domingo, 13 de diciembre de 2015

Venezuela; la izquierda ingenua

Faljoritmo

Jorge Faljo

El seis de diciembre la oposición antichavista obtuvo en Venezuela un triunfo arrollador sobre los candidatos gubernamentales en las elecciones para renovar el poder legislativo. Este se compone de una sola cámara (no hay senado) con 165 diputados de los cuales ahora 112 son de oposición y solo 43 se consideran aliados del Presidente Nicolás Maduro.

A partir del triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998 la corriente política llamada chavismo fue ganadora indiscutible de una larga serie de elecciones de todos los niveles, incluyendo referendos revocatorios. Esta es su primera derrota en cerca de 18 años de gobierno. Y no por ser la primera es menos duro el tremendo golpe recibido en las urnas.

Importa señalar que Venezuela ha sido en todo este tiempo ejemplo de una limpieza electoral reconocida internacionalmente. A pesar de las convulsiones económicas y políticas en que vive el país las elecciones se distinguieron por la participación de más del 74 por ciento de la población, la ausencia de disturbios y, lo más importante, que nadie pone en duda sus resultados.

El Presidente Maduro reconoció la derrota, pidió la renuncia a todo su gabinete y convocó a un periodo de reflexión en el que espera, dijo, recibir y analizar propuestas de cambio de rumbo. Nada más urgente frente a la grave crisis económica y la severa inconformidad de la población.

Con 112 legisladores la oposición tiene justo el número necesario no solo para modificar las leyes, sino incluso para convocar a un referendo revocatorio que podría destituir legalmente al presidente o para convocar a una Asamblea Constituyente. Eso es si logran ponerse de acuerdo todos los diputados de oposición, que de hecho siguen diversas líneas políticas.
El cambio político en Venezuela no ocurre a medias tintas; es radical. Como radical es la crisis económica que lo explica.

La estrategia económica chavista se basó en lo que en marzo de 2014, en otro artículo (Diez en servicios; cero en economía), llamé rentismo populista. Se basaba en una amplia distribución de la riqueza petrolera por medio de programas públicos e importaciones de productos básicos. Los programas públicos crearon una gran red de servicios de salud en la que hoy en día trabajan 30 mil médicos cubanos; en llevar escuela y educación para todos; unidades habitacionales literalmente regaladas; reparto de camas, sillas de ruedas, enseres domésticos y mucho más.

Los gobiernos de Chávez y Maduro elevaron notablemente las condiciones de salud, educación y bienestar de la población. El salario mínimo de allá equivale a unos 592 dólares mensuales.

Todo lo cual me parece muy bueno; solo que la manera de hacerlo era absurda e insostenible; lo dije en aquel artículo. Venezuela funcionó por muchos años con una moneda sobrevaluada que le permitía importar todo muy barato. A cambio de la riqueza petrolera destruyó la producción nacional.

Venezuela importa hoy en día café, arroz, maíz y azúcar; que eran parte de sus exportaciones típicas. Incluso ha bajado la exportación de minerales. En 1998 había cerca de trece mil empresas industriales y hoy quedan cerca de 5,500. Es un país de playas y paisajes atractivos, pero el turismo bajó por lo caro de su moneda. Tiene enormes planicies surcadas por ríos pero la mitad de sus alimentos son importados.

El chavismo no se sustentó, como gobierno de izquierda, en las organizaciones de los trabajadores sino en el populismo de masas receptoras de donativos. Todo el tiempo ha diabolizado al empresariado, al que culpa del desabasto y el encarecimiento, en lugar de hacer alianza con los pequeños y medianos para el impulso a la producción.

El control de la rica fuente de ingresos petroleros le hizo menospreciar el cuidado de un aparato productivo y una base trabajadora que fuera la fuente de ingresos del gobierno. No “sembró” la riqueza petrolera, sino que la empleó para pagar importaciones y fortalecer un gobierno que se creyó todopoderoso por ser al mismo tiempo rico, magnánimo y dictatorial.

Esta estrategia populista, exitosa mientras fue capaz de comprar voluntades, fue sumamente autodestructiva de los esfuerzos productivos. ¿Cómo desarrollar una empresa rentable si todo se importaba con abundantes petrodólares?

Ahora todo se ha venido al suelo con la caída del precio del petróleo y un brutal corte a la entrada de dólares. Como casi todo es importado, todo se encarece a un ritmo acelerado y, además, escasea. La población se encuentra fastidiada de hacer colas y no encontrar artículos tan básicos como pasta de dientes, papel higiénico, desodorantes, leche, alimentos para bebés y hasta alimentos. Porque en este izquierdismo rentista la gente tiene dinero pero no hay producción.

La lección política que nos deja Venezuela es dura; a pesar de múltiples advertencias la clase política, burocracia izquierdosa, se encerró en su papel mesiánico y no escuchó. No aceptó modificar el rumbo hasta que llegó al precipicio. Así parecen funcionar todas.

La lección económica no es menos severa; sin una estrategia de fortalecimiento de la producción, en particular la más generadora de empleo y orientada al abasto estratégico, no se puede enfrentar una crisis como la caída del precio del petróleo.

Decir que perdió el chavismo es demasiado simple. Se desmorona una visión de izquierda ingenua que nunca intentó reubicar al país como un productor diversificado y fuerte. Más bien lo colocó como mero exportador de un producto primario, poco generador de empleo, y como mero consumidor de la producción globalizada. Si esto era izquierda, a cualquier taco le llaman cena.

Ahora que todo lo importado se vuelve insoportablemente caro los venezolanos tendrán que esforzarse por reactivar y fortalecer su producción interna. Pero la transición no será nada fácil; es el camino correcto, pero tardará años en florecer. Y entretanto habrá empobrecimiento.

Tenemos mucho que aprender de Venezuela en su hora de crisis; la de México no parece tan grave pero el camino que hemos seguido se le parece.

Ambos países aceptamos ser exportadores de materias primas poco elaboradas para ser importadores de lo que bien podríamos producir internamente. Nosotros para conseguir dólares no nos basamos solo en el petróleo, sino además en la venta de empresas, en los trabajadores emigrados, y en la atracción de capital volátil.

Para México y Venezuela la estrategia ha llegado a su fin y se encarecerá lo importado. Nuestra transición también será difícil. Confío en que los dos lo hagamos en paz y democracia.

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