiriato la extracción de riqueza de los trabajadores y el despojo de pueblos y comunidades avanza implacablemente. Pero lo que termina de crear el absurdo de inequidad creciente e inestabilidad social es el hecho de que esta riqueza se entierra. De formas algo más modernas, pero similarmente improductivas.

No afirmo que la opción de los ricachones porfiristas de enterrar sus fortunas fuera una estupidez personal. Se comportaron conforme a la lógica de un modelo económico que les permitió satisfacer una avaricia extrema y luego no les brindó formas de encauzar su riqueza hacia oportunidades de inversión enmarcada en una perspectiva de desarrollo nacional.

Eso mismo falta hoy, y no hablo de convencer a los ricos, sino de la necesidad de que desde el poder del Estado mexicano se configure una política y una estrategia de desarrollo que conjugue el uso de la riqueza disponible, los millones que quieren un trabajo digno y los recursos subutilizados.

Enfrentamos el derrumbe del mal modelo económico de las últimas tres décadas. No nos trajo bienestar, ni empleo, ni fortaleza productiva. Todas sus promesas, hasta las más reciente, han sido incumplidas. Una reforma laboral que no creó empleo; una reforma fiscal con la que seguimos siendo el país que menos recauda entre los miembros de la OCDE; una venta país que ha cedido al exterior la banca, el comercio, la minería, y lo más granado de la producción industrial (acero, vidrio, cerveza, exportaciones).

Todo ello aderezado con promesas de cambio que se abandonan, o se instrumentan a medias, apenas empiezan a “prender” entre los interesados (reforma del campo, combate a la impunidad, manejo de la drogadicción como problema de salud), y sumado al desprestigio internacional extremo en materia de seguridad (alertas para no visitar el país) y derechos humanos.

Todavía es tiempo para salir adelante. Pero no podemos seguir a la deriva del rumbo que marquen las fuerzas del mercado que en México son la suma de las irracionalidades individuales. Urge por lo contrario asumir las capacidades rectoras del estado para abrirnos paso hacia una nueva ruta que conjugue los intereses de la mayoría, incluso empresarios nacionales, orientados a un mercado interno en fortalecimiento y dentro de una sociedad que marche hacia la equidad.

Echar raíces hacia abajo, hacia el pueblo, es la única alternativa para fortalecer en serio al Estado. Eso o atrincherarse en el autoritarismo, que está empeorando todo.

lunes, 25 de abril de 2016

Los sonidos del silencio

Faljoritmo

Jorge Faljo

¿Sobre qué escribir? Esta es la parte difícil de hacer esta columna. Reviso los titulares y lo que veo son notas “rojas” o “amarillas”. Noticias de impacto, coyunturales, con muertos y escándalo, pero sin real asunto de fondo.

Esta la tremenda explosión de Pajaritos, una tragedia con 28 muertos, numerosos heridos, ventanas destruidas a kilómetros alrededor. Podría pensar que de poco sirvió en cuanto a prevención de accidentes el haberla privatizado. O que el padrón electoral de México, con los nombres y direcciones de todos nosotros, aparezcan en un sitio de internet norteamericano. O el encuentro de más fosas y restos humanos enfrentado a la indiferencia habitual.

Estamos ya en campañas políticas en una docena de estados y 955 municipios y sorprende que nadie traspase la raya de lo que no puede hablar, que son prácticamente todos los asuntos de fondo y de verdadera importancia para millones de mexicanos.

Se discuten fortunas personales, posibles hechos delictivos o no éticos, chismes personales. El mecanismo preferido son las filtraciones indiscretas para remover el lodo. Se trata de la política vista como asunto de espionaje y revelaciones sensacionalistas. No como reflexión y discusión de fondo de los grandes problemas nacionales.

El Sistema Nacional Anticorrupción perdió empuje, al grado de que parece congelado. Al parecer se salió del cauce pre programado y apuntó a la posibilidad de llegar a cuestionar la figura presidencial. Tal vez los sucesos en Guatemala, Brasil, Perú y Argentina han exacerbado la preocupación de la elite y han decidido poner freno.

Se asemeja a lo ocurrido con la reforma del campo a la que convocó el presidente Peña en el 2014. Un asunto de enorme importancia que estaba levantando entusiasmo y participación de las organizaciones campesinas, cuando se decidió frenarla. La razón es que precisamente se tomaron en serio la posibilidad de discutir y proponer y el asunto se salió del limitado cauce.

La crisis cafetalera ha reducido a la tercera parte la producción de lo que fue un importante producto de exportación. El descuido gubernamental a la producción y los productores ha desembocado en una situación catastrófica que hunde a la miseria a cientos de miles de familias. Hay también una crisis cañera. Pero son temas que ni siquiera se tocan en Veracruz.

Claro que la crisis del campo rebasa a ese estado y aflora en otros lados. Los productores de leche de los Altos de Jalisco están tirando miles de litros tratando de obtener que se les compre a ellos a un precio que les permita sobrevivir en lugar de que México sea el principal importador de leche en polvo del planeta. Pero importar es mejor negocio que el trabajo y bienestar de los productores.

El gobierno federal, lo que queda de PEMEX y muchos gobiernos estatales y municipios no están pagando a sus proveedores. La ausencia de gasto público paraliza a numerosas empresas. Es evidente que el gobierno necesita incrementar sus ingresos como un asunto de interés nacional que incide en la operación de toda la economía.

Debatir en serio la necesidad de un estado funcional implicaría cuestionar el hecho de que somos el que menos ingresos fiscales tiene entre los 34 países de la OCDE. Necesitamos una reforma fiscal que traslade parte de los vastos atesoramientos en Panamá, Florida o las bóvedas bancarias, hacia actividades productivas y, por medio del estado, al consumo mayoritario.

Convendría repensar la conveniencia de continuar en plena apertura mercantil, en la que somos campeones mundiales, sin que se pueda presumir de sus resultados. Aceptar, como lo hacemos, destruir la producción lechera o la de caña y azúcar es tan malo, aunque a menor escala, como lo ha sido la autodestrucción de la industria manufacturera. En estos casos ha sido evidente el papel de las importaciones financiadas mediante la venta país.

El modelo que se nos ha impuesto desprecia al mercado interno para centrarse en la exportación a otros consumidores. Pero ya no da para más y lo que tenemos es un juego en materia de crecimiento económico que va de las altas expectativas a los pobres rendimientos; sea que hablemos del sexenio o de cada año.

No hay debate de fondo sobre seguridad y derechos humanos y la impresión internacional es que no se quiere resolver estos problemas. También reina el silencio sobre la impunidad, el desarrollo rural, el rumbo industrial, el apretón presupuestal, el sistema impositivo y demás.

Es agudo el contraste con la campaña pre electoral norteamericana donde se discuten temas de fondo sin que sus estructuras políticas e institucionales se cimbren, o pretendan impedirlo. Allá se cuestiona a su banco central, la estrategia de salvamentos financieros, los impuestos a los ricos, el sistema de salud, el educativo, los tratados de libre comercio, la desindustrialización y el empleo, etc.

Acá pareciera que nuestros candidatos están en concurso para elegir a la flor más bella de cada ejido. No parecen tener temas que discutir y cuidadosamente evitan opinar sobre lo importante para centrarse en sus atributos personales y los de sus adversarios.

Salvador García Soto, un destacado columnista, reseño que hace unos días el presidente Peña convocó a su gabinete ampliado para lanzarles un mensaje contundente: “no se confundan, ninguno de ustedes puede decidir por su cuenta y sin consultarme. Yo soy el único que puede tomar decisiones”. El mensaje no tenía destinatario preciso y todos se preguntan ¿a quién iba dirigido y por qué?

Pero lo importante del mensaje tal vez sea la ausencia de destinatario y de concreción. De ese modo todos se ven obligados a hacer examen de conciencia. Me recuerda un falso proverbio árabe, en realidad un chiste incorrecto, pero que viene al caso. “Cuando llegues a casa pégale a tu mujer. Tu no sabrás porque pero ella sí”.

Eso parece ser lo que hizo el presidente, mandar un mensaje a su gabinete, extensivo a toda la clase política, de no hacer olas. Agobiados por la crítica externa, cada vez más incisiva y amenazante, nuestra elite política parece estar agotando su paciencia y no encuentra la salida para los problemas que enfrenta. Así que la consigna es todos calladitos. Pero sin participación ciudadana y libre expresión política no encontraremos las salidas. Y, yo ¿cómo voy a tener tema para esta columna?

sábado, 16 de abril de 2016

La Santa Trinidad

Faljoritmo

Jorge Faljo

En la foto pareciera que Evo Morales, presidente de Bolivia, y Bernie Sanders, precandidato a la presidencia norteamericana, están jugando a las vencidas. No es así, la sonrisa de ambos es evidente y el saludo se dio cuando el primero felicitó al segundo por su discurso en el simposio sobre justicia social organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales. Allá en el Vaticano.

Ambos personajes, y también Rafael Correa, presidente de Ecuador, fueron invitados por el Papa Francisco para exponer sus ideas este fin de semana. Al evento acudió un conjunto notable de especialistas en ciencias sociales, algunos de ellos obispos y miembros de órdenes religiosas.

Fue, se me ocurre, una especie de contra - Davos. En lugar de la famosa reunión anual, en Suiza, de las elites del poder y el dinero, ahora se concentraron personajes que denuncian la inequidad y lo que el Papa ha llamado la globalización de la indiferencia; cuando a los pocos enormemente ricos no les importa la miseria y el sufrimiento de miles de millones.

En su discurso “La urgencia de una economía moral”, Bernie Sanders, que es judío, se reveló como conocedor de la doctrina social de la iglesia. De la encíclica Rerum Novarum, de hace un siglo, citó la preocupación por la enorme riqueza de pocos, opuesta a la pobreza de muchos para señalar que la situación ha empeorado. En 2016 el uno por ciento de la población posee mayor riqueza que el 99 por ciento restante; tan solo 60 personas – si, 60-, tienen más posesiones que la mitad más pobre del planeta - 3,500 millones de seres humanos.Estos mismos datos, que provienen de la ONG británica Oxfam, fueron también citados por el presidente de Ecuador en su propia intervención.

Sanders citó otra encíclica, la Centesimus Annus de hace 25 años, para señalar que la sociedad y el estado deben asegurar niveles salariales adecuados para la vida del trabajador y su familia, más un pequeño ahorro. Sin embargo, dijo, marchamos en sentido contrario debido al deterioro de los derechos de los trabajadores por un lado, y a que la globalización fue empleada como pretexto para desregular al capital; lo que ha dado lugar a la generalización de la criminalidad financiera en Wall Street, los paraísos fiscales y el planeta entero. Criticó también los nuevos tratados de comercio que pretenden dar a las multinacionales un poder extrajudicial sobre los gobiernos que deben regularlas.

Las invitaciones a Sanders y a los presidentes latinoamericanos levantaron polémicas. El obispo Marcelo Sánchez, director de la cancillería de la Academia Pontificia declaró que invitó a Sanders porque es el único candidato que mostró un profundo interés en las enseñanzas del Papa y para propiciar el dialogo norte - sur. De lo que podría pensarse que lo mismo sustentó las invitaciones a los presidentes.

Evo Morales tuvo una entrevista personal con el Papa y de nueva cuenta sus regalos causaron polémica. Hace un año le había regalado un cristo crucificado sobre una hoz y un martillo; a lo que el Papa dijo que eso no estaba bien. No pasó a mayores la provocación y el dialogo ha continuado. En esta ocasión Evo le recomendó tomar coca (la hoja de la planta) para su salud y le regaló tres libros sobre los beneficios de consumir coca. Uno de ellos se llama “La coca contra la obesidad”.

Rafael Correa acudió a una misa oficiada por el Papa antes de su discurso. En cambio el Papa se disculpó por no acudir a la sesión donde podría encontrarse con Sanders. Una foto de ambos habría causado un impacto mucho más controvertido en el proceso electoral norteamericano.

En su presentación Correa se centró en la desigualdad; criticó al neoliberalismo por dar más derechos al capital que a los seres humanos y señaló que los países ricos generan conocimientos que privatizan y muchos países pobres generan bienes ambientales sin valor reconocido. Propuso acordar una Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza porque la situación ecológica del planeta requiere un tratado mundial.

Por otro lado, también en Europa, el Presidente Peña Nieto se entrevistó con la Canciller alemana, Ángela Merkel y con el presidente y grupos empresariales. El propósito de la visita fue reforzar lazos económicos y culturales; sin embargo el presidente de la poderosa Cámara de Comercio e Industria Alemana Eric Schuweitzer le señaló que “en México existe un gran vacío en temas de seguridad jurídica. El gobierno debe abordar estos temas si desea atraer a los inversionistas”.

En su discurso el presidente alemán, Joachim Gauck, en referencia a la situación de México, dijo que “los ciudadanos esperan del Estado, además de la prevención de la violencia, que los crímenes sean esclarecidos y sancionados con prontitud y respetando los principios del estado de derecho”. (¿Nos sabe algo, o fue al tanteo?).

La canciller alemana señaló que las relaciones políticas y económicas entre los dos países son magníficas. Tanto que la Merkel rompió el tabú y mencionó el trágico suceso de Ayotzinapa. Además ofreció su ayuda para que la policía mexicana sea más eficiente, incluyendo el respeto a los derechos humanos. Peña por su lado enfatizó que en México se protege la defensa de los derechos humanos.

Continuando su gira, el Presidente Peña Nieto anunció en Dinamarca el retiro definitivo del Grupo Internacional de Expertos Independientes de la investigación de Iguala. Y ¿coincidentemente? los Estados Unidos y Canadá emitieron una alerta para que sus funcionarios y ciudadanos eviten visitar el estado de Guerrero, incluyendo Acapulco.

Las señales son evidentes: nuestros principales socios comerciales dan ahora prioridad al desempeño mexicano en materia de seguridad y respeto a los derechos humanos. Más vale encontrar salidas internacionalmente aceptables a nuestros embrollos o esta administración empezará a ser enjuiciada. Sin olvidar que justicia social y buen gobierno van de la mano.

domingo, 10 de abril de 2016

EU: El Paraíso Perdido

Faljoritmo

Jorge Faljo

El pueblo norteamericano ha enviado un mensaje fuerte a su dirigencia política. Se trata de una exigencia de cambio centrada en la reversión de la pérdida de bienestar; una mala tendencia imperante desde hace por lo menos un par de décadas. Para ello se exige la creación de empleos bien pagados, asociados al repuntar de las actividades manufactureras. Tal demanda se traduce en el cuestionamiento de los tratados de libre comercio, incluido el TLCAN, a los que se les atribuyen, no sin razón, las causas de la desindustrialización y la pérdida de empleo en los Estados Unidos.

La ciudadanía norteamericana está cambiando de una mentalidad de consumidores en la que lo importante es contar con productos baratos a otra visión, la de su interés como trabajadores por contar con la seguridad de un empleo bien remunerado durante toda su vida, y las de sus hijos. Esta seguridad en el empleo se contrapone al consumo de productos importados más baratos realizados con mano de obra que compite directamente con los empleos norteamericanos.

La exigencia de cambio se expresa también como un rechazo a la clase política tradicional por su ineficacia en preservar el bienestar mayoritario.

En este contexto surgieron dos candidatos fuera de la clase política tradicional que fueron impulsados por el empuje desde abajo de los descontentos. Uno de ellos el supermillonario Trump es un empresario no globalizado por definición. Se dedica a los bienes raíces, la construcción de viviendas, condominios, campos de golf y por ello mismo su interés no es producir en México o China, sino venderle a una clase media que ahora está en aprietos. Su interés coincide con la mayoría al oponerse a la destrucción de empleos de clase media. El otro es Sanders, con un historial de activismo de izquierda y como político independiente. Ingresó al partido demócrata apenas el año pasado.

Los dos son antiglobalizadores, solo que Trump lo hace desde la extrema derecha racista y vociferante, enraizada en el segmento de población blanca sin estudios universitarios que no solo ha reducido su bienestar sino incluso su esperanza de vida. Sanders es antiglobalizador y socialista, propone elevar los salarios, ampliar la seguridad social, el acceso a la salud y educación universitaria pública gratuita.

Lo que desde este lado de la frontera más nos interesa es su oposición al libre comercio. No lo digo porque Trump vaya a llegar a ser candidato de su partido y mucho menos presidente. Para llegar a ser candidato enfrenta la oposición de los republicanos tradicionales, que son mayoría pero están divididos y han visto con horror el avance de Trump. Se oponen a él ya sin ánimos de tener un candidato ganador sino para salvar a su partido y conservar su fuerza en el Congreso.

Por otro lado la posibilidad de que gane Sanders es poca. Clinton es la favorita, una candidata “centrista”, que representa la continuidad y a los demócratas históricos. En contraste Sanders, a los 74 años, abandera a la juventud y a los que optan por fortalecer la democracia norteamericana limitando el poder del dinero en la política. Sus últimos cuatro triunfos sobre Clinton son significativos pero ocurrieron en Estados con pocos votantes. Las próximas primarias del 19 de abril en Nueva York son cruciales en su carrera.

Algo que podría ayudar a Sanders, es el hecho de que el Papa Francisco lo haya invitado al Vaticano a un congreso organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales. Ahí este político judío neoyorkino, que se declara gran admirador del Papa y de su doctrina social, dará un discurso el 15 de abril sobre justicia social. Es decir que por unos días abandona su campaña, y realmente no porque ese discurso seguramente será seguido por muchos de los más de 65 millones de católicos que hay en los Estados Unidos.

Lo que más nos debe interesar desde el lado sur de la frontera, es el posible cambio de rumbo de una economía norteamericana reorientada a preservar sus empleos manufactureros mediante el equilibramiento de su comercio exterior.

Los Estados Unidos tuvieron en 2015 un déficit comercial de -366 mil millones de dólares –mmd- con China. También tuvieron déficit con Alemania (por -74 mmd), Japón (por -69 mmd) y en cuarto orden descendiente con México por -58 mmd. Es obvio que el déficit con China es el que mayor pérdida de empleo les causa. El de Japón y Alemania es más bien ignorado porque son países aliados y porque no pueden ser acusados de competir con salarios de esclavos. Pero la relación con México se complica porque los alrededor de 15 millones de mexicanos emigrados han deprimido el mercado laboral de la clase media no universitaria.

México por otra parte ha visto crecer su déficit comercial con China de 720 millones de dólares en 1996 a 60 mil millones de dólares en 2014. Esto es porque le compramos 66 miles de millones de dólares de manufacturas y China nos compra 6 mmd de productos primarios. El ritmo vertiginoso de crecimiento de este desbalance comercial responde tanto a la estrategia de industrialización exportadora de China, apoyada en una moneda subvaluada, como a la estrategia de apertura y desindustrialización de México, con una moneda sobrevaluada.

Si los Estados Unidos se reorientan a reducir su déficit comercial, sobre todo con China, tanto por demanda de su población trabajadora, como por un interés estratégico global debemos procurar no quedar del lado de los apestados.

La situación requiere que México lidere una propuesta audaz y esta podría ser proponerle a los Estados Unidos y Canadá el reforzamiento del tratado de libre comercio como un acuerdo de desarrollo compartido. Esto significaría en la práctica que los tres países acuerdan darse una decidida preferencia mutua en su comercio exterior. México deberá instrumentar medidas para reducir de manera drástica el déficit con China en favor de la producción interna y de las importaciones de Estados Unidos y Canadá. Los otros dos países del TLC harían lo mismo.

Por otro lado México debe hacer un decidido esfuerzo en dos sentidos. Uno es trazar una ruta de incrementos salariales que nos quite la clasificación de salario esclavo. Lo segundo sería que, se invierta realmente y a fondo en un sector social redefinido y ampliado para operar con un alto nivel de auto abasto comunitario y regional.

Está llegando el momento para grandes redefiniciones de la economía nacional por varias razones: la crisis de la globalización a escala planetaria; el impacto potencial de la exigencia de cambio en el proceso electoral norteamericano y, finalmente, porque esta administración sexenal ya llegó al final de la instrumentación de su propuestas transformadoras y no se aprecia el bienestar en el presente y no se ve a futuro.

sábado, 2 de abril de 2016

Y la puerca torció el rabo

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace unos añitos supervisaba la operación de cursos de capacitación en comunidades rurales marginadas. Platicando con señoras de Zimapán, Oaxaca, que habían tomado un curso para la cría de cerdos hice la pregunta de cajón. ¿Qué les había parecido el curso? ¡Muy bueno!, fue la respuesta. Todas tenían entre dos y cuatro cerdos y el curso les ayudaría a manejarlos mejor. Pero se me ocurrió preguntar cuántos cerdos tenían hace veinticinco años y los buenos recuerdos dieron lugar a una respuesta entusiasta; en aquellos tiempos en sus traspatios criaban de 15 a 40 cerdos cada una.

Las que tomaron el curso de fabricación de mermeladas, sobre todo con piña de la región, opinaron igual de bien del curso. ¿Y les servía para mejorar sus ingresos? Pues no, dijeron, porque todo mundo sabe hacer mermelada.

Estos y otros cursos eran buenos porque iban acompañados de una pequeña beca de capacitación. Son, como toda la siembra de “proyectos productivos” en el campo, una pequeña farsa que permite a los políticos lucirse en la foto con marginados sonrientes al momento de la entrega. Permiten ocultar el gran despojo de que ha sido objeto el campo, porque los políticos no lo recorren visitando algunos de los miles de proyectos fracasados.

El Plan Nacional de Desarrollo de Zedillo (1995 – 2000) expresó lo ocurrido de manera más elegante e institucional; se substituyó un aparato productivo obsoleto (el campesino) por otro moderno sin que se consiguiera elevar la producción. Visto en otra perspectiva se elevó la productividad de enclaves globalizados, mientras que la productividad campesina (y la de todo el aparato productivo “histórico”) se fue a pique. El resultado fue el estancamiento prolongado de la economía nacional.

Fue el costo de la globalización y nuestros dirigentes lo pagaron con entusiasmo. A ellos no les dolió. Esos dictados, los del mercado globalizado (porque el nacional fue sacrificado) han sido palabra sagrada en la conducción del país.

Pero ahora la globalización muestra otra cara, más bien una mueca desagradable, a nuestra elites al exigirles mucho más que el mero cumplimiento de sus dictados económicos. El mundo les demanda que el México globalizado sea un estado de derecho, de respeto a los derechos humanos, de ejercicio eficaz de las funciones de gobierno, de transparencia, rendición de cuentas, honestidad, democracia efectiva, de no colusión entre autoridades y criminales, de no impunidad, y demás.

Es aquí donde la puerca tuerce el rabo y nuestros globalizadores económicos empiezan a entrar en creciente conflicto con las exigencias de una gobernanza de calidad globalizada. Las señales del descontento de la clase dirigente empiezan a saltar, como la mítica liebre, por dondequiera.

La negativa del Papa a pisar la alfombra roja a su descenso del avión y a darle su bendición a las elites fue ampliamente correspondida por la intención gubernamental de limitarlo al contacto con marginados de utilería. Con pretextos de seguridad se desquició a la Ciudad de México y se le impidió el contacto con la mayoría de los que deseaban acercársele. Algunos mensajes de fondo merecieron lagrimitas de cocodrilo y otros, como su referencia a los esclavistas modernos, oídos sordos.

En las cortes norteamericanas se dirimen delitos cometidos en México, como las acusaciones de lavado de dinero por un importante banco internacional, o la expansión de la mayor cadena comercial mediante sobornos. En España se detiene por varios días a un importante político mexicano y, pocos días después se acusa formalmente a uno de sus allegados. Todas son notas de relevancia internacional y de todas se desprende la impresión, ahora del dominio público mundial, de que en este país reina la impunidad.

El gobierno de México solicitó la llegada al país del grupo de forenses argentinos y del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes –GIEI-, para colaborar en el esclarecimiento de la colusión de autoridades públicas en los hechos brutales de Ayotzinapa. Lo que solo puede explicarse por la evidente incapacidad interna y el deseo de justificarse ante el resto del planeta. Pero el asunto no ha funcionado como se deseaba. Se ha evidenciado la falta de interés interno en el esclarecimiento de los hechos y acabamos de llegar a un punto de ruptura.

El gobierno se apresuró a informar que en el basurero de Cocula si se incineraron algunos cuerpos (¿de los 43?) mientras que el GIEI dice que se rompieron acuerdos, la información es parcial y no corresponde al consenso de los expertos.

Independientemente de lo realmente ocurrido en el basurero, hay una grave ruptura con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH. De forma inaudita la PGR abrió una investigación por fraude al secretario ejecutivo de la CIDH, Emilio Álvarez Icaza, y este ha dicho que México está en una regresión autoritaria. El subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Roberto Campa, declaró que la demanda no es seria; pero el daño está hecho.

Hace unos días el Secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, salió al ruedo para decir que el reporte de la Comisión Económica para la América Latina –CEPAL-, tiene equivocadas las cifras sobre el incremento de la pobreza y la indigencia en México. Según él la metodología de la CEPAL es obsoleta; los datos mexicanos mostrarían que la pobreza extrema ha disminuido durante la administración de Peña Nieto.

En estos y otros casos de conflicto entre las posiciones del gobierno mexicano y las de entidades internacionales hay dos campos de batalla mediáticos: el interno y el internacional. Podría darse la impresión de que nuestro gobierno gana la batalla interna pero no cabe duda de que pierde la internacional. Diferir de los tribunales internacionales o enfrentar a organismos de las Naciones Unidas es como enfrentar a Goliat sin saber usar la honda: el resto del mundo ve que nos damos en la cara.

Las exigencias de la globalización son crecientes y dobles: sumisión a sus dictados económicos y con buen modo. Nuestros dirigentes aceptan con entusiasmo el lado económico de la globalización económica pero están entrando en un creciente conflicto con el exterior en el plano de la gobernanza ética y eficaz.