¿Tropezón Laboral?
Jorge Faljo
Las reformas estructurales están
más que cantadas. Para beneplácito de los poderes fácticos Enrique Peña Nieto se comprometió en su
campaña con grandes cambios en materia energética, hacendaria, de seguridad
social y laboral. En cada una de ellas el corazón de la propuesta es una
transformación de fondo que impactará el rumbo económico y social del país.
Llevarlas a cabo demandaría, en una sociedad democrática, de un análisis
cuidadoso, sopesar alternativas y sobre todo construir un amplio consenso.
Recordemos el elemento fundamental
de cada reforma: en la energética hablamos de la venta de Pemex (con nombre
maquillado); en la hacendaria de la elevación del IVA; en la de seguridad social
de la eliminación de “privilegios” sindicales y la minimización de derechos con
el pretexto de la universalización de los mismos y en la laboral se trata de
abaratar el costo de la mano de obra, en particular de los despidos.
Estas reformas, largamente
acariciadas por el gobierno de Felipe
Calderón obtuvieron el apoyo del presidente entrante; lo que mucho
contribuye a hablar de una transición tersa que al mismo tiempo se planteó una
rápida instrumentación de estos cambios. Tan buen acuerdo que el gobierno
saliente presentó la reforma más problemática, la laboral, como si fuera propia
siendo que en realidad es una promesa de campaña del gobierno entrante.
Para facilitarle el camino hace
apenas unas semanas se cambió el artículo 71 constitucional para crear el
derecho presidencial a enviar hasta dos
iniciativas de ley para “trámite preferente” en la apertura de cada periodo
ordinario de sesiones del Congreso. Estas iniciativas preferentes deberán ser
discutidas y votadas por la cámara original (diputados o senadores) en un plazo
máximo de treinta días naturales y en caso de ser aprobado o modificado el
decreto pasará de inmediato a la otra cámara para también ser discutido y
votado en otros treinta días naturales.
El presidente Calderón envió el
primero de septiembre una iniciativa de reforma laboral bajo este mecanismo
preferente que obliga a los diputados, que apenas están estrenando silla, a
tomar una decisión inmediata. Aprobar, reformar o rechazar una iniciativa de la
mayor importancia al fin de este mes como plazo improrrogable. Dada la alianza
PRI – PAN – PVEM en torno a este tema todo parecía súper planchado. Lo
previsible era que pese a las propuestas de los sindicatos independientes y la
izquierda la gran reforma estructural pasaría sin problema.
Sin embargo, de donde no se
esperaba ha surgido un obstáculo. Resulta que los 36 sindicatos que integran el
Congreso del Trabajo, incluyendo a la Confederación de Trabajadores de México, los
Petroleros y al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación pidieron al
presidente electo no respaldar la iniciativa de reforma laboral “propuesta por
Felipe Calderón”. Bien por las formas políticas. No están contra su líder, pero
si, según ellos, contra una iniciativa de Calderón basada en las viejas
propuestas del ex secretario del trabajo Javier Lozano.
Resulta que el sindicalismo
corporativo afín al nuevo régimen rechaza el procedimiento apresurado, propone
una revisión de fondo de la propuesta durante la actual legislatura y en la
práctica se alinea, sin proponérselo, con organizaciones independientes de
trabajadores. Tales como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación, el Frente Sindical Mexicano, la Federación de Trabajadores del
Distrito federal y la Alianza de Trabajadores de la Salud entre otros. Estos últimos
ya habían informado que seguirían una estrategia de marchas en contra de la
iniciativa. Lo que coloca al sindicalismo corporativo en una situación compleja:
¿se sumarán a las marchas?
Cabe recordar que hace década y
media las marchas sindicales, populares y campesinas de las organizaciones
priistas eran todavía impresionantes. Pero hace años que estas organizaciones
se desmoronan y ya no salen a la calle, tal vez para que sus afiliados no se
contaminen.
Dentro de la Cámara de diputados ya
se resolvió, tras un poco de jaloneo, que será uno de los dirigentes de la CTM,
el diputado Carlos Aceves del Olmo quien presida la Comisión de Trabajo y
Previsión Social en la Cámara de Diputados. Es decir la comisión encargada de
analizar la iniciativa preferente en materia laboral.
La situación es complicada. Para
empezar ya transcurrió la mitad del plazo de 30 días que establece la ley para
votar la iniciativa. Lo cual dice mucho sobre lo inadecuado de la reforma
constitucional que pretende obligar a una nueva legislatura a tomar decisiones
sobre las rodillas.
Ello revela una extraña
ingenuidad política, o cierta perversidad. En la primera opción parecería que
no se pensó en la necesidad de dialogar con los dirigentes sindicales amigos (táchese
amigos y póngase aliados, como dijo EPN). La ausencia de dialogo es tal que Joaquín
Gamboa Pascoe, el más importante líder obrero se pregunta si acaso los creen
pendejos. La pregunta no es para menos; el régimen anterior se encargó de
destruir los bastiones más importantes de la oposición sindical, entre ellos
los mineros y los electricistas. Ahora se pide a los sindicalistas “leales” que
se suiciden sin hacer ruido.
En la perspectiva de la perversidad
podría decirse que algunos piensan que lo mejor para aprobar una reforma de
fondo es pasarla de noche, cuando todos están distraídos, con premura y sin
reflexión. No es esto lo apropiado en una democracia.
Ahora lo que queda es avanzar a
marchas forzadas en una ruta que obligará a la confrontación pues la ley no da
tiempo para el diálogo constructivo. Cualquiera que sea el resultado, el
gobierno de Peña Nieto, su congreso, habrá de iniciar probando que es capaz de
dar los resultados ofrecidos y sacando adelante una gran reforma estructural, o
fallando en su primera encomienda. También se ve obligado a definir de
inmediato cuáles son sus más importantes aliados: los poderes fácticos o las
viejas bases del sindicalismo priista.
Es una definición que habría
preferido posponer. Se pueden salvar las formas políticas fingiendo, si no se
aprueba, que esta no era la reforma de Peña Nieto. Pero en el fondo sus aliados
le han enviado un mensaje importante; que para gobernar conviene consultar.
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