China. Estrategia de globalización
Faljoritmo
Jorge Faljo
El reciente viaje del Presidente Peña Nieto al sureste asiático y su compromiso por estrechar los lazos de colaboración con esos países, en particular con China, es un buen motivo para tratar de entender mejor las bases de su acelerado crecimiento económico.
Hace cincuenta años China era un país azotado por la miseria y hambre. Había dejado atrás una cruenta guerra civil e internacional al mismo tiempo y todavía no encontraba el rumbo que le permitiera prosperar. Al inicio de la década de los años sesenta se calcula que murieron de hambre entre 20 y 40 millones de personas. Era uno de los países más pobres y tecnológicamente rezagados del planeta.
Ahora es la segunda potencia económica mundial y la primera en producción de manufacturas. Se ha convertido en la gran potencia exportadora de manufacturas del planeta al mismo tiempo que su población eleva rápidamente sus niveles de vida y de consumo. Esto se nota en el paso de cientos de millones de una dieta de granos a otra de carne. También engulle materias primas provenientes de todo el mundo. Estas dos últimas características se reflejan en incrementos de precios internacionales. Al transformarse a si misma, impacta al mundo. No podemos ignorarla.
China es el país más poblado. Cuenta con 1.35 mil millones de habitantes, el 19 por ciento de la población mundial. Su superficie es equivalente a la de los Estados Unidos, solo que con 4.4 veces más población.
La República Popular China, su nombre oficial, es uno de los pocos estados que aún presumen de ser comunistas. Sin embargo, aunque el partido comunista tiene las riendas del gobierno, su política económica no es ortodoxa ni para la izquierda ni para la derecha. Para unos es excesivamente capitalista; para otros sigue siendo una economía planificada. Es una especie de capitalismo regulado, orientado a la globalización acelerada pero fuertemente controlada.
Vale la pena resaltar que China es el país de mayor éxito en disminución de la pobreza. Gracias a este país las estadísticas indican la disminución de la miseria en el mundo. Sin embargo si borramos su contribución resulta que en el resto del planeta la pobreza ha aumentado.
En los últimos 25 años China creció a un promedio superior al nueve por ciento anual. La mayor tasa mundial de incremento acelerado y sostenido del planeta. Su población se ha beneficiado; el crecimiento salarial promedio ha sido del 11.8 por ciento en los últimos catorce años. Datos que me parecen particularmente interesante porque en México necesitaríamos elevar los salarios a ese ritmo y durante ese lapso para recuperar los niveles de ingreso que tenían los trabajadores mexicanos en 1979.
¿Cómo le hizo?
No cabe duda de que a un crecimiento económico tan acelerado han contribuido diversos factores. Sostengo no obstante que es posible identificar los principales y aquí me interesa destacar uno de ellos, el que creo más importante.
China les presta a los demás; no solo es un alto exportador de capitales, es el principal prestamista del planeta. Estados Unidos en particular se encuentra altamente endeudado con esta potencia emergente.
Pero, ¿es lógico que los pobres les presten a los ricos? Y más aún, ¿es ese un camino para salir de la pobreza? Las respuestas a las dos preguntas, aunque a primera vista pudieran parecer ilógicas es sí.
No estoy acusando a China de usurera; es más sostengo que para ese país los ingresos derivados de los intereses no son muy relevantes. Prestar a los demás es para ellos una estrategia de impulso a la producción en dos planos: fuerte conexión de la demanda y la oferta internas; Y la creación de demanda externa.
China, una potencia exportadora, emplea las ganancias en dólares de sus empresas para prestarle a otros países. Eso tiene dos efectos. Al sacar los dólares del mercado interno los hace inaccesibles a la gran mayoría de su población que de este modo no pueden consumir productos importados porque resultan demasiado caros. Esto se complementa al no permitir la entrada de capitales especulativos o el endeudamiento externo. Dentro del país hay una fuerte y calculada escasez de dólares.
Cierto que se acepta la inversión externa bajo dos condiciones: que sea productiva y que aporte avances tecnológicos en los que el país se encuentra rezagado.
Señalo en primer lugar que los dólares que entran al país se asocian a exportaciones e incremento de la producción, es decir generación de empleo. No se admite la especulación. En segundo lugar, y de igual importancia, esos dólares salen casi únicamente como compra de materias primas para su producción (no de manufacturas o bienes de consumo) y como préstamos para crear demanda externa.
Con la estrategia de escasez interna de dólares China logra que todo incremento de la demanda interna se convierta en consumo de productos nacionales y no de importados. Ese es el significado de tener una moneda débil que compra pocos dólares y que es altamente competitiva.
Nada ejemplificaría mejor la diferencia entre el modelo chino y el nuestro que vinieran a construirnos un tren bala ultramoderno. Para ello nos prestarán bastantes dólares y nosotros los pagaremos con materias primas. Aparte de eso exigirán la continuación y ampliación de nuestro gigantesco déficit comercial; nos venden unas doce veces más de lo que nos compran y esto es factor central de la destrucción de la manufactura mexicana.
Trenes ultramodernos nos harían sentir como un país de avanzada. Los podríamos llamar Potemkin, como los falsos pueblos prósperos que se construían a la orilla del río donde se paseaba la emperatriz de Rusia.
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