Jorge Faljo
Con gran dignidad y firmeza la presidente de Brasil, Dilma Roussef, condenó el espionaje norteamericano. No lo hizo en casita o en una reunión privada, sino que se presentó en el foro de mayor resonancia mundial, la apertura hace unos días de la Asamblea General número 68 de las Naciones Unidas.
Fue la primera vez que una mujer inauguraba una asamblea de este nivel. Le seguiría otro presidente, Barack Obama y se encontraban presentes alrededor de otros 130 líderes mundiales, en su mayoría jefes de estado.
La presidente brasileña aprovechó la presencia de Obama, que la tenía que escuchar para, sin medias tintas, decirle sus verdades: que el espionaje norteamericano es ilegal, va en contra de los derechos humanos, la democracia y las relaciones internacionales.
Sin rodeos señaló que la embajada de Brasil ante la Organización de las Naciones Unidas –ONU-, y su misma presidencia de la república habían sido espiadas. Indicó que interferir de esa manera en la vida y asuntos de otros países, va en contra del derecho internacional y es una afronta a los principios que deben regir las relaciones entre naciones. La soberanía de un país no se fortalece cuando en detrimento de los demás.
Argumentó que sin el derecho a la privacidad de los individuos no hay verdadera libertad de expresión y por tanto no existe la democracia efectiva. Sin el respeto a la soberanía no existen bases para las relaciones entre países. Añadió que los gobiernos y sociedades amigas que buscan consolidar relaciones de cooperación estratégica no pueden permitir que acciones ilegales, recurrentes, se presenten como si fuesen normales. Son inadmisibles.
Rechazó el argumento de que el espionaje se dirige a combatir el terrorismo. No lo es cuando se efectúa contra el gobierno de un país democrático, rodeado de otros países democráticos, todos ellos en contra del terrorismo y que han estado en paz por más de 150 años. Señaló que el derecho a la seguridad de los ciudadanos de un país no puede basarse en la violación de los derechos humanos fundamentales de otro país.
Sostuvo que Brasil sabe cómo protegerse a sí mismo. No necesita que otros lo hagan y adelantó que redoblará esfuerzos para equiparse con la legislación, las tecnologías y los mecanismos para protegerse de las escuchas ilegales de comunicaciones e información. Añadió que lo haría para defender los derechos humanos de sus ciudadanos y los de todo el mundo a la vez que defendería los frutos del trabajo y la inventiva de los trabajadores y empresas de su país. Así dejó en claro que el espionaje tenía objetivos económicos y tecnológicos.
La presidenta de Brasil remarcó su posición cancelando una cena de estado con el presidente norteamericano. De esa manera dejó en claro que no era un asunto para tratar en lo oscurito, en privado.
En su opinión el asunto no se no se limita a la relación bilateral entre dos países. Es un problema de la comunidad internacional y es ella la que debe tomar cartas en el asunto. Adelantó que presentará ante la ONU un plan para que desde esa instancia se protejan el derecho a la privacidad y la seguridad de las comunicaciones. Para ella el internet debe ser un instrumento de paz y democracia; no de guerra.
De manera inesperada este discurso coincidió con otras dos noticias que lo reforzaron. Una fue el descubrimiento de la intercepción de las comunicaciones entre el gobierno de la India y sus embajadas ante la ONU y Washington. El gobierno Indio está evaluando la magnitud de este espionaje incluyendo la posibilidad de que se hubieran infiltrado aparatos de escucha e intercepción dentro de sus instalaciones. La segunda es la revelación de por lo menos 12 casos en que empleados de la NSA interceptaron los correos y escuchaban las llamadas telefónicas de sus esposas, amantes y otras gentes de su interés personal.
El discurso de la presidente de Brasil es hasta el momento la reacción de mayor fuerza e impacto desde que el analista Snowden dio a conocer al mundo la amplitud del espionaje norteamericano con el respaldo de miles de documentos digitalizados.
Obama escuchó el discurso de Dilma Roussef y fue el siguiente orador de la apertura de la Asamblea. Enfocó sus palabras en el tema sirio, sin referirse en lo más mínimo a lo que acababa de escuchar. No hubo encuentro entre ambos.
Lo que hasta ahora se puede considerar más cercano a una respuesta oficial norteamericana son las declaraciones de un vocero del departamento de estado al afirmar que los Estados Unidos recolectan información de inteligencia (es decir secreta) del tipo que lo hacen todas las otras naciones.
Tal afirmación es muy controvertida. Si la justificación de una actividad que la presidente de Brasil denuncia como ilegal se basa en el hecho de que otros también lo hacen, eso abre la puerta a todo tipo de peligros. Equivale a decir que las costumbres o el mal ejemplo de unos hace admisible que otros cometan las mismas o similares barbaridades.
Dado que unos tienen más capacidades tecnológicas, económicas y militares que otros, y por tanto cuentan con mayor impunidad, lo que se estaría justificando es el predominio de la fuerza sobre la justicia y el avance al tipo de salvajismo contra el que precisamente se creó la ONU.
Las posiciones son encontradas. Brasil convoca a que la comunidad internacional establezca un marco legal y se construyan instrumentos garantes de la privacidad y la soberanía de cada país. La respuesta norteamericana expresa la prepotencia imperial, el argumento de la fuerza.
Lo que se encuentra en juego es enorme a nivel de países y personas. Se ha puesto en duda la soberanía nacional en la toma de decisiones de importancia estratégica. Por otro lado en lugar de construir una sociedad de libertades sustentada en el acceso al conocimiento y la comunicación se corre el riesgo de ser espiados en todas nuestras actividades. Información que ya se almacena de manera permanente y que en cualquier momento puede ser empleada en contra nuestra.
La posición de la presidente de Brasil es un ejemplo a seguir.
La "soberanía" nacional siempre ha sido una ficción... De hecho, la banca internacional es soberana. La única salida de este bochorno está en la dirección del desmantelamiento de la nación estado como tal... municipios autónomos entretejidos a bio-regional e inter-bio-regional... En lugar de "naciones" unidas veríamos bio-regiones unidas... y las naciones representadas en las bio-regiones siguiendo un censo lingüístico en lugar de lo que rige en la actualidad, donde los grupos étnicos (en el sentido cultural, no racial) se pierden en conglomerados colonizados por centros de poder que se imponen por medio de las lenguas que se enseñan en las escuelas.
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