Jorge Faljo
Más de nueve mil mujeres, hombres y, entre ellos unos 2,300 niños, caminan bajo un sol abrasador, con los pies llagados, sedientos, hambrientos y dependientes de la ayuda que de buena voluntad les presta la población y las organizaciones sociales.
Hay dos versiones. La de Trump que afirma, más bien supone sin pruebas, que se trata de una horda peligrosa dentro de la que se ocultan terroristas del medio oriente y todo tipo de malandrines. La otra es la que surge del trabajo periodístico en contacto directo con este grupo y que refleja la desesperación con la que huyen de la violencia, la extorsión de grupos criminales, la imposibilidad de trabajar y sobrevivir en sus países de origen. Sobre todo, Honduras, en este caso.
Lo novedoso, lo impactante, es que lo que antes era goteo continuo de pequeños grupos que se ocultaban y buscaban no hacer ruido se ha convertido en estruendoso relámpago. Tal vez no lo saben, pero ya han obtenido una importante victoria. Se han hecho visibles.
Hasta ahora podíamos, más o menos, ignorarlos y dejarlos a su suerte. A la buena suerte de que a lo largo de su marcha se les arrojaran botellas de agua y tortas al pasar trepados sobre trenes, o de encontrar algún refugio temporal a lo largo del camino y de recibir algunas monedas a su paso por nuestras ciudades. O a la mala suerte de ser secuestrados por pandillas criminales, en ocasiones coludidas con autoridades, para extorsionar a sus familiares, para esclavizarlos, prostituirlos, terminar asesinados o a no sobrevivir el paso por el desierto.
Ya no se les puede ignorar. Hemos entrado a otra fase del problema; ahora son visibles y habrá que decidir, México, Estados Unidos y el mundo que hacer al respecto.
No me refiero a los miles que integran esta caravana, y las que seguirán, porque no son en realidad una gran carga. Son muy pocos, sobre todo comparados con los muchos millones de mexicanos que también se han visto obligados a desarraigarse para sobrevivir. También comparados con los miles que ya recorrieron el mismo camino a escondidas y apoyados por la población mexicana. Ahora que son foco de atención cabe esperar que se encuentre una manera más institucional, con ayuda internacional, para atenderlos.
Encontrar soluciones de fondo será más difícil. Se requiere un nuevo diagnóstico del origen del problema; tomar la caravana como la señal de un modelo económico, político y militar fracasado.
Las raíces de esta caravana se remontan al 2009. En ese año el presidente de Honduras, Manuel Zelaya sufrió un golpe de estado y fue expulsado del país por las fuerzas militares que obedecieron una orden de la Corte Suprema controlada por la oligarquía local. La condena internacional fue unánime y la Organización de Estados Americanos –OEA-, exigió su regreso. Hillary Clinton, entonces secretaría de Estado norteamericana se negó a apoyar esa declaración. El líder del golpe fue un general graduado de los programas de formación militar norteamericanos.
Zelaya llegó a la presidencia en 2006 y lo primero que hizo fue aprobar una ley de participación ciudadana que permitía realizar consultas populares sobre asuntos nacionales. Incrementó de manera notable el salario mínimo de su país, 11 por ciento en 2007 y al final de 2008 en otro 40 por ciento. La mejoría para la población fue notoria debido a nuevos programas sociales e inversiones en salud y educación. Con Zelaya hubo programas de desayunos escolares gratuitos, leche para niños pequeños, pensiones para adultos mayores, becas escolares, nuevas escuelas, subsidios al transporte y así por el estilo.
De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina en esos años Honduras fue la nación de mayor crecimiento económico en la región. Entre 2006 y 2008 el PIB de Honduras creció al 5.7 por ciento anual; después del golpe de estado el ritmo se redujo notablemente.
Pero las cifras no reflejan la magnitud del desastre. Miles de dirigentes indígenas, campesinos, sindicales, ambientalistas, jueces, políticos de oposición, activistas en derechos humanos fueron asesinados tras el golpe de estado.
La destrucción de las organizaciones de base se asoció a la retracción del estado y eso dejó el campo libre a las organizaciones criminales. Estas últimas se nutren de la deportación de pandilleros repatriados tras cumplir sus sentencias en los Estados Unidos. Regresan a su país entrenados en las luchas callejeras de ciudades como Los Ángeles y Chicago y organizados en sus cárceles.
Trump amenaza con suspender lo que llama generosa ayuda a los países centroamericanos si no logran detener la emigración. En 2017 la ayuda a Honduras fue de 149.5 millones de dólares, en buena medida militar y para el funcionamiento del gobierno. Recordemos que Estados Unidos había apoyado con más de 7 mil millones de dólares la guerra contra la guerrilla salvadoreña a lo largo de diez años.
Honduras tiene ahora un presidente, graduado del liceo militar como subteniente de infantería, abogado y empresario. Se reeligió en un proceso en que supuestamente ganó por 50 mil votos y que la OEA calificó como plagado de irregularidades y errores por lo que recomendó hacer nuevas elecciones. Las evidencias de fraude generaron fuertes protestas duramente reprimidas con muertes que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos definió como ejecuciones extrajudiciales.
Hay que voltear la mirada al problema de fondo en Honduras: la ausencia de democracia, la represión de las organizaciones de base, el control oligárquico de la riqueza. Sin resolver esto no cabe esperar sino un éxodo continuo de aquellos que prefieren afrontar un terrible camino, muchas veces mortal, y un destino incierto.
Los invito a reproducir con entera libertad y por cualquier medio los escritos de este blog. Solo espero que, de preferencia, citen su origen.
domingo, 28 de octubre de 2018
miércoles, 24 de octubre de 2018
Tercera llamada
Jorge Faljo
AMLO y Morena triunfaron con un nivel de apoyo popular que no imaginaban ni sus más entusiastas seguidores. No se dudaba sobre su triunfo en las urnas, pero si sobre que su superioridad fuera suficiente para contrarrestar y superar la compra de votos, la contabilidad amañada y otra posible caída del sistema. Estaba viva la memoria de las contiendas de 1988, con Cárdenas y del 2006 con el mismo López.
La estrategia económica que ha enriquecido a pocos a extremos faraónicos, y que le ha arrebatado a la mayoría la posibilidad de un trabajo digno dentro del país, provocó esta insurgencia civilizada de la población. Ya se había probado suerte con los que predicaban la honestidad, y luego volvieron los que supuestamente si sabían gobernar y hacer crecer al país. Ambos, honestos y tecnócratas, fallaron en lo que se pregonaban como más conocedores, más capaces.
Pero el triunfo en las urnas ha dado paso a una transición complicada, llena de controversias por resolver. Nada de que Morena ganó y lo que sigue es un camino ya hecho.
Los que perdieron se aprestan a defender sus privilegios y el embate, sobre todo mediático, será fuerte. Siembran entre la población los criterios de evaluación de siempre: las buenas ganancias en la bolsa de valores, la fortaleza del peso, seguir con la construcción de un aeropuerto, respetar los negocios y privilegios adquiridos. Los compromisos y las trampas tendidas son fuertes y los tropiezos inevitables.
Desde las elites se impone en los medios que el asunto del aeropuerto internacional es el gran tema definitorio del futuro respeto a sus patrióticos negocios. Es inevitable que tanto si continúa su construcción como si se cambia el proyecto en marcha será un error de AMLO. Quedará mal con unos o con otros. Por eso su mejor salida es la consulta. No faltemos.
Entiendo que si el aeropuerto está saturado hay que hacer otro. Pero mi clínica del servicio médico al que pertenezco está saturada, y esto es la regla general en el país; los doctores están agobiados, falta de todo, la mitad de los baños no funcionan, las filas para hacer una cita o tramitar unos análisis duran horas. El sistema de atención a la salud falla parejito. Esa debiera ser la discusión en los medios; son los pacientes y el personal médico al que debieran entrevistar. Es lo que verdaderamente importa.
Hay trampas más grandes. El Fondo Monetario Internacional anuncia la perspectiva de que estos buenos tiempos (¿Cuáles preguntan mis cuates?) se acaben pronto. Los riesgos son altos y crecientes. Uno de los riesgos que menciona Lagarde, su directora ejecutiva, se origina en que hoy en día el nivel de deuda global es 40% más alto que en 2007, eso incluye a los gobiernos, las empresas y los consumidores.
Se ha regresado a la estrategia básica de la globalización en la que en lugar de pagar impuestos y salarios adecuados, estos se substituyen por préstamos. El esquema ha demostrado ser eficaz para elevar el consumo, durante un tiempo. Luego el endeudamiento deja de elevar el consumo y la austeridad se impone. Se entra en recesión.
Es posible que esto vuelva a ocurrir. Recesión con impacto devaluatorio y en la bolsa de valores. Y esto mostraría una vez más el fracaso del modelo neoliberal que de seguro será tergiversado para señalarlo como fracaso del proyecto de Morena. Nada peor para Morena que ser evaluado por procesos que otros controlan.
Son muchas las trampas sembradas. Ya ocurre el absurdo de que se le reclaman resultados a un gobierno que no ha empezado; después serán peores los reclamos. De un lado los impacientes por los resultados prometidos, del otro los resentidos por ver afectados sus intereses.
Además, al otro lado de la cerca se encuentra Trump el inestable. Faltan dos semanas para las elecciones intermedias en los Estados Unidos y sin duda ese señor empezará a atacar a México con cualquier pretexto. Digamos la caravana de migrantes. Lo hará porque es su manera de encender a sus partidarios y movilizarlos para votar.
Los partidarios de Morena son una coalición amplia que va de franciscanos a oportunistas. Yeidckol Polevnsky, dirigente nacional de Morena, señaló que se registró una afiliación masiva a su partido después de ganar la elección presidencial. AMLO sigue siendo la figura aglutinadora; pero si imagináramos su ausencia es evidente que la coalición se desintegraría.
El problema es que una cosa es que la mayoría este en contra de lo evidentemente nefasto. Otra es que se pongan de acuerdo en lo prioritario y como alcanzarlo. En democracia siempre habrá diferencia de opiniones. Pero es evidente que dentro de Morena habrá que construir una mayor cohesión ideológica.
Morena ha dicho que creará un instituto de formación política y dedicará la mitad de su financiamiento público a la formación de cuadros. Al parecer no solo ofrecerá cursos de capacitación para militantes, sino que aplicará exámenes y filtros a los que aspiren a un cargo político.
Aquí el riesgo es caer en un adoctrinamiento superficial que genere una frágil fachada de uniformidad. Hablar de formación política para sus cuadros puede ser muy limitado; en dos sentidos. Los cuadros de Morena tienen ahora la oportunidad de ocupar posiciones en las que requieren conocimientos administrativos y legales, entre otros más. Y esto no puede ser solo una responsabilidad partidaria. La nueva administración deberá formar sus cuadros, sean o no morenos e incluya o no aspectos políticos. Estas vertientes formativas son las que habrán de consolidar la posibilidad de resistir las embestidas mediáticas futuras.
De momento, como en el teatro, esperemos a ver el primer acto.
AMLO y Morena triunfaron con un nivel de apoyo popular que no imaginaban ni sus más entusiastas seguidores. No se dudaba sobre su triunfo en las urnas, pero si sobre que su superioridad fuera suficiente para contrarrestar y superar la compra de votos, la contabilidad amañada y otra posible caída del sistema. Estaba viva la memoria de las contiendas de 1988, con Cárdenas y del 2006 con el mismo López.
La estrategia económica que ha enriquecido a pocos a extremos faraónicos, y que le ha arrebatado a la mayoría la posibilidad de un trabajo digno dentro del país, provocó esta insurgencia civilizada de la población. Ya se había probado suerte con los que predicaban la honestidad, y luego volvieron los que supuestamente si sabían gobernar y hacer crecer al país. Ambos, honestos y tecnócratas, fallaron en lo que se pregonaban como más conocedores, más capaces.
Pero el triunfo en las urnas ha dado paso a una transición complicada, llena de controversias por resolver. Nada de que Morena ganó y lo que sigue es un camino ya hecho.
Los que perdieron se aprestan a defender sus privilegios y el embate, sobre todo mediático, será fuerte. Siembran entre la población los criterios de evaluación de siempre: las buenas ganancias en la bolsa de valores, la fortaleza del peso, seguir con la construcción de un aeropuerto, respetar los negocios y privilegios adquiridos. Los compromisos y las trampas tendidas son fuertes y los tropiezos inevitables.
Desde las elites se impone en los medios que el asunto del aeropuerto internacional es el gran tema definitorio del futuro respeto a sus patrióticos negocios. Es inevitable que tanto si continúa su construcción como si se cambia el proyecto en marcha será un error de AMLO. Quedará mal con unos o con otros. Por eso su mejor salida es la consulta. No faltemos.
Entiendo que si el aeropuerto está saturado hay que hacer otro. Pero mi clínica del servicio médico al que pertenezco está saturada, y esto es la regla general en el país; los doctores están agobiados, falta de todo, la mitad de los baños no funcionan, las filas para hacer una cita o tramitar unos análisis duran horas. El sistema de atención a la salud falla parejito. Esa debiera ser la discusión en los medios; son los pacientes y el personal médico al que debieran entrevistar. Es lo que verdaderamente importa.
Hay trampas más grandes. El Fondo Monetario Internacional anuncia la perspectiva de que estos buenos tiempos (¿Cuáles preguntan mis cuates?) se acaben pronto. Los riesgos son altos y crecientes. Uno de los riesgos que menciona Lagarde, su directora ejecutiva, se origina en que hoy en día el nivel de deuda global es 40% más alto que en 2007, eso incluye a los gobiernos, las empresas y los consumidores.
Se ha regresado a la estrategia básica de la globalización en la que en lugar de pagar impuestos y salarios adecuados, estos se substituyen por préstamos. El esquema ha demostrado ser eficaz para elevar el consumo, durante un tiempo. Luego el endeudamiento deja de elevar el consumo y la austeridad se impone. Se entra en recesión.
Es posible que esto vuelva a ocurrir. Recesión con impacto devaluatorio y en la bolsa de valores. Y esto mostraría una vez más el fracaso del modelo neoliberal que de seguro será tergiversado para señalarlo como fracaso del proyecto de Morena. Nada peor para Morena que ser evaluado por procesos que otros controlan.
Son muchas las trampas sembradas. Ya ocurre el absurdo de que se le reclaman resultados a un gobierno que no ha empezado; después serán peores los reclamos. De un lado los impacientes por los resultados prometidos, del otro los resentidos por ver afectados sus intereses.
Además, al otro lado de la cerca se encuentra Trump el inestable. Faltan dos semanas para las elecciones intermedias en los Estados Unidos y sin duda ese señor empezará a atacar a México con cualquier pretexto. Digamos la caravana de migrantes. Lo hará porque es su manera de encender a sus partidarios y movilizarlos para votar.
Los partidarios de Morena son una coalición amplia que va de franciscanos a oportunistas. Yeidckol Polevnsky, dirigente nacional de Morena, señaló que se registró una afiliación masiva a su partido después de ganar la elección presidencial. AMLO sigue siendo la figura aglutinadora; pero si imagináramos su ausencia es evidente que la coalición se desintegraría.
El problema es que una cosa es que la mayoría este en contra de lo evidentemente nefasto. Otra es que se pongan de acuerdo en lo prioritario y como alcanzarlo. En democracia siempre habrá diferencia de opiniones. Pero es evidente que dentro de Morena habrá que construir una mayor cohesión ideológica.
Morena ha dicho que creará un instituto de formación política y dedicará la mitad de su financiamiento público a la formación de cuadros. Al parecer no solo ofrecerá cursos de capacitación para militantes, sino que aplicará exámenes y filtros a los que aspiren a un cargo político.
Aquí el riesgo es caer en un adoctrinamiento superficial que genere una frágil fachada de uniformidad. Hablar de formación política para sus cuadros puede ser muy limitado; en dos sentidos. Los cuadros de Morena tienen ahora la oportunidad de ocupar posiciones en las que requieren conocimientos administrativos y legales, entre otros más. Y esto no puede ser solo una responsabilidad partidaria. La nueva administración deberá formar sus cuadros, sean o no morenos e incluya o no aspectos políticos. Estas vertientes formativas son las que habrán de consolidar la posibilidad de resistir las embestidas mediáticas futuras.
De momento, como en el teatro, esperemos a ver el primer acto.
sábado, 13 de octubre de 2018
La economía mundial; fiesta que va a terminar.
Jorge Faljo
En estos días se lleva a cabo el encuentro anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en la isla de Bali, Indonesia. Es un encuentro internacional que incluye a los ministros de finanzas y desarrollo de muchos países, altos dirigentes de empresas privadas y organizaciones sociales. Ahí se discuten los grandes asuntos globales, que van de la perspectiva económica, la estabilidad financiera y, desde hace relativamente poco, lo que antes no les preocupaba mucho y ahora les prendió focos de alerta: pobreza, empleos y equidad.
Me cae bien la Sra. Lagarde, la directora ejecutiva del Fondo Monetario. Tuvo, como otras veces una manera diplomática, sencilla y graciosa de describir cómo observa la situación económica mundial. Y hay que decir que su palabra cuenta mucho. Lo hizo contestando varias preguntas de una manera dual.
Dijo ¿Esta fuerte la economía mundial? Sí, de momento se encuentra fuerte. Pero la verdadera pregunta es, ¿está lo suficientemente fuerte? Pues entonces la respuesta es que no.
Siguió en ese estilo al afirmar que la economía mundial es hoy en día más segura que hace diez años, cuando ocurrió la Gran Recesión. Pero ¿es suficientemente segura? Pues tampoco. Dijo que estamos ante el más grande endeudamiento histórico y cualquier pequeña brisa podría provocar movimientos especulativos del capital financiero y desestabilizar a los mercados.
Recordemos que como respuesta a la crisis de 2008 – 2010 Estados Unidos, Japón y Europa crearon grandes cantidades de dinero y bajaron las tasas de interés cercanas a cero, o incluso tasas negativas. Ello facilitó y abarato los préstamos, entre otros a los países periféricos. En aquel entonces el FMI recomendó a los países de América Latina evitar esas entradas de capital incluso imponiendo controles de capital.
La elite gobernante de México decidió hacer justo lo contrario, endeudar al país alegremente y con esas entradas provocar grandes ganancias en la bolsa de valores y volver a crear la ilusión de que todo marchaba bien.
Pero volvamos a Lagarde. Lo tercero que dijo es que los beneficios del crecimiento no son compartidos de manera suficiente para que la economía crezca de manera sostenible. Compartir esos beneficios significa incrementar los salarios reales, los ingresos de los agricultores y los de toda la población en la medida en que crece la producción. Eso no ocurre; los súper ricos se quedan con la parte del león, y la leona, elevando a niveles estratosféricos su riqueza financiera. El problema es que los más ricos no consumen lo suficiente. Podrán, como Bailleres, el empresario mexicano, tener yates de 10 o más millones de dólares, pero en general su consumo no impulsa la producción.
Elevar la productividad a ritmos record históricos, como ocurre desde hace veinte años debido a la digitalización de la información y la robotización de la producción, sin elevar salarios, ha generado un fuerte desbalance entre sobreoferta y subdemanda. Esto, remarca Lagarde no permite un crecimiento sustentable.
Sin embargo, estamos en el momento de más alto crecimiento después de la Gran Recesión (2008 – 2010). Eso se origina sobre todo en el cambio de la política fiscal norteamericana. Bajaron los impuestos a las empresas y por un par de años toda la inversión puede descontarse como gasto corriente.
De ese modo se ha generado un crecimiento importante y Estados Unidos se encuentra en lo que Lagarde llamó desempleo “extremadamente bajo”. Es decir peligroso. Porque cuando el desempleo es muy bajo los salarios tienden a aumentar y eso no les gusta, lo llaman inflacionario. Lo que lleva a que los bancos centrales suban sus tasas de interés para “enfriar” la inversión y el consumo. Eso es lo que sigue haciendo el banco central norteamericano.
El caso es que se prevé que este momento de relativo buen crecimiento se acabe dentro de un año, dos a lo mucho. O a lo mejor ya está terminando y eso provocó la caída fuerte en las bolsas de valores del mundo en esta semana pasada.
Pero si no se genera suficiente demanda sólida mediante mejores salarios e ingresos de la población, entonces, ¿Por qué crece la demanda?
La Sra. Lagarde nos da la respuesta. Tras una década de crédito fácil y barato la deuda pública y privada del mundo ha alcanzado el nivel record histórico de 164 billones (“trillions” en inglés) de dólares. Eso es, nos dice, un 40 por ciento más alta que la existía en 2007, cuando inicia la Gran Recesión. Su disparador fue que millones de endeudados en los Estados Unidos no pudieron seguir pagando las hipotecas de sus casas, y la perdieron.
Ha sido típico de la estrategia de globalización reducir los salarios reales y los ingresos de las clases medias. Pero lo substituyó con otro mecanismo de generación de demanda: los préstamos a los gobiernos, los consumidores y los países periféricos. Así logró durante largo tiempo crear demanda amarrada a la producción global al tiempo que lograba destruir a las empresas y talleres tecnológicamente rezagados.
México se endeudó y encaminó la demanda pública y de sus consumidores a la gran empresa y la producción global. Un ejemplito son las transferencias para adultos mayores diseñadas para comprar en Waltmart pero no en el mercado del barrio. Eso es lo que pasa en la economía global, mandan al rincón a los no poderosos.
El gobierno norteamericano y sus ciudadanos, estudiantes, consumidores y demás se encuentran en niveles record de endeudamiento. Como el gobierno de México. Se ha generado demanda endeudando, pero no pagando lo justo.
Y el Fondo Monetario advierte que esa fiesta, ni siquiera muy alegre, se va a terminar en cualquier momento.
lunes, 8 de octubre de 2018
Ineficaz, ¿de caro a barato?
Jorge Faljo
Los mexicanos votaron entusiasmados por la esperanza de una transformación a fondo. Un mensaje que de manera persistente sembró y pasó a representar AMLO y que se nutrió del profundo descontento del pueblo mexicano con la conducción del país de las últimas décadas.
El problema de fondo aflora de múltiples maneras: corrupción, inequidad, inseguridad, contubernio de la clase política con la criminalidad y un profundo desprecio de las elites hacia el pueblo. También se ha expresado como una profunda torpeza de nuestros gobernantes disimulada con un discurso mentiroso.
Ineficacia no parece un calificativo suficientemente radical para expresar lo que ha pasado; pero sostengo que esta perspectiva es de la mayor importancia. Veamos.
Durante la vigencia del TLCAN, que recién cambio de nombre para que Trump pudiera adjudicarse un gran mérito, México ocupó el lugar 15, entre 20 países en cuanto al crecimiento del Producto per cápita. El promedio de crecimiento de este indicador fue de 1 por ciento, mientras que en el resto de América Latina creció al 1.4 por ciento.
La tasa de pobreza de México es hoy en día mayor que la que existía cuando se firmó el tratado. Los millones de mexicanos que se vieron obligados a emigrar a los Estados Unidos para sobrevivir ellos y la familia que dejaron atrás, marcan un hecho inaudito en nuestra historia y en la de Latinoamérica.
Son señales de la ineficacia más general. Las hay también mucho más precisas.
El régimen que fenece prometió que para este año produciríamos por lo menos el 75 por ciento de los seis principales granos básicos que consumimos los mexicanos. No cumplió.
El combate a la pobreza y la indigencia en México ha sido notorio fracaso, sobre todo en comparación con lo logrado en Argentina (con Cristina Fernández), en Brasil (con Lula y Dilma) y en Bolivia. Esta ha sido una de nuestras más torpes estrategias. También han fracasado la reforestación y la protección ambiental. Retrocesos que se asocian al ataque a las organizaciones, las representaciones populares y toda forma de gobernanza rural cercana a la población.
Estoy convencido de que la eficacia debe, pronto, pasar a ser un eje central de las propuestas de cambio de Morena y su gobierno. Para ello es urgente deslindar conceptos.
Cierto que hay que acabar con la corrupción, pero no basta. Conseguiríamos una especie de neoliberalismo honesto, donde las grandes decisiones las sigue tomando “el mercado” y continuaría el problema de fondo.
Tampoco basta acabar con el dispendio. Correríamos el riesgo de transitar de un gobierno ineficaz y caro a otro ineficaz y barato. Tampoco ganaríamos mucho.
No confundamos. Dispendio no es corrupción y ambos no son en sí mismos ineficacia. Queremos un gobierno austero y honesto, ¡qué bueno!, y también que de resultados. Y este es el tercer vector que merece mucha atención particular y sin embargo parece estar faltando en el pensamiento y los planes de algunos, o muchos de los equipos que se preparan para ejercer funciones de gobierno.
La austeridad es fácil; luchar contra la corrupción bastante más difícil. Pero construir eficacia es otro cantar; verdaderamente un salto noble, valeroso, galáctico.
El primer paso será seguir en serio el ejemplo de López Obrador. El recorrió el país una y otra vez escuchando y aprendiendo para convencer. Ya presidente electo nos sorprende con otra gira de agradecimiento y más baños de pueblo.
Esos baños son la esencia que debe practicar su equipo, toda la estructura burocrática: salir a escuchar, dialogar, aprender y con esa base rediseñar la operación gubernamental.
Los últimos gobiernos neoliberales también fueron austeros, a su modo. No se contrataba personal de campo y no había presupuesto para gasolina y viáticos. La burocracia estaba atrincherada en sus oficinas emitiendo convocatorias en internet. Una estrategia de poltrona en la que los ciudadanos tenían que trasladarse a la ciudad, llenar formularios, concursar por los recursos y en la mayoría de los casos perder.
El ideal es que disminuyan sensiblemente las demandas que le hacen los ciudadanos, grupos, organizaciones, comunidades, pueblos indígenas a López Obrador. No porque dejen de existir, sino porque esas demandas se resuelvan eficazmente por una burocracia que se mezcla con el pueblo y resuelve en esa cercanía.
Cuando las estructuras intermedias no funcionan todo cae en las espaldas del solo hombre que ganó por estar en contacto con la población.
Los mexicanos votaron entusiasmados por la esperanza de una transformación a fondo. Un mensaje que de manera persistente sembró y pasó a representar AMLO y que se nutrió del profundo descontento del pueblo mexicano con la conducción del país de las últimas décadas.
El problema de fondo aflora de múltiples maneras: corrupción, inequidad, inseguridad, contubernio de la clase política con la criminalidad y un profundo desprecio de las elites hacia el pueblo. También se ha expresado como una profunda torpeza de nuestros gobernantes disimulada con un discurso mentiroso.
Ineficacia no parece un calificativo suficientemente radical para expresar lo que ha pasado; pero sostengo que esta perspectiva es de la mayor importancia. Veamos.
Durante la vigencia del TLCAN, que recién cambio de nombre para que Trump pudiera adjudicarse un gran mérito, México ocupó el lugar 15, entre 20 países en cuanto al crecimiento del Producto per cápita. El promedio de crecimiento de este indicador fue de 1 por ciento, mientras que en el resto de América Latina creció al 1.4 por ciento.
La tasa de pobreza de México es hoy en día mayor que la que existía cuando se firmó el tratado. Los millones de mexicanos que se vieron obligados a emigrar a los Estados Unidos para sobrevivir ellos y la familia que dejaron atrás, marcan un hecho inaudito en nuestra historia y en la de Latinoamérica.
Son señales de la ineficacia más general. Las hay también mucho más precisas.
El régimen que fenece prometió que para este año produciríamos por lo menos el 75 por ciento de los seis principales granos básicos que consumimos los mexicanos. No cumplió.
El combate a la pobreza y la indigencia en México ha sido notorio fracaso, sobre todo en comparación con lo logrado en Argentina (con Cristina Fernández), en Brasil (con Lula y Dilma) y en Bolivia. Esta ha sido una de nuestras más torpes estrategias. También han fracasado la reforestación y la protección ambiental. Retrocesos que se asocian al ataque a las organizaciones, las representaciones populares y toda forma de gobernanza rural cercana a la población.
Estoy convencido de que la eficacia debe, pronto, pasar a ser un eje central de las propuestas de cambio de Morena y su gobierno. Para ello es urgente deslindar conceptos.
Cierto que hay que acabar con la corrupción, pero no basta. Conseguiríamos una especie de neoliberalismo honesto, donde las grandes decisiones las sigue tomando “el mercado” y continuaría el problema de fondo.
Tampoco basta acabar con el dispendio. Correríamos el riesgo de transitar de un gobierno ineficaz y caro a otro ineficaz y barato. Tampoco ganaríamos mucho.
No confundamos. Dispendio no es corrupción y ambos no son en sí mismos ineficacia. Queremos un gobierno austero y honesto, ¡qué bueno!, y también que de resultados. Y este es el tercer vector que merece mucha atención particular y sin embargo parece estar faltando en el pensamiento y los planes de algunos, o muchos de los equipos que se preparan para ejercer funciones de gobierno.
La austeridad es fácil; luchar contra la corrupción bastante más difícil. Pero construir eficacia es otro cantar; verdaderamente un salto noble, valeroso, galáctico.
El primer paso será seguir en serio el ejemplo de López Obrador. El recorrió el país una y otra vez escuchando y aprendiendo para convencer. Ya presidente electo nos sorprende con otra gira de agradecimiento y más baños de pueblo.
Esos baños son la esencia que debe practicar su equipo, toda la estructura burocrática: salir a escuchar, dialogar, aprender y con esa base rediseñar la operación gubernamental.
Los últimos gobiernos neoliberales también fueron austeros, a su modo. No se contrataba personal de campo y no había presupuesto para gasolina y viáticos. La burocracia estaba atrincherada en sus oficinas emitiendo convocatorias en internet. Una estrategia de poltrona en la que los ciudadanos tenían que trasladarse a la ciudad, llenar formularios, concursar por los recursos y en la mayoría de los casos perder.
El ideal es que disminuyan sensiblemente las demandas que le hacen los ciudadanos, grupos, organizaciones, comunidades, pueblos indígenas a López Obrador. No porque dejen de existir, sino porque esas demandas se resuelvan eficazmente por una burocracia que se mezcla con el pueblo y resuelve en esa cercanía.
Cuando las estructuras intermedias no funcionan todo cae en las espaldas del solo hombre que ganó por estar en contacto con la población.
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