lunes, 1 de septiembre de 2014

Un Paso Positivo

Faljoritmo

Jorge Faljo


Esta vez el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, llegó a la Feria del Calzado, en León Guanajuato, bien preparado. Anunció que habría nuevas reglas de importación destinadas a restringir la importación indiscriminada de zapatos; millones de los cuales entran al país en condiciones de dumping.

Ahora, en lugar de la desgravación unilateral en marcha, es decir a cambio de nada, el Secretario anunció que se aplicará un arancel del 25 al 30 por ciento a las importaciones. Esto le dará, esperemos, un respiro a un sector semidestruido, como prácticamente toda la manufactura en México.

Lo más interesante son las medidas no arancelarias de control de las importaciones. Todas las entradas de calzado deberán notificarse con cinco días de anticipación; presentando documentos de embarque, facturas de compra, pago de fletes y seguros. Los introductores deberán estar inscritos en un padrón sectorial de importadores de calzado y en el Servicio de Administración Tributaria. Solo se podrá introducir esta mercancía en nueve aduanas seleccionadas y no en la actuales 33.

Tal vez lo más importante es que el calzado que llegue será revisado por observadores expertos, pagados por los industriales del sector, que se encargarán de determinar los costos reales de producción para evitar la entrada de mercancía subvaluada. Las contribuciones se causarán sobre el precio estimado por los observadores y no sobre el reportado por el importador.

Se tardaron en instrumentar estas medidas. Hace 14 años entraron al país tres millones de zapatos chinos. Ahora, solo en el primer semestre llegaron 36 millones.

Esta avalancha llevó a la quiebra a miles de pequeños y micro productores de calzado; otros miles trabajan a media capacidad y a un nivel de subsistencia empresarial que imposibilita el ahorro y la inversión y, por tanto, el avance en productividad. En tales condiciones es también inviable todo aumento salarial e incluso los productores en pequeños talleres familiares, que son muchos, se han tenido que apretar el cinturón.

Más vale tarde que nunca. Sin embargo las medidas podrían haber sido más contundente. El arancel podría ser de hasta 50 por ciento, de acuerdo a las reglas de la Organización Mundial del Comercio, con los países con los que no tenemos tratados comerciales. Y con los que si tenemos tratados, pero sostenemos un intercambio desequilibrado, sería el momento de revisarlos.

De cualquier manera las nuevas medidas constituyen una buena señal, sobre todo porque se presentan con un lenguaje innovador.

Videgaray dijo que el Gobierno de la República debía decidir entre dos visiones opuestas. Una, abrir irrestrictamente las fronteras sin importar las consecuencias para productores y empleo; otra, vincular la estrategia industrial a su impacto social. También criticó la política de apertura y desgravación indiscriminada del sector en los últimos años; lo que desde el punto de vista de la política industrial implicó el abandono del sector.

Quiero ver en estas palabras la señal de un cambio relevante. Sobre todo por lo siguiente: el anuncio lo hace el secretario de Hacienda y no el de Economía; inscribe la medida en el contexto de una política industrial; considera relevante el impacto social para determinar estrategias comerciales y establece un dialogo que atiende a los intereses del empresariado nacional. A diferencia de cómo le ha ido últimamente esta vez el Sr. Secretario fue muy aplaudido por el sector empresarial.

Todo lo anterior es novedad y refleja un nuevo criterio en la toma de decisiones: el político. Es decir el abandono del dogmatismo feroz aprendido en alguna universidad norteamericana para, en cambio, escuchar a un sector productivo importante por su generación de empleo y por generar un producto indispensable al bienestar general.

Me parece que las medidas tomadas debieran todavía afinarse más para incluir acuerdos con los empresarios que beneficien a los trabajadores. Terminaría de redondear la nueva estrategia. Sobre todo cuando sabemos que gran parte de los trabajadores formales no tienen un ingreso suficiente ni para alimentar bien a su familia.

La decisión gubernamental, aunque aislada, nos muestra una alternativa importante. Es una medida pública que no requirió cambios legales, tan solo de mentalidad. Que modifica situaciones dentro del margen de acción posible al gobierno; solo se requería la voluntad de hacerlo. Lo principal es que genera de inmediato condiciones de competitividad, uso eficiente de la capacidad instalada y rentabilidad que pueden ser la base para la inversión y el avance tecnológico.

Es un cambio que inspira la posibilidad de empezar a diseñar una real política industrial aplicable a toda la manufactura.

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