martes, 17 de mayo de 2022

La pandemia en China; el terror del triunfo

 Jorge Faljo


En su lucha contra la pandemia China sigue una estrategia llamada “Cero Covid” cuya principal característica, aparte de la aplicación masiva y repetitiva de pruebas clínicas, es el confinamiento obligatorio y riguroso de la población.

Las imágenes de la aplicación de esta estrategia de confinamiento obligatorio y riguroso son escalofriantes. Masas que corren escapando de centros comerciales donde se detectó alguien con Covid-19 ante inminente cierre de las puertas y el traslado de todos a centros de aislamiento para la gente que tuvo contacto con un enfermo. Gente que grita en las ventanas de los edificios de departamentos protestando por su encierro y en algunos casos por la insuficiencia de agua y comida.

Edificios de departamentos cuyas puertas son literalmente soldadas para impedir toda entrada o salida. En estos casos se dependerá de la distribución pública de agua y alimentos que no siempre funciona bien o les lleva productos que no son de su agrado. Familias que son encerradas en sus casas o departamentos o trasladadas a los centros de aislamiento y, en este último caso la muerte inmediata de mascotas que no pueden ser llevadas a esos centros. Situaciones en las que padres e hijos son separados. Imágenes de personas cuyo torso y piernas son literalmente envueltos en plástico como manera de inmovilizarlos cuando se oponen a ser traslados.

Grupos en trajes que parecen espaciales esparciendo desinfectantes por todas partes en ciudades fantasmales por la total ausencia de tráfico y paseantes.

En estas condiciones llevan seis semanas los 26 millones de habitantes de Shanghái y alrededor de otros 350 millones de personas en más de 45 ciudades de China. China está logrando contener la expansión de la pandemia, pero lo hace a un costo enorme en sacrificio del bienestar, en desesperación, angustia y salud mental de su población. Eso sin mencionar la paralización económica, el cierre de empresas, la pérdida de empleos y el empobrecimiento de la población.

Hace unos días el director general de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Tedros Adhanom, declaró que la estrategia de Cero Covid era insostenible debido a la alta transmisibilidad de la variante Ómicron. China debería reconsiderar. La respuesta oficial del ministerio de asuntos exteriores fue que evitara hacer comentarios irresponsables y que sea más objetivo en su análisis de la estrategia.

El hecho es que la situación es muy complicada. Un estudio reciente de científicos chinos y norteamericanos, publicado en una revista médica, indica que el abandono de la estrategia de confinamiento provocaría unos 112 millones de casos sintomáticos, más de cinco millones de hospitalizaciones, de las que más de la mitad sería a terapia intensiva y alrededor de 1.6 millones de muertes. Algo desastroso en términos humanitarios y también en términos políticos.

Hay que tomar en cuenta que en los dos años que lleva la pandemia han muerto de Covid-19 en China algo más de 5 mil personas. Es decir que China había triunfado contra la enfermedad en comparación al millón de muertos en los Estados Unidos. Y este notable éxito ha sido proclamado a los cuatro vientos por las autoridades del país como el triunfo de su sistema político en comparación al de las naciones industrializadas de occidente.

China contuvo de manera muy eficaz a las anteriores variantes del virus gracias a la doble estrategia de aplicación masiva de pruebas clínicas para descubrir los casos asintomáticos y de confinamiento riguroso de la población. Paradójicamente mientras las pruebas y el confinamiento han sido obligatorios, no se ha exigido que la población se vacune. El caso es que gran parte de la población se encuentra insuficientemente vacunada. La población de mayor edad, la más vulnerable, es la que menos se ha vacunado aprovechando que no parecía necesario debido al éxito del confinamiento.

Hay dos maneras de adquirir inmunidad contra el virus; una es la inmunidad adquirida por vacunación y la otra es la inmunidad natural inducida por el contacto directo con el virus.

Si comparamos la situación con África veremos que en ese continente la pandemia está en pleno retroceso. En la última semana fallecieron en todo el continente un total de 166 personas por coronavirus. La única explicación posible es que prácticamente toda la población ya tuvo contacto con el virus, tuviera o no una enfermedad sintomática, y cuenta con un alto nivel de inmunidad natural.

Otras regiones del planeta tienen altos niveles de inmunidad debido a la combinación de inmunidad por vacunas y la mejor forma de inmunidad, la que proporciona la enfermedad.
Pero China, con casi el 20 por ciento de la población mundial tiene un importante porcentaje, casi el 80 por ciento de su población más vulnerable, los ancianos, que no están vacunados o que no han recibido segunda dosis ni refuerzos. Además, la población en general no tiene inmunidad natural debido al notable éxito de la estrategia de confinamiento en el pasado.

China se encuentra en un callejón sin salida. El costo humano y económico de continuar con el confinamiento es demasiado alto para ella y para todo el mundo. Suspender el confinamiento llevaría a lo impensable, ser derrotada por la pandemia con un enorme costo político.

La única salida posible es estrecha. Urge una fuerte promoción de la vacunación en la población más vulnerable aunada al reforzamiento de la infraestructura hospitalaria general y de cuidados intensivos, a la capacitación de personal médico y la distribución de los insumos que serán necesarios si se incrementa el número de casos de enfermedad severa.

Lo más probable es que China tenga que navegar entre dos extremos: flexibilizar el confinamiento con sus malas consecuencias y apresurarse a extender la vacunación y mejorar su sistema sanitario, incluso aceptando el apoyo del exterior en ambos casos.
Se trata de un camino muy delicado en el que solo puede permitirse abandonar los confinamientos en la medida en que pueda proteger a su población por otros medios.


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