Faljoritmo
Jorge Faljo
Llevamos en nuestro país décadas de subutilización de recursos productivos, incremento de la dependencia alimentaria, empobrecimiento, emigración, violencia creciente y abandono de las decisiones soberanas. Algunos creemos que ante las evidencias la actual administración ha entreabierto la puerta para revisar la política agropecuaria heredada. Por eso es importante y oportuno revisar una de las experiencias más exitosas a nivel mundial: la Política Agrícola Común de la Unión Europea – la PAC.
Surge después de la segunda guerra mundial y de un largo periodo de severa escasez de alimentos en Europa. Cuando Francia, Alemania del Oeste, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo decidieron fundar la Comunidad Económica Europea como un espacio de libre comercio interno encontraron que también deberían establecer políticas agropecuarias homogéneas. Paz, seguridad alimentaria y desarrollo económico eran los móviles fundamentales de ese acuerdo.
El diseño básico era promover el desarrollo industrial mediante la creación de un gran mercado común sin descuidar el fortalecimiento agropecuario. De esa manera saldrían ganando tanto los países más industrializados como los de mayor potencial agropecuario. Sobre esta base de intereses complementarios y negociación se fueron añadiendo más países hasta configurar la actual Unión Europea con sus 28 países miembros.
La Política Agrícola Común se administra de manera centralizada por los órganos de gobierno de la Unión Europea radicados en Bruselas (Bélgica). Implica un mecanismo de transferencia en el que cada país aporta de acuerdo a su peso económico general y cada país recibe de acuerdo a la importancia de su propia agricultura. Esto ha implicado un continuo conflicto de interés porque algunos países aportan bastante más de lo que reciben (Alemania, Inglaterra, Italia, Holanda) mientras que otros son receptores netos (Polonia, Grecia, Rumania, Hungría e Irlanda). Otros, como Francia y se encuentran más o menos en situación de equilibrio. A pesar de ello las encuestas señalan que la mayor parte de la población europea apoya el PAC.
El objetivo central de la PAC es la seguridad alimentaria y sus objetivos derivados son la rentabilidad de la producción interna y el bienestar de los productores. Para ello Europa instrumentó una estrategia que en nada se parece a la que seguimos en este país.
En su primera etapa, a partir de 1962, Europa aseguró que sus productores pudieran vender a precios rentables. Para conseguir que esos precios no bajen de ciertos mínimos establecieron cuotas y aranceles a las importaciones. Además si el precio cae por debajo de lo establecido el gobierno europeo entra a comprar directamente a los productores hasta restablecer el precio. Esas compras se almacenan o exportan. Podemos hablar de precios de garantía.
La lista de los productos con precios garantizados y que el gobierno entra a comprar directamente en caso necesario incluye cereales, arroz, azúcar, papas, aceite, leche y otros alimentos básicos. También hay esas garantías en cosas que a nosotros nos podrían parecer extrañas, tales como miel, carnes, huevos, frutas y vegetales, flores, aceitunas, chicharos, forrajes, algodón y más. Es decir que es muy amplia la garantía al productor de que lo que produzca podrá venderlo a buen precio.
Al asegurar la rentabilidad tanto de grandes como de pequeños productores, el resultado fue un ritmo de incremento notable de la producción que en pocos años se tradujo en “montañas y lagos” de excedentes alimentarios acumulados en los almacenes públicos. En 2007, por ejemplo, se almacenaban 13.5 millones de toneladas de cereales, arroz, azúcar y derivados lácteos (quesos sobre todo) y de 3.5 millones de hectolitros de alcohol y vino.
Ante tal volumen de excedentes la PAC ha ido cambiando e incluyendo nuevos instrumentos de política. Para deshacerse de los excedentes se subsidiaron las ventas al exterior, se emplearon para apoyo nutricional a grupos vulnerables de adentro y fuera del continente, incluso se destruye lo que se considera invendible al precio adecuado. Los excedentes son un problema para la PAC; aunque un problema de los que ya quisiéramos tener por acá.
La política europea ha sido muy criticada por países del tercer mundo. Su alto nivel de protección de sus productores y de subsidios a la exportación la han convertido en el segundo exportador mundial de productos agropecuarios (después de los Estados Unidos). Pero dado que sus ventas son subsidiadas son vistas como competencia desleal y factor de destrucción de los sectores agropecuarios de otros países. Lo cual es cierto, aunque lo que no entiendo es porque esos países no ponen aranceles a sus importaciones y protegen a sus productores.
Debido a lo difícil de vender sus excedentes la PAC ha transitado a una segunda etapa en la que se desincentiva la producción excesiva por la vía de subsidios directos a los productores a condición de tener prácticas ecológicas.
También se sigue una estrategia de asignación de cuotas de producción por producto, región y productor individual. De este modo cada productor sabe que tiene derecho a producir tanta leche, queso, o vino, por ejemplo. En caso de excederse en más del seis por ciento de su cuota enfrenta diversas penalizaciones.
La Política Agrícola Común ha tenido un éxito resonante en proporcionar seguridad alimentaria a Europa. De hecho ha ido mucho más allá al generar altos volúmenes de producción. Ha logrado notables incrementos de la productividad; solo que para ello empezaron por asegurar la competitividad y la rentabilidad de sus productores. Sobre esa base se consiguió la eficiencia productiva.
Encuestas recientes señalan que el 75 por ciento de la población considera que la PAC conviene a todos los ciudadanos.
Tendríamos mucho que aprender de la estrategia europea y entender cuáles son los verdaderos “secretos” productivos de los poderosos del planeta.
Planeación, sentido común, e instinto básico de sobrevivencia son condiciones para que un país pueda construir su soberanía alimentaria.
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