Crisis y alternativas de política
Faljoritmo
Jorge Faljo
Para el bloque monetario de los países que utilizan el Euro los datos económicos del primer trimestre han sido malos. Estos 17 países vieron retroceder su economía colectiva en poco más de un 0.2 por ciento. No es una caída tan impresionante; si fuera un hecho pasajero.
El problema es que estos resultados destruyen el optimismo de los que esperaban datos ligeramente positivos y redefinen la situación como la de una recesión duradera. Recesión que empezó al final del 2011 y ahora cumple su sexto trimestre al hilo. Los países en peor situación son los que adoptaron las más duras políticas de austeridad a cambio de recibir una “ayuda” financiera cuyo único fin era pagarle a sus acreedores.
Solo tres países tuvieron un crecimiento mínimo: Bélgica, Eslovaquia y Alemania. Esta última, la potencia líder creció un 0.3 por ciento. Prácticamente nada.
Ante la crisis planetaria se empiezan a modificar, aunque con lentitud, algunas políticas económicas. Se generaliza, por ejemplo la baja de las tasas de interés. El Banco Central Europeo ofrece ahora guardar capitales pagando cero intereses. Dinamarca va más allá: ofrece una tasa de interés negativa. Es decir que cobra por guardar capitales.
Hace tiempo que los capitales no encuentran oportunidades de inversión productiva; en los últimos años su negocio ha sido el crédito al consumo. Pero ahora los consumidores están ya muy endeudados y son mala paga. Así que no tienen más remedio que buscar donde no perder.
Un gran número de bancos centrales están bajando las tasas de interés; como es el caso de Australia, Corea, Hungría, India, Israel y Polonia. Se cree que pronto se sumarán Rusia, Sudáfrica y Rumania.
La atención está puesta en Japón cuyas cifras del primer trimestre apuntan a un crecimiento anualizado del 3.5 por ciento. Una cifra muy buena, alta para un país que llevaba largos años de estancamiento. Lo que hace recaer la atención en su política monetaria.
El nuevo primer ministro Japonés instruyó al director del Banco Central a emitir dinero hasta conseguir un nivel mínimo de inflación de 2 por ciento. Puesta a rodar la imprenta se emite en yenes el equivalente a 21 mil millones de dólares mensuales. Los que se usan para que el banco le preste al gobierno e inundar el mercado de dinero. Eso ha bajado las tasas de interés a un nivel negativo que facilita el pago de deudas generalizado, se promueve el consumo y permite un gran programa de obras de infraestructura. Además la salida de capitales ha devaluado al Yen y eso dinamiza las exportaciones y la producción.
El fracaso de la austeridad y el éxito de políticas como la japonesa plantean una clara disyuntiva: se paga a los inversionistas o se favorece la producción, el empleo y el bienestar. Crece la presión dentro de Francia y otros países para oponerse más decididamente a la austeridad que impone Alemania y en lugar de ello instrumentar políticas de reactivación económica.
La inercia lleva a los países del sur de Europa por un lento y agónico abaratamiento de su mano de obra que, supuestamente llevaría a que países como España y Grecia fueran competitivos y pudieran recuperarse exportando. Si fueran libres, con soberanía monetaria, podrían hacer lo que Japón y devaluar su moneda rápidamente (un 25 por ciento en cinco meses). Como no lo son tratan de reducir sus niveles salariales en medio del creciente descontento social. Una senda de alto sufrimiento y crecientes riesgos.
Italia, con una caída del 2.1 por ciento de su economía en este primer trimestre, empieza a ser vista como un riesgo por los inversionistas. No están dispuestos a prestarle excepto a tasas cada vez mayores. Prefieren guardar su dinero a tasa cero que arriesgarlo en Italia. Esta actitud es la que puede empeorar la situación hasta llevar a la necesidad de un “rescate”, una ayuda financiera de otros países a cambio de mayor austeridad. Sería lo peor que le pueda pasar al pueblo italiano.
En Alemania hay calma. Su bajo crecimiento de 0.3 por ciento es suficiente en la medida en que logra mantener un alto nivel de empleo con una población acostumbrada al maltrato y al esfuerzo que los ha hecho tan competitivos. No obstante para crecer tendrán que substituir la demanda que han perdido en otros países y mejorar la capacidad de compra de su población. Ya no pueden crearse demanda prestando a los vecinos. Si ahora prestan o “rescatan” es para que sus financieros puedan cobrar lo que prestaron antes, pero ya no para que su industria pueda vender.
La demanda es insuficiente en prácticamente todo el mundo y sigue el quebradero de empresas. Solo que lo obvio, mejorar la capacidad de compra de los pueblos es lo que nadie parece plantearse. En un mundo globalizado es suicida elevar los salarios. Significa perder competitividad. Para hacerlo habría que asegurarse que el incremento de la demanda no se escape al exterior sino que se aplique a comprar producción interna; lo que requiere una buena devaluación, como en Japón, o administrar el comercio exterior y proteger la producción interna, como en Argentina.
Claro está que siempre existe la opción de simplemente seguirse hundiendo.
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