lunes, 12 de enero de 2015

Europa, norte y sur, arriba y abajo

Faljoritmo
Jorge Faljo

Hace unas semanas los productores italianos de queso parmesano certificado decidieron retirar del mercado 90 mil ruedas de queso de 38 kilos cada una; es decir algo más de 3,400 toneladas de buen queso. El motivo fue que no había compradores; en los últimos seis años el gasto de los consumidores italiano se redujo en un 13 por ciento y, además andan a la caza de descuentos.

La situación afecta también a los productores de vinos, jamón y carnes frías y, en general a toda la industria alimenticia que ha sido una de las últimas en verse afectada por la crisis. Pero el hecho es que en este sector, del 2008 a la fecha, han cerrado sus puertas más del 12 por ciento de las empresas.

Es apenas una pequeña muestra de un inmenso proceso de destrucción de talleres y empresas productivas que asola a toda Europa. España, un país con buenas estadísticas, nos revela que entre el 2008 y el 2012 cerraron 227 mil 599 empresas de todo tipo. Peor le ha ido a Grecia con el cierre de cerca de 100 mil empresas. Son menos pero también se trata de una economía mucho más pequeña.

La información usual nos revela las estadísticas de desempleo, la baja de ingresos, el número de los sin techo, aquellos que tienen que recurrir a servicios asistenciales, cocinas económicas y otros para sobrevivir. Pero se habla mucho menos del fondo del asunto: la destrucción del aparato productivo.

No se destruyen todas las empresas al parejo. Es claro que hay sobrevivientes e incluso ejemplos de éxito. Triunfan las que logran vender en el mercado internacional, las tecnológicamente avanzadas que contratan menos personal, las que por su tamaño consiguen comprar las materias primas a menor precio, las bien conectadas con el gobierno.

Pero se destruyen masivamente las pequeñas y medianas empresas más creadoras de empleo y más orientadas a los consumidores nacionales. La destrucción en Europa de cientos de miles de empresas no se queda atrás de la ocurrida en México en los últimos treinta años. Aquí desaparecieron miles de empresas textiles y del vestido, de utensilios y electrodomésticos, del mueble, calzados, transformación alimenticia y todo tipo de manufacturas.

Si lo ocurrido en México pasara en Cuba o Venezuela el escandalo sería mayúsculo. Es la destrucción de toda una clase social; el pequeño y mediano empresariado.

No faltan los analistas que nos dicen que se trata de una depuración necesaria, que cierran las empresas poco competitivas y que la solución para ellas sería imitar a las exitosas que han encontrado el modo de vender en el exterior, sea Nueva York o Shanghái.

Algunos analistas neoliberales dicen que se trata de empresas poco competitivas y que la solución del problema sería imitar a las pocas que han encontrado el modo y los recursos para vender en el exterior, por ejemplo que se venda el jamón o el queso italiano en Nueva York. Es el rollo aquel de que “los no competitivos no sobrevivirán” para justificar la destrucción de la producción de los de abajo, de la producción empresarial que no obstante, por su cercanía con el mercado interno podríamos llamar popular.

Lo más paradójico y terrible del caso es que el problema se origina en buena medida en el endeudamiento de México, España, Grecia, Portugal y otros países más que reciben con entusiasmo a los capitales externos y emplean esos recursos para hacer importaciones que destruyen a sus propios productores. A este modelo se le llama modernización.

En contraparte, de hecho al unísono, los grandes inversionistas exigen apertura de los países subdesarrollados a sus capitales y mercancías. Las dos importaciones, de capital y mercancías, van juntas y son inseparables; nos prestan para que les compremos. Al mismo tiempo la elite interna en contubernio con el gobierno se vuelve importadora.

Se trata esencialmente del mismo mecanismo allá y aquí. En Europa Alemania le prestó ampliamente a Grecia y le exigió un mercado abierto a sus productos. Grecia se endeudó para comprarle a Alemania y sus políticos aceptaron la destrucción de los productores griegos.

Pero llegó un momento en que el endeudamiento era muy alto y el país tenía una economía semi destruida por lo que era imposible pagar. En el lenguaje neoliberal los griegos habían sido despilfarradores; se habían endeudado irresponsablemente. Entonces se les “rescató”, es decir que se les prestó más para que pudieran pagar a los bancos alemanes y seguir comprando. A cambio del favor se exigió que el gobierno se desmantelara; elevar impuestos y reducir programas sociales y, sobre todo, aunque pobres, seguir comprándole a Alemania.

Vivimos oleadas de crisis y en algún momento, tal vez pronto, nos volverá a tocar a nosotros. Nuestra elite financiera se ha esforzado en atraer capitales externos con gran éxito y esto es a final de cuentas deuda. Con ese dinero hemos comprado en el exterior a cambio de destruir el campo y la industria nacionales. No toda, solo la que más empleo crea, la que es propiedad de pequeños empresarios y la del sector social y la que produce para los mexicanos, no para Nueva York o Shanghái. Este es el despilfarro que habremos de pagar muy caro; cuando necesitemos que nos rescaten a cambio de continuar destruyéndonos.

Sin embargo en Grecia y España han surgido dos partidos políticos, Syriza y Podemos, que en muy breve tiempo se han colocado como punteros en las encuestas y que exigen acabar con la “austeridad”. Representan a la población que quiere trabajar, volver a poner en marcha a sus talleres y empresas cerrados, gobiernos fuertes, renacionalización de sectores productivos estratégicos y pagar sus deudas a base de exportaciones y en paralelo a la reconstrucción y crecimiento de sus países.

Es una propuesta inaceptable para los globalizados que lo que menos quieren es que los empobrecidos produzcan y mucho menos aceptan comprarles.

Estos partidos, Syriza y Podemos, ya no se pueden conceptualizar como simplemente de izquierda; son partidos de “abajo” en rebelión contra los de arriba.

3 comentarios:

  1. Excelente articulo...es la neta del planeta

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  2. Como me encantaría que en nuestro país se crearan verdaderos partidos que vienen de "abajo" en rebelión a los de arriba. Y si se llegaran a crear que no se corrompan. Estimado Jorge Faljo que tan lejos crees que este mi expectativa, para nuestro país?

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