domingo, 5 de abril de 2015

Oleadas de sobreproducción

Faljoritmo

Jorge Faljo

Hasta hace poco el sector siderúrgico de México tenía previsiones bastante optimistas y anunciaba inversiones de varios miles de millones de dólares. La buena perspectiva se debía a que la recuperación norteamericana fortalecería las exportaciones de automóviles, la reforma energética significaba fuertes inversiones en infraestructura petrolera y grandes obras como el tren bala y el nuevo aeropuerto requeriría mucho acero.

Luego, uno tras otro, han llegado los baldazos de agua helada que todos conocemos. Recientemente el presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero, Alonso Ancira, declaró que el sector dejó de invertir 5 mil millones de dólares debido por una parte al cambio de expectativas y por otro lado a las importaciones desleales del metal.

El asunto se volvió álgido cuando la semana pasada la empresa Arcelor Mittal anunció un paro técnico en su planta siderúrgica de Lázaro Cárdenas. De inmediato el gobernador de Michoacán, Salvador Jara, fue a platicar con los directivos de la planta, y luego con los secretarios de Gobernación y de Economía, en busca de soluciones a lo que puede ser una crisis regional y un problema nacional. Se trata de una empresa que tiene 8,500 empleados directos en el país y unos 25 mil indirectos. La mayor parte de ellos en la costa de ese estado.

Un paro técnico de mayor o menor duración significa una importante baja de ingresos al puerto de Lázaro Cárdenas y para el gobierno del estado. Perder, en el peor de los casos, esos empleos sería un trastorno para una región ya acosada por la pobreza, la violencia y la ingobernabilidad.
Por eso la senadora panista, hermana de aquel y aspirante a la gubernatura del estado, Luisa María Calderón Hinojosa, exhortó a los gobiernos estatal y federal a construir las condiciones para que la siderúrgica siga trabajando. Bien dicho, aunque hubiera sido mejor dar propuestas concretas. Aunque sea solo para saber qué tan neoliberal o pragmática es la señora.

Una de las causas del problema es que hace un año China exportaba un millón de toneladas de acero en bruto al mes y ahora exporta diez veces más. Esto se explica porque su menor crecimiento en las manufacturas (debido al menor crecimiento mundial) hace que le sobre acero. Tiene un programa intensivo de reciclamiento de metales y ahora sus siderúrgicas añaden una pequeñísima cantidad de otro elemento al acero; de ese modo se reclasifica como “aleación” y evita algunos impuestos. Por angas o mangas el país oriental se ha lanzado a la exportación de grandes cantidades del metal.

Las exportaciones chinas de acero en bruto (de bajo valor agregado) están alterando el mercado mundial y preocupan a sus vecinos asiáticos (Corea, India, Japón, Malasia) y a los Estados Unidos, donde los representantes de la industria siderúrgica dicen que están en riesgo medio millón de empleos.
Para el presidente ejecutivo de la siderúrgica Ternium, Máximo Vedoya, “ellos (los chinos) no son más competitivos que nosotros (la producción mexicana), no tienen mejor mano de obra, no tienen mejor logística, no tienen mejor competitividad en energía pero sí tienen enormes subsidios y eso es competencia desleal.”

De hecho el gran factor de la competitividad china es su estrategia de exportación de capitales. Sus ganancias en dólares las revierte como préstamos al exterior; lo cual abarata su moneda y le crea clientela externa. Configuró así una espiral virtuosa en que el crecimiento de las exportaciones alimenta su capacidad para exportar capitales y viceversa. Es, por ejemplo, el principal prestamista de los Estados Unidos.

El otro lado de la moneda son los países que, como México, atraen dólares y son básicamente importadores de manufacturas y, ahora, del acero oriental. México subió sus importaciones de acero laminado chino de 49 mil toneladas en enero del 2014 a 209 mil toneladas en enero de este año. También nos está llegando más acero de Rusia y Ucrania, dos países que han devaluado fuertemente sus monedas y se reorientan a la exportación.

Una visión amplia nos revela que el planeta existe un potencial de sobreproducción de acero de más de 600 millones de toneladas. Eso es lo que se puede producir por arriba de la demanda existente.
Lo que está en juego a nivel mundial es la definición de cuáles y en qué países están las plantas siderúrgicas que serán eliminadas. De resignarse a las reglas del libre comercio se cerraran plantas y empleos en Estados Unidos, India, Japón, otros países y, no podíamos faltar, México.

Se trata de una oleada de destrucción que no debió tomarnos por sorpresa. Ya hace más de un año se veía llegar una marejada de excedentes de acero y caída de precios mundiales. Tal y como ocurrió con los precios del petróleo.

Cierto que empezamos a experimentar con medidas de control de importaciones subvaluadas en el caso de textiles, ropa y calzado. En muchos casos los precios son ridículamente bajos y serian incomprensibles si no entendemos que de ese modo China protege a su sector social y su empleo. En vez de regalar dinero para que compren importaciones prefiere comprarles su producción no competitiva y exportarla. De ese modo combate su desempleo y podríamos decir que lo exporta; lo que tiene una racionalidad social, aunque no económica.

Hay que entender que la sobreproducción y baja de precios internacionales del petróleo y el acero; así como la existencia de grandes volúmenes de mercancías subvaluadas en el mercado mundial no es sino la cresta de una gran ola que buscará colocar los excesos de producción en los países con mayor apertura al mercado internacional.

Nuestra situación es particularmente delicada; vivimos ya una importante baja en la entrada de dólares. Lo que hace absurdo incrementar en este momento las importaciones de lo que podemos producir nosotros mismos.

Habrá que tomar alguna opción radical. Por un lado pregonar la libre competencia que permite el deterioro de la producción con el consiguiente desempleo y descontento social. Del lado contrario instrumentar medidas de gobierno para priorizar importaciones, hacer un uso eficiente de capacidades instaladas y, a cambio de crear condiciones de rentabilidad a las empresas, establecer acuerdos tripartitas para la generación de empleos dignos, recuperar la capacidad de compra de los salarios y fortalecer el mercado interno.

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