El Gran
Empresariado Abandona el Barco
Jorge
Faljo
Otro
sexenio de empobrecimiento y horror llega a su fin sin que, lamentablemente,
existan señales de corrección del rumbo.
Si
bien en otras circunstancias, en este
caso de gran privilegio, pareciera que el empresariado productivo de México ha
decidido seguir la pista de los millones de mexicanos a los que el modelo
económico obligó a emigrar.
A
escasos días del fin de esta administración se ha anunciado la venta de la
empresa Comex, mexicana, a la norteamericana Sherwin Williams. La primera es
una empresa muy conocida por sus tres mil 300 puntos de venta en todo el
territorio nacional. Es la empresa líder en fabricación y venta, en su propia
red de distribución, de pinturas, texturas, impermeabilizantes, recubrimientos
industriales, tratamientos para madera y todo tipo de accesorios. Posición que
se originó en sus capacidades de innovación tecnológica industrial.
Faltan
algunos trámites administrativos ante las autoridades mexicanas, pero se da por
hecho su adquisición por la empresa norteamericana en 2,340 millones de dólares
(md) más solventar sus deudas. Otras transacciones similares fueron la venta de
la cervecera modelo (fabricante de las marcas Corona,
Negra Modelo, Victoria y Pacífico), la participación de la Comercial
Mexicana en Costco por 980 millones y la de la lechera Santa Clara por 200
millones, también dólares en ambos casos.
Sumadas
a otras transacciones menos sobresalientes las ventas de empresas mexicanas al
extranjero ascendieron a 30 mil md. Un cierre con broche de oro para dos
sexenios caracterizados por la promoción de estas ventas desde la secretaría de
economía. En doce años la inversión extranjera directa –IED-, fue de 267 mil md;
esta venta de patrimonio explica que el país cuente con reservas
internacionales de 162 mil md.
En
2010 y 2011 la inversión extranjera directa en México sumó 39.6 mil md dentro
de un total de 91.3 mil md en los que la diferencia fueron capitales
financieros volátiles. De estos algo más de la mitad, 49.3 mil md ingresaron a
las reservas internacionales como garantía de que cuando estos capitales deseen
repatriarse el Banco de México contará con dólares para vendérselos al mejor
precio posible.
Para
el capital extranjero el momento es muy propicio. Los Estados Unidos y Europa
están generando grandes volúmenes de liquidez (antes se le llamaba imprimir
dinero) con el objetivo de bajar las tasas de interés y reactivar el consumo y
la inversión. En algunos países, como Alemania, Francia y China, los
inversionistas pagan porque se les cuide el dinero. Operan a tasas de interés
negativas porque los capitales están desesperados buscando inversiones seguras
y evadiendo el riesgo. Así que fondos y grandes empresas de reconocida
solvencia tienen una buena oportunidad de endeudarse a tasas muy baratas,
cercanas a cero, y lanzarse a la conquista del tercer mundo sea con inversión
financiera o compra de patrimonio productivo.
Aquí
el gran empresariado productivo mexicano ha decidido aprovechar la
circunstancia y emigrar de la esfera productiva hacia la especulación
financiera. Internamente la situación es particularmente favorable; nos
encontramos en pleno auge de dos burbujas que parecen haber llegado a su máximo
de expansión: una ha inflado la bolsa de valores e incide en un alto valor de
todas las grandes empresas (incluyendo la Comex, aunque no cotice); la segunda
ha fortalecido al peso mucho más allá de la productividad y competitividad del
país, gracias a la venta patrimonial. Es decir que no puede haber mejor momento
para vender.
Soy
un convencido de la sagacidad del gran capital mexicano, que en el pasado
encabezó las estampídas financiera y que ahora, al convertirse de productivo a
financiero, se coloca a solo un par de teclazos de computadora para emigrar al
exterior.
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