sábado, 11 de agosto de 2012

Para superar la crisis norteamericana


Para superar la crisis norteamericana
Jorge Faljo
¡Detengamos esta Crisis Ya! es el nombre de la edición para México del último libro de Paul Krugman. Se publicó en inglés en abril de 2012 y pocas semanas después empezó a aparecer en otros idiomas. A ello contribuye el hecho de que su autor es uno de los más conocidos, prestigiados y controvertidos economistas del momento.
Es conocido más allá de los estrechos circuitos académicos sobre todo por ser colaborador del New York Times; sus artículos se reproducen en numerosos otros medios. También destaca porque lejos de la rigidez de vaca sagrada no duda en hacer comentarios breves e incluso “twitea” prácticamente todos los días. Pero su popularidad reside sobre todo en el hecho de que escribe de una manera sencilla y directa; fácil de comprender para el público no economista.
A su prestigio contribuye su doctorado en economía, ser profesor de una universidad de excelencia –Princeton-, haber escrito una veintena de libros y unos 200 artículos para publicaciones especializadas en economía y es, sobre todo, ganador del Premio Nobel de Economía 2008.
Es controvertido porque en el espectro político norteamericano se clasifica a si mismo como “liberal”, que para ellos viene a ser algo así como la extrema izquierda. Critica con dureza la globalización, la desregulación financiera y las políticas de austeridad ante la crisis.
Es un famoso euroescéptico; es decir que no cree que el euro sobreviva como moneda común con las actuales reglas y políticas macroeconómicas que rigen la convivencia europea. Señala no obstante cuales serían los cambios necesarios para permitir la permanencia del euro, el fortalecimiento de la convivencia europea y su recuperación económica. Lo que sería el tema de otro artículo.
Su libro “Detengamos esta Crisis Ya” no se dirige únicamente al público especialista; su fácil y amena lectura lo hace recomendable para la gran mayoría. Se enfoca en la economía norteamericana, en sus cuatro largos años de crisis en su enorme costo humano y sobre todo, en lo fácil que sería solucionarla con la política económica correcta. No obstante no creo tampoco que sea tan solo para los que se interesan en el bienestar norteamericano; lo que nos enseña sobre el funcionamiento de aquella economía nos permite comprender mejor la nuestra.
Para Krugman lo importante son los millones de personas capaces y deseosas de trabajar y que no encuentran empleo; los que trabajan de medio tiempo cuando quisieran hacerlo de tiempo completo; los que llevan más de seis meses sin empleo y que, a los ojos de las empresas son vistos como inempleables; los que han agotado sus beneficios sociales y sus reservas personales y han perdido o están en vías de perder sus casas y demás posesiones; los que tienen experiencia en ciertos campos y se ven obligados a subocuparse en otras áreas. Y la juventud, los estudiantes que después de años de estudios muchas veces costosos, no encuentran empleo en sus áreas de estudio, o de hecho ningún empleo.
Para Krugman es primordial aliviar ese sufrimiento humano y aliviar una economía que al operar muy por abajo de su potencial sienta las bases para que millones y todo el país, vivan permanentemente en la subocupación y el sufrimiento. Su enfoque me recuerda el de aquel otro gran economista, Karl Schumacher y su libro “Lo pequeño es hermoso” centrado en el propósito del bienestar de la población; lo que con claridad exponía en el subtitulo: “Economía como si la gente importara”.
Tal vez lo más impactante del mensaje de Krugman es que en su perspectiva no hay razones para la continuación de esta crisis. No han ocurrido grandes calamidades, ni se han destruido las bases productivas ni las capacidades de la población. Lo que ocurre es incomprensión, una ideología inclinada a la peor moralina y profundamente equivocada. Para este economista es posible lo que indica su titulo, acabar con la crisis ya, de inmediato, sin esperar el largo o el mediano plazo. Todo este sufrimiento de millones podría quedar atrás en uno o dos años.
La idea central que se expone en el libro es que la crisis (depression en inglés) es un problema de insuficiencia de la demanda. Las capacidades productivas están disponibles y pueden reactivarse en cualquier momento, lo que falta es capacidad y decisión de compra.
Lo que explica el autor es que en los años previos al destape de la crisis existía la disponibilidad de crédito y la confianza para endeudarse y adquirir casas, autos y numerosos otros productos. En 2006 se construyeron en los Estados Unidos 1.8 millones de nuevas casas y 16.5 millones de autos; en 2010 tan solo 585 mil nuevas casas y 11.6 millones de autos. Numerosos otros bienes (muebles, alfombras, electrodomésticos, etc.) sufrieron similares caídas brutales. No obstante nada de aquella capacidad productiva se ha perdido.
Ante la caída de la demanda de los consumidores nada peor puede ocurrir que otra caída vertiente de caída de la demanda; la del gobierno. Para Krugman la respuesta es lo contrario: si cae la demanda privada el gobierno debe incrementar fuertemente, hasta donde sea necesario para el pleno empleo, su nivel de gasto. Lo que se puede hacer de inmediato empezando por simplemente retirar las medidas de austeridad de los últimos años.
Propone, por ejemplo, la recontratación de 1.3 millones de empleados públicos de estados y municipios, entre los cuales un millón de maestros, mediante transferencias de fondos federales. Sostiene que, con sus efectos secundarios eso recuperaría unos tres millones de empleos. Otras medida serían el refinanciamiento hipotecario a tasas de interés más bajas con lo que se facilitaría que muchos puedan seguir viviendo en sus casas y otros tengan mayor disponibilidad de ingreso para otros gastos; la disminución de impuestos para la población de bajos ingresos que la aprovecharían para elevar su consumo. Esto es finalmente lo esencial, elevar el consumo de la población para echar a andar la economía y el empleo.
Entre sus propuestas menos convencionales se encuentra el endurecimiento de medidas de protección ambiental en algunos sectores industriales, lo que obligaría a invertir en nuevas tecnologías y fábricas. También propone la intervención en el mercado de cambios para abaratar al dólar y así elevar la competitividad internacional de la producción norteamericana y sus exportaciones. No se compite con bajos salarios sino con una moneda más barata.
Finalmente sus propuestas más controvertidas son las de tipo monetario. Propone financiar las medidas anteriores no mediante un endeudamiento gubernamental que colocaría al estado de rodillas ante los extorsionistas financieros (mi afirmación), sino mediante el sencillo procedimiento de imprimir más dinero.  Importa señalar (también mi dicho) que si ese dinero nuevo origina incrementos de la demanda en sectores con capacidad de producción disponible el impacto será de mayor oferta más que inflacionario.
Pero hay que señalar que Krugman no le tiene miedo a la inflación. Por lo contrario, la encuentra positiva siempre y cuando sea dentro de un rango limitado. No se adentra a señalar lo que es bien sabido, que la inflación es sobre todo negativa para los grandes capitales y que puede ser más manejable para quienes viven de ingresos recurrentes que pueden negociar al alza.
Considera que deben mantenerse tasas de interés muy bajas durante por lo menos unos cinco años. Esta proponiendo a la inflación como un mecanismo de desendeudamiento generalizado. Supongamos una inflación moderada de, digamos, un 4 por ciento anual y tasas de interés de 2.5 por ciento esto, que ha ocurrido con frecuencia en numerosas épocas y países, se traduciría en una tasa de interés moderadamente negativa. Nada mejor para desendeudar a la población y elevar el consumo.
Krugman acepta que no será fácil instrumentar sus propuestas en el actual ambiente mediático y político norteamericano. Señala, no obstante, que lo principal es hablar con la verdad y hacer propuestas claras cuya prioridad sea recuperar el pleno aprovechamiento del potencial económico de los Estados Unidos y terminar con el sufrimiento innecesario de millones.
No hay duda de que las propuestas de Krugman derramarían numerosos beneficios indirectos para México. Su enfoque general, traducido a nuestras circunstancias, nos sería también de gran beneficio.   

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