viernes, 3 de mayo de 2013

Riesgo financiero y reforma

Riesgo financiero y reforma
Faljoritmo

Jorge Faljo

Las últimas declaraciones de Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, parecen una elegante muestra de cinismo. Ante la 76 Convención Nacional Bancaria advirtió nuevamente de la inestabilidad que podría desatarse en el momento en que terminen las políticas monetarias laxas en el mundo desarrollado. Señaló que las tasas de interés cercanas a cero por ciento que existen en los países industrializados no pueden ser permanentes y que eventualmente subirán a niveles normales, lo que propiciaría una reversión de los capitales al mundo desarrollado.

Lo que dice no es novedoso. Por lo menos desde el 2010 el Fondo Monetario Internacional viene advirtiendo sobre la volatilidad de los flujos de capital que los países centrales, como los Estados Unidos, Japón y Europa están generando para combatir sus crisis. Crear dinero, lo que ahora llaman “quantitative easing” ha sido una manera de generar crédito, bajar sus tasas de interés a casi cero, facilitar el pago de las deudas de los acreedores (privados y gubernamentales) y, de paso, devaluar sus monedas.

El hecho es que la creación monetaria de estas potencias impacta fuertemente a las periferias. Lo han hecho notar y lo han criticado fuertemente algunos gobiernos. Dilma Roussef, la presidenta de Brasil lo denunció en el más alto foro posible, la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Se ha provocado una emigración de capitales centrales abundantes (en dólares, yenes o euros) hacia las periferias. En la práctica es una especie de préstamo no solicitado, incluso forzado por la exigencia de libertad de flujos de capital. Entran a un país periférico para invertir a mayores tasas de interés de las que su país ofrece, comprar empresas o propiedad inmobiliaria. El bajo interés que pagan en dólares, euros o yenes les facilita mucho, entre otras cosas, la compra de propiedades periféricas.

Lo riesgoso de tal situación es que estos capitales son de manera predominante muy volátiles. Dado que no invierten en la producción, sino en valores de alta liquidez, un cambio en las condiciones internacionales podría llevarlos a oprimir el teclazo que los reconvertiría de pesos a dólares. También podrían reaccionar así ante una percepción de inestabilidad interna o de amenaza a sus intereses. Su alta presencia en cualquier país lo convierte en rehén de sus intereses ya que amenazan con salirse si se les toca con el pétalo de una rosa. Por ejemplo si se pretende que las ganancias en la bolsa de valores paguen impuestos.

Pero sin duda lo peor es que esas entradas de capital abaratan el dólar dentro del país receptor y convierte al país periférico, como México, en un mayor consumidor de productos importados a costa de la quiebra de sus propias empresas y de la pérdida de empleos.

El FMI no se ha limitado a advertir sobre el riesgo que implica la entrada de capitales volátiles sino que sugiere evitarlos apelando incluso a medidas de control del flujo de capitales. Esos controles que pueden ser preventivos como los que se han puesto en práctica en numerosos países (Brasil, Chile, Tailandia por ejemplo). Pueden en otros casos regular la brusca salida de capitales, como los que se vieron obligados a instrumentar Argentina y Chipre.
La originalidad de Carstens es que describe un alto riesgo… y el como Gobernador de Banco de México no hace nada. La política de esta Institución es mantener un alto diferencial entre la tasa de interés que se paga aquí y la que prevalece en los países centrales. Ofrecemos además una política de privilegio al gran capital y de venta de patrimonio (bancos, cadenas comerciales, cerveceras, acereras, todo tipo de empresas y ahora, además, las playas). No somos buenos exportadores, estamos vendiendo la casa.

Carstens es el representante de los intereses del capital financiero y al hablar ante los banqueros más bien parece advertirles del riesgo en que incurren ellos mismos que preocuparse por los daños que la especulación causa al resto de los mexicanos en términos de bajo crecimiento, baja rentabilidad de la producción, quiebra de empresas, desempleo e incluso pérdida de cohesión social y violencia.

En estos momentos la aprobación de la venta de La Modelo en los Estados Unidos y la apertura a la venta de las playas mexicanas son muestra de nuestra disposición de atraer más dólares sin considerar el daño que causan al país. Cada medida que alienta la entrada de capitales inicia una nueva pequeña avalancha que encarece al peso y nos resta rentabilidad en la producción, ahuyenta la inversión productiva, destruye el empleo y nos hace creer que la única fuente de inversión posible son las empresas globalizadas.

La política japonesa de creación monetaria y su exportación de capitales ha logrado devaluar su moneda en un 25 por ciento en los últimos meses. Eso los hace más competitivos; todos se interesan en devaluar. Nosotros presumimos la autodestrucción que nos genera la ahora llamada moneda más fuerte del mundo.

Carstens dijo que podrían presentarse condiciones riesgosas que no deben subestimarse pero si monitorear. Su declaración me recuerda el famoso “¿Y yo porque?”. Resulta que ante una situación que daña profundamente al aparato productivo está dispuesto a “monitorear”.

Desde la Secretaría de Hacienda se nos dice que “la competencia es la mejor herramienta para lograr más eficacia y eficiencia, y para que se generen incentivos de mejora continua en beneficio de todos los usuarios del sistema financiero”. Es el típico lenguaje neoliberal de hace 20 años, ahora tan desprestigiado. Se trata de no regular y dejar que el capital financiero siga su fiesta mientras el país se hunde.

La reforma financiera debiera ser una oportunidad para darle fuerza al estado para el control de flujos de capital. Si no lo hemos hecho de manera preventiva lo más probable es que lo tengamos que hacer al momento de la reversión anunciada.

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