sábado, 19 de noviembre de 2016

Para que paguemos el muro

Jorge Faljo

Muchos esperaban que, ahora que Trump ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, se aclararían muchas cosas; que terminaría la incertidumbre, para no decir, de plano, que cambiaría de tono y de propuestas. Pero las señales que manda, por ejemplo la elección de sus colaboradores, no corrigen sino que confirman las peores expectativas.

No obstante de nuestro lado, en México, predomina la incredulidad. No hemos terminado de asimilar los hechos y preferimos no creerlos. A esto le llamamos incertidumbre.

Un par de amigos bien ubicados en el mundo de las finanzas sostienen que las propuestas de Trump son imposibles de llevarse a la práctica; Wall Street, el poder del dinero, o Washington, el poder de los políticos, se encargarán de corregirlo y regresarlo al sendero del bien.

Algunos dicen que como buen político, no cumplirá lo que promete. Cuando se mencionan sus amenazas específicas, como expulsar a millones de mexicanos, lo menos que se hace es minimizarlas. Se nos recuerda que hay otras fuerzas, por ejemplo los gobernadores y alcaldes, que no le seguirán la corriente y, en todo caso, la situación no será peor que con Obama.

Vivimos en el no pasa nada. Pero otros se empiezan a preparar; por ejemplo la compañía Apple. En enero pasado Trump vociferó que obligaría a esa empresa a fabricar sus “malditas computadoras”, incluyendo celulares, en los Estados Unidos. Esta semana trascendió que la empresa les pidió a sus dos principales proveedores chinos que exploren la posibilidad de trasladar sus fábricas a los Estados Unidos. Al parecer por lo menos uno de ellos ya elabora, a regañadientes, un plan; aunque la producción le saldría más cara.

La incredulidad y la incertidumbre surgen de que el Donaldo no ha dado detalles sobre cómo piensa cumplir sus amenazas. Lo que contribuye a que su afirmación de que obligará a México a pagar la barda fronteriza sea recibida con el desdén habitual. Simplemente está demente, se dice.

Sí, pero es un demente peligroso y, en este caso por lo menos si existe algo que parece un plan para lograrlo. Por lo menos hay uno, muy muy sencillo, en su página de internet, Les describo de modo muy sintético, ese plan, y si les parece poco digno de creerse… allá ustedes.

Introducción. El “Acta Patriótica” norteamericana obliga a las instituciones financieras a requerir documentos de identidad a todo el que quiera abrir una cuenta bancaria o hacer una transacción financiera. También autoriza al presidente a fijar las reglas para su cumplimiento. Con este fundamento legal las acciones serían las siguientes:

Día uno. Basado en las prerrogativas presidenciales existentes: Se promulga un cambio de reglas para redefinir como entidades financieras a las empresas que transfieren fondos, como Western Union. Hacer una transferencia de dinero tendrá reglas similares a las de abrir una cuenta bancaria. Se establece, además, que ningún extranjero puede enviar dinero al exterior si no comprueba que se encuentra legalmente dentro de los Estados Unidos.

Día dos. México protesta, dice el plan, porque recibe unos 24 mil millones de dólares al año en remesas de mexicanos, en su mayoría indocumentados, que trabajan en los Estados Unidos. Esto es muy importante para ese país (el nuestro) porque sirve como una red de seguridad social para los más pobres; lo que no provee el gobierno. Así que hacer un pago por única vez de entre 5 mil y 10 mil millones de dólares le conviene a México.

Día tres. Se le dice al gobierno de México que si le paga a los Estados Unidos esos fondos para construir el muro este cambio de reglas no se hará efectivo.

Además: se establecerán aranceles a las importaciones provenientes de México y/ o se cumplirán al pie de la letra las reglas existentes; se cancelarán visas de turismo o negocios a personajes de alto nivel en la economía mexicana; y se elevará el costo de las visas y de la expedición de tarjetas de cruce de la frontera.

El plan se redondea con una cantaleta sobre el derecho soberano y moral de los Estados Unidos para aplicarle este plan a un país (México) que se aprovecha de ellos.

Hasta aquí mi síntesis de un plan que, de llevarse a cabo, colocaría a la actual administración entre la espada y la pared.

Supongamos que el gobierno de Trump sigue el plan y el gobierno de México no acepta pagar. Entonces muchos, tal vez millones de indocumentados intenten enviar dinero a sus familias por otros medios. Tal vez con “burreros” que vendrían del norte y que se expondrían a fuertes peligros. De hecho las ciudades del norte y las carreteras se volverían más peligrosas para todos; porque el crimen organizado no podría distinguir a los emisarios cargados de billetes del resto de la población.

De cualquier manera que se intente enviar dinero a México, se volvería más difícil, arriesgado, caro y peligroso. El gobierno podría instrumentar una contramedida audaz: convertir a los consulados en cajas de recepción y envío del dinero. Pero no me lo creo porque el desafío al Donaldo sería fuerte y porque los compas no le tendrían confianza. La mula no era arisca…

O esta administración podría aceptar pagar. Y sería el acabose; la población se sublevaría contra el equipo de pusilánimes que se atreviera a pagar la barda. No nos sublevamos si se lo roban; pero ¡que no se atrevan a pagar!

Así que podría ocurrir que a los más pobres y vulnerables de aquel lado, los indocumentados, y de este lado, sus familias, les toque sufrir todavía más. Lo que bien podría ser aceptable para ambos gobiernos.

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