Faljoritmo
Jorge Faljo
Año con año la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL-, presenta un reporte llamado Panorama Social de América Latina en el que aborda el análisis de la evolución del bienestar en la región. Incluye datos de pobreza e indigencia y otros relativos al mercado laboral, salarios, educación, y las políticas y programas que inciden en los anteriores.
Su último reporte, de hace un par de semanas y con datos hasta el 2014, señala que en el último año de análisis persistieron los mismos niveles generales de pobreza e indigencia de la región que en el 2013. La pobreza alcanza al 28.2 por ciento de la población de América Latina, y la indigencia, que podemos traducir como población con hambre crónica, llega al 11.8 por ciento. Mantener los mismos porcentajes implicó un incremento absoluto de dos millones de personas en esa situación.
A pesar de que no se avanzó en la disminución regional de la pobreza y la indigencia hubo diferencias importantes entre países. Brasil, Colombia y Ecuador redujeron, en conjunto, el número de pobres en 5 millones; solo que en sentido contrario, Guatemala, México y Venezuela lo incrementaron en siete millones.
Entre 2010 y 2014 Brasil disminuyó su tasa de pobreza a un ritmo de -7.9 por ciento anual; en ese mismo periodo México la incrementó a un 2.9 por ciento. Otro indicador de la CEPAL señala que los que siguieron siendo pobres en Brasil tuvieron, a pesar de ello, cierta mejoría en sus condiciones de vida. No fue así en el caso de México.
Interesa en particular esta comparación porque México invitó al lanzamiento de su programa de lucha contra el hambre a Lula, expresidente de Brasil y la propaganda gubernamental dio a entender que estaba inspirado en el muy exitoso programa brasileño. Evidentemente no se supo copiar bien, o adaptar a nuestras circunstancias, porque el fracaso es evidente.
Otros países, además de Brasil, destacan en la reducción de su tasa de pobreza: Uruguay, Perú, Chile, Colombia y Bolivia. De hecho, la mayoría lo logró y las piedritas en el arroz son Venezuela, México y Honduras.
De acuerdo al estudio el factor principal que explica el incremento o disminución de la pobreza ha sido el comportamiento del mercado laboral y solo en segundo término los programas públicos redistributivos. El ingreso laboral promedio creció de forma relevante en Brasil, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay. No fue así en el caso de México en el que el principal factor de empobrecimiento fue la caída de la media de ingreso laboral.
Si adoptamos una visión de más largo plazo, que abarque la mayor parte de este siglo, podemos notar que, en general, las tendencias recientes no son coyunturales sino expresión de procesos de mayor continuidad. Entre los países que redujeron su población indigente se encuentran: Argentina que la disminuyó del 14.9 al 1.7 por ciento del 2004 al 2012; Brasil del 13.2 al 4.6 por ciento entre 2001 y 2014; Ecuador del 19.4 al 9.9 por ciento en las mismas fechas; Bolivia del 37.1 al 16.8 por ciento de 2002 al 2013.
Frente a los avances positivos de la mayor parte de América Latina, México destaca por el incremento de la indigencia del 12.6 al 16.3 por ciento entre 2002 y 2014. Aquí habría que añadir dos reflexiones que le añaden agua y tierra al lodazal. Una es que el comportamiento neoliberal de México ha sido, supuestamente, ejemplar y acorde a la ortodoxia, cargado de promesas de inminente beneficio colectivo. Pero las promesas no crean bienestar.
La segunda reflexión es que estas cifras se ven notablemente favorecidas por la emigración de unos seis millones de trabajadores mexicanos en ese periodo. Si se hubieran quedado en el país ellos y sus familias engrosarían las cifras de la pobreza y la indigencia.
De acuerdo al análisis de la CEPAL el motor principal para la superación de la pobreza es el trabajo. Es eje de la integración social y económica, y mecanismo fundamental de construcción de autonomía, identidad, dignidad personal y ampliación de la ciudadanía. Dicho en otras palabras, es factor de inclusión, equidad, democracia y gobernabilidad.
Sin embargo el trabajo no es respetado en México. Se le considera una simple mercancía cuyo precio es fijado por el mercado, aun cuando ese precio no alcance ni siquiera para la alimentación de una pequeña familia. Todo intento de organización de los trabajadores es visto como un serio peligro para la estrategia económica y, en consecuencia, para la estabilidad política.
Durante décadas se ha obstruido toda mejora laboral. El empobrecimiento se expande en el campo y la ciudad y nos revira en fracaso económico, desintegración social, ausencia de perspectivas para las mayorías, violencia y, en algunos espacios de la geografía nacional, en franca ingobernabilidad.
La superficialidad del mercado interno es hoy en día el principal obstáculo al incremento de la producción. No encontraremos la salida buscando riquezas bajo tierra; ni atrayendo capitales del exterior para crear una estructura exportadora. El mundo ha cambiado y esas opciones se cierran.
Es un problema de ingeniería de mercado. Hemos seguido la que no nos conviene cegados por una ilusión de modernidad importada. Con otros arreglos de mercado podríamos desatar el enorme potencial productivo existente, que es la verdadera riqueza no aprovechada de este país.
Ahora que los pueblos de Europa y Estados Unidos cuestionan de manera creciente el modelo global, es el momento de reconocer que el nuestro es de lo peorcito y debemos cambiar de rumbo.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
domingo, 27 de marzo de 2016
domingo, 20 de marzo de 2016
El dinero inútil
Faljoritmo
Jorge Faljo
Imagine que tiene y deposita 100 mil pesos en el banco para dentro de un año cobrar solo 99 mil 900 pesos, 100 menos de los que le dio a guardar. Puesto en otras palabras el banco le va a cobrar el 0.1 por ciento de interés por guardarle su dinero. Esto es lo que se llama una tasa de interés negativa. Y más vale que no rezongue porque posiblemente el banco de enfrente este cobrando 0.2 por ciento por guardarles dinero a los inversionistas.
Esto que parece una locura es la nueva tendencia que se extiende por toda la economía mundial.
El banco central norteamericano bajó sus tasas de interés de niveles superiores al 5 por ciento en el 2007 a niveles históricamente bajos, de solo 0.25 por ciento, desde el 2009. Durante años se pensó que estas eran tasas demasiado bajas y que en todo caso el límite inferior de la tasa de interés era cero; simple y sencillamente no se pensaba que pudiera bajar más que eso.
Sin embargo los bancos centrales de Dinamarca desde el 2012 y de Suiza desde el 2014 establecieron tasas negativas para algunos de los capitales que se resguardan en su banco central. Su objetivo era ahuyentar a los inversionistas, revertir el fortalecimiento de sus monedas y el consecuente encarecimiento de sus exportaciones. Al conseguir devaluar sus monedas conseguían hacer más competitiva su economía.
La semana pasada Noruega bajó su tasa de interés, sin entrar en terreno negativo, de 0.75 a 0.50 por ciento anual. Lo hizo con el propósito de seguir presionando a la baja el valor de su moneda que desde el 2013 ha logrado reducir en 20 por ciento en relación al euro. En general bajar tasas y devaluar es una medida que le permite a estos países sostener salarios internos más altos que en el resto de Europa sin perder competitividad.
Las tasas tienen que ver con el nivel de riesgo; se le presta caro al que podría ser un mal pagador y se cobra menos cuando el retorno se considera seguro. Y hoy en día son muchos los muy endeudados que se van convirtiendo en riesgos crecientes. Por ejemplo, los hogares de Noruega están endeudados a un 225 por ciento de sus ingresos anuales en promedio.
El caso es que en un mundo de crecientes incertidumbres los deudores más seguros son los gobiernos de los países industrializados. Hay muchos inversionistas que prefieren los bonos de deuda pública a invertir en el tercer mundo, tampoco quieren prestarles a los consumidores o invertir en verdaderas fábricas, producción y empleos.
En febrero de este año más de 7 billones (siete millones de millones) de dólares de bonos de deuda gubernamental de todo el mundo recibían tasas negativas de interés; nada menos que el 40 por ciento de la deuda gubernamental del planeta. Es decir que hay gobiernos que cobran por recibir préstamos.
En general la deuda de corto plazo tiene tasas más negativas que la de largo plazo. Por ejemplo, Alemania paga tasas positivas solo en los préstamos que recibe a más de ocho años. Francia paga tasas negativas en préstamos a cuatro años o menos y Suiza lo hace a 10 años o menos.
Pero no solo estos gobiernos pueden considerarse inversiones seguras. Algunas grandes empresas se endeudan a tasas negativas. Es el caso de la multinacional Nestlé que ofrece rendimientos de -0.29 por ciento anual en su endeudamiento a tres años. Si le prestan 100, tres años después devolverá 99.
A esta situación contribuyeron las políticas de creación de dinero de los grandes bancos centrales en Japón, Estados Unidos y Europa. No es sin embargo la causa principal. El problema es de oferta y demanda. Abundan los capitales generados por décadas de ganancias extraordinarias y escasean las oportunidades de inversión que garantice su rentabilidad.
Desde el 2014 se ha acentuado la caída de los precios de los energéticos, de todos los metales, de los alimentos y de numerosas manufacturas como calzado, vestido y más. El problema de fondo es la escasez de la demanda; es sencillamente la otra cara de la moneda de las grandes ganancias. Estas ocurrieron gracias a regatear los aumentos salariales a pesar de los grandes incrementos de productividad de las últimas décadas.
La baja demanda provoca caídas de precios. Lo absurdo es que sobra de todo porque la gente no tiene dinero para comprar. Y gran cantidad de empresas, las que no tienen tecnología de punta, quiebran. Es un contexto en el que no conviene invertir.
Prestar es un negocio arriesgado en el que se puede perder mucho; así que los grandes capitales prefieren perder poco prestando a clientes seguros. Lo importante es que no se ve una real solución en el camino y las tasas de interés van adentrándose cada vez más en terreno negativo. O sea que se podrá cobrar cada vez más por guardar tu dinero.
Hasta que desde el horizonte de las conmociones sociopolíticas se logre modificar un orden perverso en el que el empobrecimiento de las mayorías se traduce en la mayor abundancia de capitales inútiles de nuestra historia.
Jorge Faljo
Imagine que tiene y deposita 100 mil pesos en el banco para dentro de un año cobrar solo 99 mil 900 pesos, 100 menos de los que le dio a guardar. Puesto en otras palabras el banco le va a cobrar el 0.1 por ciento de interés por guardarle su dinero. Esto es lo que se llama una tasa de interés negativa. Y más vale que no rezongue porque posiblemente el banco de enfrente este cobrando 0.2 por ciento por guardarles dinero a los inversionistas.
Esto que parece una locura es la nueva tendencia que se extiende por toda la economía mundial.
El banco central norteamericano bajó sus tasas de interés de niveles superiores al 5 por ciento en el 2007 a niveles históricamente bajos, de solo 0.25 por ciento, desde el 2009. Durante años se pensó que estas eran tasas demasiado bajas y que en todo caso el límite inferior de la tasa de interés era cero; simple y sencillamente no se pensaba que pudiera bajar más que eso.
Sin embargo los bancos centrales de Dinamarca desde el 2012 y de Suiza desde el 2014 establecieron tasas negativas para algunos de los capitales que se resguardan en su banco central. Su objetivo era ahuyentar a los inversionistas, revertir el fortalecimiento de sus monedas y el consecuente encarecimiento de sus exportaciones. Al conseguir devaluar sus monedas conseguían hacer más competitiva su economía.
La semana pasada Noruega bajó su tasa de interés, sin entrar en terreno negativo, de 0.75 a 0.50 por ciento anual. Lo hizo con el propósito de seguir presionando a la baja el valor de su moneda que desde el 2013 ha logrado reducir en 20 por ciento en relación al euro. En general bajar tasas y devaluar es una medida que le permite a estos países sostener salarios internos más altos que en el resto de Europa sin perder competitividad.
Las tasas tienen que ver con el nivel de riesgo; se le presta caro al que podría ser un mal pagador y se cobra menos cuando el retorno se considera seguro. Y hoy en día son muchos los muy endeudados que se van convirtiendo en riesgos crecientes. Por ejemplo, los hogares de Noruega están endeudados a un 225 por ciento de sus ingresos anuales en promedio.
El caso es que en un mundo de crecientes incertidumbres los deudores más seguros son los gobiernos de los países industrializados. Hay muchos inversionistas que prefieren los bonos de deuda pública a invertir en el tercer mundo, tampoco quieren prestarles a los consumidores o invertir en verdaderas fábricas, producción y empleos.
En febrero de este año más de 7 billones (siete millones de millones) de dólares de bonos de deuda gubernamental de todo el mundo recibían tasas negativas de interés; nada menos que el 40 por ciento de la deuda gubernamental del planeta. Es decir que hay gobiernos que cobran por recibir préstamos.
En general la deuda de corto plazo tiene tasas más negativas que la de largo plazo. Por ejemplo, Alemania paga tasas positivas solo en los préstamos que recibe a más de ocho años. Francia paga tasas negativas en préstamos a cuatro años o menos y Suiza lo hace a 10 años o menos.
Pero no solo estos gobiernos pueden considerarse inversiones seguras. Algunas grandes empresas se endeudan a tasas negativas. Es el caso de la multinacional Nestlé que ofrece rendimientos de -0.29 por ciento anual en su endeudamiento a tres años. Si le prestan 100, tres años después devolverá 99.
A esta situación contribuyeron las políticas de creación de dinero de los grandes bancos centrales en Japón, Estados Unidos y Europa. No es sin embargo la causa principal. El problema es de oferta y demanda. Abundan los capitales generados por décadas de ganancias extraordinarias y escasean las oportunidades de inversión que garantice su rentabilidad.
Desde el 2014 se ha acentuado la caída de los precios de los energéticos, de todos los metales, de los alimentos y de numerosas manufacturas como calzado, vestido y más. El problema de fondo es la escasez de la demanda; es sencillamente la otra cara de la moneda de las grandes ganancias. Estas ocurrieron gracias a regatear los aumentos salariales a pesar de los grandes incrementos de productividad de las últimas décadas.
La baja demanda provoca caídas de precios. Lo absurdo es que sobra de todo porque la gente no tiene dinero para comprar. Y gran cantidad de empresas, las que no tienen tecnología de punta, quiebran. Es un contexto en el que no conviene invertir.
Prestar es un negocio arriesgado en el que se puede perder mucho; así que los grandes capitales prefieren perder poco prestando a clientes seguros. Lo importante es que no se ve una real solución en el camino y las tasas de interés van adentrándose cada vez más en terreno negativo. O sea que se podrá cobrar cada vez más por guardar tu dinero.
Hasta que desde el horizonte de las conmociones sociopolíticas se logre modificar un orden perverso en el que el empobrecimiento de las mayorías se traduce en la mayor abundancia de capitales inútiles de nuestra historia.
domingo, 13 de marzo de 2016
Los esqueletos de Trump
Jorge Faljo
Faljoritmo
Sí, Trump es un patán. Un ex secretario de estado norteamericano en un detallado análisis lo define como fascista. El presidente Peña Nieto lo comparó con Hitler y Mussolini. Noticia que dio la vuelta al mundo y solo en México los periódicos no la reprodujeron.
No obstante, más allá de las descalificaciones personales, para las que Trump se pone de pechito, importa entender por qué una parte importante de la sociedad norteamericana se ve bien representada en su discurso y en sus modales y se acerca a convertirlo en el candidato presidencial republicano. Esta posibilidad ha desatado el horror de incluso buena parte de los republicanos, el repudio de gran parte de la población norteamericana y empieza a crear temor aquí en México.
Un serio y reciente trabajo estadístico indica que existe una fuerte correlación entre los condados y ciudades donde ha triunfado Trump con… la muerte. Para ser más precisos, con el incremento de la mortalidad de la población blanca de entre 40 y 64 años, de clase media baja y pobre. Es una población, dice el estudio, a la que le ha ocurrido algo terriblemente malo en sus vidas.
Mientras la población negra e hispana ha visto mejoras relativas en sus niveles de vida, pues antes eran más pobres, muchos blancos se han empobrecido. Esto se refleja en las tasas de mortalidad por grupo racial.
De 1999 a 2013, el periodo que cubre el estudio, la población negra redujo su tasa de mortalidad en 215 por cada 100 mil personas al año; los llamados hispanos la redujeron en 64 personas. Pero los blancos incrementaron su mortalidad en 34 personas. Este grupo debe subdividirse en dos: los blancos con estudios universitarios también redujeron su mortalidad, en 54 personas al año. Pero los blancos sin estudios universitarios elevaron su mortalidad en 134 personas al año.
Se trata de un hecho sorprendente porque en todo el mundo, y en los Estados Unidos, la tendencia es a la reducción de la mortalidad. Así los blancos de más de 40 años que no llegaron a la universidad son una piedra en el arroz. En este sector confluyen la pérdida de empleos manufactureros, el deterioro salarial y el desempleo.
Es un grupo que en su infancia, antes de los años ochenta vivió y disfrutó el ascenso del nivel de vida de sus padres; en aquel entonces el famoso “sueño americano” era todavía alcanzable. Sin embargo sus propias aspiraciones han sido arrancadas de cuajo y llevan décadas, de mediados de los setenta a la fecha, en vías de empobrecimiento. Se ven rezagados respecto al resto de los blancos y ven con impotencia que mientras ellos se deterioran buena parte de los hispanos y negros los alcanzan y rebasan.
El incremento de la mortalidad de este grupo se origina en fuertes incrementos en el abuso de drogas, alcoholismo, enfermedades del hígado y suicidio. Se ven golpeados por el cierre de miles de empresas de manufactura, el deterioro de los servicios de su entorno y han llegado a una edad madura sin estar económicamente preparados para la vejez y el retiro.
La base dura del apoyo a Trump se localiza entre los blancos en vías de empobrecimiento y frustración de expectativas. Entre ellos resuena no solo la furia y los desplantes del candidato, sino su diagnóstico. En primer lugar que los grandes empresarios exportaron los empleos y ahora los Estados Unidos tienen un déficit comercial con México de 58.4 mil millones de dólares al año. Es mucho menor al que tienen con China, pero Trump considera que ambos son inaceptables. Por cierto que nuestro propio déficit con China es más o menos del mismo tamaño.
Lo segundo es que millones de inmigrantes, legales e ilegales, la mayoría mexicanos, le han deteriorado el mercado laboral a su mano de obra de baja calificación. Hay que señalar que los empresarios norteamericanos sobre todo agrícolas y del sector servicios prefieren a los mexicanos, sobre todo a los indocumentados porque son más explotables.
Alrededor de 15 millones de mexicanos se han visto forzados a emigrar. Son mano de obra joven, trabajadora, honesta y explotable. No cabe duda de que han contribuido, sin ser esa su intención, al empobrecimiento de alrededor de la tercera parte de la población norteamericana.
Trump avanza porque sacó del closet los esqueletos que evidencian el fracaso de la globalización en los Estados Unidos. Es el candidato más extremista en su manera de expresarlo y en sus propuestas: acabar con el déficit si es necesario mediante una guerra comercial; colocar una muralla en la frontera sur y expulsar a millones de inmigrantes indocumentados.
Al otro extremo del espectro político Sanders presume que siempre se opuso a los tratados de libre comercio y a que los trabajadores norteamericanos compitan con los trabajadores mexicanos y chinos que, dice, reciben salario esclavo. Clinton ha tenido que generar propuestas para que las empresas norteamericanas no saquen los empleos fuera del país y ahora se declara abiertamente en contra de la firma del TPP, el acuerdo transpacífico. De hecho está a la defensiva por haber apoyado al TLC, ahora vilipendiado.
Ya es claro que el debate electoral norteamericano declara social y políticamente inviable continuar con un modelo económico que genera enorme inequidad y empobrecimiento.
Al proponer cambiar su estrategia económica, abandonando el neoliberalismo extremo, los candidatos norteamericanos están también, sin proponérselo, preparando un golpe mortal a la cara mexicana del mismo modelo.
Nuestra estrategia ha sido la inutilización de las capacidades productivas históricas orientadas al abasto interno para substituirlas con importaciones y una manufactura de ensamble destinada a la exportación. Fue viable mediante la expulsión de millones de mexicanos. De ese modo se creó una importante fuente de financiamiento externo, las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior. La expulsión de la crema y nata de los trabajadores mexicanos y la entrada de ingresos a sus millones de familiares han sido contribuciones fundamentales a la gobernabilidad del país bajo un modelo depredador.
Hace unos días muy serios analistas resaltaban que México cuenta con reservas de gasolina para solo dos días y proponían crear reservas estratégicas, para bastantes más días, en caso de que gane Trump y nos quiera extorsionar. Es una señal de reconocimiento de la posibilidad de que ese güero siga adelante. Y de temor.
Sí tomamos en serio el argumento, habría que pensar en otros preparativos de similar importancia. Tales como medidas para el eventual regreso de varios millones de mexicanos; una estrategia de autosuficiencia alimentaria centrada en el fomento serio de la pequeña agricultura familiar; una política industrial centrada en la reactivación de la mediana, pequeña y micro industria. Lo que solo es posible si eliminamos el gigantesco déficit comercial con China. Es decir que habría que pensar en una estrategia espejo, que refleje la que se discute en Estados Unidos, adaptada a nuestras condiciones.
Eso por si gana Trump. O Sanders. O Clinton.
Faljoritmo
Sí, Trump es un patán. Un ex secretario de estado norteamericano en un detallado análisis lo define como fascista. El presidente Peña Nieto lo comparó con Hitler y Mussolini. Noticia que dio la vuelta al mundo y solo en México los periódicos no la reprodujeron.
No obstante, más allá de las descalificaciones personales, para las que Trump se pone de pechito, importa entender por qué una parte importante de la sociedad norteamericana se ve bien representada en su discurso y en sus modales y se acerca a convertirlo en el candidato presidencial republicano. Esta posibilidad ha desatado el horror de incluso buena parte de los republicanos, el repudio de gran parte de la población norteamericana y empieza a crear temor aquí en México.
Un serio y reciente trabajo estadístico indica que existe una fuerte correlación entre los condados y ciudades donde ha triunfado Trump con… la muerte. Para ser más precisos, con el incremento de la mortalidad de la población blanca de entre 40 y 64 años, de clase media baja y pobre. Es una población, dice el estudio, a la que le ha ocurrido algo terriblemente malo en sus vidas.
Mientras la población negra e hispana ha visto mejoras relativas en sus niveles de vida, pues antes eran más pobres, muchos blancos se han empobrecido. Esto se refleja en las tasas de mortalidad por grupo racial.
De 1999 a 2013, el periodo que cubre el estudio, la población negra redujo su tasa de mortalidad en 215 por cada 100 mil personas al año; los llamados hispanos la redujeron en 64 personas. Pero los blancos incrementaron su mortalidad en 34 personas. Este grupo debe subdividirse en dos: los blancos con estudios universitarios también redujeron su mortalidad, en 54 personas al año. Pero los blancos sin estudios universitarios elevaron su mortalidad en 134 personas al año.
Se trata de un hecho sorprendente porque en todo el mundo, y en los Estados Unidos, la tendencia es a la reducción de la mortalidad. Así los blancos de más de 40 años que no llegaron a la universidad son una piedra en el arroz. En este sector confluyen la pérdida de empleos manufactureros, el deterioro salarial y el desempleo.
Es un grupo que en su infancia, antes de los años ochenta vivió y disfrutó el ascenso del nivel de vida de sus padres; en aquel entonces el famoso “sueño americano” era todavía alcanzable. Sin embargo sus propias aspiraciones han sido arrancadas de cuajo y llevan décadas, de mediados de los setenta a la fecha, en vías de empobrecimiento. Se ven rezagados respecto al resto de los blancos y ven con impotencia que mientras ellos se deterioran buena parte de los hispanos y negros los alcanzan y rebasan.
El incremento de la mortalidad de este grupo se origina en fuertes incrementos en el abuso de drogas, alcoholismo, enfermedades del hígado y suicidio. Se ven golpeados por el cierre de miles de empresas de manufactura, el deterioro de los servicios de su entorno y han llegado a una edad madura sin estar económicamente preparados para la vejez y el retiro.
La base dura del apoyo a Trump se localiza entre los blancos en vías de empobrecimiento y frustración de expectativas. Entre ellos resuena no solo la furia y los desplantes del candidato, sino su diagnóstico. En primer lugar que los grandes empresarios exportaron los empleos y ahora los Estados Unidos tienen un déficit comercial con México de 58.4 mil millones de dólares al año. Es mucho menor al que tienen con China, pero Trump considera que ambos son inaceptables. Por cierto que nuestro propio déficit con China es más o menos del mismo tamaño.
Lo segundo es que millones de inmigrantes, legales e ilegales, la mayoría mexicanos, le han deteriorado el mercado laboral a su mano de obra de baja calificación. Hay que señalar que los empresarios norteamericanos sobre todo agrícolas y del sector servicios prefieren a los mexicanos, sobre todo a los indocumentados porque son más explotables.
Alrededor de 15 millones de mexicanos se han visto forzados a emigrar. Son mano de obra joven, trabajadora, honesta y explotable. No cabe duda de que han contribuido, sin ser esa su intención, al empobrecimiento de alrededor de la tercera parte de la población norteamericana.
Trump avanza porque sacó del closet los esqueletos que evidencian el fracaso de la globalización en los Estados Unidos. Es el candidato más extremista en su manera de expresarlo y en sus propuestas: acabar con el déficit si es necesario mediante una guerra comercial; colocar una muralla en la frontera sur y expulsar a millones de inmigrantes indocumentados.
Al otro extremo del espectro político Sanders presume que siempre se opuso a los tratados de libre comercio y a que los trabajadores norteamericanos compitan con los trabajadores mexicanos y chinos que, dice, reciben salario esclavo. Clinton ha tenido que generar propuestas para que las empresas norteamericanas no saquen los empleos fuera del país y ahora se declara abiertamente en contra de la firma del TPP, el acuerdo transpacífico. De hecho está a la defensiva por haber apoyado al TLC, ahora vilipendiado.
Ya es claro que el debate electoral norteamericano declara social y políticamente inviable continuar con un modelo económico que genera enorme inequidad y empobrecimiento.
Al proponer cambiar su estrategia económica, abandonando el neoliberalismo extremo, los candidatos norteamericanos están también, sin proponérselo, preparando un golpe mortal a la cara mexicana del mismo modelo.
Nuestra estrategia ha sido la inutilización de las capacidades productivas históricas orientadas al abasto interno para substituirlas con importaciones y una manufactura de ensamble destinada a la exportación. Fue viable mediante la expulsión de millones de mexicanos. De ese modo se creó una importante fuente de financiamiento externo, las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior. La expulsión de la crema y nata de los trabajadores mexicanos y la entrada de ingresos a sus millones de familiares han sido contribuciones fundamentales a la gobernabilidad del país bajo un modelo depredador.
Hace unos días muy serios analistas resaltaban que México cuenta con reservas de gasolina para solo dos días y proponían crear reservas estratégicas, para bastantes más días, en caso de que gane Trump y nos quiera extorsionar. Es una señal de reconocimiento de la posibilidad de que ese güero siga adelante. Y de temor.
Sí tomamos en serio el argumento, habría que pensar en otros preparativos de similar importancia. Tales como medidas para el eventual regreso de varios millones de mexicanos; una estrategia de autosuficiencia alimentaria centrada en el fomento serio de la pequeña agricultura familiar; una política industrial centrada en la reactivación de la mediana, pequeña y micro industria. Lo que solo es posible si eliminamos el gigantesco déficit comercial con China. Es decir que habría que pensar en una estrategia espejo, que refleje la que se discute en Estados Unidos, adaptada a nuestras condiciones.
Eso por si gana Trump. O Sanders. O Clinton.
domingo, 6 de marzo de 2016
Economía; optimismo cauto
Faljoritmo
Jorge Faljo
Banco de México acaba de presentar su informe trimestral que cierra el 2015 y las noticias no son buenas; ni para México ni para el mundo.
Destacan en el ámbito nacional los recortes a las previsiones de crecimiento económico y de creación de empleos formales esperados para el 2016, y el pronóstico de mayor déficit comercial y de la cuenta corriente. Ahora, tras un tercer ajuste a la baja, ubicó el posible rango de crecimiento de la economía nacional entre un 2 y un 3 por ciento; el que se encuentra dentro del ritmo histórico y desastroso que Videgaray prometía corregir y elevar al principio del sexenio.
El ajuste a únicamente entre 610 y 710 mil nuevos puestos de trabajo afiliados al IMSS, o sea 20 mil menos que lo anteriormente esperado, es irrelevante. Tanto las cifras anteriores como las nuevas muestran una grave insuficiencia para acomodar a los nuevos entrantes al mercado laboral y muestra la incapacidad de fondo para disminuir la enorme acumulación de trabajadores informales en condiciones precarias. No olvidemos que de acuerdo a datos oficiales el 42 por ciento de los trabajadores ocupados no ganan lo suficiente para comprar una canasta alimentaria básica.
Finalmente Banxico incrementó al doble su pronóstico de déficit comercial respecto de su anterior informe trimestral; de 6 a 12 mil millones de dólares en 2016. Al final de este año el déficit en cuenta corriente sería de 30 mil millones de dólares. Es decir que, como de costumbre, no vamos a vender lo suficiente para pagar lo que compramos; lo que augura la continuidad de la venta país, pagar con patrimonio y endeudamiento las importaciones.
Los ajustes obligados, que empeoran de manera recurrente las expectativas económicas y sociales, son parte inherente de la metodología adivinatoria que permite colocar el énfasis mediático en pronósticos optimistas que substituyen el análisis de fondo de lo que realmente ocurre.
Del lado del optimisto cauto, o tal vez no muy convencido, Banxico dice que, de implementarse adecuadamente, las reformas estructurales permitirían distinguir a la economía mexicana de otros países emergentes y consolidar un mayor ritmo de crecimiento en el mediano plazo. Con ello parece ubicarse en la idea de que la estrategia de atracción de inversión y financiamiento externos sigue siendo la vía de salida del país. Sin embargo las cifras del comportamiento de la inversión externa, que básicamente ha sido venta país, y del financiamiento muestran un serio debilitamiento del atractivo del país en el corto y largo plazo. Al mismo tiempo los costos de la estrategia se reflejan en el fuerte incremento del pago que debe hacerse por los intereses y la repatriación de ganancias de esos capitales en México.
El déficit en cuenta corriente de 30 mil millones de dólares, a pesar de los dólares que siguen enviando los paisanos en los Estados Unidos a sus familias, se origina sobre todo en el pago de renta al exterior que en 2014 fue de algo más de 34 mil millones de dólares y cabe suponer que se elevó en 2015 (no encuentro el dato para ese año en los informes de Banxico).
En este contexto el incremento del déficit comercial y de cuenta corriente manda señales de riesgo incrementado a los inversionistas que no harán sino elevar la volatilidad del tipo de cambio. Afirmación que se contrapone al fortalecimiento del peso que hemos visto en los últimos días. La pregunta obligada es si este fortalecimiento se origina en una visión distinta en el mercado cambiario, o si se debe a una venta discrecional de dólares sobre la que Banxico aún no está presentando información. Estrategia que ha tenido el efecto positivo de contener la estampida pero que difícilmente puede, y sería un error intentarlo, fortalecer el peso a contracorriente de los indicadores negativos de la economía real.
El informe señala la gran debilidad de la economía internacional. Lo que más nos afecta es la desaceleración del crecimiento de la economía norteamericana a solo un 1.0 por ciento en el cuarto trimestre del 2015. Su producción manufacturera, la que más impacto tiene en nuestras exportaciones, se redujo a tan solo un 0.1 por ciento anualizado.
Por su parte la actividad económica de la zona euro cerró el 2015 con un crecimiento del 1.1 por ciento anualizado y en Japón con una caída del 1.4 por ciento. China creció al 6.8 por ciento, lo que parece alto pero es su menor crecimiento desde el 2009. El comercio internacional se encuentra estancado y continúa la caída de los precios de las materias primas; lo que lleva a problemas económicos en la mayoría de las economías emergentes, como en Brasil, Rusia, Chile, Colombia y Perú.
Banxico concluye su informe con una recomendación atinada y que debiera tomarse muy en cuenta para una redefinición de la estrategia económica de México. Recalca, dice, la importancia de contar con fuentes de crecimiento internas, particularmente en un contexto de debilidad económica mundial y bajo volumen de comercio global.
Esto de las fuentes de crecimiento internas no puede referirse, creo, más que a una estrategia de reconexión activa entre la producción con el mercado interno para un fortalecimiento interconectado y paralelo de oferta y capacidad de demanda. Urge priorizar la economía real y dentro de esto fortalecer los ingresos de la mayoría como eje del incremento de la demanda y, por tanto, de la producción interna.
No podemos seguir centrando la perspectiva de crecimiento en inversiones altamente concentradas que no generan empleo e ingresos; hay que aprovechar la enorme y desdeñada riqueza en capacidades y recursos existentes mediante esquemas de administración del comercio externo y regulación del interno. Hay que substituir importaciones con producción interna, sobre todo en lo que atañe al consumo mayoritario que no demanda tecnologías de punta para elevar los niveles de bienestar.
Esta sería la mejor manera de prevenir la posibilidad de que en los Estados Unidos triunfen las propuestas de Trump de castigar nuestras exportaciones y de cerrar la puerta a los trabajadores mexicanos.
Jorge Faljo
Banco de México acaba de presentar su informe trimestral que cierra el 2015 y las noticias no son buenas; ni para México ni para el mundo.
Destacan en el ámbito nacional los recortes a las previsiones de crecimiento económico y de creación de empleos formales esperados para el 2016, y el pronóstico de mayor déficit comercial y de la cuenta corriente. Ahora, tras un tercer ajuste a la baja, ubicó el posible rango de crecimiento de la economía nacional entre un 2 y un 3 por ciento; el que se encuentra dentro del ritmo histórico y desastroso que Videgaray prometía corregir y elevar al principio del sexenio.
El ajuste a únicamente entre 610 y 710 mil nuevos puestos de trabajo afiliados al IMSS, o sea 20 mil menos que lo anteriormente esperado, es irrelevante. Tanto las cifras anteriores como las nuevas muestran una grave insuficiencia para acomodar a los nuevos entrantes al mercado laboral y muestra la incapacidad de fondo para disminuir la enorme acumulación de trabajadores informales en condiciones precarias. No olvidemos que de acuerdo a datos oficiales el 42 por ciento de los trabajadores ocupados no ganan lo suficiente para comprar una canasta alimentaria básica.
Finalmente Banxico incrementó al doble su pronóstico de déficit comercial respecto de su anterior informe trimestral; de 6 a 12 mil millones de dólares en 2016. Al final de este año el déficit en cuenta corriente sería de 30 mil millones de dólares. Es decir que, como de costumbre, no vamos a vender lo suficiente para pagar lo que compramos; lo que augura la continuidad de la venta país, pagar con patrimonio y endeudamiento las importaciones.
Los ajustes obligados, que empeoran de manera recurrente las expectativas económicas y sociales, son parte inherente de la metodología adivinatoria que permite colocar el énfasis mediático en pronósticos optimistas que substituyen el análisis de fondo de lo que realmente ocurre.
Del lado del optimisto cauto, o tal vez no muy convencido, Banxico dice que, de implementarse adecuadamente, las reformas estructurales permitirían distinguir a la economía mexicana de otros países emergentes y consolidar un mayor ritmo de crecimiento en el mediano plazo. Con ello parece ubicarse en la idea de que la estrategia de atracción de inversión y financiamiento externos sigue siendo la vía de salida del país. Sin embargo las cifras del comportamiento de la inversión externa, que básicamente ha sido venta país, y del financiamiento muestran un serio debilitamiento del atractivo del país en el corto y largo plazo. Al mismo tiempo los costos de la estrategia se reflejan en el fuerte incremento del pago que debe hacerse por los intereses y la repatriación de ganancias de esos capitales en México.
El déficit en cuenta corriente de 30 mil millones de dólares, a pesar de los dólares que siguen enviando los paisanos en los Estados Unidos a sus familias, se origina sobre todo en el pago de renta al exterior que en 2014 fue de algo más de 34 mil millones de dólares y cabe suponer que se elevó en 2015 (no encuentro el dato para ese año en los informes de Banxico).
En este contexto el incremento del déficit comercial y de cuenta corriente manda señales de riesgo incrementado a los inversionistas que no harán sino elevar la volatilidad del tipo de cambio. Afirmación que se contrapone al fortalecimiento del peso que hemos visto en los últimos días. La pregunta obligada es si este fortalecimiento se origina en una visión distinta en el mercado cambiario, o si se debe a una venta discrecional de dólares sobre la que Banxico aún no está presentando información. Estrategia que ha tenido el efecto positivo de contener la estampida pero que difícilmente puede, y sería un error intentarlo, fortalecer el peso a contracorriente de los indicadores negativos de la economía real.
El informe señala la gran debilidad de la economía internacional. Lo que más nos afecta es la desaceleración del crecimiento de la economía norteamericana a solo un 1.0 por ciento en el cuarto trimestre del 2015. Su producción manufacturera, la que más impacto tiene en nuestras exportaciones, se redujo a tan solo un 0.1 por ciento anualizado.
Por su parte la actividad económica de la zona euro cerró el 2015 con un crecimiento del 1.1 por ciento anualizado y en Japón con una caída del 1.4 por ciento. China creció al 6.8 por ciento, lo que parece alto pero es su menor crecimiento desde el 2009. El comercio internacional se encuentra estancado y continúa la caída de los precios de las materias primas; lo que lleva a problemas económicos en la mayoría de las economías emergentes, como en Brasil, Rusia, Chile, Colombia y Perú.
Banxico concluye su informe con una recomendación atinada y que debiera tomarse muy en cuenta para una redefinición de la estrategia económica de México. Recalca, dice, la importancia de contar con fuentes de crecimiento internas, particularmente en un contexto de debilidad económica mundial y bajo volumen de comercio global.
Esto de las fuentes de crecimiento internas no puede referirse, creo, más que a una estrategia de reconexión activa entre la producción con el mercado interno para un fortalecimiento interconectado y paralelo de oferta y capacidad de demanda. Urge priorizar la economía real y dentro de esto fortalecer los ingresos de la mayoría como eje del incremento de la demanda y, por tanto, de la producción interna.
No podemos seguir centrando la perspectiva de crecimiento en inversiones altamente concentradas que no generan empleo e ingresos; hay que aprovechar la enorme y desdeñada riqueza en capacidades y recursos existentes mediante esquemas de administración del comercio externo y regulación del interno. Hay que substituir importaciones con producción interna, sobre todo en lo que atañe al consumo mayoritario que no demanda tecnologías de punta para elevar los niveles de bienestar.
Esta sería la mejor manera de prevenir la posibilidad de que en los Estados Unidos triunfen las propuestas de Trump de castigar nuestras exportaciones y de cerrar la puerta a los trabajadores mexicanos.
domingo, 28 de febrero de 2016
Esclavitud en tiempos de internet
Faljoritmo
Jorge faljo
Uno de los discursos más importantes del Papa Francisco en su visita a México fue el del 7 de febrero en el Colegio de Bachilleres de Ciudad Juárez. La página web del Vaticano lo refiere como “Encuentro con el mundo del trabajo”.
Sin medias tintas condenó la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar. No se trata, dice, de que las empresas sean organizaciones filantrópicas, pero hay que evitar perderse en el mar seductor de la ambición. El trabajo debe ser una instancia de humanización; un espacio para construir sociedad y ciudadanía, actitud que generaría un nuevo estilo de Nación.
Ese fue, creo, el mensaje de fondo del Papa; su propuesta para recrearnos en un nuevo estilo de Nación.
La alternativa es grave. Por un lado, y sigo citando al Papa, señaló que Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días. Y no se refería a un mero puñado de gentes fuera de la ley; sino a la mayoría dominada por la mentalidad reinante que deja que en nombre de un mundo competitivo se esclavice a los pueblos. Cuando triunfa el capital y no el bien común, se consolida la cultura del descarte, de la exclusión.
Algunas noticias me llevaron a recordar y releer ese discurso papal. Resulta que la brecha salarial entre México y China ha llegado al 43 por ciento; es decir que la mano de obra del país asiático gana ya bastante más que la mexicana. Allá los salarios llevan diez años creciendo al 17.5 por ciento anual; aquí, a menos del uno por ciento en México. La diferencia es similar o peor con otros países; el salario promedio en Argentina es el triple que el de nuestro país.
Además los mexicanos tienen que trabajar mucho más. De acuerdo a la OCDE mientras que los trabajadores mexicanos laboran en promedio 2 mil 228 horas al año; los británicos lo hacen 1 mil 667 y los alemanes1 mil 371 horas al año.
En Ciudad Juárez lanzó el Papa una pregunta clave: ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar –la palabra es clave–, generar alternativas, generar renovación o cambio?
De acuerdo al Papa la alternativa no se encontraría entre una visión empresarial y otra radicalmente contraria; sino entre la ambición de corto plazo, orientada por la ambición extrema e inmediata, y una actitud más racional que procure el bien común y se oriente a la construcción de una sociedad civilizada y humana, no excluyente. Por eso habla de que todos estamos en el mismo barco, y no hay que hundirlo.
Tal vez no exista un paraíso en la tierra. Pero el hecho es que este país era una nación de derechos sociales avanzados; con altos ritmos de incremento del bienestar social. Pero abandonó esa ruta en pos de una quimera que lleva 25 o más años empobreciéndonos y convirtiéndonos poco a poco en zona de crueldad y guerra.
No es necesario recurrir a la ética y la moral cristiana para sustentar la necesidad de cambio. Es un asunto de supervivencia y de adaptación a los cambios que vive el mundo.
China ha elevado fuertemente sus salarios en una estrategia de consolidación de su mercado interno como eje adicional de crecimiento; a ello le suma una estrategia de substitución de importaciones. Sin dejar de ser potencia exportadora, en la medida en que se lo permite el estancamiento global, ahora está fortaleciendo la conexión entre producción y demanda internas.
Que en otros países se trabajen mucho menos horas al año genera mejor reparto del empleo y vida familiar. Es notable, por ejemplo, el tiempo que le dedican los holandeses al trabajo benévolo y actividades sociales como forma de convivencia, desarrollo personal y cohesión social. Aquí no hay tiempo, como también señaló el Papa, para que padres y madres jueguen con sus hijos.
Los mexicanos podrían ganar más y trabajar menos si al mismo tiempo tuviéramos una estrategia de consumo interno que permitiera emplear al 100 las fábricas, plantas industriales y talleres, la tierra cultivable y la población deseosa de trabajar con que ya contamos. Sobre todo desde el poder público esa debería ser la prioridad en todos los contratos. Y en el comercio exterior; si aquí lo podemos producir no hay que importarlo.
Eso en lugar de correr en pos de la última tecnología industrial al tiempo que se emplean a medias o se desechan las capacidades existentes; y con ello se descarta a millones del empleo formal, de la posibilidad de vivir honestamente, incluso del país.
Abundan las señales de crisis. La cuenta corriente del 2015 fue negativa en 32 mil 381 millones de dólares; la entrada de inversiones de cartera en el 2015 fue de poco más de 20 mil millones de dólares, menos de la mitad que en 2014 y la cuarta parte de la de 2012. La economía norteamericana está creciendo al uno por ciento anual y en consecuencia nuestra producción industrial está estancada.
Peor. Podría llegar a la presidencia norteamericana alguien que amenaza a México con una guerra comercial para que paguemos el costo de una muralla. Absurdo, pero cada día más posible (no creo que probable). Con lo que se terminaría de derrumbar nuestro modelo de subordinación maquiladora y venta país.
El cambio se vuelve inevitable y la alternativa es que el mercado nos imponga un grave retroceso económico y social o que la sociedad mexicana se dé a sí misma un estado fuerte, que combata la inequidad por medio de la defensa del empleo y la producción interna. Mercado interno y bienestar social deben dejar de ser mera retórica para plantearlos como real alternativa para un México convulsionado y un mundo que ha descubierto el fracaso de la globalización.
O terminamos por desintegrarnos como estado fallido (y ejemplos abundan); o salimos adelante como estado que se fortalece y se nutre echando raíces hacia la sociedad organizada. La crisis ofrece la oportunidad de luchar por la utopía.
Jorge faljo
Uno de los discursos más importantes del Papa Francisco en su visita a México fue el del 7 de febrero en el Colegio de Bachilleres de Ciudad Juárez. La página web del Vaticano lo refiere como “Encuentro con el mundo del trabajo”.
Sin medias tintas condenó la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar. No se trata, dice, de que las empresas sean organizaciones filantrópicas, pero hay que evitar perderse en el mar seductor de la ambición. El trabajo debe ser una instancia de humanización; un espacio para construir sociedad y ciudadanía, actitud que generaría un nuevo estilo de Nación.
Ese fue, creo, el mensaje de fondo del Papa; su propuesta para recrearnos en un nuevo estilo de Nación.
La alternativa es grave. Por un lado, y sigo citando al Papa, señaló que Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días. Y no se refería a un mero puñado de gentes fuera de la ley; sino a la mayoría dominada por la mentalidad reinante que deja que en nombre de un mundo competitivo se esclavice a los pueblos. Cuando triunfa el capital y no el bien común, se consolida la cultura del descarte, de la exclusión.
Algunas noticias me llevaron a recordar y releer ese discurso papal. Resulta que la brecha salarial entre México y China ha llegado al 43 por ciento; es decir que la mano de obra del país asiático gana ya bastante más que la mexicana. Allá los salarios llevan diez años creciendo al 17.5 por ciento anual; aquí, a menos del uno por ciento en México. La diferencia es similar o peor con otros países; el salario promedio en Argentina es el triple que el de nuestro país.
Además los mexicanos tienen que trabajar mucho más. De acuerdo a la OCDE mientras que los trabajadores mexicanos laboran en promedio 2 mil 228 horas al año; los británicos lo hacen 1 mil 667 y los alemanes1 mil 371 horas al año.
En Ciudad Juárez lanzó el Papa una pregunta clave: ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar –la palabra es clave–, generar alternativas, generar renovación o cambio?
De acuerdo al Papa la alternativa no se encontraría entre una visión empresarial y otra radicalmente contraria; sino entre la ambición de corto plazo, orientada por la ambición extrema e inmediata, y una actitud más racional que procure el bien común y se oriente a la construcción de una sociedad civilizada y humana, no excluyente. Por eso habla de que todos estamos en el mismo barco, y no hay que hundirlo.
Tal vez no exista un paraíso en la tierra. Pero el hecho es que este país era una nación de derechos sociales avanzados; con altos ritmos de incremento del bienestar social. Pero abandonó esa ruta en pos de una quimera que lleva 25 o más años empobreciéndonos y convirtiéndonos poco a poco en zona de crueldad y guerra.
No es necesario recurrir a la ética y la moral cristiana para sustentar la necesidad de cambio. Es un asunto de supervivencia y de adaptación a los cambios que vive el mundo.
China ha elevado fuertemente sus salarios en una estrategia de consolidación de su mercado interno como eje adicional de crecimiento; a ello le suma una estrategia de substitución de importaciones. Sin dejar de ser potencia exportadora, en la medida en que se lo permite el estancamiento global, ahora está fortaleciendo la conexión entre producción y demanda internas.
Que en otros países se trabajen mucho menos horas al año genera mejor reparto del empleo y vida familiar. Es notable, por ejemplo, el tiempo que le dedican los holandeses al trabajo benévolo y actividades sociales como forma de convivencia, desarrollo personal y cohesión social. Aquí no hay tiempo, como también señaló el Papa, para que padres y madres jueguen con sus hijos.
Los mexicanos podrían ganar más y trabajar menos si al mismo tiempo tuviéramos una estrategia de consumo interno que permitiera emplear al 100 las fábricas, plantas industriales y talleres, la tierra cultivable y la población deseosa de trabajar con que ya contamos. Sobre todo desde el poder público esa debería ser la prioridad en todos los contratos. Y en el comercio exterior; si aquí lo podemos producir no hay que importarlo.
Eso en lugar de correr en pos de la última tecnología industrial al tiempo que se emplean a medias o se desechan las capacidades existentes; y con ello se descarta a millones del empleo formal, de la posibilidad de vivir honestamente, incluso del país.
Abundan las señales de crisis. La cuenta corriente del 2015 fue negativa en 32 mil 381 millones de dólares; la entrada de inversiones de cartera en el 2015 fue de poco más de 20 mil millones de dólares, menos de la mitad que en 2014 y la cuarta parte de la de 2012. La economía norteamericana está creciendo al uno por ciento anual y en consecuencia nuestra producción industrial está estancada.
Peor. Podría llegar a la presidencia norteamericana alguien que amenaza a México con una guerra comercial para que paguemos el costo de una muralla. Absurdo, pero cada día más posible (no creo que probable). Con lo que se terminaría de derrumbar nuestro modelo de subordinación maquiladora y venta país.
El cambio se vuelve inevitable y la alternativa es que el mercado nos imponga un grave retroceso económico y social o que la sociedad mexicana se dé a sí misma un estado fuerte, que combata la inequidad por medio de la defensa del empleo y la producción interna. Mercado interno y bienestar social deben dejar de ser mera retórica para plantearlos como real alternativa para un México convulsionado y un mundo que ha descubierto el fracaso de la globalización.
O terminamos por desintegrarnos como estado fallido (y ejemplos abundan); o salimos adelante como estado que se fortalece y se nutre echando raíces hacia la sociedad organizada. La crisis ofrece la oportunidad de luchar por la utopía.
domingo, 21 de febrero de 2016
Bien por el peso; mal por la economía
Jorge Faljo
Este pasado miércoles 19, a las 11 de la mañana el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray y el Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, hicieron un importante anuncio, desde el Palacio Nacional.
Millones de católicos mexicanos, y al parecer también de otros países, se enteraron de los recortes presupuestales viendo por televisión la misa que ofició el Papa en Ciudad Juárez. ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Nada! Excepto que la información apareció repetidamente en un cintillo que a muchos les amargó la misa.
Algunos de mis amigos practicantes consideraron de mal gusto que Hacienda se amparara en el Papa para dar su noticia; otros por el contrario, vieron la simultaneidad como el intento de hacer que la nota pasara inadvertida. Por mi parte creo que se trató simplemente de una infortunada coincidencia.
El anuncio se vio acompañado de una importante y sorpresiva baja en el precio del dólar. Días antes el dólar estaba 19.20 pesos (me refiero siempre al precio “spot”, no a los de ventanilla). El 17 de febrero, día del anuncio, el dólar bajó de un máximo de 18.93 a un mínimo de 18.23 pesos. Setenta centavos no son poca cosa.
Los puntos principales anunciados fueron la elevación de la tasa de interés de referencia por segunda vez en dos meses, de 3.25 a 3.75 por ciento; un recorte presupuestal de 132.3 miles de millones de pesos (acompañado de despidos), de los cuales el grueso, 100 mil millones serán de PEMEX; y la suspensión de las subastas de dólares.
El aumento de la tasa de interés ocurre en momentos en que se pone en duda que la Reserva Federal norteamericana vuelva a subir la tasa de interés en este año. Su presidenta, Janet Yellen, no descarta la posibilidad de reducirla debido a las señales poco alentadoras de recuperación de la economía norteamericana y mundial.
Banxico justifica el incremento de la tasa de interés por el cumplimiento de su mandato, como medida para prevenir el aumento de la inflación. Lo que en términos estrictos es absurdo, porque la inflación es baja (de eso presumen), y sobre todo por el impacto negativo que habrá de generar en el consumo y la inversión. Se supone que premiar a los capitales ofreciéndoles mayor ganancia que la internacional desalentará su salida. Ese es el objetivo, pero en las actuales condiciones de volatilidad su impacto será mínimo.
El recorte del gasto público es para darle credibilidad a la capacidad de pago gubernamental. Podría haber otras maneras. Dado que somos el país de la OCDE que menos impuestos cobra a las grandes empresas, grandes ingresos y grandes fortunas, deberíamos corregir esa situación; o establecer impuestos para compartir la buena racha de algunos sectores exportadores; o poner aranceles a las importaciones de un país con el que tengamos alto déficit y no tengamos tratado de libre comercio. China necesariamente.
Un recorte simplón como el que se plantea a simple vista, augura repetir lo que ocurrió en 2013, cuando bajó el crecimiento por la retención del gasto público.
Finalmente anunciaron la suspensión de las subastas de dólares, y es en esta verdad a medias donde se encuentra la clave de la caída del dólar del pasado 17 de febrero. Las subastas fueron substituidas por ventas directas a los bancos, de tipo discrecional, es decir “lo que sea necesario” y sin precio mínimo. Esto marca una diferencia substancial con las anteriores reglas del juego que establecían montos precisos (hasta 400 millones de dólares diarios) y un precio que no sería menor al del día anterior más un pequeño porcentaje.
Dos de las medidas, elevación de la tasa de interés y recorte del gasto público, impactarán negativamente el crecimiento y el empleo. Peor aún. Cuando la inflación se generaba por la estrategia de atracción de capitales usaron el deterioro salarial como “ancla” antiinflacionaria. Ahora que la inflación vendrá del encarecimiento del dólar es posible que sigan con la estrategia de deterioro salarial. Con ello se protegerían las grandes fortunas y ganancias a costa del empleo y los salarios.
Por otra parte, la venta discrecional de dólares les salió muy bien. Durante este sexenio hemos tenido una devaluación que linda en el 42 por ciento sin que en la población exista una fuerte sensación de crisis. Lo podemos atribuir a que la devaluación se ha dado a un ritmo administrado.
Ese ritmo se aceleró el 10 de febrero y era evidente que la venta de dólares con las anteriores reglas no lograría atajar el comportamiento de manada (previsto por Carstens), y la sensación de pánico que empezaba a formarse. Si la devaluación se hubiera desbocado se habría creado una sensación de crisis, mala desde varios puntos de vista, en particular el político y de gobernabilidad.
Todavía no sabemos cuántos dólares le inyectó Banxico al mercado para darle ese bajón al dólar. El hecho es que contuvo el comportamiento de manada. Cuando se sepa el costo, éste será aquilatado por los inversionistas financieros; si lo consideran razonable lo más probable es que regresemos a un ritmo de devaluación administrado.
La fragilidad de nuestras variables fundamentales no permiten revaluar el peso; intentarlo gastaría las reservas a un ritmo que ya fue condenado por el FMI.
Pero es importante evitar que la devaluación sea desbocada por los especuladores de corto plazo. Eso, por lo menos, lo están consiguiendo las autoridades monetarias.
Este pasado miércoles 19, a las 11 de la mañana el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray y el Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, hicieron un importante anuncio, desde el Palacio Nacional.
Millones de católicos mexicanos, y al parecer también de otros países, se enteraron de los recortes presupuestales viendo por televisión la misa que ofició el Papa en Ciudad Juárez. ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Nada! Excepto que la información apareció repetidamente en un cintillo que a muchos les amargó la misa.
Algunos de mis amigos practicantes consideraron de mal gusto que Hacienda se amparara en el Papa para dar su noticia; otros por el contrario, vieron la simultaneidad como el intento de hacer que la nota pasara inadvertida. Por mi parte creo que se trató simplemente de una infortunada coincidencia.
El anuncio se vio acompañado de una importante y sorpresiva baja en el precio del dólar. Días antes el dólar estaba 19.20 pesos (me refiero siempre al precio “spot”, no a los de ventanilla). El 17 de febrero, día del anuncio, el dólar bajó de un máximo de 18.93 a un mínimo de 18.23 pesos. Setenta centavos no son poca cosa.
Los puntos principales anunciados fueron la elevación de la tasa de interés de referencia por segunda vez en dos meses, de 3.25 a 3.75 por ciento; un recorte presupuestal de 132.3 miles de millones de pesos (acompañado de despidos), de los cuales el grueso, 100 mil millones serán de PEMEX; y la suspensión de las subastas de dólares.
El aumento de la tasa de interés ocurre en momentos en que se pone en duda que la Reserva Federal norteamericana vuelva a subir la tasa de interés en este año. Su presidenta, Janet Yellen, no descarta la posibilidad de reducirla debido a las señales poco alentadoras de recuperación de la economía norteamericana y mundial.
Banxico justifica el incremento de la tasa de interés por el cumplimiento de su mandato, como medida para prevenir el aumento de la inflación. Lo que en términos estrictos es absurdo, porque la inflación es baja (de eso presumen), y sobre todo por el impacto negativo que habrá de generar en el consumo y la inversión. Se supone que premiar a los capitales ofreciéndoles mayor ganancia que la internacional desalentará su salida. Ese es el objetivo, pero en las actuales condiciones de volatilidad su impacto será mínimo.
El recorte del gasto público es para darle credibilidad a la capacidad de pago gubernamental. Podría haber otras maneras. Dado que somos el país de la OCDE que menos impuestos cobra a las grandes empresas, grandes ingresos y grandes fortunas, deberíamos corregir esa situación; o establecer impuestos para compartir la buena racha de algunos sectores exportadores; o poner aranceles a las importaciones de un país con el que tengamos alto déficit y no tengamos tratado de libre comercio. China necesariamente.
Un recorte simplón como el que se plantea a simple vista, augura repetir lo que ocurrió en 2013, cuando bajó el crecimiento por la retención del gasto público.
Finalmente anunciaron la suspensión de las subastas de dólares, y es en esta verdad a medias donde se encuentra la clave de la caída del dólar del pasado 17 de febrero. Las subastas fueron substituidas por ventas directas a los bancos, de tipo discrecional, es decir “lo que sea necesario” y sin precio mínimo. Esto marca una diferencia substancial con las anteriores reglas del juego que establecían montos precisos (hasta 400 millones de dólares diarios) y un precio que no sería menor al del día anterior más un pequeño porcentaje.
Dos de las medidas, elevación de la tasa de interés y recorte del gasto público, impactarán negativamente el crecimiento y el empleo. Peor aún. Cuando la inflación se generaba por la estrategia de atracción de capitales usaron el deterioro salarial como “ancla” antiinflacionaria. Ahora que la inflación vendrá del encarecimiento del dólar es posible que sigan con la estrategia de deterioro salarial. Con ello se protegerían las grandes fortunas y ganancias a costa del empleo y los salarios.
Por otra parte, la venta discrecional de dólares les salió muy bien. Durante este sexenio hemos tenido una devaluación que linda en el 42 por ciento sin que en la población exista una fuerte sensación de crisis. Lo podemos atribuir a que la devaluación se ha dado a un ritmo administrado.
Ese ritmo se aceleró el 10 de febrero y era evidente que la venta de dólares con las anteriores reglas no lograría atajar el comportamiento de manada (previsto por Carstens), y la sensación de pánico que empezaba a formarse. Si la devaluación se hubiera desbocado se habría creado una sensación de crisis, mala desde varios puntos de vista, en particular el político y de gobernabilidad.
Todavía no sabemos cuántos dólares le inyectó Banxico al mercado para darle ese bajón al dólar. El hecho es que contuvo el comportamiento de manada. Cuando se sepa el costo, éste será aquilatado por los inversionistas financieros; si lo consideran razonable lo más probable es que regresemos a un ritmo de devaluación administrado.
La fragilidad de nuestras variables fundamentales no permiten revaluar el peso; intentarlo gastaría las reservas a un ritmo que ya fue condenado por el FMI.
Pero es importante evitar que la devaluación sea desbocada por los especuladores de corto plazo. Eso, por lo menos, lo están consiguiendo las autoridades monetarias.
domingo, 14 de febrero de 2016
Proteccionismo; el cambio viene del norte
Faljoritmo
Jorge Faljo
¿Qué pasaría si los Estados Unidos se vuelven proteccionistas? Hasta hace pocos días esta habría sido una pregunta absurda. Nadie habría pensado en la posibilidad de ese viraje en un país caracterizado por décadas de impulsar y presionar en favor del más absoluto libre comercio; incluyendo la reciente promoción del Acuerdo Trans Pacífico de Cooperación Económica.
Sin embargo los resultados iniciales del proceso electoral presidencial de los Estados Unidos dan pie para una reflexión en ese sentido. En mi artículo sobre las primarias de Iowa dije que los resultados apuntaban a un tropiezo del neoliberalismo. Ahora los resultados de New Hampshire obligan, en mi opinión, a pensar sobre una posible reorientación de fondo de su economía.
El segundo lugar de Trump en Iowa no lo descalificó. Ahora en New Hampshire el multimillonario obtuvo el 35.3 por ciento de la votación republicana y su contendiente más cercano menos de la mitad, el 15.8 por ciento. De este modo Trump se afirma, sobre Cruz, como líder del ala ultraconservadora del partido republicano. Y es que a fin de cuentas a los norteamericanos les importa más la economía que el fundamentalismo cristiano. Por otra parte la corriente histórica, institucional,del partido republicano no logra definir a su propio líder y sus votos se dividen entre tres precandidatos: Kasich, Bush y Rubio.
Hay quienes sostienen que “el Donaldo” ha llegado a su techo de votos y que si la corriente conservadora se unifica en torno a un solo candidato podría ganarle la candidatura presidencial. Sin embargo Trump ha dado varias sorpresas y mientras su oposición republicana siga dividida seguirá fortaleciéndose.
Trump, en su ego manía ha dicho que será el mejor presidente del empleo que Dios haya creado. Esa es su gran promesa y eso es lo que les importa a los norteamericanos. Se opone a subir impuestos, a elevar el salario mínimo y a mejorar la seguridad social, pero ofrece empleos con una estrategia sencilla: evitar que las grandes empresas exporten los empleos de los norteamericanos hacia México o China. Lo ha dicho de manera anecdótica; si la Ford, u otra gran empresa, anuncia que pondrá una planta en México va a levantar el teléfono y le dirá a su director “si pones esa fábrica vas a tener que pagar 35 por ciento de aranceles de importación a los Estados Unidos”; en pocas horas, dice, cambiarán de planes y seguirán produciendo en su país.
No discuto si lo que dice el güero bocón es viable. Lo realmente importante es que su mensaje resuena con una población muy enojada que le da sus votos. Lo fundamental es que el consenso en torno al libre comercio, impuesto mediáticamente, se ha roto de manera definitiva. Trump sabe captar ese sentimiento y canalizarlo en contra del exterior de manera que no represente un peligro para su clase social.
En el artículo que escribí la semana pasada sobre Iowa también dije, refiriéndome al partido demócrata, que el avance de Sanders era una victoria. New Hampshire lo ha confirmado con creces. Ahí Sanders obtuvo el 60.4 por ciento de los votos demócratas y la señora Clinton tan solo el 38 por ciento. En particular destaca que el 84 por ciento de los de menos de 30 años votó por Sanders. Sus posibilidades se reflejan en un fuerte incremento de los donativos que recibe, a un promedio de 27 dólares y un máximo de 40; lo que nunca se acercará a los grandes fondos de Clinton, que con facilidad recibe donaciones de medio millón de dólares.
El hecho es que ahora Sanders tiene reales posibilidades, siempre y cuando logre captar el voto de la población de color e hispana que hasta el momento se considera amarrado a su rival.
Las posiciones de Sanders habrían sido, hasta hace poco, consideradas extremistas e inviables. Denuncia la corrupción del sistema electoral norteamericano, muy favorable para los que cuentan con el apoyo del gran capital y la creciente inequidad socioeconómica. Su propuesta central es, también, la creación de empleos bien pagados dentro de los Estados Unidos. Solo que él propone elevar el salario mínimo de manera substancial. También ofrece educación universitaria gratuita, derecho universal a la salud y a gastos médicos, e incremento de la seguridad social para todos.
Para financiar el fuerte incremento del gasto público que propone dice que hará que el 0.1 por ciento de la población, los súper ricos, regresen parte de la riqueza que les han arrebatado a las familias trabajadoras en los últimos treinta años. Elevaría el impuesto sobre la renta a más del 50 por ciento para esa pequeña minoría.
Lo principal en la perspectiva de México es que Bernie Sanders ha sido un apasionado opositor de los tratados de libre comercio. Señala que desde el año 2001 han cerrado casi 60 mil plantas manufactureras y se han perdido 4.7 millones de empleos industriales decentes en los Estados Unidos. El TLCAN, dice, provocó la pérdida de 700 mil empleos; el comercio con China de otros 2.7 millones.
Muchos dicen que los republicanos se han vuelto más derechistas y los demócratas más izquierdistas, yendo en direcciones opuestas. Sin embargo más bien habría que destacar que tanto Trump como Sanders reciben el apoyo de una clase media, incluyendo obreros industriales y empleados de servicios, que se encuentra exasperada por el deterioro de sus empleos e ingresos. Al mismo tiempo observan cómo la disminución de impuestos y los programas públicos, rescates y salvamentos, han favorecido el enriquecimiento extremo de muy pocos.
Ganen o no Trump y Sanders ya expresan con fuerza el malestar de la mayoría y una propuesta novedosa; el proteccionismo como solución de fondo al empobrecimiento de las clases medias norteamericanas. Si continúan las actuales tendencias y se profundiza el debate, tienen la real posibilidad de vencer a las estructuras históricas, neoliberales, de sus partidos y, más adelante, de conducir un viraje de la política económica norteamericana.
Así que regreso a la pregunta original. ¿Qué haremos si los Estados Unidos, nuestro principal cliente comercial (sobre todo de armadoras y maquiladoras en México), se perfila hacia una estrategia proteccionista?
Si esto ocurre, sería el tiro de gracia a nuestra estrategia exportadora, maquiladora y de atracción de inversión extranjera directa, que ya de por si se tambalea. No es cosa de ignorar esta posibilidad y más vale ir pensando en una estrategia de contingencia y cambio de rumbo. Sea que tengamos que lidiar con un agresivo e imprevisible Trump, o con un Sanders posiblemente más abierto a otro arreglo de beneficio mutuo y, esta vez, mayoritario.
Jorge Faljo
¿Qué pasaría si los Estados Unidos se vuelven proteccionistas? Hasta hace pocos días esta habría sido una pregunta absurda. Nadie habría pensado en la posibilidad de ese viraje en un país caracterizado por décadas de impulsar y presionar en favor del más absoluto libre comercio; incluyendo la reciente promoción del Acuerdo Trans Pacífico de Cooperación Económica.
Sin embargo los resultados iniciales del proceso electoral presidencial de los Estados Unidos dan pie para una reflexión en ese sentido. En mi artículo sobre las primarias de Iowa dije que los resultados apuntaban a un tropiezo del neoliberalismo. Ahora los resultados de New Hampshire obligan, en mi opinión, a pensar sobre una posible reorientación de fondo de su economía.
El segundo lugar de Trump en Iowa no lo descalificó. Ahora en New Hampshire el multimillonario obtuvo el 35.3 por ciento de la votación republicana y su contendiente más cercano menos de la mitad, el 15.8 por ciento. De este modo Trump se afirma, sobre Cruz, como líder del ala ultraconservadora del partido republicano. Y es que a fin de cuentas a los norteamericanos les importa más la economía que el fundamentalismo cristiano. Por otra parte la corriente histórica, institucional,del partido republicano no logra definir a su propio líder y sus votos se dividen entre tres precandidatos: Kasich, Bush y Rubio.
Hay quienes sostienen que “el Donaldo” ha llegado a su techo de votos y que si la corriente conservadora se unifica en torno a un solo candidato podría ganarle la candidatura presidencial. Sin embargo Trump ha dado varias sorpresas y mientras su oposición republicana siga dividida seguirá fortaleciéndose.
Trump, en su ego manía ha dicho que será el mejor presidente del empleo que Dios haya creado. Esa es su gran promesa y eso es lo que les importa a los norteamericanos. Se opone a subir impuestos, a elevar el salario mínimo y a mejorar la seguridad social, pero ofrece empleos con una estrategia sencilla: evitar que las grandes empresas exporten los empleos de los norteamericanos hacia México o China. Lo ha dicho de manera anecdótica; si la Ford, u otra gran empresa, anuncia que pondrá una planta en México va a levantar el teléfono y le dirá a su director “si pones esa fábrica vas a tener que pagar 35 por ciento de aranceles de importación a los Estados Unidos”; en pocas horas, dice, cambiarán de planes y seguirán produciendo en su país.
No discuto si lo que dice el güero bocón es viable. Lo realmente importante es que su mensaje resuena con una población muy enojada que le da sus votos. Lo fundamental es que el consenso en torno al libre comercio, impuesto mediáticamente, se ha roto de manera definitiva. Trump sabe captar ese sentimiento y canalizarlo en contra del exterior de manera que no represente un peligro para su clase social.
En el artículo que escribí la semana pasada sobre Iowa también dije, refiriéndome al partido demócrata, que el avance de Sanders era una victoria. New Hampshire lo ha confirmado con creces. Ahí Sanders obtuvo el 60.4 por ciento de los votos demócratas y la señora Clinton tan solo el 38 por ciento. En particular destaca que el 84 por ciento de los de menos de 30 años votó por Sanders. Sus posibilidades se reflejan en un fuerte incremento de los donativos que recibe, a un promedio de 27 dólares y un máximo de 40; lo que nunca se acercará a los grandes fondos de Clinton, que con facilidad recibe donaciones de medio millón de dólares.
El hecho es que ahora Sanders tiene reales posibilidades, siempre y cuando logre captar el voto de la población de color e hispana que hasta el momento se considera amarrado a su rival.
Las posiciones de Sanders habrían sido, hasta hace poco, consideradas extremistas e inviables. Denuncia la corrupción del sistema electoral norteamericano, muy favorable para los que cuentan con el apoyo del gran capital y la creciente inequidad socioeconómica. Su propuesta central es, también, la creación de empleos bien pagados dentro de los Estados Unidos. Solo que él propone elevar el salario mínimo de manera substancial. También ofrece educación universitaria gratuita, derecho universal a la salud y a gastos médicos, e incremento de la seguridad social para todos.
Para financiar el fuerte incremento del gasto público que propone dice que hará que el 0.1 por ciento de la población, los súper ricos, regresen parte de la riqueza que les han arrebatado a las familias trabajadoras en los últimos treinta años. Elevaría el impuesto sobre la renta a más del 50 por ciento para esa pequeña minoría.
Lo principal en la perspectiva de México es que Bernie Sanders ha sido un apasionado opositor de los tratados de libre comercio. Señala que desde el año 2001 han cerrado casi 60 mil plantas manufactureras y se han perdido 4.7 millones de empleos industriales decentes en los Estados Unidos. El TLCAN, dice, provocó la pérdida de 700 mil empleos; el comercio con China de otros 2.7 millones.
Muchos dicen que los republicanos se han vuelto más derechistas y los demócratas más izquierdistas, yendo en direcciones opuestas. Sin embargo más bien habría que destacar que tanto Trump como Sanders reciben el apoyo de una clase media, incluyendo obreros industriales y empleados de servicios, que se encuentra exasperada por el deterioro de sus empleos e ingresos. Al mismo tiempo observan cómo la disminución de impuestos y los programas públicos, rescates y salvamentos, han favorecido el enriquecimiento extremo de muy pocos.
Ganen o no Trump y Sanders ya expresan con fuerza el malestar de la mayoría y una propuesta novedosa; el proteccionismo como solución de fondo al empobrecimiento de las clases medias norteamericanas. Si continúan las actuales tendencias y se profundiza el debate, tienen la real posibilidad de vencer a las estructuras históricas, neoliberales, de sus partidos y, más adelante, de conducir un viraje de la política económica norteamericana.
Así que regreso a la pregunta original. ¿Qué haremos si los Estados Unidos, nuestro principal cliente comercial (sobre todo de armadoras y maquiladoras en México), se perfila hacia una estrategia proteccionista?
Si esto ocurre, sería el tiro de gracia a nuestra estrategia exportadora, maquiladora y de atracción de inversión extranjera directa, que ya de por si se tambalea. No es cosa de ignorar esta posibilidad y más vale ir pensando en una estrategia de contingencia y cambio de rumbo. Sea que tengamos que lidiar con un agresivo e imprevisible Trump, o con un Sanders posiblemente más abierto a otro arreglo de beneficio mutuo y, esta vez, mayoritario.
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