Abran paso a la
política
Jorge Faljo
Durante treinta años
un pequeño grupo, de hecho hacia el final del periodo una sola familia,
concentraba el poder y cada vez más de la propiedad y las empresas en Túnez.
Las relaciones de poder dentro de ese país, las formas de hacer política,
estaban determinadas por el inmovilismo, por la preservación de lo mismo. Hasta
que un día un joven, continuamente fastidiado por la policía que no le dejaba
vivir de su pequeño puesto de frutas, decidió prenderse fuego. Su larga agonía
fue terrible y le prendió fuego al país entero. Organizada por las redes
sociales la juventud se lanzó a las calles para hacer verdadera política, de la
que realmente discute sobre cambios de fondo y el destino del país. A esa
movilización le bastaron pocas semanas para derribar a la antigua dictadura.
El ejemplo se
extendió a Egipto y luego a Libia donde de nueva cuenta fue la juventud la que
se opuso a continuar fingiendo que creía en una política de mascarada donde lo único
que estaba en juego era el reparto de prebendas grupales y personales entre
mafias del poder económico, político y militar. La entrada de los jóvenes
obligó de nueva cuenta a repensar el país, empezando por el rechazo a las estructuras
de poder existentes.
A los cambios en el
norte de África se les llamó la primavera árabe y no cabe duda que inspiraron
otros movimientos en Yemen y Bahréin y cambios preventivos en Marruecos y otros
países. También en Europa y Estados Unidos, Israel, Chile y muchos otros
lugares la sociedad, sobre todo los jóvenes educados, alza su voz en los
movimientos de los indignados, los ocupas, los 99 por ciento.
Saben que la
globalización ha entrado en su peligrosa etapa agónica y que su destino dentro
del actual modelo económico es la exclusión. Ningún otro futuro les vaticina la
avalancha autodestructiva de empresas y empleos y el gigantesco desperdicio de
capacidades y recursos productivos que caracteriza al planeta entero.
Durante meses me
preguntaba y preguntaba a mis amigos ¿Qué ocurre en México que no pasa nada? El
dominio de la política de mascarada, del conflicto de intereses cupulares
manejado dentro de estrictas normas rituales, de la democracia irrelevante,
parecía completo. La esgrima partidaria acotada por los medios de comunicación
y esencialmente limitada al reparto de posiciones, buenos sueldos y
oportunidades de lucro.
Ahora, de repente
como en tantos otros lados, un nuevo actor toca a la puerta y exige ser
escuchado. Se trata de la juventud y de cajón diré “educada”, porque en realidad no creo que haya juventud no
educada. Podrá no ser universitaria o no estar en escuelas de paga, pero hoy en
día es siempre educada. Sabe distinguir la superchería, el juego de simulaciones
y la palabrería, donde se atrinchera el inmovilismo de fondo en una sociedad
cuyo modelo económico nos asfixia.
La pregunta es ¿Qué
pasó en los últimos días? Y solo cabe responder: lo mismo que en otros lados
del planeta. Se dio el chispazo que encendió los ánimos e hizo reaccionar a los
jóvenes. Un chispazo que en todas partes ha sido la agresión desde el poder, el
desprecio a la inteligencia, el insulto. A los jóvenes no les gusta que les
digan que se hizo justicia donde no la hubo, que los llamen porros, vendidos y
manipulados, que no les permitan hablar y no los quieran escuchar.
¡Aguas con estos
actores! Desestabilizan la política ritual porque no buscan puestos y prebendas
personales sino cambiar el país; porque no se subordinan a líderes que pueden
ser comprados sino que actúan juntos en plena libertad individual; porque
cuentan con un instrumento valiosísimo, el de la comunicación directa entre
ellos sin que pase por los filtros del poder; porque no aceptan la simulación
de la política como teatro Kabuki.
Con la juventud como
nuevo actor que desestabiliza los viejos equilibrios inmovilizadores se abre camino
a la política real, la que coloca en la mesa de discusión las opciones de fondo
que tiene la sociedad mexicana. Su sola presencia y sus voces cuestionan la
capacidad de los partidos políticos para representar a la sociedad mexicana; ponen
en duda la validez de los mecanismos meramente electorales como cauce
suficiente a una democracia efectiva; desmienten las imágenes ultramaquilladas
y manipuladas, a favor de unos y en contra de ellos, que presentan los medios.
Luchan contra el
engaño y eso empieza a cambiarlo todo; al grado de que las certezas de hace
apenas unas semanas se cambian por sanas incertidumbres. Su impacto es muy
superior al del mísero debate, atole con el dedo, que nos asestaron como
graciosa concesión los medios.
Los actores de la
política Kabuki comprendieron rápidamente que el ataque directo a la juventud
no hace sino echar leña al fuego. Han creado rápidamente un guión que por un
lado habla de respeto a la manifestación de ideas y abre pequeños espacios manipulados
en los medios y por el otro lado busca descalificar a los jóvenes como
agresores con posiciones inconsistentes.
Ahora el poder es
cuestionado en todas partes y se ve obligado a auto contenerse porque ahora
existe la posibilidad de que cada acto represivo sea fotografiado, filmado y
colocado en las redes sociales.
No es posible saber
con certeza que es lo que sigue. ¿Acaso una primavera mexicana? De momento solo
puede asegurarse que los últimos días han sido de una efervescencia creciente.
Los 131 alumnos de la Ibero que dieron la cara hicieron un acto de afirmación
ciudadana que liberó enormes fuerzas antes subterráneas y que ahora aflora. Se
identificaron con sus credenciales y dieron sus nombres; lo que en este país es
una audacia revolucionaria.
Decenas de miles se
suman ahora al reclamo central de liberar al país recuperando la palabra, el
espacio público y democratizando a los medios. El futuro está en las manos de
todos aquellos que dicen: Yo soy el 132.
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