Cierre de empresas
manufactureras
Jorge Faljo
Desde hace una par de
años espero que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía –INEGI-, actualice
la Información de la Encuesta Industrial Mensual –EIM-, de manera compatible
con los datos para los años noventa y hasta el 2008. Antes era posible seguir la
evolución de una muestra de establecimientos manufactureros específicos; los de
mayor importancia.
No hablo simplemente
de conocer las cifras de conjunto de una actividad económica, por ejemplo el
total de la producción de textiles y prendas de vestir. Porque las cifras
totales nos dicen poco sobre algo de suma importancia; la destrucción de
capacidades industriales que caracteriza nuestro modelo económico.
Anteriormente la EIM constituía, casi por descuido, el único indicador que nos
daba idea del enorme costo en establecimientos, empleo y potencial productivo
perdidos.
En México la apertura
de una nueva empresa o línea industrial no ocurre en un contexto de
fortalecimiento del poder de compra de la población. Por ello el incremento de
una línea de producción o la creación de un establecimiento tecnológicamente
avanzado tiene como lado disimulado la destrucción de las líneas de producción
o de las empresas “rezagadas”. Nuestra baja dinámica de crecimiento se origina
en la autodestrucción.
No hay suficiente
inversión manufacturera en México y la que si ocurre es casi tan destructiva de
la competencia como lo que aporta a la producción; hablando de empleo se diría
que es más destructiva que constructiva. Lo nuevo no se suma a lo anterior sino
que lo substituye.
Estamos peor que Alicia
en el país de las maravillas que tenía que correr lo más que podía para
permanecer en el mismo sitio. Nosotros corremos, atraemos inversión externa, se
otorgan privilegios fiscales y de mercado, y retrocedemos.
Lamentablemente INEGI
ha decidido romper con aquella metodología y negarnos el seguimiento de grupos
específicos de empresas. ¿Qué es lo que era posible saber anteriormente?
La encuesta
industrial mensual daba seguimiento al grupo de empresas que en cada momento cubrían
el 80 por ciento o más de la producción
para cada una de las nueve principales actividades económicas. La
metodología implicaba que podían entrar a
la muestra nuevas empresas pero que se salía de ella solo por desaparición del
establecimiento
Podíamos enterarnos,
por ejemplo, que en 1995 1,298 establecimientos generaban algo más del 80 por
ciento de la producción textil, de prendas de vestir y del cuero. En el 2008 lo
hacían menos de la mitad, tan solo 611 establecimientos. En 13 años cerraron
por lo menos 687, el 53 por ciento de las unidades de producción originales.
Otras actividades
económicas reflejan una situación tal vez no tan grave pero similar. De los 162 establecimientos de la
industria metálica quedaban 122 en 2008; las 1505 productoras de metálicos,
maquinaria y equipo eran tan solo 929 en el 2008. Y así en todo el panorama
manufacturero.
Esto nos lleva a
varias reflexiones. La EIM permitía descubrir parte de la mortandad de
empresas, en este caso de las mayores; sin duda ha sido peor para las unidades medianas
y pequeñas.
Por otra parte la EIM
no nos da, aunque se le pida, cuales son las nuevas incorporaciones a la
muestra año con año. Esto quiere decir que en su muestra todos los
establecimientos originales de 1995 podrían ya no existir en el 2008. No lo
creo así, pero sería muy importante conocer el dato exacto.
Lo que interesa
destacar es que este modelo económico le impone al país una enorme destrucción
de establecimientos, de líneas de producción dentro de cada empresa y, en
general de capacidades industriales y de puestos de trabajo. Los
establecimientos que podían producir camisas, zapatos o maquinaria y equipos
suficientemente buenos en 1995 fueron arrasados. Substituidos por importaciones
o por tecnologías más avanzadas que, sin embargo, no crearon suficiente empleo,
no generaron mayores ingresos y no nos hicieron avanzar.
No es que no se
desarrollen capacidades tecnológicamente avanzadas (aunque se hace poco y en
condiciones de monopolización de la producción), sino que este avance no
necesariamente tendría que ser pagado arrojando por la ventana lo que existía
antes.
Otros países
instrumentan arreglos de mercado, de política industrial, fiscal, y comercial
orientados a producir tanto con tecnologías nuevas y también, en paralelo con
el aparato industrial algo más viejo (de hace 10 o 20 años). Esto es posible,
pero implica que en el mercado la nueva producción se suma a la vieja (sin
destruirla) en un contexto de incremento del consumo de la población.
Solo un decidido
fortalecimiento del mercado interno puede ser soporte de una
reindustrialización exitosa. Caminar con dos pies industriales nos permitiría
entrar a un proceso de crecimiento acelerado con bienestar creciente.
Y ojalá el INEGI
proporcione información útil en lugar de esconder en el closet los esqueletos del modelo.
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