México,
entre España y Argentina
Jorge Faljo
Cuando esté Usted leyendo
este artículo ya sabrá quien ganó la proverbial rifa del tigre; es decir quién
será el próximo presidente de México. Si algo es seguro es que hereda un
aparato de instituciones endebles en un país en muy graves problemas.
Enfrentará de inmediato decisiones muy difíciles que requerirán de gran
capacidad de liderazgo. Lo más importante será el camino que trace para que los
mexicanos salgamos de la crisis.
Porque estamos en crisis.
Décadas de un modelo económico depredador nos han llevado a una grave
desindustrialización en la que hoy en día desde un rallador de verduras, el
tostador de pan y los zapatos de la familia son importados. El deterioro rural
nos ha llevado también a la importación de gran parte de nuestros alimentos.
Somos un país petrolero que importa gasolina, materiales de la petroquímica y
plásticos.
Al mismo tiempo languidecen
o han quebrado decenas de miles de empresas, las líneas de producción trabajan
a medio ritmo, los trabajadores asalariados ganan la tercera parte de los
ingresos de hace treinta años y millones que quisieran trabajar no encuentran
como hacerlo de manera estable, digna, con acceso a mínimos de seguridad
social. Crear un millón 700 mil empleos de baja calidad en un sexenio en lugar
de materia de presunción debiera serlo de vergüenza. Es lo que se requiere
crear, en empleos estables y con prestaciones de ley, cada año durante un
sexenio para disminuir el rezago acumulado.
Las empresas quieren
producir, la gente quiere trabajar y hay los equipos y los conocimientos para
hacerlo. Lo que falla es el modelo económico. Nos hemos convertido en una
economía de importadores subempleados. Y, ¿con que dólares? Básicamente con los
dólares de las remesas de los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos, con
los que entran por la venta de patrimonio productivo (acero, banca,
cervecerías, minería, comercio y todo lo que todavía es negocio) y con la
“inversión” de capitales especulativos en México atraídos por altos réditos y
condiciones de paraíso fiscal para la gran ganancia.
Economías como la mexicana,
incluso más fuertes, se desmoronan en todo el mundo; e incluyo al primer mundo.
No se derrumban tan solo Túnez, Egipto y Libia, sino Grecia, España, Irlanda,
Portugal e Italia. Hasta los Estados Unidos siguen sin encontrar una salida
firme a su situación de desempleo y empobrecimiento de grandes sectores de su
población.
Es cierto que podríamos
seguir así, caminando hacia el abismo durante algunos años más. Nos lo permite
nuestra lamentable buena suerte. Hemos vendido lo mejor del aparato productivo
estatal y privado acumulado durante las décadas de buen crecimiento anteriores
a 1982. Pero todavía hay aparato productivo vendible, sobre todo la joya
principal que todavía es propiedad de todos los mexicanos: PEMEX. El anuncio de
la venta de la cervecera grupo modelo, una transacción por 20 mil millones de
dólares, repercute en el abaratamiento del dólar y en alza en la bolsa de
valores. Nos reafirma como país importador porque lo importado se abarata (por
lo menos para los importadores) y termina dañando la producción y el empleo
mexicanos.
Millones de mexicanos en los
Estados Unidos nos mandan alrededor de 20 mil millones de dólares al año. También
hay que tomar en cuenta, sin poderlos cuantificar, los miles de millones de
dólares que ingresa el narconegocio. Y lo que meten a México (y en el fondo es
un préstamo) los inversionistas financieros que ahora le temen más a tener
inversiones en Europa que en este paraíso fiscal.
Toda esa mala fortuna, o
fortuna que no se genera con trabajo productivo dentro de México nos convierte
en consumidores de producción ajena: sea norteamericana, China o de cualquier
otro lado.
Pero, repito, el modelo se
agota, como se agotó en otros lados, y nuestro nuevo presidente tendrá como su
gran responsabilidad el conducirnos hacia la salida de la crisis; la que ya
arrastramos desde hace tres décadas y la que ocurrirá al desmoronarse este
modelo de vivir vendiendo los muebles de la casa (puede ser que hasta vendamos
la casa), de lo que nos mandan los parientes en Estados Unidos y de pedir prestado.
Entonces, o lo más temprano
posible, México tendrá decidir cuál será su nuevo modelo y las alternativas son
solo dos. Vamos a ponerles nombre para que sean más fáciles de reconocer y
recordar. A una podemos llamarle España y a la otra la podemos nombrar
Argentina.
España recibió grandes
cantidades de capitales financieros externos, en este caso alemanes, que sus
bancos emplearon para promover el crédito al consumo, sobre todo de bienes
inmuebles, de sus clases medias y de sus gobiernos provinciales. Al llegar al límite
de las capacidades de endeudamiento de ciudadanos y gobiernos el crédito se
tornó revolvente, la carga de los réditos se ha vuelto cada vez más alta en las
economías de las familias y el sector público, los bancos no pueden cobrar y
requieren ser rescatados, el consumo se paralizó, la producción entró en
retroceso y el desempleo es enorme. La inquietud social crece.
Lo peor es que España marcha
rumbo al empeoramiento de la crisis. ¿Podría haber otro rumbo? Si, con un poco
de imaginación podríamos pensar en modelos alternativos para este país y para
Grecia, Portugal y otros. Podrían, por ejemplo, imponer aranceles (impuestos) a
las importaciones y de esta manera obtener un doble resultado. En primer lugar
obtener financiamiento para el estado y derivarlo al gasto social y en segundo
proteger y reactivar el aparato productivo interno creando empleo y elevando el
consumo sin necesidad de préstamos externos o venta del patrimonio nacional.
Algo más que podrían hacer
es, sin abandonar el Euro, crear monedas paralelas y complementarias a las que
podrían llamar vales o cupones y con esas seudo monedas pagar prestaciones
sociales e incrementos salariales con la condición de que con ese ingreso solo
se puedan comprar productos de consumo mayoritario hechos en el país. Es decir
que sea un ingreso que recircule internamente y no se pueda escapar en compra
de importaciones.
Pero si acaso España, Grecia
o Portugal toman medidas de este tipo se encontrarían en el modelo alternativo
al que llamaremos Argentina.
Argentina viene de la
profunda y desgarradora crisis del 2001 – 2002 que paralizó la producción, el
empleo y los ingresos y sumió a gran parte de su población en la miseria. Desde
entonces sigue una política nacionalista de gran apoyo a la producción primero
mediante una moneda barata y ahora mediante el comercio administrado. Uno de
elementos fundamentales de la buena fortuna de Argentina es que no recibe
capitales financieros internacionales; así que sus dólares tienen que provenir
de sus exportaciones y no de venta patrimonial, remesas (está muy lejos de
Estados Unidos) o endeudamiento especulativo.
Sin ingresos facilones, de
oropel, Argentina ha emprendido el camino del desarrollo agropecuario y la
reindustrialización. Re estatizó el sistema de pensiones y el ahorro de los
trabajadores (las afores) y lo orienta a inversión en infraestructura social y
productiva. Recientemente impuso un arancel de 35 por ciento a las
importaciones de autos ensamblados en México porque no puede aceptar el
desequilibrio comercial. Pero además ha tomado la decisión de proteger y si es
necesario subsidiar el empleo de los argentinos, así que controla sus
importaciones para favorecer la producción interna y para cuidar sus dólares.
Recordemos que a diferencia de México no está vendiendo su patrimonio, no
recibe remesas y no se endeuda en el exterior.
Así que, próximo nuevo Sr.
Presidente de México, vaya pensando en que modelo nos encamina, el del consumo
importado, hasta que truene, o el la protección al trabajo productivo y
honesto, ¿España o Argentina?
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