domingo, 29 de abril de 2012

La Walmarización de México


La Walmarización de México
Jorge Faljo
El pago de sobornos por parte de Wal-Mart, para facilitar su enorme y acelerada expansión, es un escándalo con el tamaño de gran tornado del lado gringo y de apenas una regular lluviecita en el nuestro. Son muchas las ramificaciones de este asunto allá y acá. Revela, entre otras cosas, la magnitud de los privilegios que reciben las empresas preferidas de este régimen y amenaza convertirse en un factor de gran desprestigio para México.
Resulta que un importante periódico norteamericano publicó un reporte de investigación de acuerdo al cual Wal-Mart pagó, entre 2003 y 2006, unos 24 millones de dólares a funcionarios mexicanos con el objeto de obtener o acelerar la obtención de permisos de apertura de nuevas tiendas. Esto implicó cambios zonificación y requisitos ambientales en algunos casos y/o por lo menos una agilidad en el cumplimiento de trámites que le dio una notable ventaja sobre otras cadenas comerciales y el comercio tradicional. Sin esos pagos no habría podido tener la acelerada expansión tiendas, bodegas, restaurantes y otros puntos de negocio que hoy en día le permiten dominar el mercado de ventas al menudeo en nuestro país.  
La caída de la cotización de las acciones de Wal-Mart nos da una primera idea de la dimensión del asunto. Estas redujeron su precio en un 5 por ciento en los Estados Unidos y 12 por ciento en su filial mexicana. Traducido a dinero se trata de un tropezón de pérdida de valor de más de 10 mil millones de dólares ocurrido el lunes pasado; el primer día de sesión de la bolsa de valores después de la revelación.
Es claro que los accionistas no reaccionan de ese modo por consideraciones éticas, sino por temores muy prácticos sobre lo que puede ocurrir más adelante, dados sus delitos ya fuera de duda. Se pagaron sobornos a funcionarios mexicanos, se cucharearon declaraciones presupuestales y fiscales, los directivos de la empresa en los Estados Unidos lo supieron y ocultaron. Cada una de estas acciones empeora la anterior. La verdaderamente imperdonable es la última, el ocultamiento.
La cosa pinta mal para Wal-Mart. Es una empresa muy controvertida con numerosas denuncias de todo tipo en Estados Unidos: explotación laboral, discriminación de género, efectos sociales negativos por la destrucción del pequeño comercio en su entorno y otras. Pero todas ellas caen en lo que podría llamarse el comportamiento de una “empresa cabrona” pero eficiente. Ahora corre el riesgo de caer en la categoría de empresa delincuente, lo que modifica  radicalmente su imagen ante el público norteamericano.

La multa que podría imponer la justicia norteamericana llegaría, en caso extremo, al doble de las ganancias indebidas; las que permitieron los sobornos. Calculando las ganancias de centenares de locales de venta durante un par de años los medios norteamericanos hablan de una multa que llegaría a los 13.1 mil millones de dólares.
Ahí no para la investigación y algunos piensan que, ya enfocada Wal-Mart en la mira de la justicia norteamericana, podrían llegar a encontrarse algunos trapitos sucios adicionales.
El crecimiento de Wal-Mart ha sido aún más explosivo del 2006 para acá. De los 783 puntos de venta mencionados pasó a 2,138 hoy en día. Tan solo en el 2011 Wal-Mart tuvo una inauguración al día: 42 bodegas Aurrerá, 60 Mi Bodega Aurrerá, 208 Bodegas Aurrerá Express, 21 Wal-Mart, 16 Sams Club, 13 Superamas, cuatro uburbios y un restaurante Vips. Un total de 365 en un año, y sí, todas son propiedades de Wal-Mart.
Con aquel antecedente ¿creerán los investigadores norteamericanos que este crecimiento del 2006 a la fecha se sustenta tan solo en que es eficiente y le cae bien a nuestras autoridades? También surgen voces que piden investigar el comportamiento corporativo de la empresa en Centroamérica, en China y en otros países tercermundistas.  Así que los accionistas corrieron el lunes pasado no solo por el problema descubierto, sino por el temor a que se descubran otros.
Con esto, se ha abierto la temporada de caza de trapitos sucios del gobierno mexicano en sus distintos niveles. En los medios norteamericanos se discute abiertamente si es posible hacer negocios en México sin pagar sobornos. Aparecen los reportajes sobre los sobornos que tienen que pagar los tianguistas, comerciantes ambulantes y negocios de todo tipo. Diversos analistas le piden abiertamente a los directivos de Wal-Mart que, si es el caso, declare que esa era la única manera posible de operar en México. Esa sería su mejor defensa.
Wal-Mart no ha declarado tal cosa. Sería traicionar a sus amigos. Apenas una semana antes el presidente de Wal-Mart y su plana mayor para México tuvo una reunión con el presidente Calderón, también con su plana mayor, entre ellos el secretario de Economía, Ferrari. En el encuentro Calderón expresó su reconocimiento a Wal-Mart por su confianza en México. (Aquí amigos lectores los insto a derramar una lagrimita emocionada por esta tan desinteresada confianza que nos tiene Wal-Mart). Habría que suponer que, aparte de permisos, concesiones y apoyos (el gobierno mexicano le paga por capacitar a sus proveedores), los aproximadamente 2,000 contratos de proveeduría entre la empresa y el gobierno son una muestra de cariño mutuo.
Si algo está sorprendiendo a los norteamericanos, y nos desprestigia, es precisamente la poca importancia que se le da a este caso en México. Para nuestros primos del norte eso no demuestra sino el grado de negligencia o incluso corrupción de nuestro gobierno en sus distintos niveles. No solo es la empresa sino nuestro país y todos nosotros los que estamos siendo juzgados.
De nuestro lado la reacción inicial de Hacienda y la PGR fue muy tibia: la falta de datos y de jurisdicción parecían justificar la inacción. En una estrategia de poltrona parecían dispuestos a esperar sentaditos a que   les llegaran denuncias con datos y la tarea ya hecha. La Secretaría de Economía dijo que no era su asunto y la Comisión Bancaria y de Valores declaró que Wal-Mart ha cumplido con las leyes del mercado (parece que son las que verdaderamente importan) y señaló que “es una gran compañía”.
Pero el presidente Calderón estuvo en Houston la semana pasada y no pudo evadir el tema. Así que declaró ““no se vale hacer negocios a base de mordidas, me siento muy indignado”. Así que con retraso y a regañadientes la PGR ya anunció que no esperaría a que alguien denunciara los hechos y pediría información a los gringos.
Se marca una notable diferencia de estrategia de uno y otro lado. La justicia norteamericana apunta al cerebro (a los directivos) y al corazón (el dinero) de la empresa misma, con un golpe que puede ser muy fuerte en donde duele y por eso huyen los inversionistas. Aquí las primeras reacciones parecen encaminadas a encontrar a los que recibieron los sobornos sin tocar a la empresa.
Wal-Mart tiene en México una enorme huella destructiva del pequeño comercio, de la producción local y del empleo. Esta debería ser la oportunidad para investigar a fondo la manera en que se apodera del comercio interno y su impacto destructivo en empresas y empleos mexicanos a cambio de ser la principal introductora de importaciones, sobre todo chinas. No es un asunto solo de la PGR. Hacienda debería reaccionar con indignación y tanto la Secretaría de Economía como la Comisión bancaria y de valores deberían revisar la alineación de sus intereses para colocarlos al servicio del pueblo de México.
Por un delito hecho en México es posible que el gobierno norteamericano llegue a embolsarse miles de millones de dólares. Aquí se anuncia que nada cambiará y seguirá su expansión. Debiéramos pensarlo; una acción espejo de México podría ser la base inicial para financiar un sistema comercial alterno comprometido con la producción y el empleo de millones de mexicanos. Por ahí avanzaría un combate efectivo a la pobreza.

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