Para superar la crisis norteamericana
Jorge Faljo
¡Detengamos esta Crisis Ya! es
el nombre de la edición para México del último libro de Paul Krugman. Se
publicó en inglés en abril de 2012 y pocas semanas después empezó a aparecer en
otros idiomas. A ello contribuye el hecho de que su autor es uno de los más
conocidos, prestigiados y controvertidos economistas del momento.
Es conocido más allá de los
estrechos circuitos académicos sobre todo por ser colaborador del New York
Times; sus artículos se reproducen en numerosos otros medios. También destaca
porque lejos de la rigidez de vaca sagrada no duda en hacer comentarios breves
e incluso “twitea” prácticamente todos los días. Pero su popularidad reside
sobre todo en el hecho de que escribe de una manera sencilla y directa; fácil
de comprender para el público no economista.
A su prestigio contribuye su
doctorado en economía, ser profesor de una universidad de excelencia
–Princeton-, haber escrito una veintena de libros y unos 200 artículos para
publicaciones especializadas en economía y es, sobre todo, ganador del Premio
Nobel de Economía 2008.
Es controvertido porque en el
espectro político norteamericano se clasifica a si mismo como “liberal”, que
para ellos viene a ser algo así como la extrema izquierda. Critica con dureza
la globalización, la desregulación financiera y las políticas de austeridad
ante la crisis.
Es un famoso euroescéptico; es
decir que no cree que el euro sobreviva como moneda común con las actuales
reglas y políticas macroeconómicas que rigen la convivencia europea. Señala no
obstante cuales serían los cambios necesarios para permitir la permanencia del
euro, el fortalecimiento de la convivencia europea y su recuperación económica.
Lo que sería el tema de otro artículo.
Su libro “Detengamos esta
Crisis Ya” no se dirige únicamente al público especialista; su fácil y amena
lectura lo hace recomendable para la gran mayoría. Se enfoca en la economía
norteamericana, en sus cuatro largos años de crisis en su enorme costo humano y
sobre todo, en lo fácil que sería solucionarla con la política económica
correcta. No obstante no creo tampoco que sea tan solo para los que se
interesan en el bienestar norteamericano; lo que nos enseña sobre el
funcionamiento de aquella economía nos permite comprender mejor la nuestra.
Para Krugman lo importante son
los millones de personas capaces y deseosas de trabajar y que no encuentran
empleo; los que trabajan de medio tiempo cuando quisieran hacerlo de tiempo
completo; los que llevan más de seis meses sin empleo y que, a los ojos de las
empresas son vistos como inempleables; los que han agotado sus beneficios
sociales y sus reservas personales y han perdido o están en vías de perder sus
casas y demás posesiones; los que tienen experiencia en ciertos campos y se ven
obligados a subocuparse en otras áreas. Y la juventud, los estudiantes que
después de años de estudios muchas veces costosos, no encuentran empleo en sus
áreas de estudio, o de hecho ningún empleo.
Para Krugman es primordial
aliviar ese sufrimiento humano y aliviar una economía que al operar muy por abajo
de su potencial sienta las bases para que millones y todo el país, vivan permanentemente
en la subocupación y el sufrimiento. Su enfoque me recuerda el de aquel otro
gran economista, Karl Schumacher y su libro “Lo pequeño es hermoso” centrado en
el propósito del bienestar de la población; lo que con claridad exponía en el
subtitulo: “Economía como si la gente importara”.
Tal vez lo más impactante del
mensaje de Krugman es que en su perspectiva no hay razones para la continuación
de esta crisis. No han ocurrido grandes calamidades, ni se han destruido las
bases productivas ni las capacidades de la población. Lo que ocurre es
incomprensión, una ideología inclinada a la peor moralina y profundamente
equivocada. Para este economista es posible lo que indica su titulo, acabar con
la crisis ya, de inmediato, sin esperar el largo o el mediano plazo. Todo este
sufrimiento de millones podría quedar atrás en uno o dos años.
La idea central que se expone
en el libro es que la crisis (depression
en inglés) es un problema de insuficiencia de la demanda. Las capacidades
productivas están disponibles y pueden reactivarse en cualquier momento, lo que
falta es capacidad y decisión de compra.
Lo que explica el autor es que
en los años previos al destape de la crisis existía la disponibilidad de
crédito y la confianza para endeudarse y adquirir casas, autos y numerosos
otros productos. En 2006 se construyeron en los Estados Unidos 1.8 millones de
nuevas casas y 16.5 millones de autos; en 2010 tan solo 585 mil nuevas casas y
11.6 millones de autos. Numerosos otros bienes (muebles, alfombras,
electrodomésticos, etc.) sufrieron similares caídas brutales. No obstante nada
de aquella capacidad productiva se ha perdido.
Ante la caída de la demanda de
los consumidores nada peor puede ocurrir que otra caída vertiente de caída de
la demanda; la del gobierno. Para Krugman la respuesta es lo contrario: si cae
la demanda privada el gobierno debe incrementar fuertemente, hasta donde sea necesario
para el pleno empleo, su nivel de gasto. Lo que se puede hacer de inmediato
empezando por simplemente retirar las medidas de austeridad de los últimos
años.
Propone, por ejemplo, la
recontratación de 1.3 millones de empleados públicos de estados y municipios, entre
los cuales un millón de maestros, mediante transferencias de fondos federales. Sostiene
que, con sus efectos secundarios eso recuperaría unos tres millones de empleos.
Otras medida serían el refinanciamiento hipotecario a tasas de interés más
bajas con lo que se facilitaría que muchos puedan seguir viviendo en sus casas
y otros tengan mayor disponibilidad de ingreso para otros gastos; la
disminución de impuestos para la población de bajos ingresos que la aprovecharían
para elevar su consumo. Esto es finalmente lo esencial, elevar el consumo de la
población para echar a andar la economía y el empleo.
Entre sus propuestas menos
convencionales se encuentra el endurecimiento de medidas de protección
ambiental en algunos sectores industriales, lo que obligaría a invertir en
nuevas tecnologías y fábricas. También propone la intervención en el mercado de
cambios para abaratar al dólar y así elevar la competitividad internacional de
la producción norteamericana y sus exportaciones. No se compite con bajos
salarios sino con una moneda más barata.
Finalmente sus propuestas más
controvertidas son las de tipo monetario. Propone financiar las medidas
anteriores no mediante un endeudamiento gubernamental que colocaría al estado
de rodillas ante los extorsionistas financieros (mi afirmación), sino mediante
el sencillo procedimiento de imprimir más dinero. Importa señalar (también mi dicho) que si ese
dinero nuevo origina incrementos de la demanda en sectores con capacidad de
producción disponible el impacto será de mayor oferta más que inflacionario.
Pero hay que señalar que
Krugman no le tiene miedo a la inflación. Por lo contrario, la encuentra
positiva siempre y cuando sea dentro de un rango limitado. No se adentra a
señalar lo que es bien sabido, que la inflación es sobre todo negativa para los
grandes capitales y que puede ser más manejable para quienes viven de ingresos
recurrentes que pueden negociar al alza.
Considera que deben mantenerse
tasas de interés muy bajas durante por lo menos unos cinco años. Esta
proponiendo a la inflación como un mecanismo de desendeudamiento generalizado.
Supongamos una inflación moderada de, digamos, un 4 por ciento anual y tasas de
interés de 2.5 por ciento esto, que ha ocurrido con frecuencia en numerosas
épocas y países, se traduciría en una tasa de interés moderadamente negativa.
Nada mejor para desendeudar a la población y elevar el consumo.
Krugman acepta que no será fácil
instrumentar sus propuestas en el actual ambiente mediático y político
norteamericano. Señala, no obstante, que lo principal es hablar con la verdad y
hacer propuestas claras cuya prioridad sea recuperar el pleno aprovechamiento
del potencial económico de los Estados Unidos y terminar con el sufrimiento
innecesario de millones.
No hay duda de que las
propuestas de Krugman derramarían numerosos beneficios indirectos para México.
Su enfoque general, traducido a nuestras circunstancias, nos sería también de
gran beneficio.
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