lunes, 19 de enero de 2015

Hakuna Matata

Faljoritmo
Jorge Faljo

Hakuna matata significa, en idioma swahili, no te angusties. Fue una canción de la película el Rey León que expresaba lo bueno de vivir sin preocuparse. No pasa nada, y si pasa ¿qué le vamos a hacer? El inconsciente es poderoso y recordé esa canción al leer las declaraciones de nuestra cúpula financiera y empresarial.

El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani, reveló que el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, les describió que la inflación va a ir a la baja y que esa institución ya está haciendo lo necesario para que no haya una salida importante de divisas y no se perjudique el país. “Lo necesario” son palabras poderosas y misteriosas que al parecer no necesitan explicarse a detalle. Hakuna matata, pues.

No se queda atrás el secretario de economía, Ildefonso Guajardo, cuando dice que la baja del precio internacional del petróleo en el desarrollo de las finanzas públicas del país “no es, bajo ninguna circunstancia, un tema a corregir” en 2015. Los ingresos públicos, dijo, se encuentran protegidos por la estrategia de coberturas.

Dos subsecretarios Hacienda explicaron que no se prevé un faltante de ingresos fiscales por la disminución del precio del crudo. Declararon que la reforma fiscal permitió compensar la baja de ingresos petroleros. En su caso esta baja de ingresos se compensaría con “otros ingresos” y, si esos otros llegaran a faltar, el recorte del gasto se definiría en el momento en que se presente. Es decir ¡no hay que adelantar vísperas!

Es difícil decir si esta estrategia hakuna matata es la real y no hay más de fondo, lo que debería darnos escalofríos, o si se trata de una manera de ganar tiempo generando confianza mientras se decide que hacer. Me parece difícil pensar que estos dirigentes no ven los problemas que se avecinan; creo mucho más probable que no sepan qué hacer, o que no se atrevan, todavía, a decir lo que serán decisiones difíciles.

En sentido contrario al no pasa nada creo que es el momento de un golpe de timón que nos prepare para no solo atenuar los impactos negativos posibles, sino para salir adelante con crecimiento y bienestar generalizados. Para ello convendría:

Adelantarnos a la posible fuga de capitales disminuyendo aceleradamente el déficit de cuenta corriente (déficit comercial más los pagos al exterior). Banco de México calcula este déficit en 34.4 mil millones de dólares para el 2015. En el pasado no fue problema financiarlo gracias a las fuertes entradas de capital volátil. No obstante si esas entradas disminuyen, o peor, se convierten en salidas, podríamos tener dificultades para hacer importaciones esenciales y tendríamos que ser, necesariamente selectivos. Lo que no se puede dejar en manos del mercado. Habría que dar preferencia al consumo básico, y a insumos productivos.

Otra prioridad, sobre todo para un país tan vulnerable y dependiente del comercio exterior es seguir pagando los intereses y repatriaciones de capital. Solo que procurando no seguir endeudándonos y eso implica depender menos de las importaciones. Aquí podemos producir de todo.

Hay que plantearnos convertir el déficit de cuenta corriente en superávit mediante una estrategia de substitución de importaciones. Eso sería revirar treinta años de endeudamiento, desnacionalización y abandono de los productores internos. Podría funcionar rápidamente debido a las vastas capacidades instaladas que no se emplean en la manufactura y en la producción agropecuaria; sobre todo en empresas medianas y pequeñas y en el sector social.

Disminuir de este modo nuestra vulnerabilidad es un requisito esencial de soberanía y de la posibilidad de cambiar en paz y con democracia.

Urge que el crecimiento del mercado interno sea el motor del fortalecimiento productivo. En 1976 la participación de los salarios en el PIB fue del 40.2%; en 2013 de sólo 27.4%. Por otra parte la media de la participación salarial en los países de la OCDE (los de mayor desarrollo) es del 55 por ciento. Es indudable que el mayor dinamismo económico se asocia al fortalecimiento de la demanda de la mayoría. Aquí se sometió a la población a un empobrecimiento que nos estancó y nos hundió en la violencia. En lugar de pensar en el largo plazo y el interés nacional ha predominado la rapiña de pocos.

Plantearnos la recuperación salarial es posible si se instrumenta de manera que el incremento de ingresos de la mayoría se destine a consumir lo que nosotros producimos en las regiones y el país. Habría que amarrar y equilibrar el incremento del consumo con el aumento de la producción derivada de la substitución de importaciones. Hay manera de hacerlo.

El Estado debe ser un factor de disminución de la inequidad y motor del desarrollo. Tenemos un paraíso fiscal para los más ricos y las empresas más grandes; nos distinguimos por una de las más bajas recaudaciones del planeta. La captación tributaria en México ronda el 19.5 por ciento (incluyendo petróleo); en Argentina y Brasil es del 37 por ciento. La media de la OCDE es del 40.5 por ciento. Hay mucha cancha para elevar los impuestos a la riqueza improductiva y la especulación. Y, sobre todo algo novedoso; combatir en serio la corrupción.

Enfrentar el riesgo de crisis mediante la puesta en marcha de las capacidades productivas que funcionan a medias y de los millones que quieren trabajo, requiere de un estado honesto que administre el comercio externo y regule la economía. El mercado no garantiza crecimiento, equidad y democracia, lo que nos hace falta.

El incremento salarial habrá de generar la demanda para la pequeña y mediana producción. Para empezar todo el gasto social (Prospera, tercera edad, apoyos nutricionales) que fortalece el consumo de más de seis millones de familias debe hacerse de modo que esa demanda sea abastecida con producción regional y nacional.

Afrontar la disminución de ingresos petroleros y la caída de la inversión externa mediante el incremento de la producción potencial ya existente debe ser nuestra alternativa. La otra opción sería aguantar otra oleada de empobrecimiento y de destrucción del aparato productivo no monopólico y no globalizado. Eso este país ya no lo resiste sin caer en nuevos abismos de violencia criminal y del Estado. Hay que agarrar el toro por los cuernos y afrontar los problemas como oportunidad de cambio.

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