Marejada de Desempleo en Europa
Jorge Faljo
El desempleo crece en Europa como en una brutal tragedia que se desarrolla en cámara lenta. El número de desempleados ronda los 26 millones de personas; cerca del 12 por ciento de la población activa. No solo es grave el tamaño del “paro” (desempleo), sino que lejos de que haya esperanzas de solución pronta las tendencias son a que empeore.
De un año para acá el desempleo se ha incrementado substancialmente en 19 países de ese continente. En Grecia subió del 21.4 al 27.2 por ciento; en España del 23.1 al 27.1 por ciento; en Portugal del 14.8 al 17.5 por ciento. Son los países del sur los que sufren el mayor embate de la recesión, el cierre de empresas, el desempleo y el endeudamiento insostenible de sus gobiernos al tiempo que reducen sus esfuerzos para paliar mínimamente el deterioro social.
Las cifras anteriores muestran como España se ubica ya a la par de Grecia en cuanto a desempleo. En estos dos países menos de la mitad de los jóvenes menores de 30 años logran encontrar empleo. Y eso que se trata de una de las poblaciones más instruidas del mundo; con alto porcentaje de graduados universitarios, con maestrías y doctorados. Incluso ocurre que muchos de ellos mienten en sus solicitudes de empleo para no revelar sus altos estudios y no ser excluidos de un posible puesto de mesero, chofer, obrero, lo que sea.
Tan solo en España los desempleados declarados suman 6.2 millones. Son los que persisten en la búsqueda de trabajo formal; hago la aclaración porque se sospecha que muchos se encuentran tan desalentados que ya no buscan empleo y eso, como parte del absurdo, hace que ya cuenten como desempleados.
Lo peor es la situación de dos millones de familias españolas en las que ninguno de sus integrantes tiene empleo formal. ¿Cómo sobreviven millones de españoles? La receta de la supervivencia mezcla varios ingredientes: la solidaridad de las familias incluyendo el recibir en hogares cada vez más apretados a hijos y parientes que han perdido sus viviendas; el trabajo “negro” (informal) del que ahora se aprovechan varios sectores como el de la construcción, hotelería, restaurantes y más; la mendicidad abierta o disfrazada y el vivir de la magra pensión de un adulto mayor.
Por su parte el gobierno español anuncia la pérdida adicional de 1.3 millones de empleos de tiempo completo en los próximos dos años. No será, según el gobierno español, sino hasta el 2016 cuando habrá una disminución más bien leve, del desempleo. No obstante creo que se equivoca en esa miserable gotita de optimismo. Lo que hace en realidad es pedirle a la población que aguante la situación y a un gobierno que, como la mayoría, no entiende lo que ocurre y no hace nada de fondo para resolverlo.
La crisis europea y española en particular es una crisis “clásica” (para los economistas) de exceso de producción por un lado e insuficiencia de la demanda efectiva por el otro. Crisis ha habido antes. Pero esta amenaza ser mucho peor. Una verdadera crisis sistémica de fin del modelo globalizador.
Lo que ha ocurrido es que gracias a avances tecnológicos impresionantes se ha incrementado enormemente la productividad del trabajo; ahora se puede producir mucho más que hace un par de décadas. Pero las empresas, en particular los oligopolios globales, no pagan mayores salarios, no reducen el número de horas trabajadas, no pagan más impuestos. Es decir que producen muchas más mercancías, pero al mismo tiempo producen bastante menos demanda.
Durante un tiempo solucionaron este contrasentido prestando grandes cantidades de dinero para que los gobiernos y las familias les compraran. Se apoderaron del mercado al grado de expulsar a los pequeños, medianos y hasta grandes productores tradicionales.
Prestaron mucho, hasta que fue claro que de seguir prestando nunca cobrarían esas deudas; se había llegado al límite de endeudamiento de los gobiernos y de la población. Entonces dejaron de prestar y todo se vino abajo.
Entonces se esfumó la demanda generada por crédito en los países centrales, como los de Europa, más Estados Unidos y Japón. Peor aún, no solo dejó de haber crédito fresco, sino que al intentar cobrar los gobiernos y las familias tuvieron que apretarse el cinturón para pagar. Eso provocó un bajón de la demanda; a lo que siguió la caída de la producción, el cierre de empresas, el despido de trabajadores, la imposibilidad de pagar las deudas y, por tanto, otro bajón de la demanda. Y así se sigue en una espiral de descenso hacia los infiernos que no parece tener fin.
Es un triángulo en que de un lado la población no tiene para comprar y se empobrece masivamente. Otro de los lados muestra un aparato productivo con enormes capacidades para producir de todo, pero que se paraliza y literalmente se echa a perder. En el tercer lado tenemos una minoría con gigantescas riquezas acumuladas en capital financiero que no tiene uso racional: no lo pueden consumir porque es demasiado; no tiene uso productivo porque los mercados ya están saturados de producción invendible.
España, Europa, el mundo, se encuentra atrapado en un abrazo mortal en el que el exceso de riqueza de un lado y la carencia de algo tan elemental como un empleo del otro lado destruye a las sociedades.
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