Davos
Jorge Faljo
Davos es una
tranquila población de once mil habitantes ubicada en un pequeño valle de los
Alpes suizos. Ha saltado a la fama mundial debido a que cada año es el
escenario del Foro Económico Mundial. Un momento y lugar donde se encuentra la
elite, la verdadera crema y nata de los líderes financieros, empresariales y políticos
del planeta. Ahí pueden dialogar y establecer las bases de acuerdos que habrán
de incidir fuertemente en el rumbo del planeta. Porque lo que es control,
control, este se les escapa cada vez más de las manos.
El Foro lo organiza
una empresa privada pero cuenta con apoyo gubernamental. Unos cuatro mil
agentes suizos se encargan de la seguridad. No es nada barato ir al evento. La
entrada cuesta unos 20 mil dólares y aparte está el viaje, alojamiento, comidas
y ropa de invierno. Todo a precios de magnate.
La reunión de este
año se caracterizó por su “optimismo cauto”. Optimismo porque los temores de
desmembramiento de la Unión Europea, de catástrofe financiera o movimientos
sociales fuera de control, no se tradujeron en hechos. Cauto porque los
problemas de fondo no se han resuelto.
Christine Lagarde,
directora gerente del Fondo Monetario Internacional y uno de los focos de
atracción dijo que la presión a corto plazo ha disminuido pero persiste a largo
plazo. Enfatizó la necesidad de incrementar la regulación del sistema
financiero y lamentó que esa prioridad este siendo
abandonada debido a un respiro que puede ser momentáneo. También dijo que hay
el riesgo de que se incremente la desigualdad y eso afecte el crecimiento y al
conjunto social.
Monti, presidente de Italia habló de distribuir los impactos
negativos para aliviar el sentimiento de injusticia social. También hubo voces,
como la del presidente de la mayor compañía británica que de plano dijo que era
totalmente inevitable una nueva crisis.
La perspectiva
financiera es sombría. Muchos deben haber estado pensando en la situación de
Chipre, en quiebra financiera, necesitado de un rescate y apretando el cinturón
de su población con bajas salariales e incremento de impuestos. Es decir que
sigue el mismo caminito de Grecia y otros más. Seguro que lo que más les duele
es que el rescate tendrá que incluir recortes de deuda; es decir pérdidas para
los inversionistas financieros. Pero eso sí, hay que evitar que se salga de la
Unión Europea porque eso desataría la gran crisis.
Pero lo que nos importa
a los de a pie es la economía real: producción, empleo, ingresos y bienestar de
las mayorías. Aquí la situación es mala con vistas a empeorar.
El problema es que no
hay demanda y sobran capacidades productivas. La enorme acumulación de riqueza
en el uno por ciento de la población ha despojado a la mayoría de poder de
compra. Mientras hubo crédito a las clases medias, a los gobiernos y empresas
la cosa funcionó. Había consumo así fuera de prestado.
Pero ya se agotó la
capacidad de endeudamiento de los distintos niveles de gobierno y de las clases
medias de los países centrales. Ahora el gran capital tiene dificultades
crecientes para poder cobrar y anda en busca de a quien prestarle. Con la
condición, claro está, de que parezca que más adelante podrá pagar.
Así que el problema
tiene dos caras que se correlacionan. Por un lado quienes pueden y aceptan
endeudarse más y por otro lado quienes pueden consumir la enorme producción
central que ya no consumen los que se están amarrando el cinturón. De hecho
todas las clases medias centrales en vías de empobrecimiento.
Por eso Ángela
Merkel, la canciller alemana, advirtió severamente en contra de manipulaciones
cambiarias e incluso mencionó a Japón acusándolo de excesiva creación de dinero
para abaratar el yen. Es que Japón en vez de aceptar capital externo ha
decidido incrementar la emisión de su propia moneda. Medida que se traduce en
abundancia de yenes que se abaratan y eso lleva a su población a consumir mayor
producto nacional en vez de importado. También hace más competitiva a su
industria que puede vender más barato en el exterior y competir con Alemania.
Soros, el magnate
financiero (con unos 20 mil millones de dólares de fortuna personal) dijo que
estamos a la puerta de una guerra de devaluaciones en busca de competitividad.
Todo indica que se
aproxima otra oleada de destrucción de aparato productivo que recaerá sobre
todo en los países que reciben grandes volúmenes de capital financiero externo
y aprecian su moneda. Para ellos se abaratan las importaciones y se encarece la
producción interna llevando a sus empresas a la quiebra.
México es el primero
de esa lista.
No es el mundo el que está representado en el FOro de Davos. La población mundial despierta poco a poco y se concientiza respecto a la naturaleza de la crisis e incertidumbre financiera y su íntima relación con lo que 1 por ciento de personas y familias hacen desde los monopolios globales para controlar el complejo financiero-militar-industrial que domina desde hace varias décadas la economía global y la geopolítica.
ResponderEliminarEstando la industria productiva y el sistema monetario-financiero con sus mercados saturados y en fase de bajos niveles de ganancia, sólo impulsando algún mecanismo de destrucción como puede ser una guerra, se reactivaría la economía en general. La bestia que ha estado acabando con la riqueza natural y devaluando la dignidad del ser humano al convertir su trabajo en mercancía deleznable, va por su última oportunidad para sobrevivir.
http://www.lja.mx/2013/01/ciudadania-economica-una-recuperacion-fragil-y-timida/
Gracias por el comentario. Estoy de acuerdo en casi todo, solo confío que haya otra solución que no sea la guerra. Es más, realmente no creo que la guerra sea una solución dado que en realidad se puede destruir a muchos otros, incluso al planeta, con el armamento que ya existe.
EliminarHabrá que pensar en otras maneras de generar demanda (que es lo que hace falta) sin crear más exceso de producción (que ya sobra).
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=X4eF6HBYmuM
ResponderEliminar¿A qué tipo de mundo nos han llevado los amos del mundo que cada año se reúnen en Davos?