Por
una paridad competitiva, ya
Jorge Faljo
En 1994 Zedillo le pidió a Salinas que hiciera una devaluación preventiva dado que la situación financiera era insostenible. El presidente anterior entregaba lo que en apariencia era un país exitoso. Pero había un esqueleto en el closet; el país era adicto a la entrada de capitales externos que eran los que sostenían un peso excesivamente caro que dificultaba exportar y nos hacía grandes importadores.
Salinas se negó a la petición
pues pretendía “pasar a la historia” En lugar de una devaluación oportuna y
controlada se pusieron las reservas internacionales a la libre disposición de
los capitales en fuga hasta agotarlas. Luego llegó lo inevitable, la
devaluación catastrófica.
Hoy Calderón entrega un país
en un callejón sin salida. La estrategia de peso caro y bajos salarios ha
llevado a la desindustrialización y ha deteriorado a la pequeña y mediana
producción urbana y rural. El desempleo es muy grave y se ha cerrado el escape
hacia el norte. La población se ha empobrecido y millones carecen de lo más
indispensable. El país se desangra en guerras fratricidas por el control de
derechos de piso y donde la legalidad se vende al mejor postor.
En el closet financiero se
oculta un esqueleto; tenemos una economía adicta a la entrada de capitales
externos para sostener un peso caro y unas finanzas cada vez más frágiles.
Si las reservas
internacionales, del orden de los 161 mil millones de dólares –mmd-, estuvieran
constituidas con superávit comercial (excedentes de exportación) diría que son
muestra de salud económica y financiera. No es así. Del 2000 a la fecha año con
año hemos importado más de lo que exportamos, con todo y petróleo; año con año tenemos
un déficit en la cuenta corriente a pesar de las remesas de los trabajadores
mexicanos en el exterior.
Estamos inundados de
importaciones mientras nuestra industria cierra sus puertas y los mexicanos
pierden sus empleos. Lo que se explica por la abundancia de dólares baratos que
nos llegan no por la venta de productos, sino por la venta de empresas y la
llegada de capitales especulativos a este paraíso fiscal.
En el 2001, según cifras del
último informe del Banco de México, entraron al país casi 45 mmd de inversión
extranjera, en el 2010 otros 44 mmd. En los cinco primeros años del sexenio
llegaron 180 mmd de capital extranjero de los que se tomaron 60 mmd para las
reservas.
Aquí, a diferencia de otros
países, las reservas se conforman con los dólares por haber vendido los bancos,
la siderurgia, las cerveceras y tequileras, el aparato distributivo y por las
entradas de capital especulativo.
Pero la crisis financiera
mundial empieza a enviar señales de reversión de las tendencias. Hay claras
señales de desinversión de empresas españolas en México. Además no parece tan
sencilla la renegociación del “blindaje financiero”; es decir la línea de
crédito flexible que se tiene contratada con el FMI… hasta el final de este
sexenio.
La situación es frágil en lo
económico, lo social, lo político y, digan lo que digan, lo financiero. Urge cortar
de tajo la adicción a los capitales internacionales y hacer lo necesario para
obtener un superávit comercial y de cuenta corriente por la vía de la
competitividad cambiaria. Ello implicaría un cambio de estrategia sustentado en
la reactivación de capacidades subutilizadas y la substitución de
importaciones.
Hay que convertirnos en una
economía exportadora de productos y no de venta de patrimonio y esto solo es
posible sobre la reconquista, en primer lugar, del mercado interno con
producción nacional.
El experimento globalizador
falló estrepitosamente; ahora hay que comerciar intensamente pero privilegiando
el interés nacional por el uso eficiente de las capacidades internas, la
generación de empleos y el fortalecimiento del mercado interno.
Una devaluación administrada
cuando hay reservas a las que pueden asignarse fines estratégicos
(importaciones alimentarias y de insumos productivos indispensables) será menos
traumática que otra catastrófica.
El nuevo gobierno recibe
como estafeta un hierro al rojo vivo y no le conviene cargar con la
responsabilidad de una futura, pero no lejana, crisis financiera, cambiaria, productiva,
social y, también política. Su interés y la responsabilidad de la actual
administración es sanear la relación con el exterior ubicándonos en una paridad
competitiva y sostenible sin requerimientos de capital externo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario