martes, 7 de junio de 2022

Inflación y lo que viene

 Jorge Faljo

Cuando suben los precios de las tortillas y el pan, los limones y el aguacate, el gas y la gasolina, ropa, zapatos y de hecho todo, los consumidores sufren las consecuencias. Lo que se gana alcanza para cada vez menos. La inflación es canija, le pega a todo, crea incertidumbre, genera empobrecimiento y conduce al descontento y al caos social.

La Organización Internacional del Trabajo, OIT y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico -OCDE-, reportan una inflación del 9.2 por ciento en el mundo y en los países desarrollados en el último año. Un ritmo de incremento de los precios que es más del doble del incremento del año anterior.

No todos los precios crecen por igual, en los países desarrollados los alimentos subieron 11.5 por ciento y la energía mucho más, un 32.5 por ciento. Otros países menos bien comunicados, sobre todo en África reportan incrementos mayores.

Energía y alimentos son las puntas de lanza del incremento de los precios. La crisis alimentaria tiene un peor y más dramático golpe a los más pobres. Los precios del petróleo y el gas tienen un impacto más extendido; sube la gasolina y el diésel; la electricidad para empresas y hogares; derivados como fertilizantes y plásticos; el costo del transporte y la producción agrícola.

Esto es lo que está viviendo el mundo entero y la perspectiva no es buena.

Apenas empezábamos a recuperarnos de los efectos de la pandemia cuando el conflicto en Ucrania llegó a trastornar aún más la situación. Más allá de los combates directos, ciertamente destructivos y crueles, hay otras batallas en la economía, las finanzas y el comercio. Veamos dos de los últimos encontronazos que nos van a encarecer la vida a todos.

Rusia cortó los flujos de gas a Bulgaria, Finlandia, Polonia y, más recientemente a Dinamarca y los Países Bajos porque se negaron a pagarle en rublos. Una exigencia que según Rusia es respuesta a que los países occidentales le “congelaron” 300 mil millones de dólares de sus reservas en el extranjero y ahora discuten si se los apropian definitivamente. Por otra parte, los países afectados declaran que Rusia rompe contratos que establecen el pago en dólares o euros.

El caso es que Europa está acostumbrada al gas ruso, pero algunos países tendrán que comprarlo de inmediato en otros lados y el resto se preparan para hacerlo más adelante. El gas ruso se distribuye por tuberías internacionales que se adentraban dentro de cada país y llegaban hasta las fábricas y los hogares. Una vez hecha la inversión en ductos el transporte es muy barato.

 

Comprarlo en otra parte, por ejemplo en los Estados Unidos, significa que el gas se tiene que enfriar a muy baja temperatura para volverlo líquido, subirlo en embarcaciones especiales y descargarlo en un puerto donde exista una planta regasificadora. Costará bastante más, pero antes hay que invertir en infraestructura del lado exportador e importador, y en los buques especiales. Podría llegar a combinarse carestía con desabasto.

El segundo encontronazo es que Europa, siguiendo la línea norteamericana, acaba de aprobar un sexto paquete de sanciones contra Rusia con la meta de reducir en un 92 por ciento las importaciones europeas de petróleo ruso en un plazo de seis meses. En lo inmediato se suspenden las importaciones marítimas, pero se siguen aceptando las de ductos. 

Dejar de importar petróleo y combustibles rusos requiere incrementar la producción en otras partes. Por ello la próxima visita del presidente Biden al príncipe gobernante de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman. Muestra la ductilidad de la política norteamericana poco después de que el mismo Biden había prometido que convertía en un paria al autor de múltiples crímenes y atrocidades. Pero en este caso el estandarte de la defensa de los derechos humanos se hace a un lado.

Incluso se han dado acercamientos entre Estados Unidos y Venezuela con la mira de que alguna petrolera norteamericana se encargue de reactivar la producción y el comercio de las grandes reservas que tiene el país sudamericano bajo tierra.

Limitar la compra de petróleo ruso por tubería implica para Europa traerlo por mar, lo que será bastante más caro. Solo que la demanda de buques tanque de gran capacidad no puede ser satisfecha de inmediato.

Por su parte Rusia también se ve obligada a emprender enormes inversiones para llevar gas de los yacimientos ahora conectados a Europa hacia China. Y buques para el transporte de gas liquido y muchos otros para llevar su petróleo a nuevos clientes en Asia.

La competencia por el transporte será reñida, aunque la alianza occidental tiene la mano porque ha prohibido a las 13 grandes empresas de seguros de nivel global asegurar los buques y cargamentos rusos. Se trata de un consorcio de enorme poder en el que las empresas se coaseguran entre sí.  Y sin los seguros adecuados los barcos no pueden tocar puerto o circular por las aguas nacionales de ningún país.

Recordemos que el buque tanque Exxon Valdez derramó 11 millones de toneladas de petróleo y las reparaciones, incluida la limpieza, tuvo un costo cercano a los 7 mil millones de dólares. Estos niveles extremos de gastos reparatorios requieren un nivel de aseguramiento que involucra al conjunto de las aseguradoras. Ninguna de ellas es rusa, china o india.

Lo más probable es que al ritmo en que Europa ha prometido dejar de comprar gas y petróleo rusos no sea posible construir la infraestructura y el transporte naviero alternativos. Incluso si se logra, ahora los más grandes productores tendrán que abastecer consumidores lejanos a un mayor costo. Algunos calculan que el precio del barril de petróleo que ahora esta a 120 dólares podría subir a 150 o incluso 200 dólares.

Es decir que la inflación va a acelerarse y es muy posible que para combatirla los bancos centrales sigan con su estrategia de elevar las tasas de interés. Ya muchos advierten, o vaticinan que Estados Unidos, Europa y tal vez el mundo entero podrían entrar en recesión el próximo año.

Las sanciones están diseñadas para hacer sufrir a los rusos y promover una revuelta interna. Los costos que habrán de pagar los pueblos pobres serán de verdadera tragedia, pero esa consideración no detendrá la guerra. Ahora que los costos para los norteamericanos y europeos si pueden generar un descontento que genere fracturas en la alianza.

Aparte de los combates militares sangrientos la lucha también consiste en ver quienes aguantan más y por más tiempo los altos precios y la caída en los niveles de vida que impone el conflicto.

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