lunes, 25 de marzo de 2013

Extractivismo petrolero ¿y mis nietos?

Extractivismo petrolero ¿y mis nietos?

Jorge Faljo

Lo que dijo el Presidente Peña Nieto sobre el petróleo debería ponernos a temblar. Las reservas probadas del país ascienden al equivalente a 10 años de producción. Suavizó el golpe sumando las reservas probables y las posibles con las que el cálculo sube a 30 años de producción. Es decir que escarbando hasta el fondo del barril estamos cercanos al final de nuestra tan mal aprovechada bonanza petrolera. Lo que será traumático para nosotros y sobre todo para nuestros hijos.

Muchos alegan que las reservas probables y posibles son fantasiosas; que están infladas y que el golpe se acerca más a los 10 que a los 30 años. En cualquier caso urge una reflexión de fondo e ir cambiando el rumbo desde ahora. No podemos ignorar que tarde o temprano vamos a chocar con pared.

Civilización y energía van de la mano. No es lo mismo el mero uso de la musculatura humana, que aprovechar la fuerza de los animales, la de las corrientes de agua, del viento o la que brindan las celdillas fotoeléctricas, las centrales nucleares o las termoeléctricas.

Pero ninguna de estas fuentes de energía es comparable con el petróleo por su abundancia, la fuerza que libera y lo relativamente barato que ha sido hasta ahora. Esto ha permitido crear sobre esta base una economía industrial centrada en el uso masivo del transporte individual y el transporte a largas distancias de personas y bienes, incluidas el agua y el manejo de desechos. Esto que podría sonar celebratorio debiera ser también una señal de alarma. Hemos construido una gran civilización sobre un producto no renovable que hemos gastado irreflexivamente.

Le llevó millones de años a la naturaleza producir una fuente de energía que la humanidad consumirá en un chispazo de tan solo 140 años. De la masificación del automóvil iniciada hace un centenar de años hasta, nos dicen, mediados de este siglo. ¿Y luego qué?

Recientemente vi en YouTube un documental que ayuda a la reflexión. Se trata del impacto en Cuba de la reducción a la mitad de sus importaciones petroleras al derrumbarse el sistema soviético. De 1989 a 1992 redujo en 35 por ciento la producción, en particular la agropecuaria. En ese periodo de hambre los cubanos redujeron su peso corporal en nueve kilos en promedio. La electricidad se racionó a unas horas al día. El transporte se desquició y la gente perdía horas cada día para transportarse al trabajo o la escuela.

El documental es norteamericano y fue hecho por un grupo interesado en prever un futuro con energía limitada. Hace a un lado las consideraciones políticas para revisar una experiencia premonitoria de lo que va a ocurrir en todas partes.
Cuba se vio obligada a transitar hacia una agricultura orgánica, con bajo uso de combustibles y químicos e intensiva en mano de obra. Se difundió el uso masivo de la bicicleta e inició una reconfiguración urbana para reducir las distancias entre viviendas, empleos y escuelas.

Al igual que los gringos que estudian el fenómeno no pongo a Cuba como ejemplo de lo que hay que hacer, sino como advertencia de lo que va a ocurrir. Y me preocupan dos cosas. Lo primero es que en México hemos avanzado mucho más en la dependencia energética. Lo segundo es que estamos ante una enorme inequidad generacional; padres habituados al derroche energético y nuestros hijos condenados a una transición traumática.

¿Qué hacer? Plantearnos de inmediato medidas que alejen el horizonte de agotamiento del petróleo a, por lo menos 50 o 60 años. El doble o más de las actuales previsiones. Esto significa actuar de inmediato en dos planos.

Hay que iniciar la transición gradual pero decidida hacia una sociedad de bajo consumo energético en particular en materia de producción agropecuaria, transporte y manejo de agua.

No nos engañemos con la idea de que otras fuentes de energía alternativas pueden substituir al petróleo. No es así. Las alternativas son importantes porque nos permitirán sobrevivir con un uso energético racionado; pero no pueden sustentar el actual nivel de derroche. Incluso lo previsible es que el precio del petróleo se elevará de precio conforme nos acercamos a su agotamiento y eso hará inviables muchas prácticas actuales.

Lo segundo es priorizar a nuestros hijos y guardar para ellos lo más posible de nuestras reservas. Eso implica lisa y llanamente dejar de exportar petróleo. Lo que nos lleva a la necesidad de un cambio de modelo económico.

Analicemos críticamente el impacto real de tener petróleo abundante. México destaca por el bajo nivel de cobro de impuestos. Mientras Brasil recauda el 29.7 por ciento de su Producto Interno Bruto –PIB-, Argentina llega al 26 por ciento y aquí nos quedamos en el 9.6 por ciento. Si le sumamos el tributo petrolero este porcentaje sube al 17.2 por ciento. Muy por debajo de la media latinoamericana y mundial.

No se enoje amigo lector; yo sé que Ud. y yo, que somos causantes cautivos, pagamos muchos impuestos. Sin embargo la conclusión es inevitable; el petróleo ha servido para que los muy ricos y las grandes empresas no paguen los impuestos que les corresponderían en cualquier otro país.

Lo segundo que ha hecho el petróleo es convertirnos en un país importador. Dos ejemplos: en 2011 tuvimos un déficit comercial de 46 mil millones de dólares con China e importamos 10 millones de toneladas de maíz. No aprovechamos bien nuestros recursos ni en la agricultura ni en la industria. La riqueza fácil del petróleo nos hace importadores para beneficio del gran comercio y perjuicio social. Esa riqueza se traduce en desempleo y pobreza para las mayorías.

Así que propongo lo que no sugieren ni la izquierda ni la derecha: abandonar la política de máxima producción de petróleo para pasar a una política de conservación del recurso. Estados Unidos compra petróleo que inyecta bajo tierra, en minas de sal, como forma de aumentar sus reservas estratégicas. Nosotros no necesitamos hacer eso, nos basta dosificar su extracción, limitar exportaciones y transitar a formas de producción y de vida de bajo consumo energético. Es decir, prepararnos desde ahora para facilitarles la transición a nuestros hijos.

1 comentario:

  1. Muy buen artículo, pero ¿Cómo hacer para pasar de este excelente ejercicio de reflexión a que nuestros gobernantes tomen cartas en el asunto?
    Claro está que el autor ya está haciendo su parte, sin embargo, me temo que pasará mucho tiempo para que como país generemos los cambios necesarios para que acciones como las recomendadas se realicen.
    ¿Qué características deberían tener los ciudadanos de este país para que esto se diera?, lo invito a que reflexione sobre el tema y nos siga permitiendo conocer su pensamiento através de este medio.

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