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sábado, 13 de octubre de 2018
La economía mundial; fiesta que va a terminar.
Jorge Faljo
En estos días se lleva a cabo el encuentro anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en la isla de Bali, Indonesia. Es un encuentro internacional que incluye a los ministros de finanzas y desarrollo de muchos países, altos dirigentes de empresas privadas y organizaciones sociales. Ahí se discuten los grandes asuntos globales, que van de la perspectiva económica, la estabilidad financiera y, desde hace relativamente poco, lo que antes no les preocupaba mucho y ahora les prendió focos de alerta: pobreza, empleos y equidad.
Me cae bien la Sra. Lagarde, la directora ejecutiva del Fondo Monetario. Tuvo, como otras veces una manera diplomática, sencilla y graciosa de describir cómo observa la situación económica mundial. Y hay que decir que su palabra cuenta mucho. Lo hizo contestando varias preguntas de una manera dual.
Dijo ¿Esta fuerte la economía mundial? Sí, de momento se encuentra fuerte. Pero la verdadera pregunta es, ¿está lo suficientemente fuerte? Pues entonces la respuesta es que no.
Siguió en ese estilo al afirmar que la economía mundial es hoy en día más segura que hace diez años, cuando ocurrió la Gran Recesión. Pero ¿es suficientemente segura? Pues tampoco. Dijo que estamos ante el más grande endeudamiento histórico y cualquier pequeña brisa podría provocar movimientos especulativos del capital financiero y desestabilizar a los mercados.
Recordemos que como respuesta a la crisis de 2008 – 2010 Estados Unidos, Japón y Europa crearon grandes cantidades de dinero y bajaron las tasas de interés cercanas a cero, o incluso tasas negativas. Ello facilitó y abarato los préstamos, entre otros a los países periféricos. En aquel entonces el FMI recomendó a los países de América Latina evitar esas entradas de capital incluso imponiendo controles de capital.
La elite gobernante de México decidió hacer justo lo contrario, endeudar al país alegremente y con esas entradas provocar grandes ganancias en la bolsa de valores y volver a crear la ilusión de que todo marchaba bien.
Pero volvamos a Lagarde. Lo tercero que dijo es que los beneficios del crecimiento no son compartidos de manera suficiente para que la economía crezca de manera sostenible. Compartir esos beneficios significa incrementar los salarios reales, los ingresos de los agricultores y los de toda la población en la medida en que crece la producción. Eso no ocurre; los súper ricos se quedan con la parte del león, y la leona, elevando a niveles estratosféricos su riqueza financiera. El problema es que los más ricos no consumen lo suficiente. Podrán, como Bailleres, el empresario mexicano, tener yates de 10 o más millones de dólares, pero en general su consumo no impulsa la producción.
Elevar la productividad a ritmos record históricos, como ocurre desde hace veinte años debido a la digitalización de la información y la robotización de la producción, sin elevar salarios, ha generado un fuerte desbalance entre sobreoferta y subdemanda. Esto, remarca Lagarde no permite un crecimiento sustentable.
Sin embargo, estamos en el momento de más alto crecimiento después de la Gran Recesión (2008 – 2010). Eso se origina sobre todo en el cambio de la política fiscal norteamericana. Bajaron los impuestos a las empresas y por un par de años toda la inversión puede descontarse como gasto corriente.
De ese modo se ha generado un crecimiento importante y Estados Unidos se encuentra en lo que Lagarde llamó desempleo “extremadamente bajo”. Es decir peligroso. Porque cuando el desempleo es muy bajo los salarios tienden a aumentar y eso no les gusta, lo llaman inflacionario. Lo que lleva a que los bancos centrales suban sus tasas de interés para “enfriar” la inversión y el consumo. Eso es lo que sigue haciendo el banco central norteamericano.
El caso es que se prevé que este momento de relativo buen crecimiento se acabe dentro de un año, dos a lo mucho. O a lo mejor ya está terminando y eso provocó la caída fuerte en las bolsas de valores del mundo en esta semana pasada.
Pero si no se genera suficiente demanda sólida mediante mejores salarios e ingresos de la población, entonces, ¿Por qué crece la demanda?
La Sra. Lagarde nos da la respuesta. Tras una década de crédito fácil y barato la deuda pública y privada del mundo ha alcanzado el nivel record histórico de 164 billones (“trillions” en inglés) de dólares. Eso es, nos dice, un 40 por ciento más alta que la existía en 2007, cuando inicia la Gran Recesión. Su disparador fue que millones de endeudados en los Estados Unidos no pudieron seguir pagando las hipotecas de sus casas, y la perdieron.
Ha sido típico de la estrategia de globalización reducir los salarios reales y los ingresos de las clases medias. Pero lo substituyó con otro mecanismo de generación de demanda: los préstamos a los gobiernos, los consumidores y los países periféricos. Así logró durante largo tiempo crear demanda amarrada a la producción global al tiempo que lograba destruir a las empresas y talleres tecnológicamente rezagados.
México se endeudó y encaminó la demanda pública y de sus consumidores a la gran empresa y la producción global. Un ejemplito son las transferencias para adultos mayores diseñadas para comprar en Waltmart pero no en el mercado del barrio. Eso es lo que pasa en la economía global, mandan al rincón a los no poderosos.
El gobierno norteamericano y sus ciudadanos, estudiantes, consumidores y demás se encuentran en niveles record de endeudamiento. Como el gobierno de México. Se ha generado demanda endeudando, pero no pagando lo justo.
Y el Fondo Monetario advierte que esa fiesta, ni siquiera muy alegre, se va a terminar en cualquier momento.
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