Jorge Faljo
La anexión de la península de Crimea a Rusia es motivo de un severo conflicto diplomático entre los Estados Unidos y Europa de un lado y la federación rusa del otro. Amenaza el retorno de la guerra fría que por décadas asoló al planeta en un conflicto soterrado, plagado de presiones mutuas y siempre con el fantasma de una escalada de violencia que desde entonces, y más ahora, sería suicida.
Crimea es una península ubicada en el norte del mar negro y ocupa una posición estratégica para el acceso ruso no solo a este mar y al mediterráneo. Su historia es la de una zona fronteriza que ha sido el botín de los grupos que la rodeaban. En ella se ubicaron enclaves griegos, romanos, venecianos, mongoles, lituanos y otros. En un tiempo perteneció al imperio otomano, es decir turco, con una población mayoritariamente tártara, de religión musulmana. Desde ahí hacían redadas sobre las regiones norteñas para capturar pobladores eslavos, es decir rusos, ucranianos y afines. Ese es el origen de la palabra esclavo.
Hacia fines del siglo XVIII la decadencia del imperio otomano facilitó la expansión rusa sobre el área. Esto originó una guerra con Inglaterra y Francia (1853 – 1856) que buscaban fortalecer su influencia en la región. La victoria rusa originó la salida de buena parte de los tártaros y la llegada de rusos y ucranianos, entre otros.
Hay que recordar que Ucrania fue parte del imperio ruso y que no fue hasta la revolución soviética que se le permitió a este pueblo el uso público y literario de su propia lengua. No obstante para entonces el lenguaje dominante en las ciudades era ya el ruso.
En 1954 Rusia le cedió la península de Crimea a Ucrania a pesar de que su población era mayoritariamente rusa. El traspaso fue más bien simbólico debido a que una y otra eran parte de la Unión Soviética y el ruso seguiría siendo lengua oficial. Así que el cambio no era tan relevante; se trataba de celebrar la alianza entre los dos pueblos. Como dato curioso habría que decir que esta decisión fue impulsada por un premier soviético ucraniano: Nikita Krushev.
Ucrania ha sido en los últimos años, y sobre todo meses, un espacio de presiones conflictivas entre Europa y Rusia. Sin embargo el problema no es solo externo; de sus 44 millones de habitantes cerca del 34 por ciento tienen al ruso como lengua materna y son mayoría precisamente en Crimea y otras zonas fronterizas con Rusia. No todos son de origen ruso, cerca de la mitad son ucranianos que adoptaron esa lengua desde hace varias generaciones.
Un motivo de descontento muy reciente fue eliminar al ruso como lengua oficial. Otros son la fuerte caída de los niveles de vida y la concentración del ingreso ocurrida desde el abandono del comunismo. Por otra parte la población rusa, sobre todo en zonas fronterizas observa que del otro lado de la frontera viven mejor.
La población se ha dividido de acuerdo a lengua y origen; los rusos buscan un acercamiento a Rusia, los ucranianos a Europa. Múltiples manifestaciones masivas acaban de derribar a un gobierno pro ruso e imponer, aún sin formalidades democráticas a otro pro occidental y han sumido al país en el desorden.
En este contexto un 97 por ciento los habitantes de la península acaban de votar por anexar Crimea a Rusia. Votó un 83 por ciento de la población y aunque se ausentaron la mayor parte de los opositores no cabe duda de que la mayoría quiso “regresar” a lo que consideran su madre patria.
Estados Unidos y Europa no aceptan la legalidad de este referéndum y otros países vecinos temen que Rusia pretenda “proteger” e incluso anexarse otras regiones de mayoría rusa en los países vecinos.
Del lado ruso la historia ha sido cruel; rodeada de enemigos a las puertas de su casa se ha visto involucrada en guerras terribles y la supervivencia ha sido una lucha constante. Ahora está siendo cercada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la alianza militar norteamericana – europea que ha ido incluyendo países que antes eran parte de la esfera soviética y de su área de influencia militar.
Para Rusia el riesgo de que Ucrania se integre a Europa y a la OTAN es un riesgo mayor. Así que antes de perder un bastión estratégico de manera definitiva Rusia ha realizado una jugada de fuerza que, en su propia visión no es distinta que las intervenciones norteamericanas en Kosovo (independizado de Serbia), Irak o Afganistán.
Ucrania no está en condiciones de inclinarse decididamente en favor de cualquiera de los dos bandos. Su región occidental, ucraniana, se inclina por Europa pero no puede olvidar que en su parte oriental tiene ciudades mayoritariamente rusófilas.
Para calmar la situación Rusia deberá asegurar que no busca una mayor expansión territorial. A cambio debería poder obtener la seguridad de la futura neutralidad militar de Ucrania. Estados Unidos y Europa tendrán que aceptar el hecho consumado de la anexión de Crimea a cambio de sanciones triviales. Así lo requiere la dependencia de Europa del gas ruso y la posibilidad de exportar a ese mercado. La convivencia internacional requiere de la convivencia de rusos y ucranianos dentro de Ucrania. El desgajamiento de ese país podría poner al mundo entero en peligro.
Estados Unidos debe entender que su situación es privilegiada; no tiene enemigos cercanos y, fuera de Pancho Villa, jamás ha sido invadido. Rusia por el contrario ha basado su sobrevivencia histórica en la existencia de un espacio de protección a su alrededor y luchará por él como una de sus prioridades.
Caso típico que apunta hacia la necesidad de disolver al estado-nación a la mayor brevedad. Los refiero al modelo de ciudadanía ecológico que vengo proponiendo hace un cuarto de siglo. Ésa es la solución, no solamente futura sino "inmediata" según quienes han estudiado nuestras propuestlas que puedes ir cultivando tú también en www.institutosimoneweil.net
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