lunes, 29 de septiembre de 2014

Lección japonesa

Jorge Faljo

Faljoritmo

En una reciente reunión de dirigentes de bancos centrales de todo el mundo, el gobernador del Banco Central de Japón, Haruhiko Kuroda, explicó las causas del estancamiento económico, el deterioro salarial y la deflación en su país. Su planteamiento llamó la atención porque contraviene los razonamientos de aquellos que todavía pregonan que los trabajadores y el gobierno se amarren el cinturón para beneficio de las empresas.

También es notable porque, a la manera de los grandes economistas, su explicación es sencilla, comprensible y breve. En tan solo cinco cuartillas (más un anexo de gráficas) y sin recurrir a complejos modelos matemáticos lanza un mensaje de importancia no solo para Japón; bien podríamos decir que para el mundo. Para México.

Kuroda inicia su explicación con la ruptura de la burbuja financiera que ocurrió en Japón a principios de los años noventa. No muy distinta a lo que habría de ocurrir en los Estados Unidos en 2008, en este segundo caso con un impacto mundial.

En los años ochenta los precios de la propiedad inmobiliaria y de las acciones en la bolsa de valores de Japón se elevaron demasiado, sin sustento en la economía real. Al romperse aquella burbuja especulativa se produjo una contracción del mercado; es decir que se redujo la demanda de la población. La reducción de las ventas en un mercado mucho más competido generó excesos de oferta que presionaron a la reducción de los precios de los bienes y servicios.

Ante esa situación las empresas reaccionaron intentando elevar su competitividad y mantener su rentabilidad mediante el castigo a los ingresos de sus trabajadores permanentes. Estos últimos se vieron obligados a aceptar fuertes reducciones salariales a cambio de no perder sus empleos.

Además de lo anterior la creación de nuevos puestos de trabajo se caracterizó por nuevas condiciones laborales que no ofrecían permanencia en el empleo, ni las prestaciones o ingresos de los trabajadores regulares. Es decir que se amplió notablemente el estrato de trabajadores que podrían considerarse marginales o irregulares. Los trabajadores de tiempo parcial se incrementaron de un 15 por ciento en 1990 a casi el doble en 2014.

El deterioro de la masa salarial (el conjunto de los ingresos de los trabajadores) continuó obligando a la reducción de los precios y se generó una carrera a la baja en la que se reducían precios y salarios. Sin embargo en esta espiral negativa los salarios cayeron más que los precios.

Aun así podría considerarse que la estrategia seguida por las empresas fue aparentemente exitosa, para ellas pero no para el conjunto de la economía del país. Consiguieron sostener sus márgenes de rentabilidad o incluso elevarlos.

Si las empresas hubieran empleado sus ganancias en inversión productiva esta habría sido una fuente de demanda que posiblemente habría sacado al país del estancamiento y la deflación. Pero no fue así.

Ubicadas ante un mercado en contracción las empresas prefirieron no invertir. En lugar de ello crearon un importante ahorro financiero que, incluso en condiciones de bajas tasas de interés, les ofrecía la seguridad de una ganancia moderada.

Kuroda describe esta situación como la “paradoja del ahorro”. El notable ahorro financiero de las firmas japonesas, sumado a la reducción de la demanda de la población, se tradujo en un mercado más rudamente competido, bajas de precios y ganancias. Lo que llevó a las empresas a continuar su estrategia de reducción de salarios y, en consecuencia de contracción del mercado. A final de cuentas el incremento del ahorro significó menores ganancias.

El gobernador del Banco Central de Japón emplea otra frase de economistas para caracterizar lo ocurrido, habla de una “falacia de composición”. Lo cual ocurre cuando cada empresa reacciona de la manera que más le conviene en una perspectiva individual pero el efecto agregado de que todas hagan lo mismo es negativo para ellas. Y también para toda la población.

Para el señor Kuroda una parte importante del problema es que en estos últimos 25 años se ha modificado la manera en que se negocian y se fijan los salarios. Los trabajadores han perdido capacidad de negociación y se ha implantado una expectativa de estancamiento o incluso de reducciones salariales y deterioro de las condiciones laborales. Para este gobernador del Banco Central de Japón se requiere una “mano visible” (es decir contraria a la “mano invisible” del mercado) que impulse incrementos salariales generalizados.

Haruhiko Kuroda, gobernador de uno de los Bancos Centrales más importantes del planeta da un buen ejemplo al centrar su interés en la salud de la economía real, el empleo y el bienestar de los trabajadores. Señala que las empresas han descuidado su papel productor para convertirse en rentistas financieras. No duda en afirmar que la búsqueda del interés particular de cada empresa no es lo que les conviene como conjunto, ni a ellas, ni al país.

Finalmente señala claramente que no es la operación del mercado, ni las negociaciones salariales particulares las que lograrán resolver el problema de fondo. Se requiere una gran negociación de conjunto, liderada e impulsada por el estado, para el fortalecimiento del mercado interno.

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