Jorge Faljo
Faljoritmo
La alerta que lanzó Edward Snowden sobre el espionaje masivo norteamericano ha sido como una piedra arrojada en un estanque que genera olas en todas direcciones. Algunas de ella chocan con otro objeto y provocan reverberaciones, oleajes secundarios, en una carambola internacional de múltiples ramificaciones.
La reacción europea al saber que eran espiados tanto de manera masiva como en sus comunicaciones diplomáticas fue de indignación. Hollande, el presidente de Francia declaró que era un comportamiento inaceptable entre aliados y que en esas condiciones no podría haber negociaciones sobre acuerdos y tratados hasta obtener la garantía de la cesación de esas actividades. Los más importantes políticos franceses, de derecha e izquierda, le pidieron dar asilo a Snowden.
No obstante Europa aceptó la propuesta norteamericana de abordar el tema de manera bilateral y diplomática; es decir, sin hacer ruido.
De manera sorpresiva el asunto pasó a otro plano cuando los gobiernos de Francia, Italia, España y Portugal negaron el derecho de paso y el reabastecimiento de combustible al avión del presidente de Bolivia, Evo Morales. Solo después de una revisión en tierra y de una declaración firmada de que Snowden no iba en el avión se le permitió continuar su vuelo.
Bolivia alega que su presidente fue secuestrado y que ello constituyó una amenaza a su vida. Alegato que por sí solo estaba siendo respaldado por varios presidentes sudamericanos como los de Ecuador y Venezuela. Pero cuando un importante periódico brasileño reveló que Estados Unidos espía a América Latina con prioridades en Brasil, Colombia y México, la indignación del primero impulsó una nueva oleada de solidaridad y reivindicación de la soberanía.
El asunto fue llevado a la Organización de Estados Americanos –OEA- donde tras una difícil negociación los países de la región manifestaron su solidaridad con Bolivia y condenaron “las actuaciones que violan las normas y principios básicos del derecho internacional, como la inviolabilidad de los Jefes de Estado”. Lo más importante es que esa declaración se produjo a pesar de la oposición de los Estados Unidos y Canadá.
Recién este viernes pasado en la reunión del MERCOSUR los presidentes de Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay y Venezuela acordaron llamar a consulta a sus embajadores en España, Francia, Italia y Portugal. En lenguaje diplomático eso significa un retiro temporal de embajadores para, sin romper relaciones, expresar su disgusto. Con frecuencia el retiro se prolonga mientras persiste la causa de la molestia. En este caso la ausencia de explicaciones y disculpas.
En la misma reunión acordaron que Argentina presentaría el caso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Las exigencias son tres: cesar el espionaje, garantizar la inviolabilidad de los Jefes de Estado y reconocer el derecho soberano de cualquier país a ofrecer asilo a quienes libremente decidan. En ese tenor y de manera desafiante Venezuela, Bolivia y Nicaragua han ofrecido asilo a Snowden.
En Estados Unidos los congresistas norteamericanos descubrían que al autorizar a su gobierno a recabar información “relevante” al combate al terrorismo esto en lugar de interpretarse como una caña de pescar con anzuelo y carnada fue tomado como el derecho a construir una enorme red que recoge prácticamente todo para después seleccionar uno que otro pescado sospechoso.
Resulta que conforme pasan los días y surgen nuevos datos la opinión pública se va modificando. La última encuesta importante sobre el tema indica que ahora la mayoría de los norteamericanos ya no califica a Snowden como traidor o espía sino como alguien que da la voz de alarma. Lo cual marca una creciente diferencia entre gobierno y ciudadanos.
Obama llamó por teléfono a Putin para insistir en la extradición de Snowden al parecer debido a que este último está organizando encuentros con organizaciones de derechos humanos como Transparencia Internacional y Amnistía Internacional en el mismo aeropuerto y con la complacencia rusa. No parece haber conseguido una promesa de expulsión.
El caso Snowden es una radiografía reveladora y por ello mismo transformadora de nuestra percepción del mundo. Obama se parece cada vez más a Bush; Europa parece haber aceptado callarse la boca en público y luego rompiendo tratados internacionales colaboró en el cierre del espacio aéreo al presidente de un país soberano. Ya no parece tan independiente, digna y ética.
Del otro lado del Atlántico Sudamérica reclama pleno respeto a su soberanía, a sus jefes de estado y a su derecho a dar asilo; lo hacen con la fuerza de una mayor cohesión y solidaridad regionales. Al mismo tiempo sus dirigentes han ganado popularidad. Para Estados Unidos la situación es paradójica. Ahora que pueden saberlo todo sobre todos, resulta que no puede controlar sus propias fugas de información.
Tienen en Washington una estatua, donada por México, con una inscripción que dice “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Es momento de darle una pulidita al mensaje.
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