CELAC
Jorge Faljo
No es un asunto menor que a principios de diciembre se hayan reunido prácticamente todos los jefes de Estado de América Latina y el Caribe con el gran propósito de avanzar en la construcción de un nuevo organismo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe –CELAC-, orientada a la unidad y solidaridad internacionales en esta gran región. Hablamos de 33 países, una superficie de 20.5 millones de kilómetros cuadrados (México tiene casi dos), y 570 millones de personas.
La organización fue fundada formalmente hace un año y medio y aún carece de estructura administrativa. Podría decirse por un lado que es apenas un buen propósito. Por otro lado la reunión le da un importante aliento; retoma lo que parecía un cascarón vacío para armar un encuentro de muy alto valor simbólico y que bien puede ser el principio de algo verdaderamente histórico.
Para empezar es un “hitazo” de Hugo Chávez que fue el anfitrión de 30 presidentes, un vicepresidente y dos cancilleres. Demuestra que no es ningún paria internacional y que tiene grandes habilidades diplomáticas para lograr sentar a la misma mesa a presidentes tan dispares como el mismo y otros “izquierdistas” como los de Bolivia, Cuba y Ecuador de un lado y Chile, Colombia y Honduras, los “derechistas”, del otro lado. Claro está que a las habilidades diplomáticas se suma cierto activismo económico expresado por ejemplo, en el aprovisionamiento de petróleo barato a países caribeños, incluidos los de habla inglesa; inversiones y compras en Argentina; la adquisición de veinte aviones a la industria brasileña y, en el caso de México, la indemnización a Cemex y el establecimiento de una sociedad con Gruma, la gran productora de harina de maíz (Maseca).
México tuvo, en la persona de su presidente, un espacio de honor con el discurso de apertura de sesiones. Felipe Calderón planteó entre los propósitos de la unión latinoamericana la defensa de la democracia, la paz y los derechos humanos; el progreso económico, acabar con la pobreza y el respeto al medio ambiente. Destacó, al referirse a la lucha contra el crimen organizado, la especial responsabilidad de los países consumidores de estupefacientes donde, dijo, se generan las grandes ganancias de la criminalidad.
CELAC nació con numerosos puntos de consenso. Entre ellos el apoyo a la Argentina en sus justas aspiraciones de soberanía sobre las Islas Malvinas; el repudio al bloqueo económico y financiero norteamericano a Cuba; la búsqueda de una solución al aislamiento del Paraguay (sin salida al mar); la defensa del uso ancestral de la hoja de coca en Bolivia y Perú; la oposición a la especulación financiera; la búsqueda de la seguridad alimentaria; respaldar la candidatura del vicepresidente de Colombia para dirigir la Organización Internacional del Trabajo.
Una diferencia importante que no se resolvió es si la toma de decisiones debía hacerse por mayoría o por consenso. De momento se mantuvo el consenso como base de los acuerdos de la comunidad.
A pesar de ello destaca el espíritu de conciliación y apertura por sobre las diferencias ideológicas. Posiblemente la mejor muestra de ello es que el presidente de Venezuela le cede el papel dirigente de la CELAC al presidente de Chile para el 2012. En el 2013 la dirigencia la tendrá el presidente cubano que será el anfitrión de la cumbre internacional de ese año.
Sin sobreactuar ni atraer demasiada atención los grandes promotores del nuevo organismo son Argentina y Brasil que lo ven como una forma de ampliar y potenciar sus acuerdos de integración comercial y productiva.
Para otros lo fundamental hasta el momento puede ser la solidaridad política y la protección contra lo que Chávez de Venezuela y Correa de Ecuador llamaron el injerencismo norteamericano. Los dos han sido víctimas de intentos de golpe de estado y no queda claro si eso tiene que ver con tales declaraciones. Correa se quejó amargamente de su conflicto con los grandes medios de comunicación como representantes del gran capital. No cabe duda que su queja encuentra eco en Venezuela o incluso en Argentina donde Cristina Kirchner ha destacado en conseguir mayor pluralidad en los medios.
Raúl Castro, el presidente cubano, subrayó que la CELAC no nace en contra de nadie, de ningún país, sin embargo tan importantes como las presencias son las ausencias. En este caso destaca la no invitación a los Estados Unidos y a Canadá para formar parte de la CELAC. Algo debiera ser claro; con la presencia de estas potencias no habría sido posible consensar el apoyo a Argentina en el caso de las Malvinas; el repudio al bloqueo a Cuba; el apoyo a Calderón sobre la responsabilización de los países consumidores de estupefacientes, en la reducción del consumo y el control de armas; o la posición boliviana y peruana acerca del consumo ancestral de la hoja de coca y muchos otros puntos más del interés latinoamericano.
Sin entrar en contraposición abierta, la CELAC erosiona el papel de la Organización de los Estados Americanos. A esta se le reprocha su papel ambiguo en el caso de los intentos de golpes de estado en Venezuela y Ecuador; su impotencia en el golpe de estado consumado en Honduras y la exclusión de Cuba. De manera más general se la considera simplemente ineficaz.
Aunque no lo digan explícitamente la mayoría de los presidentes, la CELAC marca límites al papel de los Estados Unidos en Latinoamérica y establece una sombrilla de protección a la determinación interna de cada país.
Un ejemplo sería Cuba. Es muy posible que en los próximos años deba profundizar su transición hacia una economía mixta y hacia la democratización política. Sin embargo esta transición plantea serios riesgos de pérdida de control del proceso si al mismo tiempo se ve sujeta a injerencias externas. La dirigencia cubana desea la protección internacional que le permita correr los riesgos de la apertura para una conducción ordenada del proceso sin riesgos de violencia interna. Posiblemente una modificación al estilo chino donde el notable éxito de su transformación económica se asocia a un estilo de conducción que no necesita hacer concesiones a las presiones externas.
Algo similar, aunque de menor grado de radicalidad es posible que ocurra en México. La siguiente administración pudiera encontrar en la comunidad latinoamericana un buen respaldo a la renegociación con los Estados Unidos de la estrategia de combate al crimen organizado haciéndole cargar con una mayor responsabilidad en cuanto al trasiego de armas y el control financiero.
Es evidente el guiño, el gesto atractivo que nos hace Latinoamérica para reintegrarnos a la cultura a la que pertenecemos. La comunidad no podría llamarse latinoamericana sin México, segundo país más poblado y tercero, después de Argentina y Brasil en extensión territorial. Para muchos, nuestro país le ha dado la espalda al sur al decidirse por la integración con sus poderosos vecinos del norte y al respaldar e incluso adoptar como propias muchas de sus posiciones internacionales. No obstante nos invitan a acercarnos.
Bien podría ser que México encuentre en el comercio latinoamericano una nueva palanca de desarrollo económico aprovechando el notable desempeño de Brasil y Argentina. Dado que toda América Latina va mejor que nosotros algo podríamos aprender y aprovechar; sobre todo ahora que el TLC ya no da para más. Que por cierto nunca dio para mucho.
El fortalecimiento de la unidad latinoamericana tiene algo que ofrecer a todos y cada uno de los presentes en la cumbre. Pero como bien lo expresó una mexicana, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la región se requiere trabajar mucho para conseguir la integración y las condiciones ahora lo propician. Es decir que la cumbre de la CELAC fue un paso importante pero una golondrina no hace verano. Habrá que ver si en un mundo crecientemente inestable e incierto, América Latina efectivamente logra hacerse presente como una región crecientemente unida en lo político e integrada en lo económico.
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