Jorge Faljo
El cruel asesinato de tres jóvenes estudiantes de cinematografía es otro llamado a nuestras conciencias. Miles de indignados, sobre todo jóvenes, han salido a las calles a exigir la resolución de este crimen y mucho más; seguridad para todos.
Se llevó dos administraciones, las de Fox y Calderón, reconocer que entre los miles de muertos había inocentes. Sus administraciones decían que eran conflictos entre criminales como pretexto para hacer muy poco y convencer a la población en general que el problema no la afectaba.
Ahora sabemos que la ola de asesinatos se llevó, además de inocentes, a multitud de líderes comunitarios y sociales. Ahora son evidentes los asesinatos de candidatos de todos los partidos políticos y entre los blancos más acosados por la violencia se encuentran los periodistas. El crimen se ensaña ante toda forma de organización social o política independiente, y toda denuncia de sus actividades. Lo que incluye lamentablemente la colusión de autoridades.
La brutalidad crece aceleradamente. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública en 2014 hubo 17,336 homicidios dolosos; en 2015 fueron18,707; en 2016 alcanzaron 22,962 y en 2017 se dispararon a 29,168. Nos adentramos en una especie de guerra civil de la peor especie, entre incontables bandos encontrados, y en medio la población desamparada.
Uno de los mejores diagnósticos de la situación se expresó al inicio del primer debate entre los candidatos a la presidencia de la república. Se abrió con el tema de mayor interés para los mexicanos, el de la violencia. Y la pregunta a los candidatos era en sí misma un diagnóstico certero. La transcribo parcialmente.
“… la violencia en nuestro país, medida por los homicidios dolosos, ha alcanzado el mayor nivel de las décadas recientes. Todos los candidatos de todos los partidos en el pasado han prometido tomar medidas concretas, pero hasta ahora ninguna ha funcionado.”
Crece la violencia y nada de lo hecho ha funcionado. Así de simple, y de terrible.
Lo anterior obliga a ver mucho más lejos, con una visión panorámica. Lo que enfrentamos no es una mera multitud de homicidios, secuestros, agresiones, extorsiones, fraudes, asaltos y demás. Así como las bacterias se multiplican en un caldo de cultivo apropiado, o en un cuerpo débil, la criminalidad crece cuando el entorno es incapaz de contenerla.
Sufrimos, desde hace décadas, dos vertientes de debilitamiento que afecta todo el cuerpo social y que lo torna indefenso frente a la criminalidad.
Una parte es el ataque despiadado a la familia. La emigración al extranjero de más de doce millones de mexicanos, en su mayoría adultos jóvenes, se originó en buena medida en un alto sentido de responsabilidad familiar. Salieron para, desde allá, contribuir a la supervivencia de sus parejas, de sus padres, de sus hijos. Su amor se demuestra en dólares; tan solo en 2017 enviaron más de 28 mil millones de dólares a sus parientes.
Pero la mayoría dejó atrás a sus hijos y parejas; las familias se rompieron y eso dificultó la transmisión de los valores éticos de los padres y madres. La idea de que el progreso personal requiere trabajo duro y honesto se perdió para millones de hijos. No extraño que, entre ellos, decenas o cientos de miles buscan salir adelante como sea y contra quien sea y, además con una carga de enorme resentimiento y rabia. De otro modo no me explico la frecuente crueldad sin causa inmediata aparente.
Pero no solo hay familias rotas. La verdad es que la paz familiar requiere una base económica digna. El empobrecimiento masivo tiene consecuencias. Si hace treinta años con un empleo en la familia se podía salir adelante, ahora es imposible. Se tiene que trabajar más tiempo y tal vez más lejos. Este malestar es un factor del importante incremento de la violencia intrafamiliar. La paz al interior de los hogares se ha deteriorado y el incremento del feminicidio es uno de sus indicadores.
Las familias están en crisis de convivencia y esto moldea los aprendizajes y actitudes de todos sus miembros. En particular los menores y adolescentes.
La segunda gran vertiente que ha flaqueado es el Estado y las instituciones públicas en general. Se trata de una autodestrucción orquestada desde adentro por los neoliberales que le fueron cortando facultades al gobierno, a sus instituciones y a sus responsabilidades hasta hacerlo una especie de muñeco que baila al son de los grandes inversionistas.
Los últimos 30 años nos han llevado muy lejos de aquel Estado fuerte nacido de la revolución, del reparto agrario, de la organización de los trabajadores, de la expropiación petrolera e impulsor de la industrialización y del campo. Se abandonó al Estado promotor del crecimiento para dejarlo todo en manos del mercado. Y fracasamos.
Ahora tenemos un Estado enano, con un ingreso fiscal inferior a la mitad del promedio captado por los países de la OCDE. En estas condiciones no puede proporcionar los más elementales servicios y apoyos tendientes a la igualación social: salud, educación y apoyos alimenticios.
Carcomido además por la corrupción, gasta para beneficio de unos cuantos inversionistas. No se encuentra al servicio de una clase social, sino de un conjunto de cómplices.
La solución a la violencia requiere abordar estos dos grandes asuntos. La protección a la familia empezando por el trabajo digno y adecuadamente remunerado y el soporte de servicios y apoyos públicos de calidad. Además, para crecer, invertir y generar empleo se requiere un Estado fuerte que vele por los intereses de todos los mexicanos. Y hoy en día el principal interés de la sociedad es la paz.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
sábado, 28 de abril de 2018
domingo, 22 de abril de 2018
Estrategias de gigantes
Jorge Faljo
Trump acaba de acusar a China de devaluar su moneda. Contribuye al objetivo de Estados Unidos de reducir su déficit comercial.
Hace poco impuso aranceles a las importaciones chinas por 50 mil millones de dólares en mercancías; los asiáticos respondieron con una medida similar imponiendo tarifas a las importaciones de, sobre todo, productos agropecuarios norteamericanos.
En el siguiente round Estados Unidos anunció que pondría aranceles a otros 100 mil millones de dólares en mercancías y China pareció no reaccionar. Estados Unidos importó, en 2017, 506 mil millones de dólares de productos chinos. Pero estos últimos compraron solo 130 mil millones de dólares de mercancías norteamericanas; así que ni poniendo aranceles a todas las importaciones gringas alcanzarían el equivalente.
Así que la respuesta China fue filtrar que podría devaluar su moneda.
Cuando un país devalúa su moneda es como si pusiera en oferta toda su producción. Al abaratar su moneda resulta que todo lo que exporta baja de precio. Sus productos son más competitivos en el mercado mundial, sus exportaciones se incrementan y su producción interna, incluyendo la generación de empleo, puede verse favorecida.
Una moneda se deprecia de manera natural cuando las condiciones de mercado inducen su abaratamiento. Por ejemplo, si un país hace muchas importaciones, pero exporta poco, entrarían pocos dólares y gastaría de más. Los dólares escasos serían caros dentro de ese país y esto desalentaría compras al exterior; su moneda, barata respecto al dólar, le permitiría vender más.
Un ejemplo de depreciación impuesta por el mercado fue la que sufrió México a fines de 1994, tras años de un déficit comercial acumulado y de atraer capitales especulativos para impedir la devaluación. Hasta que el modelo tronó con un impacto traumático sobre la población.
Pero esa corrección impuesta por el mercado encareció las importaciones y muchas de ellas, a como se pudo, fueron substituidas por producción interna. Por otro lado, el peso barato provocó un fuerte incremento de las exportaciones. Substituir importaciones y exportar más se logró en condiciones adversas: sin crédito a las empresas, sin inversiones nuevas y con los canales de distribución dislocados. Sin embargo, el país contaba con una especie de reserva secreta de capacidades productivas que repentinamente, con el peso barato, se volvieron competitivos en el mercado interno y en el exterior.
Esa depreciación implicó un retroceso importante; pero si recordamos, después sustentó un crecimiento de alrededor de 5 por ciento anual durante todo un quinquenio. Hasta que el peso se volvió a apreciar y la economía nacional perdió competitividad.
Trump acusa a China de devaluar su moneda para abaratar sus productos y así mantener su enorme superávit no solo con Estados Unidos, sino con todo el mundo. ¿Trump Tiene razón? Contestamos a la mexicana: No, pero si.
Los analistas financieros consideran que el presidente norteamericano se equivoca. En primer lugar, porque China amenazó, pero no ha efectuado una manipulación financiera de corto plazo.
Por otro lado, en una visión de largo plazo, China ha seguido una estrategia que le ha permitido participar en el mercado mundial con una moneda siempre barata.
¿China tiene un enorme superávit, prácticamente permanente, con los Estados Unidos? En 2017 la diferencia entre lo que le vendió y lo que le compró fue 376 mil millones de dólares. El truco, por así decirlo, es que China no emplea los dólares que recibe en comprarle mercancías a los Estados Unidos, sino que se los regresa en forma de préstamos. El país pobre, en camino de convertirse en potencia mundial, le ha prestado enormes cantidades al país rico. El gobierno norteamericano le debe a China 1.177 billones (millones de millones) de dólares.
Al sacar los dólares de estos escasean dentro de china y su población no puede emplearlos para importar productos de consumo extranjeros. Al entrar esos capitales a Estados Unidos generan abundancia temporal, a crédito, fortalecen la moneda norteamericana y su población si puede emplearlos en comprar mercancías chinas.
El propósito presidencial gringo de equilibrar su comercio exterior con China solo puede recurrir a dos mecanismos. Uno es imponer aranceles, lo que causa una fuerte disputa interna porque, si suben de precio los productos chinos se provocarían presiones sociales por mayores salarios (entre otras cosas).
Lo segundo sería regular y disminuir la entrada de capitales financieros chinos. Pero aquí hay una importante dificultad. Esta administración acaba de reducir impuestos y elevar el déficit gubernamental; lo que significa que el gobierno requiere de mayores créditos y resulta que China es su prestamista clave. Para independizarse del financiamiento chino el gobierno norteamericano tendría que haber hecho lo contrario, elevar los impuestos a los más ricos para contar con financiamiento interno.
La estrategia china de exportación de los dólares que gana en sus ventas, ha sido muy exitosa. Le ha permitido crearse clientes, a crédito, en todo el mundo, competir con una moneda barata, generar empleos bien pagados, crear un fuerte mercado interno y convertirse en superpotencia.
Más o menos el reverso de la estrategia mexicana de importar capitales y vender patrimonio, para tener muchos dólares a crédito y ser importadores de todo tipo de chucherías. Nuestra estrategia tiene fuertes costos: baja competitividad internacional, parcialmente compensada con salarios miserables; un mercado interno débil sobre el que no puede crearse una ruta de desarrollo industrial y rural auto sostenido.
Situación que solo puede empeorar con la firma de más tratados de libre comercio con países que cuentan con Estados fuertes, debidamente financiados y que no juegan a ser riquillos comprando a crédito y vendiendo su patrimonio.
Ojalá y en la actual contienda electoral se aborden estos temas fundamentales para el futuro inmediato del país: comercio exterior, salarios y mercado interno, financiamiento del Estado. Todo va de la mano.
Trump acaba de acusar a China de devaluar su moneda. Contribuye al objetivo de Estados Unidos de reducir su déficit comercial.
Hace poco impuso aranceles a las importaciones chinas por 50 mil millones de dólares en mercancías; los asiáticos respondieron con una medida similar imponiendo tarifas a las importaciones de, sobre todo, productos agropecuarios norteamericanos.
En el siguiente round Estados Unidos anunció que pondría aranceles a otros 100 mil millones de dólares en mercancías y China pareció no reaccionar. Estados Unidos importó, en 2017, 506 mil millones de dólares de productos chinos. Pero estos últimos compraron solo 130 mil millones de dólares de mercancías norteamericanas; así que ni poniendo aranceles a todas las importaciones gringas alcanzarían el equivalente.
Así que la respuesta China fue filtrar que podría devaluar su moneda.
Cuando un país devalúa su moneda es como si pusiera en oferta toda su producción. Al abaratar su moneda resulta que todo lo que exporta baja de precio. Sus productos son más competitivos en el mercado mundial, sus exportaciones se incrementan y su producción interna, incluyendo la generación de empleo, puede verse favorecida.
Una moneda se deprecia de manera natural cuando las condiciones de mercado inducen su abaratamiento. Por ejemplo, si un país hace muchas importaciones, pero exporta poco, entrarían pocos dólares y gastaría de más. Los dólares escasos serían caros dentro de ese país y esto desalentaría compras al exterior; su moneda, barata respecto al dólar, le permitiría vender más.
Un ejemplo de depreciación impuesta por el mercado fue la que sufrió México a fines de 1994, tras años de un déficit comercial acumulado y de atraer capitales especulativos para impedir la devaluación. Hasta que el modelo tronó con un impacto traumático sobre la población.
Pero esa corrección impuesta por el mercado encareció las importaciones y muchas de ellas, a como se pudo, fueron substituidas por producción interna. Por otro lado, el peso barato provocó un fuerte incremento de las exportaciones. Substituir importaciones y exportar más se logró en condiciones adversas: sin crédito a las empresas, sin inversiones nuevas y con los canales de distribución dislocados. Sin embargo, el país contaba con una especie de reserva secreta de capacidades productivas que repentinamente, con el peso barato, se volvieron competitivos en el mercado interno y en el exterior.
Esa depreciación implicó un retroceso importante; pero si recordamos, después sustentó un crecimiento de alrededor de 5 por ciento anual durante todo un quinquenio. Hasta que el peso se volvió a apreciar y la economía nacional perdió competitividad.
Trump acusa a China de devaluar su moneda para abaratar sus productos y así mantener su enorme superávit no solo con Estados Unidos, sino con todo el mundo. ¿Trump Tiene razón? Contestamos a la mexicana: No, pero si.
Los analistas financieros consideran que el presidente norteamericano se equivoca. En primer lugar, porque China amenazó, pero no ha efectuado una manipulación financiera de corto plazo.
Por otro lado, en una visión de largo plazo, China ha seguido una estrategia que le ha permitido participar en el mercado mundial con una moneda siempre barata.
¿China tiene un enorme superávit, prácticamente permanente, con los Estados Unidos? En 2017 la diferencia entre lo que le vendió y lo que le compró fue 376 mil millones de dólares. El truco, por así decirlo, es que China no emplea los dólares que recibe en comprarle mercancías a los Estados Unidos, sino que se los regresa en forma de préstamos. El país pobre, en camino de convertirse en potencia mundial, le ha prestado enormes cantidades al país rico. El gobierno norteamericano le debe a China 1.177 billones (millones de millones) de dólares.
Al sacar los dólares de estos escasean dentro de china y su población no puede emplearlos para importar productos de consumo extranjeros. Al entrar esos capitales a Estados Unidos generan abundancia temporal, a crédito, fortalecen la moneda norteamericana y su población si puede emplearlos en comprar mercancías chinas.
El propósito presidencial gringo de equilibrar su comercio exterior con China solo puede recurrir a dos mecanismos. Uno es imponer aranceles, lo que causa una fuerte disputa interna porque, si suben de precio los productos chinos se provocarían presiones sociales por mayores salarios (entre otras cosas).
Lo segundo sería regular y disminuir la entrada de capitales financieros chinos. Pero aquí hay una importante dificultad. Esta administración acaba de reducir impuestos y elevar el déficit gubernamental; lo que significa que el gobierno requiere de mayores créditos y resulta que China es su prestamista clave. Para independizarse del financiamiento chino el gobierno norteamericano tendría que haber hecho lo contrario, elevar los impuestos a los más ricos para contar con financiamiento interno.
La estrategia china de exportación de los dólares que gana en sus ventas, ha sido muy exitosa. Le ha permitido crearse clientes, a crédito, en todo el mundo, competir con una moneda barata, generar empleos bien pagados, crear un fuerte mercado interno y convertirse en superpotencia.
Más o menos el reverso de la estrategia mexicana de importar capitales y vender patrimonio, para tener muchos dólares a crédito y ser importadores de todo tipo de chucherías. Nuestra estrategia tiene fuertes costos: baja competitividad internacional, parcialmente compensada con salarios miserables; un mercado interno débil sobre el que no puede crearse una ruta de desarrollo industrial y rural auto sostenido.
Situación que solo puede empeorar con la firma de más tratados de libre comercio con países que cuentan con Estados fuertes, debidamente financiados y que no juegan a ser riquillos comprando a crédito y vendiendo su patrimonio.
Ojalá y en la actual contienda electoral se aborden estos temas fundamentales para el futuro inmediato del país: comercio exterior, salarios y mercado interno, financiamiento del Estado. Todo va de la mano.
lunes, 16 de abril de 2018
Seguimos de necios
Jorge Faljo
La globalización pareció brindarnos un camino seguro para el crecimiento económico, así fuera tan solo el de algunos sectores con tecnología avanzada y asociados a la inversión extranjera. Estos sectores crecieron de manera acelerada, crearon algún empleo, y se nos dijo que el resto de la economía seguiría el ejemplo y la modernización terminaría por incluir a todos.
Nos convertimos en una de las economías más globalizadas del mundo, mucho más, en términos relativos, que la economía norteamericana. Presumimos ser uno de los países con más tratados de libre comercio; aunque el 81 por ciento de nuestras exportaciones permanecieron concentradas en los Estados Unidos.
La decisión de abrir la economía nacional a las importaciones y la inversión externa, tuvo un fuerte contenido político. No se trataba tan solo de una nueva racionalidad económica. La elite buscaba deshacerse de las corrientes nacionalistas que propugnaban por un camino propio en el desarrollo industrial y rural, que habían sido notablemente exitosos y se asociaban al fortalecimiento del consumo mayoritario.
Pero el punto de origen había sido la expropiación de la tierra, la regulación estatal del mercado de granos, el control del comercio externo y la intervención directa en la economía. Todo lo cual era visto como contrario al sector privado, restringía sus campos de expansión y limitaba su rentabilidad.
Así que la lucha contra el modelo nacionalista se pintó de modernización, apertura, libertad de mercado y, sobre todo, alianza con los grandes capitales externos a los que se invitó a traer su dinero y modernizar el país. Pudimos presumir, por años, de ser el país de mayor inversión extranjera directa, mayor inversión de cartera y mayores ganancias en la bolsa de valores. La alianza fue exitosa y en ella fincó su seguridad la elite nacional.
El costo para las mayorías fue enorme. La población se empobreció, el poder adquisitivo del salario mínimo real se redujo a la cuarta parte; los productores campesinos fueron abandonados por el estado, la mayoría de los profesionistas del sector rural, de la noche a la mañana se vieron ante un futuro desolador, y el país tuvo que expulsar a alrededor de 15 millones de mexicanos. Millones de familias fueron semi destruidas.
Ahora la situación es trágica porque el alto costo pagado nos compró un boleto globalizador que ya no lleva a ninguna parte. El mundo se transformó y el gran país vecino, cuyo modelo imitamos en versión patito, cambia, o se convulsiona, sin que tenga claro su rumbo.
Que Trump le advierta a Rusia que le van a llover misiles “bonitos e inteligentes” en Siria es muy llamativo. Lo es también que el FBI haya cateado la oficina y vivienda de su abogado personal. O que una oleada de congresistas republicanos declare que no luchará por su reelección por desencanto o temor a que los barra el partido demócrata. La Casa Blanca norteamericana es un espectáculo de todos los días. Pero de todo ese novelón hay que resaltar lo que más nos puede afectar a los mexicanos.
Trump primero le puso aranceles a importaciones de productos chinos equivalentes a 50 mil millones. China respondió con medidas similares, entre ellas aranceles a la importación de soya norteamericana y a otros productos agropecuarios. El golpe apunta a la base electoral rural del Donaldo, lo que lo enfureció y anunció aranceles a otros 100 mil millones de dólares de mercancías chinas.
El golpe es fuerte porque alrededor del 40 por ciento de las exportaciones de soya norteamericanas van a China. Este país lo emplea para alimentar a su enorme producción de cerdos y para producir aceite.
Coincide con que la agencia ambiental norteamericana ha incrementado de manera notable las dispensas a las refinerías que les permiten reducir o eliminar el etanol que por ley añaden a la gasolina. El etanol proviene del maíz y la medida reduce su demanda y empieza a golpear a los productores de Estados Unidos. Se agrava la crisis de sobreproducción del sector agropecuario norteamericano.
Muy posiblemente esta es la razón principal por la que Trump ha metido reversa y ahora plantea la posibilidad de afiliarse al TPP11, la unión de once países de la cuenca del pacífico. Es decir que, con la negociación adecuada, intentará volcar hacia ellos los excedentes agropecuarios norteamericanos. Sin olvidar que su primer objetivo explícito en la renegociación del TLCAN es favorecer a su agricultura.
México tiene un comercio crónicamente deficitario con los países de este tratado, que podría agravarse al entrar en vigor en 2019. En particular las industrias del calzado y del vestido le piden al senado que no lo avale, que no lo ratifique, porque se encuentran en grave riesgo con sus miles de empleos.
En Malasia y, sobre todo Vietnam, se han seguido estrategias de apoyo público que los han convertido en potencias textiles y del calzado. Sin olvidar que este último país se convirtió en el gran productor cafetalero del mundo, mientras en México se dejó el sector a su suerte.
Cuando Estados Unidos le puso aranceles al acero chino la Cámara Nacional del Acero pidió, y obtuvo, del gobierno mexicano medidas restrictivas a las importaciones de ciertos tipos de acero cuya sobreproducción y abaratamiento internacional la amenazaban.
¿Tomará el gobierno mexicano medidas para evitar impactos negativos en los sectores textil, del calzado, la producción de soya y maíz, el sector cafetalero y otros? O seguiremos campantes en una estrategia de libre mercado de alto costo social. Es un camino fracasado en buena medida porque no se vio, como en China o Vietnam, acompañado por una estrategia de apoyo gubernamental y de fortalecimiento del mercado interno.
No obstante, nuestras elites parecen pensar que las alternativas son sólo dos: profundizar en la globalización dogmática o, lo que temen, un “regreso al pasado”. Más vale que se pongan las pilas, abandonen su simplismo y diseñen un blindaje para estos sectores empresariales, como paso necesario a una estrategia de fortalecimiento del mercado interno y mayor equidad e inclusión de todos los mexicanos.
La globalización pareció brindarnos un camino seguro para el crecimiento económico, así fuera tan solo el de algunos sectores con tecnología avanzada y asociados a la inversión extranjera. Estos sectores crecieron de manera acelerada, crearon algún empleo, y se nos dijo que el resto de la economía seguiría el ejemplo y la modernización terminaría por incluir a todos.
Nos convertimos en una de las economías más globalizadas del mundo, mucho más, en términos relativos, que la economía norteamericana. Presumimos ser uno de los países con más tratados de libre comercio; aunque el 81 por ciento de nuestras exportaciones permanecieron concentradas en los Estados Unidos.
La decisión de abrir la economía nacional a las importaciones y la inversión externa, tuvo un fuerte contenido político. No se trataba tan solo de una nueva racionalidad económica. La elite buscaba deshacerse de las corrientes nacionalistas que propugnaban por un camino propio en el desarrollo industrial y rural, que habían sido notablemente exitosos y se asociaban al fortalecimiento del consumo mayoritario.
Pero el punto de origen había sido la expropiación de la tierra, la regulación estatal del mercado de granos, el control del comercio externo y la intervención directa en la economía. Todo lo cual era visto como contrario al sector privado, restringía sus campos de expansión y limitaba su rentabilidad.
Así que la lucha contra el modelo nacionalista se pintó de modernización, apertura, libertad de mercado y, sobre todo, alianza con los grandes capitales externos a los que se invitó a traer su dinero y modernizar el país. Pudimos presumir, por años, de ser el país de mayor inversión extranjera directa, mayor inversión de cartera y mayores ganancias en la bolsa de valores. La alianza fue exitosa y en ella fincó su seguridad la elite nacional.
El costo para las mayorías fue enorme. La población se empobreció, el poder adquisitivo del salario mínimo real se redujo a la cuarta parte; los productores campesinos fueron abandonados por el estado, la mayoría de los profesionistas del sector rural, de la noche a la mañana se vieron ante un futuro desolador, y el país tuvo que expulsar a alrededor de 15 millones de mexicanos. Millones de familias fueron semi destruidas.
Ahora la situación es trágica porque el alto costo pagado nos compró un boleto globalizador que ya no lleva a ninguna parte. El mundo se transformó y el gran país vecino, cuyo modelo imitamos en versión patito, cambia, o se convulsiona, sin que tenga claro su rumbo.
Que Trump le advierta a Rusia que le van a llover misiles “bonitos e inteligentes” en Siria es muy llamativo. Lo es también que el FBI haya cateado la oficina y vivienda de su abogado personal. O que una oleada de congresistas republicanos declare que no luchará por su reelección por desencanto o temor a que los barra el partido demócrata. La Casa Blanca norteamericana es un espectáculo de todos los días. Pero de todo ese novelón hay que resaltar lo que más nos puede afectar a los mexicanos.
Trump primero le puso aranceles a importaciones de productos chinos equivalentes a 50 mil millones. China respondió con medidas similares, entre ellas aranceles a la importación de soya norteamericana y a otros productos agropecuarios. El golpe apunta a la base electoral rural del Donaldo, lo que lo enfureció y anunció aranceles a otros 100 mil millones de dólares de mercancías chinas.
El golpe es fuerte porque alrededor del 40 por ciento de las exportaciones de soya norteamericanas van a China. Este país lo emplea para alimentar a su enorme producción de cerdos y para producir aceite.
Coincide con que la agencia ambiental norteamericana ha incrementado de manera notable las dispensas a las refinerías que les permiten reducir o eliminar el etanol que por ley añaden a la gasolina. El etanol proviene del maíz y la medida reduce su demanda y empieza a golpear a los productores de Estados Unidos. Se agrava la crisis de sobreproducción del sector agropecuario norteamericano.
Muy posiblemente esta es la razón principal por la que Trump ha metido reversa y ahora plantea la posibilidad de afiliarse al TPP11, la unión de once países de la cuenca del pacífico. Es decir que, con la negociación adecuada, intentará volcar hacia ellos los excedentes agropecuarios norteamericanos. Sin olvidar que su primer objetivo explícito en la renegociación del TLCAN es favorecer a su agricultura.
México tiene un comercio crónicamente deficitario con los países de este tratado, que podría agravarse al entrar en vigor en 2019. En particular las industrias del calzado y del vestido le piden al senado que no lo avale, que no lo ratifique, porque se encuentran en grave riesgo con sus miles de empleos.
En Malasia y, sobre todo Vietnam, se han seguido estrategias de apoyo público que los han convertido en potencias textiles y del calzado. Sin olvidar que este último país se convirtió en el gran productor cafetalero del mundo, mientras en México se dejó el sector a su suerte.
Cuando Estados Unidos le puso aranceles al acero chino la Cámara Nacional del Acero pidió, y obtuvo, del gobierno mexicano medidas restrictivas a las importaciones de ciertos tipos de acero cuya sobreproducción y abaratamiento internacional la amenazaban.
¿Tomará el gobierno mexicano medidas para evitar impactos negativos en los sectores textil, del calzado, la producción de soya y maíz, el sector cafetalero y otros? O seguiremos campantes en una estrategia de libre mercado de alto costo social. Es un camino fracasado en buena medida porque no se vio, como en China o Vietnam, acompañado por una estrategia de apoyo gubernamental y de fortalecimiento del mercado interno.
No obstante, nuestras elites parecen pensar que las alternativas son sólo dos: profundizar en la globalización dogmática o, lo que temen, un “regreso al pasado”. Más vale que se pongan las pilas, abandonen su simplismo y diseñen un blindaje para estos sectores empresariales, como paso necesario a una estrategia de fortalecimiento del mercado interno y mayor equidad e inclusión de todos los mexicanos.
martes, 10 de abril de 2018
Frustraciones del vecino
Jorge Faljo
Decía mi abuelita “no busco quien me la hizo sino quien me la pague”. Tiempo después entendí que era un dicho popular que, con ironía, describe una conducta absurda, aunque frecuente. El enojado busca con quien desquitarse cuando no puede hacerlo con el culpable de su desdicha.
Eso es lo que dio a entender el presidente Peña Nieto cuando le sugiere a Trump que si se encuentra frustrado por asuntos de política interna no se desahogue con los mexicanos.
Y es que la lista de motivos de frustración para Trump es larga y en continua ampliación. Sin embargo, en el caso de este güero no se trata de mero desahogo; el tipo tiene un instinto afilado para distraer la atención y crear la impresión de que lejos de fracasar es una especie de héroe en combate permanente.
Militarizar su frontera sur con algunos miles de reservistas de la guardia nacional es un discurso grandilocuente que tapa el hecho de que no consiguió los fondos para construir su muro faraónico y que, obviamente México no lo pagará. Que no está de más decirlo, ya antes varios presidentes de estados Unidos habían militarizado la frontera, entre ellos Obama y Bush.
Pero Donald Trump hace escandalo porque tiene muchas otras cosas que tapar con sus desplantes.
Trump, su familia y sus colaboradores cercanos se encuentran dentro de un cerco que se va cerrando lentamente y que pone al descubierto que es un pésimo empresario y su éxito se debe a que sus negocios han servido para lavar el dinero sucio de los grandes oligarcas rusos. Día con día crecen las evidencias de que ha interferido con las investigaciones en torno a los indicios de colaboración de sus allegados con las actividades rusas, ya comprobadas, para favorecerlo como candidato presidencial.
En el colmo de lo aberrante Trump ha sido demandado por una sexonegociante, que en sus buenos tiempos fue la reina del porno, para dejar sin validez un contrato que la obliga al silencio sobre sus relaciones íntimas con el ahora presidente norteamericano. Ese contrato lo firmó la hermosa pechugona a cambio de 130 mil dólares pagados, “de su bolsillo” por el abogado del Donaldo. Solo que ella quiere verse libre del trato para, según parece, poder mostrar fotos y videos íntimos y narrar una versión detallada de sus encuentros.
Estas frustraciones posiblemente sean las más personales e importantes para Trump; pero hay otras que se asocian con lo que podríamos llamar el despertar de la rebeldía social norteamericana.
La marcha de las mujeres de 2017 incluyó a cuatro millones de gentes, mujeres y hombres, en centenares de eventos distintos. El objetivo fue protestar contra el trato discriminatorio y sexista que se ha visto acentuado por este presidente misógino. A estas protestas prácticamente continuas se asocian oleadas de denuncias que han logrado destituir a magnates de los medios e importantes políticos de derecha.
El movimiento “las vidas de los negros son importantes” es una de las crecientes expresiones de rabia de la población afroamericana ante las condiciones de violencia en las que viven, incluyendo los numerosos hechos de violencia y asesinatos injustificados por parte de la misma policía.
Los adolescentes norteamericanos, básicamente estudiantes de secundaria y preparatoria, sorprendieron por su capacidad para protestar contra la facilidad con la que se venden armas de alto poder en su país. Una gran marcha de cerca de un millón de jóvenes en Washington y otros centenares de eventos subrayaron su exigencia de seguridad no solo en las escuelas, sino en todo centro de reunión, cines, plazas comerciales y demás. De manera repentina, después de otro tiroteo sangriento, surgieron como una notable fuerza política que enfrenta a los congresistas que reciben fuertes donativos de la poderosa asociación nacional del rifle.
Trump amenaza expulsara a centenares de miles de jóvenes que llegaron a los Estados Unidos siendo niños, son los llamados Daca. Pero estos no se quedan callados; se expresan en marchas y plantones demandando seguridad migratoria para ellos y otros millones de amenazados.
Una huelga de 20 mil maestros en el estado de Virginia del Oeste logró cerrar todas las escuelas del estado para exigir un incremento salarial y seguridad en sus pensiones. Ganaron la pelea a pesar de que lo que hicieron era claramente ilegal.
Su ejemplo genera nuevos movimientos de maestros en Arizona, Ohio y Oklahoma en los que, además de mejores condiciones laborales, demandan que se restituyan los presupuestos educativos reducidos en los últimos años. Los liderazgos formales fueron rebasados por un movimiento de base organizado mediante el uso de redes sociales. Los maestros no tienen derecho de huelga así que recurren, por ejemplo, a reportarse enfermos y van a sus marchas y plantones en los palacios de gobierno estatales.
Las protestas y demandas de las mujeres, los afroamericanos, los inmigrantes jóvenes, los adolescentes, los maestros son chispas que confluyen en contra del partido republicano y, al mismo tiempo, exigen la renovación y conquista por las bases sociales del partido demócrata.
Trump tiene muchas razones para estar frustrado y tratar de distraer. Tuvo un gran triunfo gracias a que ofreció estar del lado de los trabajadores. Pero no ha dudado en favorecer a los milmillonarios y atacar a la mayoría trabajadora. Ha logrado hacer mucho daño. Pero, si las tendencias se sostienen, es posible que el pueblo norteamericano consiga un importante avance progresista en las siguientes elecciones.
Decía mi abuelita “no busco quien me la hizo sino quien me la pague”. Tiempo después entendí que era un dicho popular que, con ironía, describe una conducta absurda, aunque frecuente. El enojado busca con quien desquitarse cuando no puede hacerlo con el culpable de su desdicha.
Eso es lo que dio a entender el presidente Peña Nieto cuando le sugiere a Trump que si se encuentra frustrado por asuntos de política interna no se desahogue con los mexicanos.
Y es que la lista de motivos de frustración para Trump es larga y en continua ampliación. Sin embargo, en el caso de este güero no se trata de mero desahogo; el tipo tiene un instinto afilado para distraer la atención y crear la impresión de que lejos de fracasar es una especie de héroe en combate permanente.
Militarizar su frontera sur con algunos miles de reservistas de la guardia nacional es un discurso grandilocuente que tapa el hecho de que no consiguió los fondos para construir su muro faraónico y que, obviamente México no lo pagará. Que no está de más decirlo, ya antes varios presidentes de estados Unidos habían militarizado la frontera, entre ellos Obama y Bush.
Pero Donald Trump hace escandalo porque tiene muchas otras cosas que tapar con sus desplantes.
Trump, su familia y sus colaboradores cercanos se encuentran dentro de un cerco que se va cerrando lentamente y que pone al descubierto que es un pésimo empresario y su éxito se debe a que sus negocios han servido para lavar el dinero sucio de los grandes oligarcas rusos. Día con día crecen las evidencias de que ha interferido con las investigaciones en torno a los indicios de colaboración de sus allegados con las actividades rusas, ya comprobadas, para favorecerlo como candidato presidencial.
En el colmo de lo aberrante Trump ha sido demandado por una sexonegociante, que en sus buenos tiempos fue la reina del porno, para dejar sin validez un contrato que la obliga al silencio sobre sus relaciones íntimas con el ahora presidente norteamericano. Ese contrato lo firmó la hermosa pechugona a cambio de 130 mil dólares pagados, “de su bolsillo” por el abogado del Donaldo. Solo que ella quiere verse libre del trato para, según parece, poder mostrar fotos y videos íntimos y narrar una versión detallada de sus encuentros.
Estas frustraciones posiblemente sean las más personales e importantes para Trump; pero hay otras que se asocian con lo que podríamos llamar el despertar de la rebeldía social norteamericana.
La marcha de las mujeres de 2017 incluyó a cuatro millones de gentes, mujeres y hombres, en centenares de eventos distintos. El objetivo fue protestar contra el trato discriminatorio y sexista que se ha visto acentuado por este presidente misógino. A estas protestas prácticamente continuas se asocian oleadas de denuncias que han logrado destituir a magnates de los medios e importantes políticos de derecha.
El movimiento “las vidas de los negros son importantes” es una de las crecientes expresiones de rabia de la población afroamericana ante las condiciones de violencia en las que viven, incluyendo los numerosos hechos de violencia y asesinatos injustificados por parte de la misma policía.
Los adolescentes norteamericanos, básicamente estudiantes de secundaria y preparatoria, sorprendieron por su capacidad para protestar contra la facilidad con la que se venden armas de alto poder en su país. Una gran marcha de cerca de un millón de jóvenes en Washington y otros centenares de eventos subrayaron su exigencia de seguridad no solo en las escuelas, sino en todo centro de reunión, cines, plazas comerciales y demás. De manera repentina, después de otro tiroteo sangriento, surgieron como una notable fuerza política que enfrenta a los congresistas que reciben fuertes donativos de la poderosa asociación nacional del rifle.
Trump amenaza expulsara a centenares de miles de jóvenes que llegaron a los Estados Unidos siendo niños, son los llamados Daca. Pero estos no se quedan callados; se expresan en marchas y plantones demandando seguridad migratoria para ellos y otros millones de amenazados.
Una huelga de 20 mil maestros en el estado de Virginia del Oeste logró cerrar todas las escuelas del estado para exigir un incremento salarial y seguridad en sus pensiones. Ganaron la pelea a pesar de que lo que hicieron era claramente ilegal.
Su ejemplo genera nuevos movimientos de maestros en Arizona, Ohio y Oklahoma en los que, además de mejores condiciones laborales, demandan que se restituyan los presupuestos educativos reducidos en los últimos años. Los liderazgos formales fueron rebasados por un movimiento de base organizado mediante el uso de redes sociales. Los maestros no tienen derecho de huelga así que recurren, por ejemplo, a reportarse enfermos y van a sus marchas y plantones en los palacios de gobierno estatales.
Las protestas y demandas de las mujeres, los afroamericanos, los inmigrantes jóvenes, los adolescentes, los maestros son chispas que confluyen en contra del partido republicano y, al mismo tiempo, exigen la renovación y conquista por las bases sociales del partido demócrata.
Trump tiene muchas razones para estar frustrado y tratar de distraer. Tuvo un gran triunfo gracias a que ofreció estar del lado de los trabajadores. Pero no ha dudado en favorecer a los milmillonarios y atacar a la mayoría trabajadora. Ha logrado hacer mucho daño. Pero, si las tendencias se sostienen, es posible que el pueblo norteamericano consiga un importante avance progresista en las siguientes elecciones.
sábado, 31 de marzo de 2018
Las preguntas de la elite
Jorge Faljo
Parecía que López Obrador se metió, por su propia voluntad, a la cueva de los lobos con esa entrevista a Milenio Televisión. Una entrevista que duró poco más de hora y media y en la que enfrentó las preguntas “duras” de los más destacados analistas del grupo mediático.
La entrevista convenía a ambos; del lado de Milenio conseguir una entrevista con el candidato puntero a la presidencia de la república y, sobre todo, con preguntas abiertas, contestadas sin libreto escrito, reforzaría su influencia en los medios y su presencia política. Para AMLO valía la pena el riesgo; se trataba de presentar un mensaje muy crítico de las últimas administraciones. Pero matizado por su compromiso como hombre de leyes, representante de una coalición plural, que actuaría atento a la voz de la sociedad en asuntos importantes; es decir, esencialmente democrático.
Hasta el momento las campañas políticas se han centrado en descalificaciones personales más que en confrontar posiciones de fondo. El carácter de los candidatos importa; pero no olvidemos los grandes asuntos nacionales. Lo que ofreció esta entrevista fue precisamente eso. Ojalá y el esquema se replique ya que los debates entre candidatos, por su extrema rigidez y poco tiempo para cada intervención, no pasaran de las impresiones superficiales.
La entrevista de Milenio ha sido visualizada más de 2 millones 633 mil veces. Lo que nos revela la disposición de millones de ciudadanos darse el tiempo necesario para informarse mejor.
Cierto que la entrevista permitió adentrarnos en las posiciones y la personalidad de AMLO. No obstante, aquí invito a abordar otra perspectiva. ¿A que le dieron importancia los entrevistadores?
No es un asunto menor; estos analistas son fieles representantes de un sector social de alto poder económico inquieto por su futuro. Sus preguntas no ocurren porque si, sino que responden a intereses de fondo.
Y lo que preguntaron los dos primeros interrogadores fue si AMLO revertiría la reforma energética. La respuesta fue matizada; se revisarían los 91 contratos asociados a la reforma para ver si son o no leoninos y evitar sorpresas tipo Oderbrecht. En caso de que no convengan a la nación se procedería a revertirlos dentro de los cauces legales. Además, se abriría el debate sobre la reforma energética y se procedería a consultar a la población. Para el candidato la reforma energética constituyó un engaño a la Nación; los ofrecimientos de inversión, producción y baja de precios no se han cumplido. Incluso de llegar a plantear una reforma constitucional sobre este asunto ello sería ante el Congreso, dentro de una estricta legalidad y sin importar que ese esfuerzo se lleve todo el sexenio.
Lo segundo que se preguntó es si echaría atrás la reforma educativa. Ante lo que AMLO dijo que cancelaría la reforma porque lo que hay que hacer es mejorar la educación sin afectar los derechos laborales de los maestros. Hay que buscar la reconciliación y avanzar en una reforma con los maestros y no contra ellos.
Una primera conclusión de los analistas de Milenio es que López Obrador está en contra de esas dos reformas. La respuesta es que si, así es. Pero que en todo caso procedería conforme a derecho; generando un debate amplio en los medios, en tiempos oficiales, y siempre apelando a la consulta, el referendo, el plebiscito, o lo que más convenga.
Me sorprendió que el conductor del programa dijera que las equivocaciones de los pueblos suelen ser pavorosas; y puso como ejemplo la elección de Adolfo Hitler en 1933. Al parecer por un momento perdió los estribos y nos dejó atisbar a lo más profundo de su ideología cuando también dijo que el pueblo, sus paisanos, saquean tiendas, son huachicoleros y asaltan trenes, en algunos lugares. (Ver minuto 18:20 de la entrevista).
AMLO dijo que el pueblo es sabio y que él cree en la democracia. Finalmente, López Obrador y Carlos Marín, el director de Milenio, aceptaron que este es un punto en el cual “discrepan” y siguieron adelante. ¡Ah caray! Pero este no es un punto menor sino posiblemente el de mayor importancia y significado en el conjunto de la entrevista.
Por una parte, la propuesta de avanzar hacia una democracia participativa; con medios abiertos al debate y una ciudadanía que pueda expresarse sobre los asuntos relevantes de la vida nacional. En la parte contraria, con Milenio representando a las elites, la exigencia de una legalidad puntillosa en defensa de las reformas estructurales de este régimen. Y aparentando que no hay contradicción, la convicción de que el pueblo no sabe elegir, no sabe decidir y se equivoca. Es decir que las decisiones deben estar en manos de los tecnócratas, la versión moderna de los “científicos” porfirianos.
En este tenor el siguiente punto de discusión fue la propuesta de AMLO de establecer la revocación de mandato cada dos años. Lo que significa que a los dos y cuatro años de una administración la población vote a favor o en contra de la continuidad de esa administración. Votar en contra y revocar el mandato implicaría el final de un gobierno que tendría a la opinión pública en contra.
Más adelante López enfatizó su experiencia en seguridad pública y, como parte de la tarea, brindar a todos los jóvenes la posibilidad de estudiar y encontrar empleo. En su visión el combate a la corrupción liberaría una gran cantidad de recursos que le permitirían encabezar un gobierno eficaz.
La entrevista fue, en suma, de gran interés. Pero me parece incompleta en tanto que se trató más bien de las preguntas de la elite. No hubo ahí representantes de los campesinos que preguntaran sobre la estrategia rural, la seguridad alimentaria del país y el derecho humano a la alimentación.
No hubo alguien que a nombre de la clase media planteara su preocupación por la desaparición, en comparación con el 2011, de la mitad de los empleos que pagan más de cinco salarios mínimos. No se planteó el problema de la pobreza de 53 millones de mexicanos y la enorme inequidad que tanto contribuye a la conflictividad cotidiana.
No se habló del futuro industrial del país, en particular en el marco de la renegociación del TLCAN.
En suma, buena entrevista. Ojalá y haya más encuentros de este tamaño en los que puedan plantear sus dudas otros sectores sociales y económicos.
Parecía que López Obrador se metió, por su propia voluntad, a la cueva de los lobos con esa entrevista a Milenio Televisión. Una entrevista que duró poco más de hora y media y en la que enfrentó las preguntas “duras” de los más destacados analistas del grupo mediático.
La entrevista convenía a ambos; del lado de Milenio conseguir una entrevista con el candidato puntero a la presidencia de la república y, sobre todo, con preguntas abiertas, contestadas sin libreto escrito, reforzaría su influencia en los medios y su presencia política. Para AMLO valía la pena el riesgo; se trataba de presentar un mensaje muy crítico de las últimas administraciones. Pero matizado por su compromiso como hombre de leyes, representante de una coalición plural, que actuaría atento a la voz de la sociedad en asuntos importantes; es decir, esencialmente democrático.
Hasta el momento las campañas políticas se han centrado en descalificaciones personales más que en confrontar posiciones de fondo. El carácter de los candidatos importa; pero no olvidemos los grandes asuntos nacionales. Lo que ofreció esta entrevista fue precisamente eso. Ojalá y el esquema se replique ya que los debates entre candidatos, por su extrema rigidez y poco tiempo para cada intervención, no pasaran de las impresiones superficiales.
La entrevista de Milenio ha sido visualizada más de 2 millones 633 mil veces. Lo que nos revela la disposición de millones de ciudadanos darse el tiempo necesario para informarse mejor.
Cierto que la entrevista permitió adentrarnos en las posiciones y la personalidad de AMLO. No obstante, aquí invito a abordar otra perspectiva. ¿A que le dieron importancia los entrevistadores?
No es un asunto menor; estos analistas son fieles representantes de un sector social de alto poder económico inquieto por su futuro. Sus preguntas no ocurren porque si, sino que responden a intereses de fondo.
Y lo que preguntaron los dos primeros interrogadores fue si AMLO revertiría la reforma energética. La respuesta fue matizada; se revisarían los 91 contratos asociados a la reforma para ver si son o no leoninos y evitar sorpresas tipo Oderbrecht. En caso de que no convengan a la nación se procedería a revertirlos dentro de los cauces legales. Además, se abriría el debate sobre la reforma energética y se procedería a consultar a la población. Para el candidato la reforma energética constituyó un engaño a la Nación; los ofrecimientos de inversión, producción y baja de precios no se han cumplido. Incluso de llegar a plantear una reforma constitucional sobre este asunto ello sería ante el Congreso, dentro de una estricta legalidad y sin importar que ese esfuerzo se lleve todo el sexenio.
Lo segundo que se preguntó es si echaría atrás la reforma educativa. Ante lo que AMLO dijo que cancelaría la reforma porque lo que hay que hacer es mejorar la educación sin afectar los derechos laborales de los maestros. Hay que buscar la reconciliación y avanzar en una reforma con los maestros y no contra ellos.
Una primera conclusión de los analistas de Milenio es que López Obrador está en contra de esas dos reformas. La respuesta es que si, así es. Pero que en todo caso procedería conforme a derecho; generando un debate amplio en los medios, en tiempos oficiales, y siempre apelando a la consulta, el referendo, el plebiscito, o lo que más convenga.
Me sorprendió que el conductor del programa dijera que las equivocaciones de los pueblos suelen ser pavorosas; y puso como ejemplo la elección de Adolfo Hitler en 1933. Al parecer por un momento perdió los estribos y nos dejó atisbar a lo más profundo de su ideología cuando también dijo que el pueblo, sus paisanos, saquean tiendas, son huachicoleros y asaltan trenes, en algunos lugares. (Ver minuto 18:20 de la entrevista).
AMLO dijo que el pueblo es sabio y que él cree en la democracia. Finalmente, López Obrador y Carlos Marín, el director de Milenio, aceptaron que este es un punto en el cual “discrepan” y siguieron adelante. ¡Ah caray! Pero este no es un punto menor sino posiblemente el de mayor importancia y significado en el conjunto de la entrevista.
Por una parte, la propuesta de avanzar hacia una democracia participativa; con medios abiertos al debate y una ciudadanía que pueda expresarse sobre los asuntos relevantes de la vida nacional. En la parte contraria, con Milenio representando a las elites, la exigencia de una legalidad puntillosa en defensa de las reformas estructurales de este régimen. Y aparentando que no hay contradicción, la convicción de que el pueblo no sabe elegir, no sabe decidir y se equivoca. Es decir que las decisiones deben estar en manos de los tecnócratas, la versión moderna de los “científicos” porfirianos.
En este tenor el siguiente punto de discusión fue la propuesta de AMLO de establecer la revocación de mandato cada dos años. Lo que significa que a los dos y cuatro años de una administración la población vote a favor o en contra de la continuidad de esa administración. Votar en contra y revocar el mandato implicaría el final de un gobierno que tendría a la opinión pública en contra.
Más adelante López enfatizó su experiencia en seguridad pública y, como parte de la tarea, brindar a todos los jóvenes la posibilidad de estudiar y encontrar empleo. En su visión el combate a la corrupción liberaría una gran cantidad de recursos que le permitirían encabezar un gobierno eficaz.
La entrevista fue, en suma, de gran interés. Pero me parece incompleta en tanto que se trató más bien de las preguntas de la elite. No hubo ahí representantes de los campesinos que preguntaran sobre la estrategia rural, la seguridad alimentaria del país y el derecho humano a la alimentación.
No hubo alguien que a nombre de la clase media planteara su preocupación por la desaparición, en comparación con el 2011, de la mitad de los empleos que pagan más de cinco salarios mínimos. No se planteó el problema de la pobreza de 53 millones de mexicanos y la enorme inequidad que tanto contribuye a la conflictividad cotidiana.
No se habló del futuro industrial del país, en particular en el marco de la renegociación del TLCAN.
En suma, buena entrevista. Ojalá y haya más encuentros de este tamaño en los que puedan plantear sus dudas otros sectores sociales y económicos.
Cambiar de juego
Jorge Faljo
Los avances tecnológicos de las últimas cuatro décadas han sido espectaculares. Se suman unos a otros y se potencializan mutuamente de una manera en que han transformado nuestras vidas en el hogar, la oficina, el entretenimiento, el acceso a la información, la comunicación instantánea a muy bajo costo, las compras y los servicios que recibimos. Han transformado también nuestra manera de estudiar y trabajar, en escuelas, oficinas y fábricas. Nuestros hijos y nietos no soportarían las condiciones de incomunicación en que vivíamos en los setentas.
¿Cómo es que a partir de estas maravillas se han creado nuevas pesadillas? Hablo de las dificultades para encontrar un empleo decente, que prometa estabilidad, sin horarios cambiantes, con un ingreso adecuado, con seguro social. Esto es cada vez más un sueño.
La sociedad juega a las sillas locas; todos corren al son de la música y luchan por sentarse en cada ronda en menos sillas. Conforme avanza el juego va dejando más marginados; pero los que alcanzan silla, aunque se consideren afortunados, tampoco están bien.
Este no es solo problema de un país tercermundista. Lo que sorprende es que las clases medias norteamericanas son de las más afectadas. Causan horror los documentales de familias en casas que se ven bonitas, tienen dificultades para comprar suficiente comida. Niños que llegan hambrientos a la escuela los lunes porque el fin de semana casi no comieron.
Y no se trata de desempleados, que están peor, sino de esta nueva categoría de los trabajadores pobres. Es decir, de los muchos millones que tienen un empleo, pero cuyo ingreso no les alcanza para comer. A los gringos se les ha destruido su “sueño americano”; es necesario que los mexicanos también nos demos cuenta de nuestro propio sueño americano se ha ido al caño.
El modelo norteamericano ha fracasado y es urgente que nosotros lo esquivemos para construirnos un camino alternativo que no nos lleve a su callejón sin salida. Aquí en México tenemos el nuestro.
En 2016 había en México 53.4 millones de personas en situación de pobreza; casi cuatro millones más que en 2008. A diferencia de países como Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, aquí el combate a la pobreza ha sido una derrota constante a lo largo de este siglo.
Parte del problema surge por el mal diseño de programas y la corrupción imperantes. Sin embargo, el problema de fondo se ubica en las condiciones de empleo.
De 2011 a la fecha en México se ha reducido a la mitad la población que gana cinco o más salarios mínimos. Los empleos que se están creando se ubican sobre todo en la franja de uno a tres salarios mínimos.
México se distingue por ser uno de los países con menor tasa de desocupación. A fines del 2017 esta era de 3.3 por ciento. Sin embargo, antes de celebrarlo, conviene señalar que se define como ocupado a todo aquel que trabajó una hora o más en la semana en la que se le preguntó. Y no tenía que ser un empleo, lo que se llama empleo. Pudo ser por cuenta propia; algo así como limpiar parabrisas en una esquina.
Otro punto es que destacamos en baja participación laboral. Esto se refiere al porcentaje de la población de quince años y más que trabaja o buscó trabajo en la semana de referencia.
En 2016 la tasa de participación en México fue de 59.7%; en Islandia fue de 89%; la media en los países de la OCDE fue de 71.7%. De lo que se puede concluir que nuestro bajo desempleo es porque a una parte de la población le repugnan los trabajos disponibles. Me refiero a los que tienen alguna posibilidad de elegir y no a los que tienen que aceptar lo que sea. Lo que explica que la desocupación se concentra entre los individuos con mayor nivel de instrucción.
El truco está en que buscar trabajo depende en buena medida de lo atractivo del mercado laboral. Si ya se sabe que no hay buenos empleos a la vista es posible que no se les busque; en cuyo caso no se trata de un desempleado sino de alguien que prefiere estar de “vacaciones”.
A finales de 2017 el 41 por ciento de la población tenía ingresos laborales inferiores al valor de la canasta alimentaria. Lo que se relaciona con el cálculo de que 24.6 millones de mexicanos tienen deficiencia de acceso a la alimentación.
Recientemente un candidato presidencial señaló que, de ganar, el país crecería al 4% anual. Esto es perfectamente posible, pero de momento me recuerda la afirmación de Peña Nieto – Videgaray de que creceríamos al 6% en este sexenio. No dijeron cómo, y no se hizo. Sin embargo, bajo la actual estrategia, crecer al 6 o al 4% no garantiza una mejoría del bienestar de la población.
Crecer puede ser necesario; pero no basta. Hay un importante problema de calidad del crecimiento que requiere hablar no solo del producto, sino más concretamente y sobre todo del bienestar alimentario, en salud, higiene, vivienda, calzado y vestido.
El Estado no debe dejar a la sociedad al juego libre de las fuerzas del mercado, ya sabemos que no conduce al bienestar, sino a la concentración de la producción en grandes empresas que pagan poco y a pocos empleados.
Salir delante de nuestro callejón sin salida demanda recurrir a nuestros principios constitucionales. Un sector privado que opere conforme al mercado; acotado en lo necesario por la intervención de un sector público eficaz, orientado sobre todo a abrir espacios a la producción del sector social abandonado en los hechos, aunque su protección este prevista en la Constitución.
La prioridad no es en realidad, crecer; sino reconfigurar una estrategia económica y social orientada al bienestar mediante la inclusión. Que todos tengamos silla.
Los avances tecnológicos de las últimas cuatro décadas han sido espectaculares. Se suman unos a otros y se potencializan mutuamente de una manera en que han transformado nuestras vidas en el hogar, la oficina, el entretenimiento, el acceso a la información, la comunicación instantánea a muy bajo costo, las compras y los servicios que recibimos. Han transformado también nuestra manera de estudiar y trabajar, en escuelas, oficinas y fábricas. Nuestros hijos y nietos no soportarían las condiciones de incomunicación en que vivíamos en los setentas.
¿Cómo es que a partir de estas maravillas se han creado nuevas pesadillas? Hablo de las dificultades para encontrar un empleo decente, que prometa estabilidad, sin horarios cambiantes, con un ingreso adecuado, con seguro social. Esto es cada vez más un sueño.
La sociedad juega a las sillas locas; todos corren al son de la música y luchan por sentarse en cada ronda en menos sillas. Conforme avanza el juego va dejando más marginados; pero los que alcanzan silla, aunque se consideren afortunados, tampoco están bien.
Este no es solo problema de un país tercermundista. Lo que sorprende es que las clases medias norteamericanas son de las más afectadas. Causan horror los documentales de familias en casas que se ven bonitas, tienen dificultades para comprar suficiente comida. Niños que llegan hambrientos a la escuela los lunes porque el fin de semana casi no comieron.
Y no se trata de desempleados, que están peor, sino de esta nueva categoría de los trabajadores pobres. Es decir, de los muchos millones que tienen un empleo, pero cuyo ingreso no les alcanza para comer. A los gringos se les ha destruido su “sueño americano”; es necesario que los mexicanos también nos demos cuenta de nuestro propio sueño americano se ha ido al caño.
El modelo norteamericano ha fracasado y es urgente que nosotros lo esquivemos para construirnos un camino alternativo que no nos lleve a su callejón sin salida. Aquí en México tenemos el nuestro.
En 2016 había en México 53.4 millones de personas en situación de pobreza; casi cuatro millones más que en 2008. A diferencia de países como Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, aquí el combate a la pobreza ha sido una derrota constante a lo largo de este siglo.
Parte del problema surge por el mal diseño de programas y la corrupción imperantes. Sin embargo, el problema de fondo se ubica en las condiciones de empleo.
De 2011 a la fecha en México se ha reducido a la mitad la población que gana cinco o más salarios mínimos. Los empleos que se están creando se ubican sobre todo en la franja de uno a tres salarios mínimos.
México se distingue por ser uno de los países con menor tasa de desocupación. A fines del 2017 esta era de 3.3 por ciento. Sin embargo, antes de celebrarlo, conviene señalar que se define como ocupado a todo aquel que trabajó una hora o más en la semana en la que se le preguntó. Y no tenía que ser un empleo, lo que se llama empleo. Pudo ser por cuenta propia; algo así como limpiar parabrisas en una esquina.
Otro punto es que destacamos en baja participación laboral. Esto se refiere al porcentaje de la población de quince años y más que trabaja o buscó trabajo en la semana de referencia.
En 2016 la tasa de participación en México fue de 59.7%; en Islandia fue de 89%; la media en los países de la OCDE fue de 71.7%. De lo que se puede concluir que nuestro bajo desempleo es porque a una parte de la población le repugnan los trabajos disponibles. Me refiero a los que tienen alguna posibilidad de elegir y no a los que tienen que aceptar lo que sea. Lo que explica que la desocupación se concentra entre los individuos con mayor nivel de instrucción.
El truco está en que buscar trabajo depende en buena medida de lo atractivo del mercado laboral. Si ya se sabe que no hay buenos empleos a la vista es posible que no se les busque; en cuyo caso no se trata de un desempleado sino de alguien que prefiere estar de “vacaciones”.
A finales de 2017 el 41 por ciento de la población tenía ingresos laborales inferiores al valor de la canasta alimentaria. Lo que se relaciona con el cálculo de que 24.6 millones de mexicanos tienen deficiencia de acceso a la alimentación.
Recientemente un candidato presidencial señaló que, de ganar, el país crecería al 4% anual. Esto es perfectamente posible, pero de momento me recuerda la afirmación de Peña Nieto – Videgaray de que creceríamos al 6% en este sexenio. No dijeron cómo, y no se hizo. Sin embargo, bajo la actual estrategia, crecer al 6 o al 4% no garantiza una mejoría del bienestar de la población.
Crecer puede ser necesario; pero no basta. Hay un importante problema de calidad del crecimiento que requiere hablar no solo del producto, sino más concretamente y sobre todo del bienestar alimentario, en salud, higiene, vivienda, calzado y vestido.
El Estado no debe dejar a la sociedad al juego libre de las fuerzas del mercado, ya sabemos que no conduce al bienestar, sino a la concentración de la producción en grandes empresas que pagan poco y a pocos empleados.
Salir delante de nuestro callejón sin salida demanda recurrir a nuestros principios constitucionales. Un sector privado que opere conforme al mercado; acotado en lo necesario por la intervención de un sector público eficaz, orientado sobre todo a abrir espacios a la producción del sector social abandonado en los hechos, aunque su protección este prevista en la Constitución.
La prioridad no es en realidad, crecer; sino reconfigurar una estrategia económica y social orientada al bienestar mediante la inclusión. Que todos tengamos silla.
lunes, 12 de marzo de 2018
Trump y su mesa de billar
Jorge Faljo
Trump hizo el saque anunciado desde su campaña electoral. El arancel al acero y al aluminio son la bola de billar con la que le ha pegado al orden comercial internacional representado por las otras quince bolas que, agrupadas, formaban un armonioso triangulo. Pero ya no. Ahora todas las bolas empiezan a salir disparadas en múltiples direcciones y golpeándose unas a otras.
Imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio es una medida que supera por mucho el impacto de los anteriores aranceles a lavadoras y paneles solares. Tal vez aquellos fueron una manera de medir la temperatura del agua antes de lanzarse de panzazo a abrir la Caja de Pandora de las guerras comerciales.
La producción de acero ha sido considerada históricamente la columna vertebral de la industrialización de un país. Cierto que en lo que va del siglo otros materiales están entrando a la producción industrial, cómo nuevos plásticos y cerámicas, pero el acero sigue siendo el rey indiscutible de los bienes duraderos y la construcción.
Además de su papel estratégico, el acero es un excelente ejemplo del problema básico que enfrenta la producción mundial: el fantasma de la sobreproducción. Entre 2007 y 2016 la producción anual de acero crudo creció en 280 millones de toneladas -MT. En esos años la producción de China creció en 318.6 millones de toneladas, la de India en 42 y la de Latinoamérica en 15. Un incremento superior al mundial que implicó que en otros lugares se redujera la producción.
En contraste en los Estados Unidos la producción cayó en 21.2 MT, en Europa se redujo en 54 millones y hubo caídas relevantes en Japón y Canadá. El punto es que sobra acero en el mundo; muchas plantas se han visto a cerrar, sobre todo a partir de la fuerte caída de precios del 2014.
Lo que se encuentra en juego en una economía mundial en sobreproducción o, más bien, con insuficiente demanda, es ¿dónde se dejará de producir acero?
El asunto no es sencillo, es espinoso, y si entramos en el terreno de las guerras comerciales se desbaratará todo el tinglado de la estrategia de globalización de las últimas décadas. Las bolas de billar en desbandada pegarán por dondequiera.
La medida de Trump puede ser contraproducente desde la perspectiva del empleo por tres razones: Al imponer aranceles la industria norteamericana trabajará con un insumo más caro y perderá competitividad en sus exportaciones, la segunda razón es que se expone a la entrada de manufacturas hechas con acero más barato en el exterior. Y por último están las posibles represalias. Europa anunció que podría ponerles aranceles a las motocicletas, el whisky y los pantalones de mezclilla.
Para evitar estos primeros impactos negativos Trump tendrá que hacer más expansiva su estrategia y proteger con otros aranceles a las industrias que emplean acero y crearle mercado interno a su producción. Por ejemplo, con aranceles a las motocicletas del exterior para vender internamente las que ya no se exportarían a Europa; lo mismo para el whisky y los jeans. Ha soltado una desorganización en la mesa y va a tener que ser asertivo en los tiros siguientes antes de que la medida inicial sea contraproducente.
Vamos a lo nuestro. Supongamos que ocurre lo mejor posible y no se aplica el arancel del 25 por ciento al acero que México exporta a los Estados Unidos. Sin embargo, de acuerdo al presidente de la CANACERO, Guillermo Vogel, existe el riesgo de que al disminuir Estados Unidos sus importaciones se incremente la sobreproducción en el resto del mundo, bajen los precios y se genere una oleada de entradas desleales de acero. Podría provenir, de China, India o cualquier otro lugar, pero dañaría la producción interna.
Hay que señalar que en México el consumo de acero crece a buen ritmo y que en 2017 alcanzó los 29.7 millones de toneladas. La mitad se cubre con importaciones mientras que la industria interna opera al 68 por ciento de su capacidad instalada. Si somos inundados por el acero que ya no va a comprar Estados Unidos el impacto puede ser devastador.
Desde esta perspectiva las grandes empresas productoras de acero y su organización, son muy claros le solicitan al gobierno que tome medidas similares a las de los Estados Unidos para limitar las importaciones. No se trata solo de defender la producción interna, hay incluso una oportunidad para incrementar la producción destinada al mercado interno y también al norteamericano. La petición es razonable y coloca a nuestra cúpula dirigente en una severa encrucijada entre su ideología neoliberal y una visión pragmática. ¿Nos sumamos al proteccionismo trumpiano, o sufrimos sus consecuencias?
Trump ha excluido a México y Canadá de los aranceles al acero y al aluminio mientras se encuentra en marcha la renegociación del TLCAN. Lo que ha hecho en la práctica es colocar una espada sobre nuestra cabeza; la encrucijada es real, y no se trata solo del acero. Podemos ver esta evolución como algo a lo que tenemos que enfrentarnos; o, por lo contrario, marchar a la par aprovechando oportunidades para substituir importaciones en México y, en paralelo, para venderle más a los Estados Unidos en substitución creciente de productos chinos. Pero este último arreglo solo será posible y aceptable para los gringos si reducimos nuestro superávit; es decir comprarle más a los Estados Unidos y menos a China.
Las opciones son claras, aislarnos en defensa de la ortodoxia del libre mercado; o plantear una estrategia de proteccionismo coordinado con Estados Unidos y Canadá. Lo importante será que la respuesta no la de esta administración moribunda, sino el candidato y los partidos ganadores en las próximas elecciones presidenciales. Se requerirá mayoría clara en el congreso y un compromiso por lo menos sexenal.
Trump hizo el saque anunciado desde su campaña electoral. El arancel al acero y al aluminio son la bola de billar con la que le ha pegado al orden comercial internacional representado por las otras quince bolas que, agrupadas, formaban un armonioso triangulo. Pero ya no. Ahora todas las bolas empiezan a salir disparadas en múltiples direcciones y golpeándose unas a otras.
Imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio es una medida que supera por mucho el impacto de los anteriores aranceles a lavadoras y paneles solares. Tal vez aquellos fueron una manera de medir la temperatura del agua antes de lanzarse de panzazo a abrir la Caja de Pandora de las guerras comerciales.
La producción de acero ha sido considerada históricamente la columna vertebral de la industrialización de un país. Cierto que en lo que va del siglo otros materiales están entrando a la producción industrial, cómo nuevos plásticos y cerámicas, pero el acero sigue siendo el rey indiscutible de los bienes duraderos y la construcción.
Además de su papel estratégico, el acero es un excelente ejemplo del problema básico que enfrenta la producción mundial: el fantasma de la sobreproducción. Entre 2007 y 2016 la producción anual de acero crudo creció en 280 millones de toneladas -MT. En esos años la producción de China creció en 318.6 millones de toneladas, la de India en 42 y la de Latinoamérica en 15. Un incremento superior al mundial que implicó que en otros lugares se redujera la producción.
En contraste en los Estados Unidos la producción cayó en 21.2 MT, en Europa se redujo en 54 millones y hubo caídas relevantes en Japón y Canadá. El punto es que sobra acero en el mundo; muchas plantas se han visto a cerrar, sobre todo a partir de la fuerte caída de precios del 2014.
Lo que se encuentra en juego en una economía mundial en sobreproducción o, más bien, con insuficiente demanda, es ¿dónde se dejará de producir acero?
El asunto no es sencillo, es espinoso, y si entramos en el terreno de las guerras comerciales se desbaratará todo el tinglado de la estrategia de globalización de las últimas décadas. Las bolas de billar en desbandada pegarán por dondequiera.
La medida de Trump puede ser contraproducente desde la perspectiva del empleo por tres razones: Al imponer aranceles la industria norteamericana trabajará con un insumo más caro y perderá competitividad en sus exportaciones, la segunda razón es que se expone a la entrada de manufacturas hechas con acero más barato en el exterior. Y por último están las posibles represalias. Europa anunció que podría ponerles aranceles a las motocicletas, el whisky y los pantalones de mezclilla.
Para evitar estos primeros impactos negativos Trump tendrá que hacer más expansiva su estrategia y proteger con otros aranceles a las industrias que emplean acero y crearle mercado interno a su producción. Por ejemplo, con aranceles a las motocicletas del exterior para vender internamente las que ya no se exportarían a Europa; lo mismo para el whisky y los jeans. Ha soltado una desorganización en la mesa y va a tener que ser asertivo en los tiros siguientes antes de que la medida inicial sea contraproducente.
Vamos a lo nuestro. Supongamos que ocurre lo mejor posible y no se aplica el arancel del 25 por ciento al acero que México exporta a los Estados Unidos. Sin embargo, de acuerdo al presidente de la CANACERO, Guillermo Vogel, existe el riesgo de que al disminuir Estados Unidos sus importaciones se incremente la sobreproducción en el resto del mundo, bajen los precios y se genere una oleada de entradas desleales de acero. Podría provenir, de China, India o cualquier otro lugar, pero dañaría la producción interna.
Hay que señalar que en México el consumo de acero crece a buen ritmo y que en 2017 alcanzó los 29.7 millones de toneladas. La mitad se cubre con importaciones mientras que la industria interna opera al 68 por ciento de su capacidad instalada. Si somos inundados por el acero que ya no va a comprar Estados Unidos el impacto puede ser devastador.
Desde esta perspectiva las grandes empresas productoras de acero y su organización, son muy claros le solicitan al gobierno que tome medidas similares a las de los Estados Unidos para limitar las importaciones. No se trata solo de defender la producción interna, hay incluso una oportunidad para incrementar la producción destinada al mercado interno y también al norteamericano. La petición es razonable y coloca a nuestra cúpula dirigente en una severa encrucijada entre su ideología neoliberal y una visión pragmática. ¿Nos sumamos al proteccionismo trumpiano, o sufrimos sus consecuencias?
Trump ha excluido a México y Canadá de los aranceles al acero y al aluminio mientras se encuentra en marcha la renegociación del TLCAN. Lo que ha hecho en la práctica es colocar una espada sobre nuestra cabeza; la encrucijada es real, y no se trata solo del acero. Podemos ver esta evolución como algo a lo que tenemos que enfrentarnos; o, por lo contrario, marchar a la par aprovechando oportunidades para substituir importaciones en México y, en paralelo, para venderle más a los Estados Unidos en substitución creciente de productos chinos. Pero este último arreglo solo será posible y aceptable para los gringos si reducimos nuestro superávit; es decir comprarle más a los Estados Unidos y menos a China.
Las opciones son claras, aislarnos en defensa de la ortodoxia del libre mercado; o plantear una estrategia de proteccionismo coordinado con Estados Unidos y Canadá. Lo importante será que la respuesta no la de esta administración moribunda, sino el candidato y los partidos ganadores en las próximas elecciones presidenciales. Se requerirá mayoría clara en el congreso y un compromiso por lo menos sexenal.
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