Faljoritmo
Jorge Faljo
Hace unos días se detectó y desmanteló una red delincuencial de importaciones textiles subvaluadas, lo que legalmente es equiparable a contrabando técnico. Luis Videgaray, Secretario de Hacienda, dijo señaló que esta red involucraba a 113 empresas fachada, 22 agentes aduanales, 31 importadores y 53 proveedores en el exterior, entre otros.
Para desmantelar esas operaciones se retiró el registro a los agentes aduanales y se congelaron cuentas de empresas en tanto se investiga su situación fiscal. Las medidas son inéditas y van en serio.
Videgaray, como de costumbre, le dio el crédito al presidente Peña Nieto. Lo más interesante es que su justificación incluyó la mención de criterios económicos y sociales como el hecho de la industria textil representa el 10 por ciento de la industria de transformación y emplea a más de 420 mil personas.
El problema viene de muy atrás. En el 2011 la Cámara Nacional de la Industria del Vestido denunció, por ejemplo, la entrada de 76 mil brasieres a un valor declarado de menos de dos centavos de dólar por unidad. El presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, Marcos Cherem, dijo que ese precio no cubría ni los ganchitos con que se cierra la prenda. Denuncias de ese tipo no han faltado desde hace años.
En diciembre del 2011, bajo la administración de Calderón, se hablo de una estrategia de combate a las importaciones subvaluadas que pareció diseñada para no ser efectiva. Hace unos meses el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil declaró: ““El estado mexicano no ha logrado dar los resultados que se esperan”.
Algunas complicaciones legales, como los amparos otorgados a los importadores, han retrasado la solución. No obstante, lo recién anunciado muestra que lo faltaba era la comprensión oficial de la magnitud del problema y las ganas de resolverlo.
A fines del 2012 México planteó una controversia comercial con China ante la Organización Mundial del Comercio por los subsidios que otorga a sus empresas textiles. Estos se dan por la via de exenciones fiscales, precios preferenciales en servicios públicos, créditos de privilegio, condonaciones de adeudos y hasta donaciones. Nada positivo se ha obtenido por ese camino.
De acuerdo al Presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil, Moisés Kalach, en los últimos 18 meses entraron al país 1,200 millones de prendas de vestir subvaluadas. El valor total declarado fue de solo 226 millones de pesos, basado en facturas apócrifas.
Lo importante de las últimas medidas es que muestran una nueva voluntad de cooperación de Hacienda con el aparato productivo del país y la decisión de iniciar una estrategia defensiva en lugar de simplemente andar de quejicas internacionales. Para defender el aparato productivo hay que empezar por sanear la casa; Videgaray señaló que le compete al Poder Judicial de la Federación tomar medidas de revisión y corrección en los casos de los jueces que ampararon a importadores y agentes aduanales.
Es un paso positivo, sobre todo porque surge de una estrategia acordada con la industria textil y del vestido y que avanza en el mismo carril de los acuerdos recientes con la industria del calzado. El instrumento fundamental deberá ser que expertos de estos sectores industriales determinen el valor real de las importaciones.
Sin embargo eso podría tan solo sustentar una declaración fiscal más correcta y, no obstante, entrar al mercado nacional manteniendo características de subvaluación originada en la política económica china. Debería, en mi opinión, darle seguimiento al precio de venta de estas importaciones y establecerles impuestos que igualen su precio de venta con el determinado por los expertos de la industria.
Para Videgaray la magnitud del problema se expresa al decir que hubo un daño al fisco por mil 500 millones de pesos en doce meses. Según la Cámara de la Industrial Textil la evasión sería más bien del orden de los 10 mil millones de pesos.
Cualquiera de los dos cálculos anteriores es incompleto. No basta saber que estas importaciones afectan los ingresos del gobierno; lo importante es entender cómo afectan a las empresas y al empleo. Tan solo en Jalisco este año cerraron 90 empresas de la industria del vestido. Pero en todo el país son miles las que han quebrado en los últimos años mientras otras funcionan muy por debajo de su capacidad de producción.
Tal vez lo que decidió a la SHCP a moverse es que en el segundo trimestre de este año el Producto de la industria textil se redujo en 8.6 por ciento y el de la industria del vestido en 7.4 por ciento.
Estamos ante un problema que impacta a toda la manufactura. La medida de la eficacia de las acciones que se están tomando debería ser la disminución efectiva del déficit comercial con Asia. En 2013 exportamos a esta región mercancías por 18,511 miles de millones de dólares –mmd-, y le compramos 119.4 miles de millones. Es decir que tuvimos un déficit de 101 mmd. Con China en particular el déficit fue de 55 mmd. Algo que simplemente no deberíamos aceptar por su impacto destructor del empleo y la producción nacionales.
Hay que entender que la tecnología china no es superior a la mexicana en el grueso de las manufacturas. Tampoco son ellos más trabajadores y sus obreros si son mejor pagados que los mexicanos. Así que su competitividad arrolladora proviene enteramente de su política industrial; lo que aquí no tenemos.
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