lunes, 20 de julio de 2015

La de malas

Faljoritmo

Jorge Faljo

Esta administración creyó que habría de gobernar con abundancia de dólares. Con el petróleo a más de 100 dólares el barril sería posible seguir sin cobrar impuestos a las grandes empresas y a los muy ricos; seguiríamos importando de todo, incluso los alimentos; las elites seguirían enriqueciéndose y hasta habría espacio para otra una camada sexenal de súper ricos.

Pero gobernar sin lana es otro rollo y aparte está la mala suerte que parece perseguir a esta administración y que amenaza agriar la telenovela sexenal.

Los últimos datos oficiales, del INEGI, indican una caída del ingreso de los hogares de un 3.5 por ciento en lo que va de esta administración. No es de extrañar si se considera el deterioro de las condiciones del empleo y de la producción. Estamos ante un recrudecimiento de la avalancha de importaciones destructoras de la producción interna; no porque podamos pagar más sino porque la sobreproducción impera en el mundo.

Además las exportaciones de manufacturas registraron en el mes de mayo pasado su peor caída en cinco años. Las exportaciones automotrices, prácticamente maquiladoras que reexportan importaciones ensambladas, descendieron en 3.5 por ciento y el resto de las manufacturas cayeron en 8.1 por ciento.

La gota que amenaza con derramar el vaso, y no me refiero al túnel de escape, es el fracaso en la licitación de los 14 bloques petroleros de aguas someras. Solo pudieron colocarse dos a una empresa hechiza, de algo así como un año de antigüedad. Ninguno de los gigantes petroleros internacionales se interesó mayormente en estas adquisiciones a pesar de que se les ofreció poder calcular costos de producción mucho más altos de los de PEMEX y una supervisión laxa.

La justificación de la apertura a las empresas transnacionales era que contaban con la tecnología y experiencia para la exploración y extracción en aguas profundas. Sin embargo en la prisa por privatizar a cualquier costo se convocó a las transnacionales a participar en los bloques más atractivos, los de aguas someras, que se suponían reservados para PEMEX. A la empresa nacional no se le permitió participar; una oferta suya con sus costos de operación se habría llevado de calle el concurso.

Pero las transnacionales no se interesaron. Unos consideran que por la debilidad institucional de una reforma energética que probablemente no pasaría la prueba de fuego de una consulta democrática. La que más de seis millones de mexicanos solicitaron pero se les opuso una interpretación leguleya que nos impide opinar sobre cualquier tema relevante.

No obstante habría que pensar que se desalentaron por un panorama mundial en el que habrá de continuar y empeorar la sobreproducción y los bajos precios. El acuerdo diplomático entre Estados Unidos e Irán anuncia el final de las sanciones al segundo y abre la puerta al incremento de sus exportaciones de petróleo. Lo que podría bajar el precio del petróleo hasta treinta dólares el barril.

Esta administración entró criticando los treinta años previos de caída de la productividad y estancamiento económico. Hasta parecía que sabían y harían algo positivo. Pero su propuesta fue más de lo mismo, austeridad y neoliberalismo. No hemos llegado a la mitad del sexenio y al buque le entra agua por múltiples agujeros.

Deberían entender el fracaso de la licitación petrolera como el fin de la estrategia de conseguir “dólares fáciles” mediante la venta patrimonial (petróleo, minería, empresas) y el endeudamiento externo público y privado. Y hasta el viaje para pedirle inversiones a una Europa en crisis se ve socavado por… la mala suerte.

Año con año el país debe pagar cantidades exorbitantes de renta (intereses y ganancias) al exterior y el debilitamiento de las entradas (remesas, petróleo, exportaciones, venta patrimonial, capital volátil) empieza a hacer tambalear este castillo de naipes.

Más que conseguir dólares fáciles necesitamos un cambio de fondo en nuestra relación con el exterior bajo principios de intercambio equilibrado y desendeudamiento nacional. Dadas las dificultades para exportar más en un planeta saturado de producción invendible por falta de demanda, el énfasis tendrá que estar en substituir importaciones por producción interna.

Es ya inaceptable vender al país para comprar en el exterior los alimentos, el acero y las manufacturas, la ropa y el calzado que podríamos producir internamente. Un uso eficiente de los recursos disponibles, empleo y capacidades subutilizadas, sería la forma más efectiva de real incremento de la productividad con bajos requerimientos de inversión que podrían ser satisfechos internamente.

Hacerlo así requiere la guía del Estado en la administración del comercio externo; en la reconfiguración del mercado para consumir lo que producimos y producir lo que necesitamos; en la defensa y promoción del trabajo, de la mediana y pequeña empresa, y del sector social.

Es posible si recuperamos los valores que nos dan cohesión como nación: un estilo de desarrollo que consolide nuestra soberanía, democracia, y bienestar social. Sin ello lo que hay no es mala suerte sino ensoñaciones frívolas cada vez más inconsecuentes con el interés mayoritario.

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