lunes, 15 de octubre de 2012

Crisis global y estafeta envenenada


Crisis global y estafeta envenenada
Jorge Faljo
Como una pesadilla donde se repite de manera interminable la misma tragedia, Europa y los Estados Unidos no logran encontrar la salida a la crisis de la globalización. Crisis sistémica que marca el final de la estrategia de financiar el consumo mediante el endeudamiento de naciones enteras.
Las señales de una pesadilla recurrente son múltiples y atacan prácticamente todos los frentes. La información reciente destaca lo siguiente.
En Francia se anuncia a ocho columnas que se ha alcanzado la cifra fatídica de tres millones de desempleados. Se acepta que es una herencia del régimen anterior pero también que esa es la tarea central por la que se habrá de medir la nueva administración. El problema se agrava con la reducción del pago de indemnizaciones por desempleo. Ocurre que estos derechos se ganan trabajando y dependen de las contribuciones aportadas. Un millón de desempleados ya agotaron su derecho al seguro de desempleo y deben sobrevivir con la llamada ayuda social mínima. Otros 628 mil no tienen derecho al seguro ni a esa ayuda; son jóvenes que no han logrado trabajar un mínimo de cinco años.
Portugal y España tienen a sectores crecientes de su población, en particular los sindicatos, que manifiestan su descontento en las calles y crean desconfianza sobre la capacidad de los gobiernos para imponer mayores medidas de austeridad y elevar los impuestos para seguir pagando sus deudas. El desempleo es muy alto en ambos países y la reducción de ingresos medios considerable. En España el problema se ha complicado por un reciente llamado a elecciones anticipadas en Cataluña en una jugada con la que quiere fortalecer su autonomía. Recordemos que esta provincia considera que aporta bastante más de lo que recibe del resto del país y que separándose mejoraría las condiciones de su propia población.
Por otro lado, la confianza de los empresarios alemanes se encuentra a la baja. Su sector automotriz enfrenta una reducción del mercado europeo de más del siete por ciento. No es más que un ejemplo del entorno de la recesión europea en que se mueve su industria exportadora. Sin embargo la prioridad para el gobierno alemán es que España solicite formalmente un rescate por 100 mil millones de euros que a su vez le permita rescatar a sus bancos. El interés alemán se debe a que bancos, empresas y particulares españoles les adeudan 130 mil millones de euros y temen no cobrarlos. Pero el gobierno de Rajoy, el presidente español, no se apresura a solicitar ese financiamiento porque tendría que cumplir con aún peores medidas de austeridad y elevación de impuestos. No está claro que el pueblo español lo acepte.
Grecia ve desplomarse su producción en un 7 por ciento en este año; suma ya más de 20 por ciento en cinco años. Eso impide cobrar suficientes impuestos para pagar los abonos a su deuda y requerirá un tercer rescate para que pueda pagar a los bancos alemanes. Sin embargo ningún otro país quiere echarle dinero bueno al malo. En las calles la situación está que arde (con una que otra bomba molotov).
Inglaterra debate el fuerte impacto productivo y en reducción de ingresos gubernamentales que ha tenido la disminución del gasto social en cuidados de la población vulnerable. Esto obligó a unos 300 mil ingleses a renunciar a sus empleos por tener que cuidar ellos mismos a sus padres, esposo(as) u otros parientes ancianos o inválidos. Algunos cálculos señalan que el ahorro para el gobierno fue de 1.9 mil millones de libras; pero los que renunciaron a su empleo para cuidar a familiares dejaron de ganar 5 mil millones y dejaron de pagar mil millones de impuestos.
Toda Europa evoluciona al empobrecimiento, la inseguridad laboral, el cierre de empresas y mayor desempleo. La lucha entre los que exigen el pago de las deudas mediante medidas de austeridad crecientes y los que quieren defender los ingresos, los empleos y el funcionamiento del aparato productivo es cada vez más fuerte.
Estados Unidos no canta mal las rancheras (tal vez por tanto mexicano) y a duras penas avanza poquito. La lucha política es fuerte y gira en torno al nivel del gasto público y el cobro de mayores impuestos a los muy ricos, lo que los republicanos no aceptan.
Los alivios financieros han demostrado ser muy temporales y en cada caso después de unos días vuelve la incertidumbre. La gran productividad alcanzada coloca en el mercado enormes cantidades de producción que la población y los gobiernos podían comprar endeudándose. Ahora, alcanzado su límite de crédito no hay suficiente poder de compra en el mercado.  
El gran capital de Europa y los Estados Unidos está proponiendo otra más de sus falsas soluciones: exportar. Conseguir que los excesos de producción que no se pueden vender en Europa y Estados Unidos (porque no están dispuestos a elevar los salarios de sus trabajadores y las contribuciones al gobierno) se vendan en Asia, África y América Latina. Pero ¿cómo vendernos más si no están dispuestos a comprarnos? La estrategia es exportarnos capitales en abundancia; de ese modo abaratan su moneda en países como el nuestro y nos convierten en sus consumidores.
La Reserva Federal norteamericana (su banco central) ha iniciado el QE3 (Quantitative Easing tres) que se traduce en crear e inyectar 40 mil millones de dólares mensuales a su economía mediante la compra de deuda hipotecaria en poder de su sistema bancario. Así los inversionistas logran vender sus activos tóxicos y liberan sus capitales para llevarlos a países que pagan mayores tasas de interés. Europa avanza hacia la misma “solución”, generar masas de capital financiero exportable a las periferias para financiar el incremento de sus exportaciones.
En México se sienten los efectos de esas entradas de capitales externos, volátiles, que abaratan el dólar y, en consecuencia, las importaciones. Los exportadores nacionales obtienen menos pesos por cada dólar que venden en el exterior. Los productores nacionales tienen que competir con importaciones más baratas y reducen sus utilidades.
Como de costumbre la rentabilidad, incluso la supervivencia de las empresas mexicanas dependerá de ahorcar al trabajador para compensar un abaratamiento de dólar que se traducirá en destrucción de empresas y empleos en México.
Calderón se despide con una falsa fortaleza del peso, con un combate a la inflación basado en importaciones financiadas desde el exterior y heredando otra oleada de destrucción, desempleo y empobrecimiento a la próxima administración. Una estafeta envenenada. 

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