La
economía mundial
Jorge Faljo
La Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha publicado “Situación y Perspectivas de la Economía Mundial, 2012.” Es un documento cuyo carácter oficial le impone un tono mesurado y un contenido sustentado en la mayor objetividad. No obstante no oculta la preocupación por la situación planetaria y su evolución previsible.
En México nos encontramos en
la transición entre una administración pública federal y la siguiente. Es un
momento particularmente propicio para toma de decisiones audaces y de ser
posible, concertadas. El gobernante que se va, y el que llega, han hecho saber
que desean una transición “tersa”. Pero interpreto que eso es deseable tan solo
en el ámbito de la apariencia política y no en cuanto a la definición de
políticas públicas. En ese contexto más amplio creo que la nación espera
cambios de rumbo, incluso virajes bruscos, que nos ubiquen en otra perspectiva
de crecimiento económico, de generación de empleos, de equidad y justicia
social, de seguridad pública y, en general de bienestar.
México
se encuentra muy abierto a la economía mundial y eso lo hace vulnerable a los
cambios del entorno; lo que obliga precisamente a estar muy atentos a lo que
ocurre a nuestro alrededor. Así que a continuación expongo la visión de las
Naciones Unidas sobre la economía mundial en su propio lenguaje que es muy
directo, sin rodeos ni maquillajes.
La economía mundial se
encuentra al borde de otra crisis importante. El crecimiento de la producción
se ha desacelerado considerablemente durante el año 2011 y para los años 2012 y
2013 se prevé que el crecimiento será anémico.
Las medidas de austeridad fiscal
que se han adoptado (en Europa) tenderán a debilitar aún más el crecimiento y
las perspectivas de empleo, haciendo el ajuste fiscal y la reparación de los
balances del sector financiero aún más difícil. La economía de Estados Unidos
también padece de tasas de desempleo altas y persistentes, del tambaleo de la
confianza de los consumidores y de las expectativas empresariales, así como de
la continua fragilidad del sector financiero.
La Unión Europea (UE) y
Estados Unidos de América equivalen a las dos economías más grandes del mundo, y
están intrínsecamente entrelazadas. Sus problemas se pueden transmitir
fácilmente de una a otra y dar lugar a otra recesión mundial.
Por tanto, en un escenario pesimista
el crecimiento del PBM (Producto Bruto Mundial) se desaceleraría a 0,5 por
ciento en 2012, lo que implica una caída de la renta media global per cápita.
Resultados más benignos centrados en el empleo y el crecimiento sostenible
requerirían acciones más contundentes y concertadas a nivel internacional de
las que se contemplan actualmente.
Las economías desarrolladas se
encuentran al borde de una espiral descendente impulsada por cuatro factores de
debilidad que se refuerzan mutuamente: crisis de deuda pública, sectores
bancarios frágiles, débil demanda agregada (asociada con altas tasas de desempleo)
y parálisis política causada por entramados políticos y deficiencias
institucionales.
Estas debilidades son ya un hecho,
pero un mayor deterioro en una de ellas podría desencadenar un círculo vicioso
que conduzca a una grave turbulencia financiera y una recesión económica. Esto
también podría afectar seriamente a los mercados emergentes y otros países en
desarrollo a través de canales comerciales y financieros.
Es entonces probable que las economías
en desarrollo y las economías en transición sufran un choque significativo. El
impacto variará dependiendo de sus vínculos económicos y financieros con las
principales economías desarrolladas, que difieren de país en país.
La apreciación cambiaria representa un
desafío para muchos países en desarrollo y algunos países europeos, reduciendo
la competitividad de sus sectores exportadores. Monedas más fuertes pueden
contribuir, por el lado de las importaciones, a reducir la inflación, pero esta
ventaja bien podría ser más que neutralizada por el aumento de costos sociales ocasionados
por tasas de desempleo más altas.
Mientras tanto, en muchos países en
desarrollo la preocupación política de corto plazo será la de evitar que las
alzas de precios y volatilidad de los alimentos y otros productos básicos, así
como la inestabilidad del tipo de cambio, lleguen a socavar el crecimiento y
pongan a dichas economías a merced de nuevos ciclos de auge y caída. Para mitigar
el impacto de escaladas y volatilidad de precios y de flujos de capital, dichos
países tendrán que asegurarse que sus políticas macroeconómicas sean
anticíclicas e inscritas en un marco transparente de gestión de fondos de
estabilización fiscal y de mayor regulación financiera, orientadas a la
prudencia macroeconómica.
Resalto lo que me parece
central: es previsible un muy bajo crecimiento económico mundial que implique
reducción de los ingresos de la mayoría de la población. Podría generarse una
espiral negativa de decrecimiento económico, del empleo, del ingreso y de
fragilidad financiera que conduzca a graves turbulencias. Estas podrían afectar
seriamente a los países en desarrollo dependiendo de sus vínculos económicos
con las economías desarrolladas. Se requiere prevenir la volatilidad de
alimentos y productos básicos, políticas macroeconómicas anticiclicas y mayor
regulación financiera.
El mensaje y el tono
empleados son preocupantes, incluso brutales y las referencias a economías en
desarrollo parecen hechas a la medida de México. La nueva administración debe
actuar con extrema prudencia preventiva de los riesgos señalados. Debe ser
prioritaria la autosuficiencia alimentaria y el fortalecimiento del mercado
interno. Esto último significa en particular establecer políticas de incremento
de las capacidades de demanda de la población asociadas a políticas de
fortalecimiento de la producción interna.
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