domingo, 24 de enero de 2021

Patentes; liberen las cadenas

 Jorge Faljo

El mundo se encuentra al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso será pagado con vidas en los países más pobres del mundo.  Así, sin pelos en la lengua lo declara el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus en referencia al acaparamiento de las vacunas contra el Covid-19 por los países más ricos del planeta. 

Y es que, también dice, mientras algunos gobiernos ricos hablan de acceso equitativo en los hechos están acaparando las vacunas y dejando al resto del mundo, a los países pobres, desprovistos.  El resultado está siendo caótico.

Lo descrito es de gran importancia, y sin embargo hay otro nivel de egoísmo que es incluso peor. Se trata de las barreras impuestas a la producción de todo tipo de materiales y substancias necesarias para combatir la pandemia. Estas barreras son los derechos de propiedad intelectual, es decir, las patentes.

Es en torno a esta formidable barrera legal y de poder, el poder de las transnacionales y los países ricos, que arrecia la discusión planetaria más importante para el futuro del combate a la pandemia y, tal vez, el de la humanidad.

El 2 de octubre del 2020 la India y Sudáfrica propusieron Consejo General de la Organización Mundial del Comercio –OMC-, una suspensión temporal de los derechos de propiedad intelectual concernientes a la producción de productos médicos para el tratamiento del Covid-19. La suspensión duraría hasta que la mayor parte de la humanidad estuviera inmunizada.

Su argumento central es que la pandemia ha provocado un incremento inusitado de la demanda de productos médicos y que su desabasto provoca muertes innecesarias. Al tiempo que se desarrollan equipos de diagnóstico, materiales terapéuticos y vacunas está ocurriendo que estos no están disponibles de manera oportuna, en cantidades suficientes y a precios accesibles para cubrir la demanda global.

La propuesta señala que los derechos de propiedad intelectual obstaculizan el incremento de la producción de los equipos, materiales y substancias, incluyendo vacunas, en la medida necesaria para un efectivo combate a la pandemia. Hay ejemplos de demandas en contra de intentos de producir ventiladores y otros productos que infringen algún derecho de propiedad intelectual. 

Numerosos países se han sumado a la propuesta de la India y Sudáfrica; múltiples organismos afiliados a la Organización de las Naciones Unidas; más de 300 organizaciones sociales internacionales; centenares de figuras reconocidas. Con esa fuerza se llegó a la reunión del Consejo General de la Organización Mundial del Comercio del pasado 10 de diciembre. Pero no fue posible el acuerdo por la oposición de los Estados Unidos, Canadá, Suiza, Reino Unido y Brasil. La única potencia a favor es China. Otros países, entre ellos México declararon que era una propuesta muy importante que requería mayor información y reflexión. El asunto se volverá a discutir el próximo 10 y 11 de marzo por los países integrantes de la OMC. 

Las principales opositoras son las grandes corporaciones farmacéuticas. Señalan que sería inútil suspender las patentes puesto que los países del tercer mundo no tienen capacidades de producción y que se pondría en riesgo la investigación y producción de vacunas ante futuras nuevas epidemias.

No hay duda de que las grandes corporaciones farmacéuticas tienen derecho a tener ganancias. Eso es lo que las mueve. Pero hay algunos datos adicionales a considerar.  

Las farmacéuticas no han destacado en la investigación y producción de medicamentos para enfrentar enfermedades recurrentes en los países y poblaciones pobres. Cuando esto ha ocurrido ha sido pagada con recursos públicos y filantrópicos.

Y eso es justamente lo que ha ocurrido ahora. Desarrollar las vacunas contra el Covid-19 en tiempo record, en menos de un año, fue posible sobre todo por la avalancha de dinero que se les dio a las farmacéuticas para que se pusieran a hacer su tarea sin preocuparse por una rentabilidad más que garantizada. Las cifras son apabullantes, se miden en centenares y miles de millones de dólares.

El Congreso norteamericano destinó 10 mil quinientos millones de dólares a financiar el desarrollo de vacunas en la llamada operación Warp Speed. Entre marzo y julio del año pasado, para prender la mecha de las investigaciones se les otorgaron 465 millones de dólares –md-, a Johnson & Johnson; 483 md a Moderna; 1,200 md a AstraZeneca; 1,950 md a Pfizer y 2 mil md a Sanofi GSK. Más adelante ser añadieron más recursos según lo prometedor de sus avances.

Aparte está la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias –CEPI- un organismo privado que el año pasado obtuvo 1,300 md de gobiernos y grandes fundaciones privadas y que destinó a financiar farmacéuticas. Por ejemplo, 388 md a Novavax; 328 md a Clover y 383 md a AstraZeneca.

Otro gran donante ha sido el gobierno Alemán que le dio 455 md a Pfizer para la investigación inicial y el gobierno británico con 111 md en apoyos sobre todo a Astrazeneca.

Ha sido una avalancha de dinero compleja y poco transparente. Pero hay señales de que fue más que suficiente para que las farmacéuticas no tuvieran que arriesgar sus propios fondos. Moderna la fabricante de la vacuna más cara, señala que los apoyos recibidos cubrieron el total de la investigación básica y las pruebas clínicas de su vacuna.

Esos enormes recursos públicos y filantrópicos que hicieron posible el desarrollo acelerado de las vacunas desembocaron en patentes privadas que ahora obstaculizan la difusión del conocimiento, la transferencia tecnológica y la posibilidad de producir vacunas y todo tipo de equipos y medicamentos en una verdadera gran escala.

La estrategia pudo ser distinta. Se pudo crear una bolsa internacional que apoyara a las farmacéuticas sin favoritismos nacionales o políticos, de manera transparente y negociando una ganancia razonable, para que, a final de cuentas, las vacunas fueran bienes públicos de la humanidad. No es el caso. 

Aún hay la oportunidad de que una suspensión temporal de los derechos de propiedad intelectual, apoyada por fondos para facilitar transferencias tecnológicas, permitiera poner en marcha multitud de unidades de producción esparcidas en todo el mundo para producir ventiladores, equipos de protección, pruebas clínicas, materiales sanitarios, medicamentos y vacunas. Entonces si podría decirse que la humanidad actúa unida y solidaria.

Solo así lograremos vencer a la pandemia.

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