Jorge Faljo
Agobiados como estamos por las malas noticias la semana pasada le urgía a la administración federal presentar un hecho positivo de importancia. Las malas noticias las conocemos: baja del dinamismo económico que nos ubica de frente a la recesión; caída neta de las exportaciones y de la producción manufacturera; datos duros del empobrecimiento mayoritario; incumplimiento de los pronósticos de generación de empleos y más.
La avalancha de noticias que muestran el fracaso de la estrategia económica y social requería, repito, de una contundente buena noticia. Así que al ruedo salió la Secretaría de Economía para decirnos, con bombo y platillo, que la venta del país va viento en popa.
Desde su Subsecretaría de Competitividad y Normatividad se nos anunció que en el primer semestre de año se recibieron casi 24 mil millones de dólares de inversión extranjera directa –IED. Lo que constituye un record en la historia económica del país, nos aclaran, para un primer semestre. Tal captación de divisas superó en ese periodo a los ingresos por exportaciones petroleras; fue más del doble de las remesas de los trabajadores en los Estados Unidos y el triple de los ingresos por turismo.
El tono de misión cumplida es muy claro en las declaraciones de la Lic. Rocío Ruiz, la señora subsecretaria, cuando declaró “conservamos como proyección lo que el Secretario de Economía (Ildefonso Guajardo) había dicho de 30 mil millones de dólares, cantidad que se dijo se tendría a finales del sexenio y la estamos logrando ahorita”.
No es poco que estén a punto de lograr su meta anual de 30 mil millones de dólares anuales (si se concreta la compra de la Comex por Sherwin Williams) en venta de empresas mexicanas con cinco años de adelanto. ¡Yupii!
Hay que recordar que la venta del patrimonio nacional es una característica esencial de la estrategia económica imperante desde el abandono del camino nacionalista que llegó hasta fines de los setentas. Ahora somos un gran país importador; y para importar necesitamos dólares. Y no bastan los dólares de exportaciones de maquiladoras, transnacionales, los que nos mandan los familiares en Chicago y anexas; los del petróleo y los ilícitos.
También hay que endeudarse y vender empresas. Subrayo que van juntos endeudarse y vender empresas porque en realidad no hay diferencia entre ambos. Cuando un país se endeuda se compromete a pagar los intereses de la deuda y en algún momento dado el capital. Cuando se vende una empresa al exterior se compromete a permitir la libre repatriación de las ganancias y, si la matriz decide vender, debemos estar dispuestos a permitirlo y dejar salir el capital.
En el caso de México el compromiso con las empresas vendidas va más allá de lo anterior. Cada nueva administración reitera su promesa de no establecer controles de capital, ratifica la autonomía de Banxico (al servicio del capital financiero) e incluso se compromete a endeudarse para que no lleguen a faltar los dólares que puedan requerir los grandes demandantes (blindaje financiero). Hasta tenemos una Secretaría de Economía sin más función relevante que promover y facilitar la venta de empresas nacionales al exterior. Que lo haga la Subsecretaría de Competitividad revela mucho de nuestra alta capacidad de simulación y doble lenguaje.
La venta marcha viento en popa. ¿Y eso que tiene de positivo?
Para el país nada. Pero si se publica como gran noticia es porque tiene un objetivo económico importante. Se trata de convencer a los grandes capitales de que no se salgan del país; de que México es atractivo a las grandes transnacionales.
Así que para preservar esta estrategia hay que vender empresas y cacaraquear la entrada de dólares. Eso simula el interés de negocio con nosotros. Es el lado bueno de la moneda; el problema es que tiene otra cara. Los grandes capitales productivos mexicanos no le ven perspectiva rentable y se están reconvirtiendo a capitales financieros. Prefieren el “cash” a la fábrica.
Esto los coloca en una gran flexibilidad para el caso de salida en tropel. Ahora pueden reconvertir sus fortunas a dólares con un par de teclazos en la computadora. Lo que nos hace recordar que todas las salidas de capitales en tropel en la historia de México han sido encabezadas por mexicanos. Sobre la salida a fines de 1994 en Estados Unidos se dijo que “los capitalistas mexicanos parecían saber algo que los demás desconocían”. Así que la pregunta es: ¿Qué saben, o sienten, los mexicanos que están vendiendo sus empresas?
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