Crisis
global y estafeta envenenada
Jorge
Faljo
Como
una pesadilla donde se repite de manera interminable la misma tragedia, Europa
y los Estados Unidos no logran encontrar la salida a la crisis de la
globalización. Crisis sistémica que marca el final de la estrategia de financiar
el consumo mediante el endeudamiento de naciones enteras.
Las
señales de una pesadilla recurrente son múltiples y atacan prácticamente todos
los frentes. La información reciente destaca lo siguiente.
En Francia
se anuncia a ocho columnas que se ha alcanzado la cifra fatídica de tres
millones de desempleados. Se acepta que es una herencia del régimen anterior
pero también que esa es la tarea central por la que se habrá de medir la nueva
administración. El problema se agrava con la reducción del pago de
indemnizaciones por desempleo. Ocurre que estos derechos se ganan trabajando y
dependen de las contribuciones aportadas. Un millón de desempleados ya agotaron
su derecho al seguro de desempleo y deben sobrevivir con la llamada ayuda
social mínima. Otros 628 mil no tienen derecho al seguro ni a esa ayuda; son
jóvenes que no han logrado trabajar un mínimo de cinco años.
Portugal
y España tienen a sectores crecientes de su población, en particular los
sindicatos, que manifiestan su descontento en las calles y crean desconfianza sobre
la capacidad de los gobiernos para imponer mayores medidas de austeridad y elevar
los impuestos para seguir pagando sus deudas. El desempleo es muy alto en ambos
países y la reducción de ingresos medios considerable. En España el problema se
ha complicado por un reciente llamado a elecciones anticipadas en Cataluña en
una jugada con la que quiere fortalecer su autonomía. Recordemos que esta
provincia considera que aporta bastante más de lo que recibe del resto del país
y que separándose mejoraría las condiciones de su propia población.
Por
otro lado, la confianza de los empresarios alemanes se encuentra a la baja. Su
sector automotriz enfrenta una reducción del mercado europeo de más del siete
por ciento. No es más que un ejemplo del entorno de la recesión europea en que
se mueve su industria exportadora. Sin embargo la prioridad para el gobierno
alemán es que España solicite formalmente un rescate por 100 mil millones de
euros que a su vez le permita rescatar a sus bancos. El interés alemán se debe
a que bancos, empresas y particulares españoles les adeudan 130 mil millones de
euros y temen no cobrarlos. Pero el gobierno de Rajoy, el presidente español,
no se apresura a solicitar ese financiamiento porque tendría que cumplir con aún
peores medidas de austeridad y elevación de impuestos. No está claro que el
pueblo español lo acepte.
Grecia
ve desplomarse su producción en un 7 por ciento en este año; suma ya más de 20
por ciento en cinco años. Eso impide cobrar suficientes impuestos para pagar
los abonos a su deuda y requerirá un tercer rescate para que pueda pagar a los
bancos alemanes. Sin embargo ningún otro país quiere echarle dinero bueno al
malo. En las calles la situación está que arde (con una que otra bomba
molotov).
Inglaterra
debate el fuerte impacto productivo y en reducción de ingresos gubernamentales
que ha tenido la disminución del gasto social en cuidados de la población
vulnerable. Esto obligó a unos 300 mil ingleses a renunciar a sus empleos por
tener que cuidar ellos mismos a sus padres, esposo(as) u otros parientes
ancianos o inválidos. Algunos cálculos señalan que el ahorro para el gobierno
fue de 1.9 mil millones de libras; pero los que renunciaron a su empleo para
cuidar a familiares dejaron de ganar 5 mil millones y dejaron de pagar mil millones
de impuestos.
Toda
Europa evoluciona al empobrecimiento, la inseguridad laboral, el cierre de
empresas y mayor desempleo. La lucha entre los que exigen el pago de las deudas
mediante medidas de austeridad crecientes y los que quieren defender los ingresos,
los empleos y el funcionamiento del aparato productivo es cada vez más fuerte.
Estados
Unidos no canta mal las rancheras (tal vez por tanto mexicano) y a duras penas
avanza poquito. La lucha política es fuerte y gira en torno al nivel del gasto
público y el cobro de mayores impuestos a los muy ricos, lo que los
republicanos no aceptan.
Los
alivios financieros han demostrado ser muy temporales y en cada caso después de
unos días vuelve la incertidumbre. La gran productividad alcanzada coloca en el
mercado enormes cantidades de producción que la población y los gobiernos
podían comprar endeudándose. Ahora, alcanzado su límite de crédito no hay
suficiente poder de compra en el mercado.
El
gran capital de Europa y los Estados Unidos está proponiendo otra más de sus
falsas soluciones: exportar. Conseguir que los excesos de producción que no se
pueden vender en Europa y Estados Unidos (porque no están dispuestos a elevar
los salarios de sus trabajadores y las contribuciones al gobierno) se vendan en
Asia, África y América Latina. Pero ¿cómo vendernos más si no están dispuestos
a comprarnos? La estrategia es exportarnos capitales en abundancia; de ese modo
abaratan su moneda en países como el nuestro y nos convierten en sus
consumidores.
La
Reserva Federal norteamericana (su banco central) ha iniciado el QE3
(Quantitative Easing tres) que se traduce en crear e inyectar 40 mil millones
de dólares mensuales a su economía mediante la compra de deuda hipotecaria en
poder de su sistema bancario. Así los inversionistas logran vender sus activos
tóxicos y liberan sus capitales para llevarlos a países que pagan mayores tasas
de interés. Europa avanza hacia la misma “solución”, generar masas de capital
financiero exportable a las periferias para financiar el incremento de sus
exportaciones.
En
México se sienten los efectos de esas entradas de capitales externos,
volátiles, que abaratan el dólar y, en consecuencia, las importaciones. Los
exportadores nacionales obtienen menos pesos por cada dólar que venden en el exterior.
Los productores nacionales tienen que competir con importaciones más baratas y
reducen sus utilidades.
Como
de costumbre la rentabilidad, incluso la supervivencia de las empresas
mexicanas dependerá de ahorcar al trabajador para compensar un abaratamiento de
dólar que se traducirá en destrucción de empresas y empleos en México.
Calderón
se despide con una falsa fortaleza del peso, con un combate a la inflación
basado en importaciones financiadas desde el exterior y heredando otra oleada
de destrucción, desempleo y empobrecimiento a la próxima administración. Una
estafeta envenenada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario