miércoles, 9 de mayo de 2012

Debates, México y Francia



Un  Buen Debate 
De hecho un estupendo debate donde los candidatos abordaron con decisión los asuntos de fondo, en particular la producción y el empleo, los impuestos y el gasto público, entre otros. La moderación fue muy buena, fue planteando los temas relevantes y, cada candidato habló un total de 72 minutos en los que pudo explicar a fondo su propuesta. No hubo momentos aburridos y la transmisión tuvo un altísimo rating; la siguieron cerca del 50 por ciento de los futuros votantes unos 22 millones de personas. Al momento del debate las calles se mostraban vacías mientras que los cafés y bares estaban repletos de ciudadanos que festejaban abiertamente y en grupos lo que parecían los buenos momentos de su candidato y las fallas del contrario. Toda una fiesta cívica… en Francia.
Nicolás Sarkozy el actual presidente en busca de la reelección y su rival, François Hollande, el candidato del partido socialista, se tiraron a fondo, bien pertrechados de información y decididos. La mayoría de los comentaristas señalan que el que mejor se vio fue Hollande. En primer lugar porque desmintió el mito de tener una personalidad endeble, poco adecuada para la confrontación. Sarkozy en cambio se encontraba en el dilema de no acentuar su imagen prepotente y su necesidad de actuar con fuerza. Así que el tono fue de alta confrontación, a ratos agresivo, como cuando se desmentían mutuamente, pero ninguno de los dos perdió la compostura y el control de su voz.
Hollande contó con la ventaja de referirse a hechos y resultados concretos de los 10 últimos años de Sarkozy en el poder, primero como ministro de economía, industria y finanzas y desde el 2007 como presidente. Sarkozy, en contrapartida, intentó asociar a Hollande con las políticas fallidas de los últimos presidentes socialistas de España y Grecia. Pero su argumentación tuvo tres fallas. Una es que estos presidentes siguieron, al final de sus mandatos, la política neoliberal impuesta por la banca. La segunda es que las cuentas que dejó el derechista Berlusconi, en Italia, fueron igualmente malas. La tercera es que no hablaba de su contrincante, sino de supuestos amigos de Hollande.
Un tema central de la confrontación fue el gasto público. Para Sarkozy la prioridad es mejorar el balance fiscal gastando menos y elevando los impuestos a los consumidores, el IVA. Comparte la prioridad de la política de austeridad pregonada por Alemania para toda Europa. Hollande, por lo contrario, señala que al llegar a la presidencia promoverá el crecimiento y no duda en proponer la contratación de empleados públicos; maestros de escuela, por ejemplo. Punto en el que lo confrontó Sarkozy al señalar que este era un ejemplo de gasto irresponsable.
En las últimas semanas Hollande logró deslindar con claridad los dos campos políticos al proponer incrementos al impuesto sobre la renta y al impuesto solidario sobre las grandes fortunas. Es decir que en lugar de ponerles impuestos a todos, se los carga a los más ricos.
Propone, por ejemplo, un impuesto sobre la renta que llegaría al 75 por ciento para los ingresos que superen el millón de euros al año (unos 17 millones de pesos). Eso significa que el que gana 1.1 millones de euros pagará el 75 por ciento sobre los 100 mil euros que exceden el millón. También propone elevar el impuesto a las grandes fortunas. Por ejemplo, se pagaría un 1.8 por ciento anual sobre las posesiones personales que superen los 16.8 millones de euros (285 millones de pesos).
De manera anecdótica habría que señalar que el candidato del partido comunista fue mucho más radical. Propuso un impuesto sobre la renta del 100 por ciento a los ingresos superiores a los 360 mil euros al año. Es decir que, traducido a nuestra moneda, nadie podría ganar más de 510 mil pesos al mes en una Francia comunista. No ganó, pero obtuvo el 11 por ciento de los votos de la primera ronda de votación. Eso es mucho si recordamos que en Francia se vota en dos rondas; en la primera contendieron 10 candidatos, varios de ellos puramente simbólicos. Debido a que ninguno obtuvo más del 50 por ciento de los votos para ganar por mayoría absoluta, se hace una segunda ronda de votación este 6 de mayo entre los dos candidatos punteros. Es un sistema con grandes ventajas para la vida democrática de ese país, pero este es un tema para otra ocasión.
El caso es que Sarkozy acusó a Hollande de estar en contra de los ricos y no precisamente a favor de los pobres. El segundo le reviró que durante su presidencia han aumentado los pobres y que los ricos se han vuelto mucho más ricos. Lo que nos lleva a un tema fundamental, el del empleo. El actual presidente prometió que reduciría el desempleo a un 5 por ciento y el hecho es que se ha elevado a casi el 10 por ciento. Un asunto vital en toda Europa.  
En España uno de cada cuatro trabajadores está desempleado y el desempleo entre los jóvenes es del 50 por ciento. Los jóvenes de Europa, con excelentes niveles de educación solo encuentran empleos que no les dan lo suficiente para vivir de manera independiente, casarse y formar una familia. Hablamos de jóvenes, menores de 29 años y en muchos casos con licenciatura, maestría o doctorado.
La situación es crítica en toda la periferia europea. Recordemos que España, Portugal, Grecia, Holanda, Italia, Irlanda y Eslovenia se encuentran en recesión, con Inglaterra y Bélgica al borde de la misma. Esto significa cierres de fábricas, nuevos desempleados y que todos se aprieten el cinturón. Como todos consumen menos, esto lleva a cerrar más fábricas. Al cobrar menos impuestos (25 por ciento menos este año en España) los gobiernos siguen en dificultades para pagar a sus acreedores.
La situación asusta a los franceses. Según las encuestas el favorito es Hollande, el candidato socialista que ofrece menos austeridad y más empleo. Para lograrlo este candidato habla de modificaciones poco ortodoxas que afectan al sistema financiero internacional. Señaló en el debate que no le parece razonable que el banco central europeo preste dinero a la banca privada al uno por ciento de interés para que esta les preste a los gobiernos al 6 por ciento. El propone que el banco central le preste directamente a los gobiernos al 1 por ciento. Tampoco parece temerle a una inflación moderada. Ambas propuestas son, en la visión neoliberal, preocupantes herejías.
Para cuando usted lea este artículo ya se sabrá quien ganó la presidencia de Francia este seis de mayo. Si ganó Hollande, el actual favorito, su triunfo puede ser el primer paso para abandonar en toda Europa la autodestructiva política de austeridad. Tendrá mucho que renegociar con Alemania y no será fácil. Pero su triunfo sería el de la política y la democracia como factores de decisión. Ojalá y pueda escapar a la ya habitual imposición de políticas públicas por parte de los poderes financieros. 



Un mal debate
Esperaba mucho más del debate y lo que hubo fue un formato absurdo, pero acordado por todos, que le imprimió incoherencia y superficialidad. Las preguntas mediocres impidieron abordar los temas de gran relevancia. Los tiempos fueron el escudo que nos impidió ver quiénes pueden, o no, hilar más de tres ideas de manera ordenada.
Dos ejemplos del absurdo entre temas y preguntas. El primer gran tema fue Economía y Empleo. Un asunto fundamental que podría haberse planteado de manera abierta y sin complicaciones. Algo así como “Sr. Candidato, háblenos de economía y empleo”.
En lugar de ello se sacó de la urna el subtema “competencia” y la pregunta específica fue: “¿Qué acciones y políticas impulsaría para evitar las prácticas monopólicas, especialmente en los servicios de telefonía, banda ancha y medios masivos de comunicación?”
De este modo lo que era un tema fundamental para todos se transformó en la demanda de una toma de posición ante los barones del poder mediático, Salinas Pliego, Azcárraga y Slim. Así que la pregunta estaba predestinada a ser evadida yéndose a generalidades y justificándose en el escaso tiempo disponible.
Lo mismo se repitió al abordar el tema la Seguridad Pública y la Justicia. Nada es hoy en día más importante para los mexicanos. Pero la pregunta que la suerte dispuso fue: “¿Impulsaría el establecimiento de un sistema de penas substitutas para que alguno de los delitos no se sancionen con prisión?” ¡Hágame  el favron cabor!
Además de que las preguntas operaron en contra del abordaje del tema, estaban mal diseñadas. Inducían una visión estrecha de las respuestas. Repensemos la primera pregunta enfocada en evitar prácticas monopólicas, es decir el reparto del pastel entre los grandes barones. Porqué no pensar a fondo, digamos en ¿cómo pueden los medios masivos contribuir a la democracia, a la difusión del conocimiento? ¿Cómo abrirlos a la participación de universidades, organizaciones sociales, pensadores críticos y expresiones de cultura?
En lugar de destapar la imaginación las preguntas encerraban las respuestas. Un simple “Sr. Candidato, háblenos de seguridad y justicia” habría abierto la posibilidad de que se expresaran las verdaderas prioridades de cada candidato y no las que imponían las preguntas y el azar. ¿Acaso las penas sustitutas son la prioridad de algún candidato?
Una mecánica perversa que parecía diseñada para evitar los grandes temas como crecimiento económico, reactivación del campo, política industrial, crimen organizado, justicia accesible, empleos suficientes y dignos. Creo que no hay más de ocho o diez grandes temas para un debate. Sortear 71 preguntas fue un absurdo.
Los candidatos enfrentaron una especie de examen de admisión. No del estilo de desarrollar un tema a fondo. Sino de preguntas en desorden. El formato fracasó. ¿O recuerda usted alguna diferencia entre los candidatos al hablar de cómo evitar prácticas monopólicas? ¿o sobre penas substitutas? Yo no.
Lo poco bueno del debate ocurrió cuando los candidatos hablaron sobre lo que no se les preguntó; cuando rompieron el formato. Ejemplo. Todos hablaron de la privatización de Pemex, uno propuso privatizar abiertamente, dos en forma disimulada y el cuarto se opuso a la privatización. Este era un tema indispensable que no salió en las preguntas; qué bueno que lo abordaron.
El debate se organizó bajo la práctica habitual de evadir responsabilidades. No otra cosa es eso de dejar a la suerte los subtemas y las preguntas. Este mal diseño acordado aseguraba la superficialidad e irrelevancia de las intervenciones. Lo que había que exhibir era figura, peinados, tono de voz, compostura.
Al tono del evento contribuyó una escena que en su momento creí irrelevante. Pero ayer en la noche mi sobrino, al que no le interesó el debate, comentó que lo iba a buscar en youtube porque todos sus amigos y compañeros de trabajo hablaban de la muchachona. No de los candidatos, no de sus propuestas, ni siquiera de sus acusaciones mutuas.
Me parece que en este debate todos perdimos. Pero también hay que considerar que unos perdieron más que otros.
El gran ganador del debate fue el candidato que no puede ganar, Quadri. De ser un desconocido al que los otros tres ignoraban se ha colado al plano de los otros. No se abrió paso por sus propuestas, algunas buenas otras terribles, sino por la apariencia, la locución, el abordaje reflexivo. Jugó bien y le asegura al PANAL una presencia en el congreso.
Los otros tres pueden considerarse perdedores, dependiendo de cuantos votos les quita Quadri a cada uno. Lo que en el fondo no altera la situación actual. El debate se diseño como compromiso ritual para maquillar a esta democracia irrelevante. Se diseño para no alterar la situación y no la altera. Del debate no salen propuestas para el rediseño de país.
Aprovecho para desahogarme criticando a los tres que tienen posibilidades. A López Obrador le diría que perdió una gran oportunidad. Le tocó hablar del modelo económico y lo que dijo fue que no funcionaba y eso era culpa de los de arriba y ahí se perdió. Ya entendimos compañero, ahora avanza. Su visión parece limitarse a cambiar el gobierno pero no hay propuestas para el cambio del país. Si hubiera propuesto reactivación del campo, política industrial y defensa de la pequeña y mediana empresa, todas acordadas con los actores relevantes, habría metido gol.
Josefina terminó el debate con un mensaje que nos acalambró al grupito que lo estábamos viendo juntos. Dijo: “Este primero de julio con tu voto decidirás si quieres que continúe la paz, el cumplimiento de la ley y por supuesto la estabilidad”. ¿En qué país vive? No logra desprenderse del Calderonismo extraterrestre que le impide ascender.   
Peña Nieto estuvo, en cuanto a forma y figura, mucho mejor que en Guadalajara. Pero su discurso sigue siendo hueco; propone  “reformas estructurales que nos permitan poner a México en condiciones de mayor competitividad, de mayor modernidad y en un marco legal que realmente permita generar mayor inversión productiva, generar empleos y gastar mejor”. O sea, nada. Pero dicho de una manera que se oye bien.
Ojalá y lo ocurrido sirva para que los candidatos pasen a una siguiente etapa, la de explicarnos la instrumentación de sus propuestas. Necesitamos varios debates más, enfocados cada uno en solo un par de temas y en los que los candidatos se vean obligados a hablar más tiempo. Propongo intervenciones de diez minutos; creo que así los conoceríamos realmente en sus capacidades y propuestas.
Este fue un debate en el que todos perdimos y del que deberíamos aprender para mejorar. 

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