Jorge Faljo
Falló el intento de los republicanos para detener la instrumentación de la Ley de Salud de Obama. Para lograrlo recurrieron a un arma extrema: bloquear la votación del incremento del endeudamiento gubernamental.
El gobierno de los Estados Unidos, al no poder recurrir al financiamiento de sus gastos y al refinanciamiento de sus deudas, entró en parálisis parcial y días después estuvo a punto de cesar el pago de sus deudas. Las consecuencias habrían sido graves: elevación generalizada de las tasas de interés; recorte del gasto gubernamental y despido de empleados públicos; caída del consumo de la población; baja de la inversión y desempleo en el sector privado. Posiblemente peor que la gran recesión de la que todavía no logran recuperarse.
Afortunadamente no ocurrió porque, como en las películas, se logró apagar el explosivo segundos antes de que estallara.
Los republicanos no contaban con que Obama se negara a toda negociación bajo amenazas tan graves. Tampoco previeron que la población se inclinaría en su contra. Perdido el argumento en contra de la Ley, demandaron negociaciones para reducir el gasto público y finalmente aceptaron un par de concesiones simbólicas a cambio de votar un pequeño incremento presupuestal. Tan pequeño que solo alcanza para que el gobierno funcione hasta el 15 de enero y se pueda endeudar hasta el siete de febrero.
Así que ya se colocó el escenario de la siguiente batalla. Sin embargo tendrán que repensar su estrategia porque Obama ganó negándose a negociar bajo tan brutal amenaza. Lo paradójico es que hacer insolvente al gobierno es un arma tan poderosa que no solo daña al gobierno, sino al sector empresarial, los trabajadores y, a fin de cuentas a toda la nación y al mundo. Por eso no se atrevieron a dispararla.
Más allá de asuntos de estrategia el tema de fondo seguirá siendo el eje de muchas batallas. En las cinco décadas que van de 1953 a 2003 la deuda federal norteamericana se incrementó en 3.1 billones de dólares; en la última década, del 2003 al 2013 subió en 11.8 billones. Un ritmo 19 veces mayor en el último decenio que en los cinco anteriores. Lo cual preocupa a muchos.
Tal situación es vista desde dos perspectivas contradictorias. La primera es la financiera. Cualquier empresa que se endeuda porque sus costos son superiores a sus ingresos se encuentra en problemas y debe cambiar. El indicador de que endereza el rumbo es reducir o evitar el crecimiento de su deuda.
Si se equipara al gobierno con una empresa resulta inaceptable un endeudamiento desproporcionado y se temé que la deuda se convierta en una carga imposible de pagar por la siguiente generación.
La segunda perspectiva, que podemos llamar macroeconómica, pone la atención no en el gobierno, sino en el funcionamiento de la economía en su conjunto. Desde este punto de vista la función del gobierno es promover la mejor operación del aparato productivo, el empleo y el bienestar. Si mediante el endeudamiento se consigue que la economía crezca más, eso facilitará que se pague más adelante.
Habría que añadir un par de consideraciones. El fuerte incremento del gasto público federal, basado en endeudamiento, no fue inflacionario porque existía capacidad de respuesta productiva: trabajadores en busca de empleo y potencial de producción. La demanda gubernamental aprovechó e hizo funcionar ese potencial. Si no se hubiera dado ese gasto el trabajo y la producción se habrían desperdiciado.
Lo que hace el endeudamiento público es trasladar riqueza inactiva hacia la inversión y el consumo. Y lo hace en un nivel que es posibilitado precisamente por la enorme cantidad de riqueza inactiva de un lado y d potencial productivo del otro. De este modo ganan las empresas, los empleados y los prestamistas.
No obstante hay que aceptar que lo que hace racional este tremendo endeudamiento es precisamente la gran irracionalidad de la economía en su conjunto. Ejemplo: en los últimos tres años el ingreso del uno por ciento de los norteamericanos más ricos creció en un 31.4 por ciento; pero como de por si eran ricos su consumo prácticamente no subió. Por otro lado el ingreso del 99 por ciento creció apenas en un 0.4 por ciento y el del gobierno tampoco creció de manera relevante.
En estas condiciones de alta concentración de la riqueza lo que se necesita es trasladar la creciente riqueza de los que ya no van a consumir más hacia la mayoría que si desea y necesita elevar su consumo de todo tipo (vivienda, salud, alimentación, servicios y más). Hacerlo mediante préstamos de un lado y endeudamiento del otro no es la mejor manera posible; pero sería peor no hacerlo.
Si se impide el incremento del endeudamiento público lo que se hará es paralizar el mecanismo que genera lo que más necesita su economía elevar el consumo de la mayoría para echar a andar toda su maquinaria económica (empresas, producción, empleos).
Otra solución sería trasladar la riqueza que no consume o invierte (otra forma de consumo) mediante impuestos de un lado y servicios públicos del otro.
El caso es que hay una diferencia substancial entre la visión meramente financiera, centrada en el gobierno, a otra ocupada en hacer que funcione la economía para todos.
Te lo digo Johnny para que lo entiendas Luis.
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