Crisis: El Diagnóstico Francés
Jorge Faljo
La crisis sigue su marcha en todo el planeta destruyendo producción y empleos, reduciendo los niveles de consumo y empobreciendo a las mayorías. Lo hace en México y en Francia, en todo el mundo, y el problema es, en el fondo, el mismo en todos lados. Aquí debemos dejar de pensar que somos una especie de isla distinta a los demás. Tenemos, por el contrario una de las economías más abiertas, más globalizadas del planeta. Así que nos conviene seguirle la pista a la evolución del pensamiento de los demás para aprenderles algo.
En la última semana se ha acentuado en Francia la discusión de fondo sobre su economía. Para empezar se llegó a una cifra simbólica: se rebasó a principios de este año el cierre de más de mil industrias desde el inicio del año de crisis de 2009. Con ello se perdieron más de 120 mil puestos de trabajo industriales.
Es un proceso que se acelera: en 2012 hubo un 42 por ciento más de cierres y pérdida de empleo industrial que en el año anterior. Se trata de un problema generalizado y no de unos cuantos sectores. Se destruyen fábricas lo mismo siderúrgicas y automovilísticas, que de productos farmacéuticos, muebles, gráficas y agroalimentarias.
Los problemas de fondo son dos; por una parte la reducción de la demanda originada en el mayor desempleo, la pérdida de poder adquisitivo (se pagan más impuestos, se reducen servicios públicos) y la mayor precaución de los consumidores inquietos por sus propios empleos e ingresos futuros.
Por otro lado también se señala que Francia lleva diez años de déficits comerciales. Es decir que compra en el exterior bastante más de lo que vende. Parte del problema es que muchas de sus ventas se orientan a la misma Europa, donde el consumo se encuentra estancado. Ejemplo: hace seis años tenía un superávit de 9 mil millones de euros con España, ahora tiene un déficit de 1.7 mil millones. Y es que los españoles se han empobrecido notablemente y le compran mucho menos.
Así que la respuesta para Francia es encontrar otros mercados. Exportar hacia otros continentes. Lo que se encuentra en gran medida determinado por el valor de su moneda. Cuando menos así lo ha dicho su más alto dirigente.
De manera sorpresiva François Hollande, el presidente de Francia, aprovechó su reciente discurso ante el parlamento europeo para señalar que un euro caro está obstaculizando la salida de la crisis del continente y va en contra de los esfuerzos por elevar la competitividad de la producción europea y exportar. Para él “los gobiernos de la zona euro deben darse un objetivo de paridad cambiaria de mediano plazo que nos parezca más compatible con el estado de nuestra economía real”.
De este modo se inclina por una intervención concertada que le dé a Europa competitividad cambiaria y con ello se enfrenta directamente a la posición alemana. El gobierno francés representa en esta confrontación los intereses del aparato productivo y el empleo.
Alemania es una gran potencia exportadora sustentada en un modelo de contención salarial y altas ganancias traducidas en empréstitos a las periferias (te presto para que me compres). De ninguna manera quiere entrar a lo que más critica a los otros (por ejemplo a Brasil): el manejo de la paridad para lograr competitividad. Eso podría desatar lo que acaba de predecir Soros en la reunión de Davos: guerras cambiarias.
Les Echos, el principal periódico de economía y finanzas de Francia publicó la opinión de un analista que dice que “todo el mundo manipula el valor de su moneda, con excepción de la zona euro con sus veinte millones de desempleados. Es necesario hacer del euro un instrumento al servicio de nuestras economías y nuestros empleos.”
Todo el mundo maneja su paridad; pero mientras otros países buscan tener una moneda competitiva aquí en México la encarecemos y perdemos competitividad, producción y empleos. ¿Cuándo nos vamos a ocupar de la economía real?
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