lunes, 29 de diciembre de 2014

2015, el viraje esperado

Faljoritmo

Jorge Faljo

Las fiestas decembrinas nos han dado algunos días de ilusión. Pero hemos de regresar a la realidad de un pueblo que en su mayoría apenas logra llegar al fin de la quincena, empobrecido, temeroso de las violencias criminal y oficial y, en muchos casos doliente de sus muertos y desaparecidos. No es el regreso a la realidad fantasiosa de hace unos meses sino a la que se abrió paso a empellones en nuestras conciencias en las últimas semanas.

A lo largo del año nos enteramos que somos el país de América Latina con los peores salarios, con la mayor inequidad, el de mayor fracaso en disminución de la pobreza y el hambre. Los dos últimos años, los primeros de esta administración federal, fueron mediocres en lo económico y se marcaron por retrocesos en la capacidad del estado para enfrentar la violencia criminal. Se profundizó el esquema que desde la reforma administrativa panista significó darle la espalda a las organizaciones, comunidades y barrios. El gasto público, más los medios y la violencia como meros mecanismos de control.

Los medios privados que son en realidad oficiales, televisión y radio, sostienen que Ayotzinapa fue un caso aislado y está resuelto. No entienden que para la mayoría lo ocurrido a los muchachos es no solo el símbolo del fracaso en la lucha contra el crimen sino, mucho peor, del outsourcing de la guerra sucia que ejercen algunos niveles del estado para enfrentar algo que les resulta peor que el crimen: grupos sociales excluidos que les piden rendir cuentas.

Por eso es que Ayotzinapa es mucho más que 49 ausentes, relativamente pocos en una guerra que lleva decenas de miles de desaparecidos. Es la gota que derrama el vaso, el símbolo de la exclusión tajante de lo rural, lo campesino y lo indígena; es la peor muestra del abandono de las responsabilidades públicas, en particular en un estado, Guerrero en el que el 17 por ciento de los mayores de quince años son analfabetos. Es la lucha contra los que aún creen importante la educación como vía de superación personal.

No regresaremos a la situación previa a Ayotzinapa y tampoco a la anterior a la licitación del tren rápido, la casa blanca de las lomas, la casita de Malinalco y la exoneración de Raúl Salinas. Símbolos todos del descredito en la justicia, de corrupción e impunidad.

En el pasado se han enfrentado crisis similares con programas sociales, carreteras, promesas, maquillaje e imponiendo el olvido social. Ahora no es tan fácil; en la mente colectiva se han ido sumando todos estos asuntos para construir una sola idea. Que el equipo gobernante no funcionaba bien cuando parecía suficiente dejarse llevar por la corriente y hacer negocios. Ahora estamos ante el fracaso de las expectativas generadas por las reformas laboral, fiscal, educativa, energética. Se impone gobernar de otra manera y no hay señales de que este equipo pueda hacerlo.

Desde todas partes se exige un golpe de timón; unos lo entienden como un cambio de gabinete; otros lo pensamos como algo que debe ir mucho más allá. No es solo cosa de reponer fusibles quemados sino de cambios de fondo orientados por grandes propósitos claramente delineados y decisión para cumplirlos.

Hay incluso espacio para el optimismo; si es que nuestros dirigentes se dan cuenta de la necesidad imperiosa de transformarse para transformar al país.

Será esencial recuperar la credibilidad; ajustar el discurso a los hechos y a las reales intenciones y, sobre todo, actuar de manera tal que efectivamente se haga lo que se propone.

En la perspectiva económica y social el cambio necesario apunta a destapar un fuerte potencial de crecimiento y empleo haciendo uso de capacidades instaladas ya existentes; de uso del potencial agrícola y pecuario en manos campesinas e indígenas; de reactivación de talleres, pequeñas y medianas industrias orilladas al cierre o a operar a solo una porción de su potencial.

Reactivar la economía haciendo uso eficiente de recursos existentes no demandaría atraer capitales externos ni tecnologías de punta; sería una estrategia anti monopólica y altamente generadora de empleo. Implica en cambio favorecer la producción interna mediante el control de importaciones. El objetivo general sería contar un superávit en cuenta corriente; lo que es lo mismo que equilibrar lo que se recibe por exportaciones con lo que se gasta en importaciones más el pago de intereses.

Un elemento clave será reconquistar la seguridad alimentaria del país con apoyos decididos a la producción campesina y del sector social. Es parte de lo comprometido oficialmente pero que tiende a quedarse en palabrería demagógica; igual que la política industrial, el derecho a la alimentación; o la creación de empleos. No hay política industrial que valga si no equilibramos el comercio con China.

Tocar tierra y crecer haciendo buen uso de nuestros recursos y capacidades requiere abandonar las fantasías de modernización importada tipo trenes bala, aeropuertos grandiosos o concesiones enormes a empresas transnacionales.

Lo que se propone implica un cambio de la mentalidad de modernización importada, y a crédito, para ejercer las capacidades del México profundo. Implica repensar décadas de adoctrinamiento neoliberal y de abandono de la solidaridad interna. Lo que solo puede hacerse abriendo paso a las voces de las mayorías en los medios de comunicación. Necesitamos escuchar a los de abajo no como enemigos sino como aquellos de los que pueden salir respuestas, y con los que habrá que negociar en este difícil 2015.

Seamos conscientes de que este país podría quebrarse si permanece la exclusión, la inequidad y la ruptura de la confianza en nuestros dirigentes. Habrá que fortalecernos como nación sobre la base de la solidaridad, la depuración de la clase política, la reafirmación democrática y un modelo económico incluyente, sustentado en la eficiencia y la equidad.

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