Jorge Faljo
AMLO y Morena triunfaron con un nivel de apoyo popular que no imaginaban ni sus más entusiastas seguidores. No se dudaba sobre su triunfo en las urnas, pero si sobre que su superioridad fuera suficiente para contrarrestar y superar la compra de votos, la contabilidad amañada y otra posible caída del sistema. Estaba viva la memoria de las contiendas de 1988, con Cárdenas y del 2006 con el mismo López.
La estrategia económica que ha enriquecido a pocos a extremos faraónicos, y que le ha arrebatado a la mayoría la posibilidad de un trabajo digno dentro del país, provocó esta insurgencia civilizada de la población. Ya se había probado suerte con los que predicaban la honestidad, y luego volvieron los que supuestamente si sabían gobernar y hacer crecer al país. Ambos, honestos y tecnócratas, fallaron en lo que se pregonaban como más conocedores, más capaces.
Pero el triunfo en las urnas ha dado paso a una transición complicada, llena de controversias por resolver. Nada de que Morena ganó y lo que sigue es un camino ya hecho.
Los que perdieron se aprestan a defender sus privilegios y el embate, sobre todo mediático, será fuerte. Siembran entre la población los criterios de evaluación de siempre: las buenas ganancias en la bolsa de valores, la fortaleza del peso, seguir con la construcción de un aeropuerto, respetar los negocios y privilegios adquiridos. Los compromisos y las trampas tendidas son fuertes y los tropiezos inevitables.
Desde las elites se impone en los medios que el asunto del aeropuerto internacional es el gran tema definitorio del futuro respeto a sus patrióticos negocios. Es inevitable que tanto si continúa su construcción como si se cambia el proyecto en marcha será un error de AMLO. Quedará mal con unos o con otros. Por eso su mejor salida es la consulta. No faltemos.
Entiendo que si el aeropuerto está saturado hay que hacer otro. Pero mi clínica del servicio médico al que pertenezco está saturada, y esto es la regla general en el país; los doctores están agobiados, falta de todo, la mitad de los baños no funcionan, las filas para hacer una cita o tramitar unos análisis duran horas. El sistema de atención a la salud falla parejito. Esa debiera ser la discusión en los medios; son los pacientes y el personal médico al que debieran entrevistar. Es lo que verdaderamente importa.
Hay trampas más grandes. El Fondo Monetario Internacional anuncia la perspectiva de que estos buenos tiempos (¿Cuáles preguntan mis cuates?) se acaben pronto. Los riesgos son altos y crecientes. Uno de los riesgos que menciona Lagarde, su directora ejecutiva, se origina en que hoy en día el nivel de deuda global es 40% más alto que en 2007, eso incluye a los gobiernos, las empresas y los consumidores.
Se ha regresado a la estrategia básica de la globalización en la que en lugar de pagar impuestos y salarios adecuados, estos se substituyen por préstamos. El esquema ha demostrado ser eficaz para elevar el consumo, durante un tiempo. Luego el endeudamiento deja de elevar el consumo y la austeridad se impone. Se entra en recesión.
Es posible que esto vuelva a ocurrir. Recesión con impacto devaluatorio y en la bolsa de valores. Y esto mostraría una vez más el fracaso del modelo neoliberal que de seguro será tergiversado para señalarlo como fracaso del proyecto de Morena. Nada peor para Morena que ser evaluado por procesos que otros controlan.
Son muchas las trampas sembradas. Ya ocurre el absurdo de que se le reclaman resultados a un gobierno que no ha empezado; después serán peores los reclamos. De un lado los impacientes por los resultados prometidos, del otro los resentidos por ver afectados sus intereses.
Además, al otro lado de la cerca se encuentra Trump el inestable. Faltan dos semanas para las elecciones intermedias en los Estados Unidos y sin duda ese señor empezará a atacar a México con cualquier pretexto. Digamos la caravana de migrantes. Lo hará porque es su manera de encender a sus partidarios y movilizarlos para votar.
Los partidarios de Morena son una coalición amplia que va de franciscanos a oportunistas. Yeidckol Polevnsky, dirigente nacional de Morena, señaló que se registró una afiliación masiva a su partido después de ganar la elección presidencial. AMLO sigue siendo la figura aglutinadora; pero si imagináramos su ausencia es evidente que la coalición se desintegraría.
El problema es que una cosa es que la mayoría este en contra de lo evidentemente nefasto. Otra es que se pongan de acuerdo en lo prioritario y como alcanzarlo. En democracia siempre habrá diferencia de opiniones. Pero es evidente que dentro de Morena habrá que construir una mayor cohesión ideológica.
Morena ha dicho que creará un instituto de formación política y dedicará la mitad de su financiamiento público a la formación de cuadros. Al parecer no solo ofrecerá cursos de capacitación para militantes, sino que aplicará exámenes y filtros a los que aspiren a un cargo político.
Aquí el riesgo es caer en un adoctrinamiento superficial que genere una frágil fachada de uniformidad. Hablar de formación política para sus cuadros puede ser muy limitado; en dos sentidos. Los cuadros de Morena tienen ahora la oportunidad de ocupar posiciones en las que requieren conocimientos administrativos y legales, entre otros más. Y esto no puede ser solo una responsabilidad partidaria. La nueva administración deberá formar sus cuadros, sean o no morenos e incluya o no aspectos políticos. Estas vertientes formativas son las que habrán de consolidar la posibilidad de resistir las embestidas mediáticas futuras.
De momento, como en el teatro, esperemos a ver el primer acto.
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