Faljoritmo
Jorge Faljo
Hace un par de décadas se puso de moda la idea de que habíamos llegado al fin de la historia. No quería decir que no fueran a ocurrir eventos importantes; pero sí que la humanidad había alcanzado su punto más alto de evolución política, sociocultural y de mercado. Esto se refería a la democracia liberal, el acatamiento de normas internacionales y el libre comercio. Con el fin del comunismo se pregonó el fin de los conflictos ideológicos.
No obstante me atrevo a aventurar que existe uno de este tipo y es el que se da entre los Estados Unidos, Europa, Japón y otros países (incluyendo a México) de un lado y un país hermano del otro. Se trata de… Argentina.
La Organización Mundial del Comercio –OMC- acaba de concluir que Argentina incurrió en desacato a las reglas internacionales al obstaculizar importaciones y tratar de controlar la salida de divisas. Señala que Buenos Aires debe cambiar sus políticas y cumplir con la legalidad del comercio internacional.
Para el representante norteamericano la resolución fue una gran victoria de los trabajadores industriales y agrícolas norteamericanos que serán favorecidos por el incremento de miles de millones de dólares en exportaciones a Argentina. Para el representante europeo fue una señal de que el proteccionismo es inaceptable y conminó al país sudamericano a abrir las puertas a los productos europeos.
La cosa no será fácil, sobre todo porque Argentina sufre de escasez de dólares. De 2009 a la fecha ese país, lejano pero hermano, ha visto reducirse sus exportaciones en parte por el estancamiento mundial y en parte por problemas climáticos que afectaron su producción agrícola.
En contraste los argentinos han elevado sus niveles de vida y viajan más al extranjero y se han incrementado fuertemente los costos de sus fuertes importaciones de hidrocarburos y energía. Vende menos, gasta más dólares y se han reducido notablemente sus reservas internacionales. Hay que recordar que, además, es un país excluido del financiamiento internacional.
Eso ha generado una fuerte escasez de dólares dentro del país y la creación de un mercado negro donde la divisa se compra, de manera ilegal pero extendida, mucho más cara que el cambio oficial. A pesar de esta situación el gobierno se niega a devaluar para evitar presiones inflacionarias y prefiere imponer lo que sería el equivalente a un racionamiento de dólares y el control de importaciones.
Hay dos ejemplos emblemáticos de lo que hace el gobierno argentino. Uno es el caso del fabricante alemán de autos Porsche que para exportar un centenar de sus unidades se vio obligado a comprometerse a comprar el equivalente en vino y aceite de oliva argentinos. En opinión de la empresa es muy problemático compensar el precio de 100 autos de 150 mil dólares cada uno comprando vino y aceite que, por cierto, Europa no acepta importar.
Otro caso es el de la empresa canadiense RiM que se vio presionada a montar una fábrica en el país para poder vender sus celulares Blackberry.
Sin embargo estos ejemplos muy difundidos para ilustrar la mala actitud argentina pueden ser vistos en otra perspectiva. Si escasean los dólares y el gobierno no quiere devaluar solo le quedan dos opciones. Dejar que sea el libre mercado el que decida que se hace con los dólares. En este caso los muy ricos podrán comprar Porsches y las clases medias Blackberris. Pero se corre el riesgo de no poder hacer importaciones de refacciones para las fábricas o de café.
O, por otro lado, que sea el gobierno el que decida cuales son las prioridades y las no prioridades, como las importaciones de autos de lujo, les imponga un mecanismo de intercambio equilibrado. Por cierto que México se sumó a la demanda contra Argentina porque también nos exigió equilibrar el comercio automovilístico.
Es un dato curioso que Argentina importa más de Europa y de los Estados Unidos de lo que les exporta. Es decir que con ellos tiene déficit comercial. Pero en las reglas del libre comercio el equilibrio comercial no importa; si es necesario el país deficitario deberá gastar sus reservas e incluso endeudarse. Solo que a Argentina no le prestan.
Aquí si tenemos una disputa ideológica, la que se da entre el libre comercio o su contrario, el comercio “gestionado”. En uno deciden los que tienen más dinero, en el otro el gobierno impone prioridades para un intercambio equilibrado.
De momento Argentina puede apelar y prolongar por un año más el litigio. Después lo más probable es que vuelva a perder y entonces sus opciones serán: sufrir represalias comerciales, devaluar o acatar las reglas del libre comercio. En las tres su población sufrirá consecuencias; solo que estas podrían ser menos malas que los beneficios que ya le da el comercio controlado.
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