Jorge Faljo
Faljoritmo
Hace 104 años el pueblo de México se levantó en contra de un proyecto de país que no era el suyo. Era de un grupito que se apodaban a sí mismos “científicos” y que mezclaban una modernización de maquillaje y su profundo desprecio a la “indiada”, con una violenta rapiña de la riqueza nacional.
La expansión de las haciendas sobre las tierras de los pueblos despojó a buena parte de la población de la posibilidad de producir sus propios alimentos y medios de vida. En contrapartida las haciendas dejaban enormes superficies ociosas y descuidaba la producción de la alimentación popular. La producción de maíz se redujo en 30 por ciento durante el porfiriato y el pueblo pasaba hambre.
Bajo la visión “científica” se privilegiaron las actividades primarias y extractivas; con una minería cedida a empresas extranjeras. La huelga en contra de la “Cananea Copper Company” fue reprimida a sangre y fuego por “rangers” norteamericanos. La protección de los intereses extranjeros y elitistas llegó al extremo de dejarse en manos de extranjeros y guardias blancas.
Aquel no era un proyecto de nación por dos razones evidentes. Lejos de incluir a todos despojaba a muchos de la posibilidad de trabajar y a otros los sometía a condiciones de deterioro brutal de sus condiciones de vida. Se basaba en el despojo de la mayoría e impulsaba una estrategia sustentada en la expansión de los ferrocarriles, la minería y la agricultura de plantación. Prácticamente todo se transfería a manos de extranjeros con una minoría de cómplices privilegiados.
Había violencia en contra de las organizaciones sindicales, populares, los pueblos, los grupos indígenas y las organizaciones políticas que demandaban cambios. No existía un sistema político que escuchara los intereses de la mayoría. La estrategia electoral del sistema incluía de manera notoria el reparto aparatoso de bolillos a la población.
Cerrados todos los caminos, acorralado, el pueblo se levantó en contra de la arbitrariedad. Esto es lo que recordamos el 20 de noviembre, día de la Revolución.
Fue la revolución la que nos dio un proyecto de nación, orientado a la inclusión, a la equidad y al fortalecimiento de la capacidad de los mexicanos para decidir su propio destino. Dos artículos de nuestra Constitución Política expresan lo fundamental de esta herencia. Uno, el 25 dice que corresponde al Estado (no a la industria financiera ni al mercado) la rectoría del desarrollo nacional de manera que fortalezca la soberanía de la nación y su régimen democrático mediante, entre otros elementos, la competitividad, el fomento del crecimiento económico y el empleo, y una más justa distribución del ingreso y la riqueza. Otro, el 39, dice que el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.
Hoy más que nunca la paz que todos deseamos debe sustentarse en recuperar las condiciones fundamentales de un verdadero proyecto nacional. En primer lugar que sea de todos, incluyente; que a todos garantice un espacio para, con su trabajo, gozar de una vida digna y segura. En segundo lugar que el Estado reasuma sus responsabilidades fundamentales en relación al desarrollo nacional.
Muchos expresan la necesidad de un golpe de timón. Un cambio que reconstruya nuestro pacto social en torno a un gobierno que con celeridad fortalezca sus raíces sociales.
En lo político convendría revertir el fiasco de las consultas creando rápidamente el sustento legal de un uso amplio del referéndum. Para julio próximo la ciudadanía debe poder expresarse sobre temas de importancia nacional, estatal e incluso municipal.
La voluntad popular debe fortalecerse mediante una ley de revocación de mandato que permita echar a la calle a cualquier elegido por votación, y a otros en posiciones clave, si a los dos años de iniciada su gestión no cumplen con las expectativas de la mayoría.
¿Qué mas beneficio para México que impulsar la estrategia rural solicitada por 40 organizaciones campesinas? Garantizar un precio rentable a la producción agropecuaria mediante aranceles a las importaciones, reserva nacional de alimentos, adquisiciones directas de producción nacional y programas asistenciales amarrados al consumo de productos locales, regionales y nacionales.
Como se acerca navidad, ¿porque no soñar con una decidida reindustrialización cuyo eje inicial se base (al igual que en el campo) en la reactivación de capacidades productivas existentes? Esto requiere un renovado control de importaciones y aplicación de aranceles, sobre todo a productos de países con los que no tenemos tratados de libre comercio y con los que somos deficitarios.
Y de moño para esta caja de deseos ¿qué tal un cambio en la estructura y reglamento del Banco de México? Para incluir representantes del aparato productivo (manufactura, campo y trabajadores) en su gobierno y ampliar sus objetivos al uso pleno del potencial productivo, al equilibrio en cuenta corriente y a la competitividad del aparato productivo.
Para seguir exprimiendo la lámpara de Aladino ¿qué tal si se habilitan tiempos de primera audiencia a la expresión directa de representantes de los más diversos intereses económicos y sociales? Llevaría la confrontación de la calle al debate público para depurar expresiones y afinar propuestas.
Lo que se lograría es reconfigurar un real Proyecto de Nación, incluyente, equitativo, democrático, nacionalista; constitucional pues.
No hay comentarios:
Publicar un comentario