martes, 26 de noviembre de 2013

Alemania; pobreza y milagro


Faljoritmo

Jorge Faljo

Alemania destaca como uno de los países europeos que mejor han sorteado la crisis de los últimos años. Tiene una tasa de desempleo muy baja, de tan solo el 5.5 por ciento y destaca como una potencia exportadora mundial. Es el único país europeo que tuvo superávit comercial en el 2012; es decir que contrasta con el conjunto de países que la rodean y que pueden caracterizarse como su clientela importadora.

Durante mucho tiempo se ha hablado de un “milagro alemán”, sobre todo por su crecimiento hasta antes de la crisis del 2009. Sin embargo, al igual que toda Europa, no logra retomar el camino de un crecimiento dinámico. Se calcula que este año su Producto Interno Bruto habrá de crecer en un 0.3 por ciento. Menos que el 0.7 por ciento que el año anterior aunque mejor que el promedio de 0.1 por ciento al que está creciendo toda la zona del Euro.

Ocurre que su “milagro” se encuentra entrampado en el agotamiento de los dos pilares que lo sostenían: por un lado la contención salarial y la flexibilización laboral llevadas al extremo de la precarización del empleo. Hablo de trabajos de tiempo parcial, por tiempos determinados y sin seguridad de mediano o largo plazo, sumados al recorte de prestaciones sociales para los desempleados y a una exitosa estrategia de presión para incorporar a la población al empleo. Estos cambios de la última década aunados a una decidida política industrial permitieron elevar las ganancias empresariales y hacer una fuerte acumulación de capitales financieros.

El segundo gran sustento de la estrategia fue orientar esos capitales hacia la generación de demanda en el exterior para convertir al país en una potencia prestamista – exportadora. A grandes rasgos la misma estrategia seguida por china. Hoy en día el planeta se divide en países exportadores de capital y superavitarios en su comercio externo y países receptores de capital y deficitarios. México es de los segundos.

Muchos piensan equivocadamente que el éxito económico alemán se asocia a buenas condiciones laborales, de ingresos y de nivel de vida de su población. No es así. Otros países tienen una población en mejor situación económica. Es el caso de Noruega, Dinamarca, Holanda, Suecia, Finlandia, Austria, Francia, Suiza y Bélgica. En cambio la situación de bienestar de Alemania es más bien parecida al promedio de la zona Euro y solo ligeramente mejor a la de Irlanda e Inglaterra.

Hasta hace unos años el crecimiento económico se relacionaba claramente con una disminución de la pobreza. Pero esta correlación negativa se ha alterado; en el 2011 Alemania creció en un 3.9 por ciento y no obstante el porcentaje de población en condiciones de pobreza también se incrementó en un 4.1 por ciento.

Dado que Alemania es uno de los pocos países que no cuentan con un salario mínimo legalmente establecido parte de su población trabajadora formal no obtiene el salario suficiente para salir de la pobreza. Lo cual crea una paradoja; del 2005 a 2011 se redujo el desempleo en un cinco por ciento y sin embargo creció la pobreza en casi 3.5 por ciento.

Para ser más claros habría que decir que el milagro económico alemán se ha basado en la precarización de las condiciones laborales de sus trabajadores y en el empobrecimiento de parte de su población.

La estrategia alemana parece haber llegado a su fin. Su capacidad para prestar ya no se corresponde con la capacidad de su periferia para endeudarse. Por el contrario, los grandes capitales exigen que se les pague e imponen la austeridad de los gobiernos y pueblos de Europa. Tal apretamiento de cinturones en Grecia, España, Portugal, Italia y otros más se enfrenta a la posibilidad de un crecimiento de sus economías, incluyendo la alemana.

Por otra parte la tendencia al empobrecimiento de su población no ha favorecido contar con un mercado interno en expansión. Sin esta opción y con la periferia Europea amarrándose el cinturón el principal problema de Alemania es la falta de demanda para su poderío productivo.

Es curioso que ante el deterioro de las organizaciones de los trabajadores los principales defensores del mejoramiento de ingresos y del nivel de vida del pueblo Alemán se encuentren en los Estados Unidos y en el resto de Europa. Ellos demandan que este país aproveche su fortaleza productiva y su buena situación financiera para incrementar salarios y precios internos. Hay que recordar que toda Europa está preocupada por su bajo nivel de inflación que dificulta el pago de las deudas periféricas.

La alternativa es ineludible. Aumentar la producción solo es posible si aumenta el consumo. El problema es donde. Alemania es el país en mejores condiciones para elevar substancialmente el nivel de vida de su población. Pero ello implica modificar el reparto de la riqueza en su interior y debilitar su condición de potencia exportadora. Sería un cambio de 180 grados en su estrategia económica y obviamente afecta intereses poderosos pero ¿hay otra opción?

domingo, 17 de noviembre de 2013

Liquidez o Austeridad

Faljoritmo

Jorge Faljo

Janet Yellen se encuentra nominada, con el respaldo de Barack Obama, para presidir la Reserva Federal –Fed-, el Banco Central Norteamericano. Es la candidata puntera y de la continuidad. Apoya plenamente las políticas del actual presidente y habría de continuar con la creación de dinero, concretamente 85 mil millones de dólares al mes para dotar de gran liquidez a la economía, bajar las tasas de interés y financiar de manera barata al gobierno norteamericano.

Ante el comité del senado que entrevista a los distintos candidatos Janet Yellen acaba de señalar que el desempleo es demasiado alto, lo que refleja una economía que operan muy por debajo de su potencial. Se mostró decidida a apoyar la recuperación económica desde lo que podría ser su nueva posición.

Básicamente lo que ha estado haciendo la reserva es imprimir dinero que utiliza para comprar los bonos del tesoro que se encuentran en manos de inversionistas privados. Al comprar la deuda del gobierno libera los recursos privados que entonces deben buscar otras alternativas de inversión distintas a prestarle al gobierno.

La abundancia de dólares en el mercado financiero hace que las tasas de interés sean muy bajas, incluso negativas, por lo que el pago del servicio de la deuda pública es barato. Es prácticamente dinero sin costo; lo que facilita el desendeudamiento público y privado, o promueve deudas que alientan el gasto privado. Por esta vía se genera la demanda, la inversión y, derivada de ambas, la generación de empleo y el crecimiento económico.

Crear liquidez y demanda de este modo no tiene un efecto inflacionario debido a que la economía norteamericana tiene una amplia capacidad instalada y mano de obra disponible que no es utilizada. La demanda que se genera puede provocar que de inmediato se reactive la oferta correspondiente.

¿Cuál podría ser una política similar en México? Echando a volar la imaginación, el Banco de México podría imprimir decenas de miles de millones de pesos para gradualmente ir comprando la hasta ahora impagable deuda que nos heredó el FOBAPROA e incluso comprar CETES. Al comprar esa deuda se dejaría libre una gran cantidad de recursos privados que habrían de buscar otra cosa en que invertir al mismo tiempo que el servicio de la deuda pública se abatiría. Lo que facilitaría tanto su pago, como el re endeudamiento.

Habría un incremento substancial del gasto público disponible que podría orientarse a crear demanda. Dado que buena parte de nuestro aparato productivo manufacturero como agropecuario, están también operando muy por debajo de su potencial, ese gasto podría tener una rápida respuesta en creación de oferta. El equilibrio entre nueva demanda y nueva oferta haría que el esquema no fuera inflacionario.

Lamentablemente se trata de sueños guajiros. ¿Sabía Uds. que lo que estoy proponiendo es ilegal? A diferencia de Janet Yellen, si esto lo propusiera Agustín Carstens perdería su empleo en el acto. A “nuestro” Banco de México no le está permitido impulsar la economía o el empleo; lo administran solo ex banqueros y financieros.

La Fed de nuestros vecinos del norte tiene entre sus responsabilidades principales las de promover el aprovechamiento del potencial productivo de la economía norteamericana y la de procurar el pleno empleo. Lo dirigen representantes de la industria, el comercio y las diferentes regiones del país.

Allá buscan una intervención activa en la economía real, productiva, generando capacidades de demanda públicas y privadas. Acá el debate se centra en como imponer mayor austeridad, incluso de manera vengativa. De este modo el razonamiento es que si la mayor parte de los mexicanos nos empobrecemos también el gobierno debe apretarse el cinturón. En lugar de demandar que el gobierno se responsabilice de promover eficazmente la economía, el empleo y el bienestar, lo amarramos y justificamos sus incapacidades.

Este ha sido un pésimo primer año de sexenio, de decepción. Y si no cambiamos el rumbo será un sexenio de desmoronamiento económico y social.

El derecho a no exportar petróleo

Faljoritmo

Jorge Faljo

Se encuentra a discusión una reforma energética y petrolera de gran importancia. Pero temo que se realiza en medio de una especie de euforia inexplicable en donde parecen predominar las cuentas del gran capitán. Como si nuestro petróleo fuera inacabable.

Apenas a principios de este año el Presidente Peña Nieto declaraba que teníamos reservas probadas para diez años; probables para veinte y posibles para treinta. De lo cual se desprendía que había que explorar más y conseguir incrementar las probadas, seguramente a costa de las probables y posibles. En cualquier caso los límites de esta riqueza no solo se encuentran a la vista sino que ya nos impactan. Las exportaciones de crudo a los Estados Unidos han caído a la mitad en los últimos diez años. Solo que como el precio aumentó el impacto no ha sido notable.

El asunto es que la humanidad se encuentra, años más o años menos, al final de la era del petróleo. Esto implica que en algún momento, en el México de nuestros hijos o nietos, bien puede ocurrir que nos convenga más conservar lo que tenemos que venderlo al exterior. Para ello es vital dejar bien establecido en la reforma energética este derecho; el de no vender petróleo.

Puede parecer absurdo pero estoy seguro de que no lo digo de balde.

Hace unos años China decidió restringir sus exportaciones de “tierras raras”. Se les llama así a un conjunto de 17 metales casi innombrables (como el Itrio, Neodimio, Europio e Iterbio), que son indispensables en la fabricación de componentes electrónicos de alta tecnología. Son realmente escasos, su extracción es muy dispersa y altamente contaminante.

China concentra la producción mundial de estos metales y cuando restringió su exportación sus precios se elevaron notablemente lo que provocó una demanda ante la Organización Mundial del Comercio –OMC-, por parte de los Estados Unidos, Japón y Europa.

China alega que las restricciones a la exportación son necesarias para controlar la alta contaminación que genera esa producción. Pero el caso es que acaba de perder el juicio y deberá eliminar tales restricciones o se verá sancionada.
No es una novedad el ataque a las restricciones de este tipo. Cuando la Organización de Países Exportadores de Petróleo –OPEP- restringía sus exportaciones y conseguía negociar mejores precios eso desataba la furia de las grandes naciones industrializadas.

El tema de la restricción a las exportaciones no fue por mucho tiempo relevante debido a que en general todos los países intentan exportar lo más posible. Sin embargo la reciente crisis alimentaria del 2007 – 2008 cambió esta percepción entre los fundamentalistas neoliberales.

Argentina ha sido duramente criticada por establecer impuestos a sus exportaciones agropecuarias, otros países, como la India por limitar sus exportaciones de arroz. No son casos aislados. Distintos países han decidido priorizar la seguridad alimentaria de sus pueblos antes que permitir que las grandes empresas que controlan la comercialización internacional de granos vacíen las bodegas nacionales.

Las reglas del comercio mundial prohíben, desde 1994 con el GATT, las restricciones a la exportación de productos sujetos a las reglas del libre comercio. Se aceptan restricciones temporales y de otra índole pero no obstante se considera que los países pueden ser demandados por tomar esas medidas.

Existe ahora una creciente presión para “apretar” las reglas del libre comercio ya no solo en contra de los obstáculos a las importaciones, sino de las restricciones a las exportaciones. Para la mentalidad neoliberal un país no tiene derecho a impedir que las empresas (sobre todo los gigantescos conglomerados de la globalización) exporten libremente. Todo es mercancía y prácticamente todo debe ser libre comercio.

Hasta ahora los energéticos de México han sido un caso aparte. No fueron incluidos en las negociaciones del TLC ni en la adhesión de México a la OMC; nuestra soberanía ha sido ilimitada sobre ellos. La reforma energética habrá de cambiar esta situación y quedarán sujetos al comportamiento y reglas del libre mercado.

Pero estoy convencido de que hay que marcar un límite que preserve el derecho de nuestros hijos y nietos para que más adelante puedan decidir no vender este recurso. Creo que la reforma energética, aún si abre paso a la inversión privada y sobre todo si lo hace con empresas de gran poderío, debe especificar con todas su letras que la nación se reserva el derecho a fijar el monto exportable de sus energéticos.

Podría para ello determinarse un régimen particular en el que sea el Congreso de la Unión el que cada año autorice el monto exportable. Definitivamente quiero la prioridad para mis hijos y nietos en el uso de nuestros recursos. Preservemos su derecho.

lunes, 11 de noviembre de 2013

El Reporte del Tesoro

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hace unos días se difundió el Reporte al Congreso del Departamento del Tesoro norteamericano sobre políticas económicas y cambiarias internacionales. Es un informe semestral en el que esa oficina analiza, desde la perspectiva norteamericana, su propia situación, la de la economía mundial y las políticas macroeconómicas de los países con los que tienen mayor comercio.

Describe un crecimiento moderado de su economía, alrededor del 2 por ciento anual que se asocia al incremento similar de la demanda de la población. Habrían crecido algo más sino hubiera sido por las restricciones al gasto gubernamental. No obstante tienen 1.3 millones menos empleos que al final del 2007. Un gran número de hogares es más pobre que hace seis años.

En todo caso les va mejor que al resto de las economías industriales y en particular a las de Europa que todavía no logran recuperar los niveles de producción del 2007.

Nada de esto es novedad. Lo que si sorprendió fue la dura crítica del informe a las dos principales economías exportadoras y superavitarias del planeta: Alemania y China. El obstáculo principal al crecimiento es la debilidad de la demanda mundial y lo que propone el Reporte es que estos dos países eleven substancialmente la capacidad de demanda de su población. De esa manera consumirían más, reducirían su superávit y toda la economía mundial se beneficiaría.

Es un consejo del tipo de “hágase la voluntad de dios… en los bueyes de mi compadre”. Solo que tiene razón. La demanda es el motor de la producción. Las economías superavitarias, las que venden más de lo que compran, lo que hacen es apoderarse de la capacidad de demanda de las economías deficitarias. De ese modo expanden su propia producción y destruyen la de sus compradores.

Nada ilustra mejor esta situación que la relación comercial entre México y China. Ellos tienen un superávit de más de 50 mil millones de dólares con nosotros y de nuestro lado tenemos un déficit por la misma cantidad. Su industria crece aceleradamente; la nuestra se desmorona.

Estados Unidos tiene el mismo problema que México frente a China y Alemania, y lo que exige es que ambos reduzcan su superávit comprando más o vendiendo menos. Para el caso de China no solo piden que eleve el bienestar y consumo de su población sino que fortalezca su moneda. Lo que no es posible en el caso de Alemania porque no tiene moneda propia. Tiene al euro y lo comparte con países deficitarios como España, Grecia, Portugal y otros cuyo interés es precisamente el contrario: devaluar para ser más competitivos y equilibrar su comercio.

La reacción alemana frente a la petición norteamericana ha sido literalmente de “mi no comprendou”. Ellos están muy a gusto vendiendo mucho y prestando a los demás para que les compren. Están siguiendo la estrategia básica de los exportadores exitosos: prestarles a los demás para que les compren.

El Reporte del Tesoro se suma al coro de críticas que pone su atención en los desequilibrios del comercio internacional. Antes la Oficina Internacional del Trabajo ha señalado los bajos salarios alemanes como una de las causas de la crisis europea. En esos dos países el incremento de la productividad ha sido superior al del resto del planeta; sus empresas producen mucho y pagan bajos salarios e impuestos y emplean sus altas ganancias en prestar al exterior.

Alemania y China crecen prestando y endeudando a todos a su alrededor. Eso es lo que ya no puede continuar. Y no porque ya no estén dispuestos a prestar sino por la sencilla razón de que la mayor parte de las clases medias, los gobiernos y los países enteros han llegado a sus límites de endeudamiento.

De no darse un cambio en este modelo globalizador sustentado en el endeudamiento masivo, toda la maquinaria productiva planetaria ira atascándose cada vez más empobreciendo a todos.

El mensaje del Reporte es muy claro. También lo es el hecho de que en realidad no va a hacer nada al respecto. No está dispuesto a romper el tabú neoliberal que pregona la libertad de flujos financieros (que no existe en China) y comerciales porque sus propias empresas gigantes se verían afectadas si el resto del planeta empieza a exigir lo que ellos proponen: equilibrio comercial y financiero.

Mientras no existan esos equilibrios unos países seguirán apoderándose de la demanda de sus contrapartes comerciales generando polos de crecimiento de un lado, como es el caso de China; y del otro lado, destrucción de capacidades productivas, como es el caso de México.

Entretanto los pueblos de los dos lados seguirán atrapados en políticas que piden que los demás eleven la demanda y el consumo pero que no están dispuestos a hacerlo ellos mismos, como es el caso de Estados Unidos.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Competitividad y Productividad, ahora

Jorge Faljo

De nueva cuenta nos llega desde el Fondo Monetario Internacional el consejo de darle máxima prioridad al incremento de la productividad. Lo dice Alejandro Werner, un economista mexicano con estudios en el Massachusetts Technological Institute que es ahora economista en jefe para el Hemisferio Occidental de esa agencia financiera internacional. Apunta así a una posible solución al bajo crecimiento de México que este año, según esa institución, crecerá a tan solo un 1.2 por ciento, pero que, si hace su tarea podrá aprovechar el crecimiento norteamericano esperado para el año que entra. Se trata de la vieja visión de México como furgón de cola de la economía norteamericana; sin un motor interno que nos permita crecer por cuenta propia.

Sin embargo esta visión del crecimiento de la productividad como base del crecimiento de la competitividad de nuestra economía para venderle más a los Estados Unidos deja mucho que desear, sobre todo cuando se trata de competir con China en el terreno industrial.

Para explicarlo mejor me remito al muy exitoso crecimiento de la exportación de manufacturas que ocurrió entre 1994 y 1996. En esos dos años incrementamos la exportación de manufacturas de empresas no maquiladoras en un 80 por ciento. Tal experiencia tiene mucho que enseñarnos y conviene revisarla a conciencia. Sobre todo en una estrategia de furgón de cola, pero también en un posible modelo alternativo que se planteé la reindustrialización nacional bajo el viejo modelo exitoso de la substitución de importaciones.

El caso es que el salto exportador de esos dos años se hizo de tal manera que sustentó el crecimiento de la manufactura mexicana a un ritmo de 7.24 por ciento anual de 1995 al 2000. Muy distinto del periodo del 2000 al 2006 en que el crecimiento medio no llegó al 2 por ciento.

¿Cuáles fueron las condiciones en las que elevamos la competitividad y aumentamos nuestra participación en el mercado norteamericano? Aunque parezca paradójico, y sin duda no se trata de una sugerencia, resulta que ese crecimiento se dio en un par de años de grave crisis; con ausencia casi total del crédito a la producción; con fuerte caída de la inversión productiva; con un gobierno fuertemente contraído y en pleno dislocamiento del comercio interno y externo.

En esas duras condiciones las empresas manufactureras debieron, para sobrevivir, encontrar abastecedores internos que les vendieran en pesos y no en dólares.

Lo que había ocurrido es que tras la fuerte fuga de capitales ocurrida en 1994 llegamos a una situación en que el país agotó sus reservas vendiéndolas a los “tomadores de ganancias” al grado de ya no contar con lo suficiente para pagar deudas o para importaciones estratégicas.

La escasez y encarecimiento de los dólares obligó a empresas y consumidores a abastecerse en el mercado interno. Fueron años de tropiezo del modelo económico y paradójicamente de fuerte incremento de la competitividad. Tan alto que alentó una reactivación generalizada de capacidades productivas. El truco no fue la nueva inversión y el incremento de la productividad. Lo que ocurrió fue muy distinto; emplear mejor lo que ya se tenía; incluso empresas pequeñas y micro con tecnologías atrasadas.

Lo que ocurrió en medio del sufrimiento de la población fue, no obstante, espectacular. Si nos enfocamos en el aspecto de la productividad encontramos una paradoja: se reabrieron empresas y talleres de baja productividad con lo que podríamos pensar que la productividad media se redujo; lo que podríamos llamar “productividad país” se elevó debido al mejor uso de capacidades instaladas y recursos existentes, entre ellos mano de obra.

Viendo el panorama general podemos decir que el aumento de competitividad originado en la devaluación del peso fue lo que jaló a la productividad. Este es el camino fácil seguido por la mayoría de los países que logran industrializarse. China por ejemplo inició su entrada al mercado internacional con estrategia financiera de moneda barata y regulación comercial altamente proteccionista; eso fue lo que le permitió conquistar los mercados mundiales a partir de niveles tecnológicos muy bajos. Como la vieja historia de Japón que inicia su industrialización exportando productos de baja calidad.

Lo que ha funcionado son las estrategias en las que el gobierno es responsable de una favorable operación del mercado y el comercio externo; es decir de las condiciones de competitividad. Entretanto la adopción de nuevas tecnologías y mejores prácticas productivas es responsabilidad de cada empresa. Sobre todo, no se parte de destruir sino de construir sobre lo que hay.

En nuestro caso lo intentamos hacer al revés. Nuestras estrategias de apertura comercial, de moneda cara y de ausencia de política industrial implican que el gobierno se desentiende del funcionamiento del mercado y el comercio externo. La posibilidad de competir es responsabilidad exclusiva de las empresas. Pero la experiencia histórica no nos habla de buenos resultados.

En nuestro caso los dos años de crisis del 95 – 96 nos colocaron en situación de alta competitividad y podrían haber sido el pie de un modelo de substitución de importaciones, alto crecimiento industrial y avanzar como potencia exportadora. Un traspiés ciertamente, pero que podríamos haberlo aprovechado como punto de arranque para fortalecer el papel del estado y el mercado interno como motores de un crecimiento basado en el mercado interno.

No hay que repetir la infame historia de la crisis de fin de 1994. Nadie lo desea. Hay que hacer examen de conciencia y revalorar la posibilidad de una estrategia de productividad nacional basada en la integración de cadenas productivas que reactiven todas las capacidades existentes en lugar de seguir predicando que la destrucción de los débiles y la contención salarial nos hacen competentes.