domingo, 13 de marzo de 2016

Los esqueletos de Trump

Jorge Faljo

Faljoritmo

Sí, Trump es un patán. Un ex secretario de estado norteamericano en un detallado análisis lo define como fascista. El presidente Peña Nieto lo comparó con Hitler y Mussolini. Noticia que dio la vuelta al mundo y solo en México los periódicos no la reprodujeron.

No obstante, más allá de las descalificaciones personales, para las que Trump se pone de pechito, importa entender por qué una parte importante de la sociedad norteamericana se ve bien representada en su discurso y en sus modales y se acerca a convertirlo en el candidato presidencial republicano. Esta posibilidad ha desatado el horror de incluso buena parte de los republicanos, el repudio de gran parte de la población norteamericana y empieza a crear temor aquí en México.

Un serio y reciente trabajo estadístico indica que existe una fuerte correlación entre los condados y ciudades donde ha triunfado Trump con… la muerte. Para ser más precisos, con el incremento de la mortalidad de la población blanca de entre 40 y 64 años, de clase media baja y pobre. Es una población, dice el estudio, a la que le ha ocurrido algo terriblemente malo en sus vidas.

Mientras la población negra e hispana ha visto mejoras relativas en sus niveles de vida, pues antes eran más pobres, muchos blancos se han empobrecido. Esto se refleja en las tasas de mortalidad por grupo racial.

De 1999 a 2013, el periodo que cubre el estudio, la población negra redujo su tasa de mortalidad en 215 por cada 100 mil personas al año; los llamados hispanos la redujeron en 64 personas. Pero los blancos incrementaron su mortalidad en 34 personas. Este grupo debe subdividirse en dos: los blancos con estudios universitarios también redujeron su mortalidad, en 54 personas al año. Pero los blancos sin estudios universitarios elevaron su mortalidad en 134 personas al año.

Se trata de un hecho sorprendente porque en todo el mundo, y en los Estados Unidos, la tendencia es a la reducción de la mortalidad. Así los blancos de más de 40 años que no llegaron a la universidad son una piedra en el arroz. En este sector confluyen la pérdida de empleos manufactureros, el deterioro salarial y el desempleo.

Es un grupo que en su infancia, antes de los años ochenta vivió y disfrutó el ascenso del nivel de vida de sus padres; en aquel entonces el famoso “sueño americano” era todavía alcanzable. Sin embargo sus propias aspiraciones han sido arrancadas de cuajo y llevan décadas, de mediados de los setenta a la fecha, en vías de empobrecimiento. Se ven rezagados respecto al resto de los blancos y ven con impotencia que mientras ellos se deterioran buena parte de los hispanos y negros los alcanzan y rebasan.

El incremento de la mortalidad de este grupo se origina en fuertes incrementos en el abuso de drogas, alcoholismo, enfermedades del hígado y suicidio. Se ven golpeados por el cierre de miles de empresas de manufactura, el deterioro de los servicios de su entorno y han llegado a una edad madura sin estar económicamente preparados para la vejez y el retiro.

La base dura del apoyo a Trump se localiza entre los blancos en vías de empobrecimiento y frustración de expectativas. Entre ellos resuena no solo la furia y los desplantes del candidato, sino su diagnóstico. En primer lugar que los grandes empresarios exportaron los empleos y ahora los Estados Unidos tienen un déficit comercial con México de 58.4 mil millones de dólares al año. Es mucho menor al que tienen con China, pero Trump considera que ambos son inaceptables. Por cierto que nuestro propio déficit con China es más o menos del mismo tamaño.

Lo segundo es que millones de inmigrantes, legales e ilegales, la mayoría mexicanos, le han deteriorado el mercado laboral a su mano de obra de baja calificación. Hay que señalar que los empresarios norteamericanos sobre todo agrícolas y del sector servicios prefieren a los mexicanos, sobre todo a los indocumentados porque son más explotables.

Alrededor de 15 millones de mexicanos se han visto forzados a emigrar. Son mano de obra joven, trabajadora, honesta y explotable. No cabe duda de que han contribuido, sin ser esa su intención, al empobrecimiento de alrededor de la tercera parte de la población norteamericana.

Trump avanza porque sacó del closet los esqueletos que evidencian el fracaso de la globalización en los Estados Unidos. Es el candidato más extremista en su manera de expresarlo y en sus propuestas: acabar con el déficit si es necesario mediante una guerra comercial; colocar una muralla en la frontera sur y expulsar a millones de inmigrantes indocumentados.

Al otro extremo del espectro político Sanders presume que siempre se opuso a los tratados de libre comercio y a que los trabajadores norteamericanos compitan con los trabajadores mexicanos y chinos que, dice, reciben salario esclavo. Clinton ha tenido que generar propuestas para que las empresas norteamericanas no saquen los empleos fuera del país y ahora se declara abiertamente en contra de la firma del TPP, el acuerdo transpacífico. De hecho está a la defensiva por haber apoyado al TLC, ahora vilipendiado.

Ya es claro que el debate electoral norteamericano declara social y políticamente inviable continuar con un modelo económico que genera enorme inequidad y empobrecimiento.
Al proponer cambiar su estrategia económica, abandonando el neoliberalismo extremo, los candidatos norteamericanos están también, sin proponérselo, preparando un golpe mortal a la cara mexicana del mismo modelo.

Nuestra estrategia ha sido la inutilización de las capacidades productivas históricas orientadas al abasto interno para substituirlas con importaciones y una manufactura de ensamble destinada a la exportación. Fue viable mediante la expulsión de millones de mexicanos. De ese modo se creó una importante fuente de financiamiento externo, las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior. La expulsión de la crema y nata de los trabajadores mexicanos y la entrada de ingresos a sus millones de familiares han sido contribuciones fundamentales a la gobernabilidad del país bajo un modelo depredador.

Hace unos días muy serios analistas resaltaban que México cuenta con reservas de gasolina para solo dos días y proponían crear reservas estratégicas, para bastantes más días, en caso de que gane Trump y nos quiera extorsionar. Es una señal de reconocimiento de la posibilidad de que ese güero siga adelante. Y de temor.

Sí tomamos en serio el argumento, habría que pensar en otros preparativos de similar importancia. Tales como medidas para el eventual regreso de varios millones de mexicanos; una estrategia de autosuficiencia alimentaria centrada en el fomento serio de la pequeña agricultura familiar; una política industrial centrada en la reactivación de la mediana, pequeña y micro industria. Lo que solo es posible si eliminamos el gigantesco déficit comercial con China. Es decir que habría que pensar en una estrategia espejo, que refleje la que se discute en Estados Unidos, adaptada a nuestras condiciones.

Eso por si gana Trump. O Sanders. O Clinton.

No hay comentarios:

Publicar un comentario