jueves, 16 de enero de 2014

Estados Unidos e India. Ojo por ojo.

Faljoritmo

Jorge Faljo

En el último año han ocurrido dos conflictos entre la India y los Estados Unidos que llamaría substanciales y otro que podría parecer menor pero que es el que ha escalado de manera sorpresiva.

Primero fue, a mediados del 2013, la revelación del espionaje norteamericano sobre las embajadas y el personal de la India en Washington y en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.

Fue un asunto seguido de cerca por la prensa de la India y muchos actores políticos y sociales expresaron su indignación y solicitaron una respuesta firme. No se dio. El gobierno de la India prefirió no hacer un reclamo público; tal vez para no afectar sus relaciones comerciales, o porque el mismo ejerce un intenso espionaje sobre los teléfonos y el internet de sus ciudadanos.

La segunda divergencia importante fue en torno al programa indio de apoyo a sus campesinos de subsistencia y de subsidios a su población desnutrida. Son programas que infringen las reglas de la Organización Mundial del Comercio y son materia de una creciente confrontación internacional entre el derecho humano a la alimentación y los intereses comerciales de las potencias exportadoras de granos.

En este caso India no dio marcha atrás y afirmó que no abandonaría a su población más desvalida. Finalmente el conflicto se zanjó con la aceptación norteamericana de una moratoria de cuatro años durante los cuales la India podrá instrumentar estos programas campesinos sin temor a sanciones comerciales.

Aquí México se anotó un punto favorable cuando el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, subrayó en la plenaria de la OMC que había un interés general en la seguridad alimentaria y que algunos países requieren soluciones especiales. Buena intervención sobre todo si más adelante nuestro país decide luchar contra el hambre en serio.

El tercer y más reciente conflicto muestra facetas muy contradictorias. Afecta directamente a una sola persona pero ha suscitado una enorme reacción del gobierno y la población de la India en defensa de la dignidad nacional.

Se originó cuando la cónsul general de la India, Devyani Khobragade, fue arrestada en Nueva York en diciembre pasado por haber dado información falsa en los papeles de inmigración de la nana de su hija. Declaró que le pagaría 9.75 dólares por hora de trabajo, pero le pagaba menos y la hacía trabajar horas extras.

Su arresto fue sorpresivo y en público, frente a la escuela de su hija. Incluyó ponerle esposas y más tarde tomarle muestras de ADN, desnudarla y revisar su cuerpo; finalmente estuvo en una celda donde había drogadictos durante unas horas. Al parecer su alegato de que tenía inmunidad diplomática empeoró el trato. Todo ello le provocó una crisis nerviosa. Pudo salir con una fianza de 250 mil dólares, pero le retuvieron el pasaporte y se encuentra pendiente de juicio con la posibilidad de ir a la cárcel.

Para el gobierno y la población de la India esto fue un trato humillante en público y una grave afrenta a la dignidad de alguien que representa a su país y tiene inmunidad diplomática. Para el gobierno norteamericano tiene una inmunidad limitada solo a sus actividades consulares y recibió el mismo trato que todo mundo.

La India respondió con fuerza. Rechazó cualquier disculpa y exigió su plena liberación y el retorno a su país.

Pero además tomó, de manera gradual, medidas que pueden verse como agresivas y, a la vez en estricto cumplimiento de sus propias leyes. Retiró las barreras de protección que defendían la embajada norteamericana de posibles coches bomba pero obstruían el tráfico; solicitó la devolución de identificaciones y pases de aeropuerto especiales a los diplomáticos norteamericanos; eliminó su permiso para importar licores y otros bienes sin pago de impuestos; se les aplicarán las multas de tráfico; la embajada no podrá exhibir películas que no pasen por los trámites de cualquier sala de cine.

El club americano de Nueva Delhi ya no podrá vender hamburguesas, sodas, abarrotes o cualquier cosa. Debido a que hacía ventas a personal no diplomático el gobierno de la India señala que es un establecimiento comercial que no ha pagado impuestos. Por la misma razón se suspende el uso de su boliche. Se trata de un golpe importante para el esparcimiento y los encuentros sociales de la comunidad norteamericana en esa capital. Se investiga que la escuela norteamericana patrocinada por la embajada contrató a esposas de diplomáticos sin visa de trabajo y sin pagar impuestos. Además se pidió a todo el personal norteamericano que detalle las condiciones laborales y salariales de su personal doméstico.

Han ocurrido manifestaciones en las calles y los medios de la India piden firmeza y dignidad. La reacción del gobierno y la población de la India solo parecen explicables en la lógica de la gota que derrama el vaso y en un conflicto transformado en asunto de honor nacional. Señalan que ellos también podrían hacer cumplir sus leyes a rajatabla. Lo que afectaría fuertemente el bienestar del cuerpo diplomático norteamericano en su país.

El conflicto ha durado 20 días con ambas partes atrincheradas. Del lado norteamericano señalando la independencia de su sistema de justicia y la parte india exigiendo respeto a sus representantes.

Finalmente se acaba de resolver mediante medidas de ambos lados. India le tramitó a Khobragade un pasaporte diplomático con mayor inmunidad. Estados Unidos se tardó más de lo normal en concederlo e inmediatamente le pidió que renunciara voluntariamente a esa protección para someterse a juicio. La respuesta fue negativa y los norteamericanos exigieron su inmediata salida del país.

Ahora la India exige que para quedar a mano también salga de la India un diplomático norteamericano. Con ello puede considerar a salvo su dignidad y los dos pueden regresar a una situación que reconoce la conveniencia de aplicar sus leyes con flexibilidad y tratarse con respeto.

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